Sugerencias para una transformación estructural enfocada al desarrollo, acorde a la realidad actual de la Cuba poscovid.
En notas anteriores para este mismo espacio periodístico, he apuntado sobre el decursar del proceso de actualización, las metas trazadas y la brecha entre esos planes y los resultados reales. En esta ocasión no pretendo llenar estas líneas con cifras una y otra vez comentadas por mí y el resto de mis colegas.
Solo aspiro a compartir una visión diferente para continuar avanzando en los propósitos trazados desde 2011.
En medio de la situación inédita de la covid-19, estamos en una especie de cuenta atrás con la meta del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030. Solo 10 años nos separan y, si tomamos en cuenta que el presente año será casi perdido en este empeño, nos quedan nueve para avanzar en el cumplimiento de sus objetivos.
Es tiempo que hay que aprovechar al máximo, apostando por una combinación entre lo estratégico y lo posible, para que la población vea frutos en una isla pequeña, subdesarrollada y bloqueada.
Otros trabajos de la autora en este espacio:
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Como economista, desde hace más de 15 años me pregunto si es posible lograr ese propósito con: ¿la misma mentalidad?, ¿los mismos estilos?, ¿los mismos métodos?, ¿la misma planificación?, ¿las mismas instituciones?, ¿la misma burocracia?, ¿los mismos prejuicios?, ¿los mismos sectores?, ¿las mismas empresas?, ¿las mismas políticas?…
Mi respuesta es no. Cuba necesita transformarse para “desatar los nudos que atan las fuerzas productivas” y “alcanzar la meta de un socialismo próspero y sustentable” y no que ambas frases queden como consignas sin contenido.
A tener en cuenta
En aras de ofrecer una mirada diferente a los tradicionales análisis económicos que contribuya a avanzar en nuestros propósitos, opino que se precisa tomar en consideración los siguientes elementos:
-La mayoría de los problemas que tiene nuestra economía son estructurales, por ende, su solución tiene que estar orientada a la transformación estructural, acorde a nuestros tiempos, a nuestra realidad, pero también al contexto internacional que constituye una variable exógena que no podemos controlar y a la cual hay que acoplarse.
-El bloqueo es “estructuralísimo”, ha existido y seguirá existiendo porque la política norteamericana difícilmente varíe. Obstruye, limita, indigna, duele, daña, pero con esa variable hay que contar. Sigamos denunciando de todos los modos posibles, pero sigamos adelante. Ataquemos los bloqueos internos, las trabas absurdas, la burocracia excesiva, las gestiones mediocres.
-Lo “económico” y lo “social” no son procesos que transitan por sendas paralelas, sino que tienen una relación estrecha y bidireccional. En ese sentido tenemos mucho potencial por explorar: una fuerza de trabajo femenina calificada subutilizada, buena parte de ella en la informalidad, cuyo aporte a la economía no se contabiliza (según los métodos vigentes de cálculo); una juventud formada a la que hay que ofrecerle un proyecto de vida digna, y a la que hay que integrar en el proceso de desarrollo, haciéndola protagonista del mismo.
-Existe otra forma de concebir la economía justamente en su interacción con la sociedad. No solo cuentan las actividades productivas, sino también las reproductivas; contamos con una masa de personas, fundamentalmente mujeres, que resultan claves para el éxito de los programas públicos y que formalmente no cuentan. Hay que explorar otras medidas del desempeño económico y en ello, la economía feminista tiene aportes de los cuales tenemos mucho que aprender.
-No se puede supeditar el desarrollo social al crecimiento económico. La teoría del goteo ha quedado desmontada desde hace muchos años. Sin las políticas adecuadas, nada garantiza que el crecimiento económico se traduzca en mejora social, y por ende, en desarrollo.
Sugerencias para el desarrollo
La historia de Cuba, de 1959 a la fecha, ha demostrado justamente la importancia de la voluntad política cuando de metas sociales se trata. En estos meses de lucha contra la covid-19 se ha reafirmado con creces esta voluntad.
-Que la meta de nuestro desarrollo tiene que ser el bienestar de las personas, que el consumo en su más amplia acepción es importante (que no se confunda con el consumismo depredador), y que socialismo no es solo sacrificio y entrega, sino también y sobre todo, disfrute de lo creado, equidad y justicia social.
