Pedro Monreal
4 de abril de 2018
Foto: Cartas desde Cuba
El periodista Ariel Terrero acaba de publicar un
texto titulado “Antes de la hora final de las dos monedas en Cuba”, IPS, 2 de
abril de 2018, http://www.ipscuba.net/espacios/por-su-propio-peso/camino-al-andar/antes-de-la-hora-final-de-las-dos-monedas-en-cuba/
El artículo aborda las dos dimensiones del principal
problema que debe ser resuelto en materia monetaria en Cuba, la coexistencia de
dos monedas nacionales –peso cubano (CUP) y peso convertible (CUC)- y la cohabitación
de dos tasas de cambio: la tasa oficial de cambio y la tasa de CADECA.
De esas dos dimensiones, la segunda (la
unificación cambiaria) es la de más compleja solución. Es también la que
pudiera tener un impacto mayor en el sistema económico pues inevitablemente
iría acompañada de una devaluación del CUP respecto al dólar estadounidense (USD)
y otras divisas.
Se reconoce ampliamente que la tasa de cambio
oficial de 1 USD = 1 USD es una ficción administrativa y la corrección de la
misma implicaría la modificación de uno de los precios relativos más
importantes de la economía cubana: la tasa de cambio. Su modificación
“atravesaría” todo el sistema económico. Entre otras cosas, pudiera modificar
muchos otros precios.
Para evitar posibles equívocos, no estoy diciendo
que la circulación paralela del CUP y del CUC (la primera dimensión) sea un
evento intrascendente. Por supuesto que tiene una implicación concreta para la
vida de las personas, y obviamente estas se preocupan y actúan ante lo que
pudieran percibir como una inminente unificación monetaria, como evidenció “la
reciente explosión en la compra de pesos”. El artículo de Terrero aborda esa
cuestión de una manera clara, con la que concuerdo.
Sin embargo, la valoración de Terrero acerca de la
unificación de tasas de cambio incluye algunas imprecisiones que convendría
aclarar.
Hay dos partes que sugiero leer con detenimiento,
pues considero que expresan imprecisiones. En primer lugar, la cuestión
relativa a lo que pudiera determinar que una tasa de cambio sea una
deformación, o que no lo sea. En segundo lugar, la conexión que establece
Terrero entre las posibles soluciones para la unificación cambiaria y el tipo
de propiedad y de gestión bajo la que operan las entidades en Cuba. En ambos
casos, se trata de imprecisiones que reflejan una interpretación no adecuada de
lo que he expresado en varios textos al respecto.
El mercado cambiario es más
objetivo que la imaginación de un burócrata
Terrero hace una revisión comparada de los
acuerdos y de las diferencias que han expresado varios economistas sobre el
tema. Queda claro que es un esfuerzo que debe ser reconocido, especialmente
debido a las limitaciones que se derivan de tener que hacer la exposición de un
tema complejo mediante un artículo periodístico. Es el tipo de divulgación del
trabajo académico que siempre los especialistas agradecemos, especialmente
cuando el autor es un reconocido profesional y un excelente comunicador como es
el caso de Ariel Terrero. Sin embargo, caben algunos comentarios críticos a la
exposición del periodista.
Dice Terrero que “Monreal aplaude la tasa de Cadeca como “la mejor de todas”, al juzgar
que tiene fundamentación económica, una idea riesgosa en un modelo económico
lastrado por insuficiente transparencia de la rentabilidad. Al considerar
distorsionada únicamente la tasa de cambio oficial, solo admite una cara de la
moneda o del problema. Monreal reprocha por ese camino el punto de vista de
otros que observan ventajas para el sector privado, derivadas del enredo
monetario, en detrimento del empleo estatal”.
Vayamos por partes. De las dos tasas bajo
discusión –la tasa oficial y la de CADECA- la primera es un ukase
administrativo, mientras que la segunda es el resultado de una transacción de
mercado. Por supuesto, un mercado en el que intervienen las autoridades
monetarias, como ocurre en casi todas partes del mundo.
Una transacción de mercado como la que se produce
en CADECA siempre va a tener una fundamentación económica más sólida que una
ocurrencia burocrática. Es por eso que la tasa de CADECA es “la mejor de
todas”. No es porque sea perfecta, sino porque, comparada con la tasa oficial,
la tasa de CADECA tiene un fundamento económico que la tasa oficial no tiene,
ni de lejos. No “aplaudo”, simplemente constato.
