20 julio 2020
Mientras las tarimas reflejan el drástico declive de la producción porcina en Cuba, debido a la disminución del alimento importado para la ceba del animal y a que más de la mitad de los criadores abandonaron sus contratos estatales, en Placetas los números y el campo hablan de una realidad distinta. El municipio mayor aportador de carne de cerdo del país no “baja la guardia”, pese a los contratiempos.
Al cierre de junio ese territorio villaclareño había producido 2 274 toneladas de carne, 23 más que en igual periodo de 2019. Y dicen tener “la siembra para superar este año las 5 000 toneladas”, cantidad por encima a las entregas de varias provincias como Guantánamo, Granma, Las Tunas, Camagüey, La Habana y Mayabeque.
Hay otras cifras que también expresan aumento y que pudieran parecer contradictorias ante las fallas actuales en la materia prima. En estos primeros seis meses los productores ya recibieron, contrato mediante, unas 21 350 precebas, 4 550 más que las pactadas en la misma etapa del pasado año, ilustra José Ramírez, director de la entidad porcina en la localidad.
Y no es que el municipio esté exento de la deuda estatal de alimento —que se contabiliza en el país en casi 90 000 toneladas—, porque en febrero solo le repartieron 19 toneladas, cuando por lo menos debieron ser 600. Por eso José Ramírez, dierector de la entidad porcina municipal, prefiere no explicar Placetas en datos. Evita cálculos y habla de gestión, compromisos y, sobre todo, de control.
Lo que esconden los números
Una verdadera cultura en la cría de cerdos valida lo que hacen hoy los porcicultures de Placetas. A ese trabajo, en el que emplean gran parte de su tiempo y esfuerzo, se resisten desligarse.
“Este año hemos estado apretados, pero hemos mantenido las entregas. El municipio ha hecho lo imposible para acercarse a los números pactados”, confiesa Orelvis Peñate, un guajiro que “si no es el mejor en la ceba de cerdos, clasifica entre ellos”.
Con más de 20 años en el oficio dice que los “baches” en la disponibilidad de los piensos no son nuevos, de ahí que “vimos la necesidad de mirar hacia la tierra”, porque “sabemos que la importación cada vez se vuelve más difícil”.
Cosechar parte de la dieta que consumen los puercos es una de las razones por las cuales Placetas todavía exhibe números en positivo. Una estrategia que todos llevan a punta de lápiz, como Peñate: “al año necesito hectárea y media de plantas proteicas para el forraje y 7 000 quintales de yucas. Todo eso lo planifico y lo siembro en mi finca”.
Su balance, que incluye además los alimentos acordados con la empresa porcina, equivale a obtener cerdos de 100 Kg. Dentro de los gastos deberá contabilizar la preparación de tierras y el pago de mano de obra, sin dejarse “seducir” por la opción que generaría mejores beneficios para el bolsillo.
Por ejemplo, cuando se emplean 100 libras de yucas en la ceba de un cerdo, ese producto solo reporta entre 60 y 70 pesos, según los precios actuales de la carne. Esa misma cantidad de yuca, explica Ramírez, cuesta 120 pesos en caso de que el comprador sea el Estado y 200 pesos si es un particular. Igual sucede con el maíz: un quintal vale 400 pesos, sin embargo cuando se utiliza como materia prima el dividendo se reduce a 230.
De acuerdo con el director de la entidad porcina de Placetas, el manual cubano de crianza del “mamífero nacional” establece que para la ceba se requieren 346 kg de pienso por cada cerdo, o sea, un volumen que debía importarse totalmente.
Pero, ¿qué reciben los criadores hoy? El médico veterinario, devenido especialista en porcicultura con 30 años de experiencia, despeja la interrogante: 90 kg de Nuprovin-10 y 50 Kg de pienso C (en su composición tiene entre un 35% al 40% del subproducto de la industria molinera cubana, conocido comúnmente como afrecho). De ahí que “en un barco solo vengan 120 Kg”.
El programa incluye también 230 Kg de miel B.
El Ministerio de la Agricultura (Minag) sostiene que no hay condiciones para mantener el tipo de contrato en el que el Estado les garantiza a los productores el 70% de los alimentos, teniendo en cuenta que de ese total casi el 45% se importa. Como reconoció en la Mesa Redonda el Ministro del sector, “en los próximos años tenemos que revertir esta matriz, de manera gradual”.
Orelvis Peñate opina que es necesario el núcleo proteico importado, “al menos un 40% o un 45%”. “En mi finca hago maravillas, pero sin ese porciento es difícil producir cualquier tipo de cerdo”, repite un criterio compartido por sus “colegas” placeteños.
Antiguamente, argumenta, “la crianza era con yuca y maíz, pero el puerco demoraba más de 12 meses para engordar. Y cuando calculas el costo de lo que se comió, al final no ganaste. El maíz tiene un precio, igual que la yuca”.
En crecer en cerdos con buenas características genéticas, menos productivos pero más resistentes, involucrando la raza criolla, está parte de la estrategia que implementa el Minag. Sin embargo, entre los productores de Placetas la apuesta se mantiene en las “razas especializadas”, porque “se comportan siempre superior, ante cualquier tipo de dieta”.
José Ramírez preferiría cruzar, por ejemplo, las razas York y Duroc. Si hay cerdos especializados, “no debemos ir atrás en la genética”, aduce el especialista, y adelanta que en estos momentos se estudia otro modelo de gestión de la producción porcina que consiste en venderle a los criadores sus insumos en MLC.
