Foto: Agencia EFE
El impacto del “Gran Confinamiento”, como lo ha llamado el Fondo Monetario Internacional (FMI), llega a todas las economías. En el caso cubano, se aprecian factores que actúan como amplificadores de los impactos y otros como reductores. A pesar de las deficiencias en la infraestructura y los recursos, todavía se puede considerar que la logística, la organización de mando único y el capital humano del sistema de salud constituye una fortaleza para enfrentar la pandemia.
El gobierno le ha apostado a esta fortaleza para no tener que declarar una cuarentena total. La agricultura, la construcción y las industrias se han mantenido operando parcialmente, lo cual reduce el impacto sobre el PIB. El impacto sobre el aparato productivo más bien acontece debido a la falta de insumos, financiamientos y demanda, sobre todo por la caída de las remesas, el cierre de los hoteles y la contracción del comercio y de diferentes servicios que impulsaba el turismo. Las exportaciones quedan aún más limitadas por la recesión de los socios comerciales.
Por otra parte, la poca calidad y cobertura de la conectividad a Internet reduce prácticamente a cero las posibilidades de teletrabajo y de clases virtuales. El gobierno se pasó años pensando si Internet era mala o buena. Ahora la pandemia ha puesto en evidencia el costo de estar tan atrasados en telecomunicaciones, comercio electrónico y banca online. El sector de educación va a ser de los más afectado debido a esta brecha tecnológica.
Ya el sector del turismo venía sufriendo desde antes la cancelación de los viajes de cruceros y aerolíneas desde los Estados Unidos como consecuencia de las sanciones del gobierno de Donald Trump. En este siglo se podrían identificar cuatro eventos que han causado miedo a viajar y tenido el potencial de afectar el crecimiento de los viajes turísticos a nivel global: el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 y la consecuente preocupación sobre el terrorismo a escala global, y tres epidemias que se extendieron por varios continentes: la Severe Acute Respiratory Syndrome (SARS), identificada en febrero de 2002; la gripe aviar o H1N1 desde abril de 2009; y el virus conocido como Middle East Respiratory Syndrome (MERS), identificado en abril de 2012. Los datos históricos muestran que los efectos negativos de estos tres eventos se propagaron durante un período similar: entre 16 y 18 meses. Salvando las distancias --y sin que esto sea un factor determinista--, los eventos que causan miedo global a viajar demoran un tiempo considerable en diluirse completamente. No se regresa de inmediato a los niveles previos a la ocurrencia del shock.
En cuanto a las remesas, representan la tercera fuente de ingresos en la balanza de pagos cubana y constituyen un ingreso significativo para muchas familias. Una de sus características más importantes es que son mucho más estables que las inversiones extranjeras y que las propias exportaciones, dado que responden a lazos familiares que en muchas ocasiones tienen determinantes diferentes. Por su estabilidad, tienden a ser una fuente de ingresos anticíclica en épocas de crisis y apuntalan el consumo de múltiples familias.
Lamentablemente, en esta ocasión no será así. Se trata de una recesión mundial de gran calado que ha afectado a dos de los principales centros emisores de estos flujos para América Latina y Cuba: los Estados Unidos y Europa. Los migrantes se encuentran entre los grupos más vulnerables en estas economías, pues trabajan en gran medida en el sector de comercio. Muchos no tienen ahorros y acceso al crédito, y en muchos casos no cuentan con seguro médico; otros están indocumentados y no tienen acceso a los alivios y ayudas gubernamentales.
Además, la actual administración estadounidense ha colocado a la institución financiera Fincimex en la lista de bloqueadas de incurrir en transacciones con contrapartes estadounidenses. Fincimex es clave dentro de la estructura para la recepción de remesas en Cuba por la vía del sistema financiero, y opera como contraparte de la Western Union.
En medio de la Covid-19, el canal financiero es fundamental: no hay vuelos y no operan los canales de envío de efectivo por agencias de paquetería o informalmente con la "mulas". Esta medida va a tener un impacto muy duro sobre las familias, que serán las más perjudicadas, no el gobierno. Estas necesitan ahora más que nunca estas ayudas para enfrentar la crisis que se vive en el país. Resulta muy lamentable y contraproducente que las sanciones estadounidenses sigan incluyendo a las remesas.
Todos estos shocks sobre la economía cubana se añaden a los impactos de la crisis venezolana y de las anteriores sanciones económicas y financieras de la actual administración estadounidense. La economía de la Isla ya se encontraba en una situación de máxima fragilidad y ya había usado sus reservas y espacios de política fiscal para suavizar los impactos de estos eventos anteriores. Por consiguiente, su capacidad para poner en marcha alivios económicos es nula.
La respuesta de la política económica cubana se ha debido limitar a redistribuir los pocos alimentos y bienes disponibles, reforzando el sistema de racionamiento centralizado. En medio de las medidas de aislamiento social y el cierre de las fronteras internacionales, el mercado negro --siempre una alternativa ante el desabastecido e ineficiente sistema de cadenas estatales--, se ha apagado. Es mucho menos lo que las familias y las empresas privadas pueden conseguir fuera de los circuitos oficiales de venta. El sector privado está altamente afectado por toda esta situación y su dependencia al turismo internacional.
De acuerdo con la Cuba Standard Business Confidence Survey, en estos momentos la Covid-19 es un obstáculo para los negocios en Cuba tan importante como el embargo estadounidense (más de un 60% de los encuestados marcó estas opciones). Entre los obstáculos principales se mantiene por encima del 40% el exceso de regulaciones y la burocracia del gobierno.
La caída de las remesas solo fue señalada por un 10% de los encuestados. Y un factor que aumenta significativamente en la encuesta de un trimestre a otro es la demanda, evidenciando el impacto en la economía del shock de demanda junto las restricciones de la oferta que establecen las medidas de confinamiento (ver Figura 1).
Cuba ya está pidiendo nuevos aplazamientos de pagos a sus proveedores y acreedores internacionales. El flujo de caja mínimo disponible debe emplearse para comprar comida y medicinas. Los espacios para aumentar gastos fiscales son nulos, a no ser a costa de alimentar aún más la inflación.
El déficit fiscal del año 2019 terminó en pesos cubanos (CUP) $7.03 billones, lo que representaría alrededor de un 6.9% del valor del Producto Interno Bruto (PIB) a precios corrientes (estimado por el gobierno). La Ley de Presupuesto 2020, aprobada por la Asamblea Nacional de Cuba antes de la Covid-19, contemplaba un déficit muy similar al del año pasado y ya reconocía que los gastos fiscales totales iban a crecer un 10,5%, pero se asumía una expansión de los ingresos de 11,6%, lo cual claramente no se va a lograr. Por tanto, habrá que ver próximamente qué ajustes se proponen al Presupuesto y al Plan Central cubano.
La política económica cubana frente a los impactos de la pandemia es más de lo mismo. Por el momento, no se vislumbra un impulso significativo a las reformas estructurales. Ya el gobierno cubano tiene un doctorado en manejo de crisis. Nuevamente hay que recortar gastos e importaciones, pero dada la magnitud de los impactos se ha tenido que reforzar el sistema de distribución racionalizada y empoderar nuevamente a la libreta de racionamiento.
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