-La economía no se concibe de forma compartimentada, hay que barrer la miopía de la sectorialidad. Se necesitan más vínculos, interrelaciones, una nueva forma de pensar y de actuar. En este sentido también hay que continuar promoviendo el trabajo multidisciplinario ya que nadie tiene la verdad absoluta, hay que integrar saberes.
-La dependencia externa es sumamente peligrosa, ha quedado demostrado a lo largo de nuestra historia. Se precisa impulsar resortes internos, explotar nuestras propias capacidades, dejar espacio a la creatividad, a la innovación, y premiar justamente los resultados. No dejaremos de ser una economía abierta, pero sí podremos lograr una mayor cuota de autonomía.
Betsy Anaya: “Como economista, desde hace más de 15 años me pregunto si es posible lograr ese propósito con: ¿la misma mentalidad?, ¿los mismos estilos?, ¿los mismos métodos?, ¿la misma planificación?, ¿las mismas instituciones?, ¿la misma burocracia?, ¿los mismos prejuicios?, ¿los mismos sectores?, ¿las mismas empresas?, ¿las mismas políticas?…”
-El sector no estatal no es enemigo del sector estatal, no es tampoco menos honesto ni revolucionario, ni puede concebirse como un mal necesario. Existe un enorme potencial en nuestros cuentapropistas y cooperativistas, que hay que incorporar al proceso de desarrollo. Diseñemos correctamente su articulación, promovamos un vínculo virtuoso, con reglas y señales claras y parejas para todos y entendamos que este país, esta economía y este desarrollo son de todos y para todos sus habitantes.
-La ciencia es clave para el desarrollo económico. Hay que integrar cada vez más a las universidades y las instituciones científicas en todos los procesos, y hay que estimular esa interacción. Cuba tiene un potencial ilimitado que se ha hecho más evidente en tiempos de pandemia: científicos de alto calibre comprometidos con su país y la sociedad. Esos hallazgos no pueden estar desconectados de los procesos productivos ni del valor creado.
-El plan de la economía tiene que ser un instrumento de trabajo, dinámico y con espacio a la incertidumbre y el riesgo. Y tiene que coexistir con el mercado, porque nos guste más o menos, el mercado existe y tiene sus propias reglas. En otras palabras, hay que superar la dicotomía plan-mercado.
-El control no puede ser un objetivo en sí mismo. Hay que complementar el control directo, con otros mecanismos de regulación indirecta (incentivos, información, normas claras y de fácil cumplimiento). De otro modo, el control jamás será suficiente ni efectivo.
-Hay que combinar la universalidad y la focalización. La sociedad cubana cambió, es hoy mucho más heterogénea y existen brechas de diversa índole: de ingreso, etarias, de género, de raza, territoriales, por orientación sexual, entre otras. Y hay que diseñar un proceso de desarrollo económico inclusivo, que implica concebir políticas económicas con criterios de equidad, armonizar planes y estrategias nacionales y locales, y diseñar propuestas de solución múltiples, adecuadas a las diversas problemáticas. Para que, además, honremos el propósito de que “nadie quedará desprotegido”.
-La secuencia de las transformaciones importa, una serie de medidas atomizadas sin interconexión puede significar un esfuerzo enorme en términos de tiempo, trabajo, recursos y, sin embargo, el impacto puede ser imperceptible o contrario incluso al esperado. O sea, conllevar a una relación costo-beneficio desfavorable.
-Monitorear, evaluar y sistematizar las políticas que se diseñen en la economía cubana tiene que convertirse en una práctica habitual. No podemos ser un eterno laboratorio, con experimentos superpuestos, cuyos resultados no pasan estos filtros, y de los cuales no se extraen muchas veces lecciones positivas ni negativas. Y que implican derroche de recursos que pudieron ser destinados a otros fines.
Seguramente pudieran incluirse otros elementos a esta lista. Solo expreso mi sentir, desde la posición de una economista comprometida con su país y convencida de que podemos girar el timón del barco y alcanzar finalmente el rumbo añorada. (2020)
Todo lo expresado es muy correcto.
ResponderEliminarSin jerarquizar el tema de los experimentos es fundamental.
Con más del doble de tu experiencia (36años) no solo he visto muchos experimentos sino que los mismos experimentos se repiten cíclicamente con nombres distintos y como se expresa quedan en la nada.
Al final falta un programa de desarrollo objetivamente sostenible.
Soñar no cuesta en la almohada; pero en la economía es la vida de un pueblo.
Rogelio Castro Muñiz