Ese fundamento económico que realmente existe –una
relación de mercado- no es invalidado por la “insuficiente transparencia de la rentabilidad”, que es otro
problema distinto. En condiciones de transparencia, quizás el valor de la tasa de
cambio de CADECA pudiera ser diferente al actual, pero aquí no hablamos de la
cuantía de esa tasa sino del proceso que la determina. El mercado es un proceso
real con fundamento económico, no es una entelequia administrativa.
Hasta donde conozco, ningún economista cubano
considera que la tasa oficial de 1 X 1 no sea una ficción. Tampoco conozco
economista alguno que opine que la tasa de CADECA no refleje de manera
razonable las condiciones del mercado específico en la que esa tasa funciona:
el cambio minorista de divisas.
Al ser una ficción burocrática, la tasa oficial no
se corresponde con la realidad económica y por tanto su utilización
generalizada establece distorsiones en el funcionamiento de la economía. Entonces,
resulta impreciso proyectar como una idea peculiar que me diferencia de otros
economistas, la noción de considerar que la tasa oficial es la que expresa una
distorsión. En realidad, esa es una “consideración” muy extendida entre los
economistas.
Por otra parte, no es exacto afirmar que mi
valoración es unilateral, al solo observar “una
cara de la moneda”. Siempre me he referido a las “dos caras”. Lo que afirmo
es que una tasa –la oficial- es una distorsión y que la otra –la de CADECA- no
lo es en el contexto del mercado específico en el que esa tasa funciona. Las
“dos caras” han sido abordadas.
Empresa estatal, sector
privado y devaluación: ¿un “as de triunfo” para qué?
Tratando de establecer un supuesto contraste entre
las posiciones de la Dra. Vilma Hidalgo y las mías, Terrero ha expresado que “Esta profesora parte del hecho de que el
peso principal de la economía cubana descansa sobre hombros estatales, una
peculiaridad que resta validez a la propuesta de otro economista, Pedro
Monreal, de apostar al sector privado como as de triunfo contra el entuerto
monetario”.
No tengo idea acerca de cuál pudiera ser el texto
escrito por mí en el que Terrero pudiera haber encontrado algún asidero para
proyectar la imagen de que desdeño o minimizo la centralidad del sector estatal
en Cuba.
En realidad, sistemáticamente digo lo contrario.
La atención que le he prestado al sector privado ha sido esencialmente para
tratar de reforzar la necesidad de una visión integral de la reforma
económica, algo que lamentablemente no sucede, a pesar de la abundante
evidencia que existe respecto a la importancia de la actividad privada nacional.
Pensemos en algo tan importante como la producción
de alimentos. Esa es una actividad estratégica –la comida de origen nacional de
los ciudadanos cubanos- que, parafraseando
a Terrero, fundamentalmente “descansa sobre hombros privados”. Los productores
privados aportan el 83,9% de las frutas, el 75,6% de las viandas, el 75,5% de
las hortalizas, el 72,9% de los frijoles y el 64,8% del arroz. No hay que mirar
hacia otra parte.
Igualmente he utilizado con frecuencia la
expresión de que la reforma de la empresa estatal y la ampliación de la
actividad privada son dos caras de una misma moneda. Tomando solamente el caso
del empleo es fácil entenderlo. En los últimos años, el sector estatal ha
destruido empleo neto a razón de unos 90 mil puestos de trabajo anualmente. Es
parte inevitable del “redimensionamiento” del aparato estatal. ¿Dónde se ha
creado empleo neto en Cuba en el mismo período? La respuesta es simple:
fundamentalmente en el sector privado. Tampoco hay que mirar hacia otra parte.
He dicho también que se ha demorado excesivamente
la implementación de lo expresado en el último Congreso del Partido Comunista
de Cuba (hace ya dos años) acerca de la creación de condiciones para que
funcione en el país la empresa privada nacional. He expresado la importancia de
poder ofrecerle al sector privado nacional la posibilidad de operar en las trayectorias
de aprendizaje tecnológico y organizativo –y de mayor productividad- que les
ofrecerían las modalidades de organización empresarial, que son muy superiores
a las que hoy puede proporcionar el formato del Trabajo por Cuenta Propia
(TCP). Esto es, para dejar de convertir ingenieros en taxistas.