Sin mega productores… ¿Imitar a Placetas?
En la actualidad Placetas tiene 155 productores activos; en ningún caso los convenios llegan a los 1 000 cerdos. No hay “mega productores”, afirma el delegado de la Agricultura en el municipio, Hugo César Díaz, y califica como sustentable este modelo, por muy dificultoso que sea la parte burocrática del asunto.
Trabajar con más manos implica “más facturas de venta y recorridos”, pero reduce las vulnerabilidades del programa en caso de que una de ellas cierre el contrato.
La siembra de alimento resulta por estos tiempos imprescindible. ¿Cómo sucede la entrega de tierras? “Por indicaciones del Ministerio, localizamos las área, nos ponemos de acuerdo entre la empresa y la delegación de la Agricultura, se consulta, y en apenas 15 días le decimos a la persona que arranque. Así, mientras avanza el papeleo el productor puede comenzar a trabajar, no necesita esperar los 114 días que demora el proceso”.
De 2019 hasta la fecha en Placetas se han entregado alrededor de 400 hectáreas de tierras. Otras 320 están en proceso de solicitud. “El objetivo es lograr una norma de 2,5 hectáreas por cada 100 cerdos a criar; dos para la siembra de la energía (yuca, boniato…) y el resto para plantas proteicas”, resume Díaz.
En esa lista de los que demandan tierra está Abdias Borroto, productor perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios “Antonio Guiteras”. En sus corrales hay 350 cerdos, un contrato de hace 15 días.
“Tengo los 500 quintales de yuca ensilada para esta etapa, y estoy sembrando ahora para la próxima producción”, contabiliza este joven placeteño que se sumó al programa porcino en 2010 con 150 puercos, hasta llegar a 500.
Debido a la situación con los piensos esta vez Borroto disminuyó su plan. “Quizás coja después la cantidad que falta, cuando adelante con el resto, para no tener que enfrentar al mismo tiempo una demanda de alimento tan exigente”, detalla quien dice nunca haber cerrado un convenio, porque “a veces hay atrasos, pero siempre llega el alimento”.
En siete hectáreas antes plagadas de marabú la Cooperativa de Producción Agropecuaria “Rafael Santana” tiene sembrado en estos momentos yuca y boniato, que venderá a los productores porcinos, mediante contratos con las CCS, cuenta su vicepresidente Guillermo Santana. Este proyecto, que emprendieron con un crédito bancario, le permitirá a la CPA sanear parte de sus pérdidas.
Fincas dispuestas para innovar
Se puede decir que Placetas es el “laboratorio” de la producción porcina en Cuba. Las ganas de innovar y “probar la ciencia” motivan a más de un campesino, como Geordanys Díaz, que “prestó” sus tierras para experimentar con maíz híbrido. Ya sembró nueve hectáreas, y por cada una espera recoger 10 toneladas, cuando con las semillas tradicionales serían solo dos.
También alistó parcelas para cultivar cinco hectáreas de soya —proporcionadas por el CIGB—, aunque en este caso el proceso se complejiza, porque la única planta procesadora existente en el país está ubicada en Santiago de Cuba. Para “extraer el aceite”, Díaz planea utilizar entonces una máquina propiedad de un productor vecino.
Otra iniciativa nace en el patio de Ramón Sablón, ocupado en desarrollar una experiencia vista en países como Venezuela y Colombia. Construye naves con madera rolliza, techo de guano, piso de tierra y paredes de bambú, y rellena el piso con cáscaras de arroz, cimiento que puede perdurar entre tres y cuatro crianzas.
“Esta nave no lleva tratamiento de residuales, biodigestor, gasto de agua, cemento, ni muros de bloques. Es una inversión más económica, que se materializó en menos de un mes; en los otros corrales he demorado hasta dos años”.
Junto con el director de la UEB Porcina, principal impulsor del proyecto en alianzas con institutos y centros de investigación, Sablón añade otros beneficios: “Pretendemos recolectar la cáscara y esperar a que termine el proceso de descomposición, para utilizar ese abono orgánico en los cultivos”.
La finca Ceja de Peña ve los frutos hoy de aquel seminario en La Habana, donde Manuel Padilla y su cuñado escucharon sobre las bondades de las plantas proteicas. Un campo de moringa, nacedero y tithonia se divisa ahora desde su casa.
“Cortamos las plantas, las secamos y se le damos a los cerdos trituradas”, refiere Padilla y habla a su vez del uso de los microorganismos, que además de ayudar en la digestión de los animales, proporciona otros beneficios: “No hay edemas, diarreas, problemas respiratorios. La jeringuilla la puedes guardar”.
Este campesino selecciona cuidadosamente la capa intermedia de los “colchones” de hojas secas en zonas donde los animales no caminan mucho. El proceso siguiente, que contempla la mezcla con un poco de miel y yogurt, deja al final un “excelente” complemento alimenticio.
Yuca, boniato y plátanos también hay sembrado en “Ceja de Peña”, cuyos propietarios proyectan seguir extendiendo sus tierras.
Mucho más tiene Placetas para decir, porque sus resultados son “obra de un trabajo colectivo” que incluye a las autoridades del municipio, técnicos y productores, como subraya José Ramírez. La pasión por esta actividad, que representa para muchas familias un modo de vida, les impide mencionar la palabra derrota. El reto está en asegurar la proteína, porque la energía —insisten— “la sacamos de la finca”.
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