Llevo 180 días, desde el 11 de marzo, cuando se reportó el primer caso confirmado de la COVID-19 en Cuba, siguiendo las informaciones ofrecidas por el doctor Francisco Durán García, director de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, acerca del comportamiento de la mortal enfermedad provocada por el virus SAR Co-2.
Durante el rebrote de la enfermedad, reportado desde el pasado mes de agosto, lamentablemente, las cifras de fallecidos se incrementaron, hasta tal punto, que en tan solo quince días los decesos reportados fueron 12, para acumular 102.
Nuestra responsabilidad ciudadana e institucional debe reparar en los datos ofrecidos, para no realizar lecturas frías de los mismos. En el transcurso de dos semanas, la Isla ha reportado en tres jornadas dos fallecidos, y en una se produjeron tres decesos. Es decir que en cuatro días ocurrieron el 75 por ciento de los decesos.
Lo anterior ha estado antecedido por cifras de entre cinco y ocho enfermos críticos, así como de entre 15 y 19 enfermos graves, algunas de las cuales superan las cotas más altas reportadas en el pico ocurrido entre los meses de abril y mayo.
Entre el domingo 28 de junio y el viernes 10 de julio, Cuba reportó cero fallecidos consecutivamente, al igual que entre el domingo 12 de julio y el lunes 3 de agosto, por solo citar dos ejemplos fehacientes acerca de cómo se comportaron los fallecimientos en el periodo cuando se advirtió cierto control de la pandemia en la Isla.
Igualmente ocurrió con las cifras de enfermos críticos y graves por la COVID-19, las cuales durante el citado periodo reportaron varios días consecutivos sin ningún contagiado en ambos estados. Tal fue así que entre los meses de junio y julio se reportaron nueve días con cero enfermos críticos, graves y fallecidos.
Hasta el lunes 7 de septiembre, día 180 del inicio en Cuba de la pandemia de COVID-19, se han detectado 4 352 personas enfermas, de las cuales 3 642 están de altas, lo que significa que alrededor del 84 por ciento se recuperaron satisfactoriamente del contagio con el SARCo-2.
Aunque el control de la pandemia se hace harto difícil, según la Organización Mundial de la Salud, el comportamiento y la responsabilidad ciudadanas e institucionales resultan vitales para reducir, en lo posible, su trasmisión y nocivos efectos, dado su letalidad, a juzgar por las cifras reportadas.
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