No tiene sentido –desde la perspectiva del
desarrollo económico- segmentar el tejido empresarial del país. Por el
contrario, deben establecerse las condiciones que permitan que las empresas
privadas nacionales (no legalizadas hoy) pudiesen desempeñar con efectividad y
eficiencia (las dos cosas) su función complementaria respecto al predominante
sector estatal.
Volviendo al párrafo del artículo de Terrero, no
es precisa la idea que proyecta acerca de que apuesto “al sector privado como
as de triunfo contra el entuerto monetario”. Lo que he dicho es otra cosa: la
unificación de las tasas de cambio no debe entenderse simplemente como un
fenómeno monetario pues tiene causalidades –no solo efectos- que se originan en
la producción. Por esa razón, sostengo que deben crearse condiciones en la
economía real que permitan transformar la señal económica de una devaluación en
una respuesta económica efectiva.
He puesto el siguiente ejemplo: ¿De qué serviría
que una devaluación incrementase súbitamente la competitividad de los mangos
cubanos si no habría envases para exportarlos?
Me llama la atención el hecho de que hace unos
años, cada vez que se hablaba acerca de solucionar el “entuerto monetario” se
hacía referencia a la necesidad de dotar de poder adquisitivo al peso cubano, o
sea, se consideraba –correctamente- que era imprescindible aumentar la
producción e incrementar la eficiencia de la producción nacional para poder
avanzar hacia una unificación monetaria y cambiaria. A diferencia de entonces,
muy poco se menciona ahora esta dimensión del asunto. Esa ausencia, favorece la
proliferación de visiones de la unificación cambiaria como un asunto de
“manejo” monetario, descuidándose las condiciones de la economía real de las
que depende la “salud” de una moneda.
¿Puede resolverse el “entuerto monetario” en Cuba
con una base económica que desaprovecha más de la mitad de la tierra agrícola y
con un sistema empresarial estatal “enganchado” a un descomunal subsidio
presupuestario?
En ese sentido, he considerado que es crucial el
papel del sector privado, en cuanto a la posibilidad de crear las condiciones
iniciales que permitiesen gestionar con mayor efectividad una unificación
cambiaria y una devaluación. Como se sabe, una parte desproporcionada del gasto
del consumidor cubano se concentra en la alimentación. Cualquier reducción de
precios de los alimentos producidos nacionalmente –a partir de una mayor
producción y de una mejor comercialización- significaría dotar de mayor poder
adquisitivo al peso cubano (CUP), como un proceso desde la economía real, no
como resultado de un “manejo” monetario.
No es lo mismo “entrarle” a un proceso de
unificación cambiaria con la libra de arroz a 4 CUP, que con un precio de 3 CUP
o de 2 CUP. Con precios más bajos de los alimentos, la gestión de una
devaluación es mucho menos complicada que con precios de partida más elevados de
los alimentos. Elemental. No digo nada que no se sepa ya.
Como se conoce también, el suministro nacional de
alimentos en Cuba depende de la producción privada. Entonces no se trata de que
lo que ocurra en el sector privado fuese un “as de triunfo” para resolver todo
el “entuerto monetario”, pero por lo menos sería un buen “as de triunfo” para
crear condiciones iniciales más adecuadas para la unificación cambiaria,
por la sencilla razón de que serviría para modificar factores causales de la
tasa de cambio, en el sentido positivo de darle más valor a la moneda nacional,
desde la economía real.
Resumiendo, concuerdo
con Terrero en la mayoría de los aspectos de su exposición, pero me ha parecido
conveniente aclarar algunas imprecisiones puntuales.
No me preocupa tanto la falta de claridad respecto
a una “ruta crítica”. Cualquier “ruta” va a tener que adaptarse a cambios que
no son predecibles. Lo preocupante es la lentitud de las acciones que considero
que son necesarias para establecer las condiciones de partida favorables, en la
economía real, que favorezcan el tipo de gestión monetaria compleja que
entrañaría una unificación cambiaria acompañada de una devaluación de la moneda
nacional.
Eso requiere, en mi modesta opinión, la adopción
de una perspectiva integral de permita conectar adecuadamente en la
realidad –no solamente en el discurso y en los documentos- la reforma del
sector estatal y la expansión del sector privado. La agricultura sería un buen
punto de entrada para ese proceso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario