I
Hace 30 años la sociedad
cubana se vio enfrentada a una crisis inédita luego de tres décadas en las que
se enfrentaron desafíos y se combatió sin tregua por consolidar los avances y
superar las insuficiencias del proceso revolucionario cubano.
El país debió prepararse de
forma urgente para un período de resistencia y preservación de las conquistas
revolucionarias alcanzadas en todos los frentes, ante la ruptura abrupta y sin
compensaciones de las relaciones desarrolladas con los países socialistas de
Europa y –en particular- con la URSS, que en un período de dos años y medio
desaparecieron, sepultando lo que un día fueron promisorias esperanzas de un
mundo mejor para más de 400 millones de personas, como consecuencia de
debilidades, errores y traiciones que acabaron por sepultar el llamado
socialismo real.
Como se podrá apreciar en
este trabajo, la preparación minuciosa para librar la batalla del Período
especial fue encabezada por el Comandante en Jefe, que, con una visión certera
y sin improvisaciones, logró identificar la catástrofe que nos amenazaba y como
enfrentarla con éxito.
De tal modo, cuando el 29 de
agosto de 1990 se proclamó oficialmente el inicio del Período especial en Cuba
, se abrió una nueva etapa en el proceso de agravamiento acelerado de la
situación económica del país, que se había iniciado con el descalabro del
socialismo en Europa y comenzó la adopción acelerada de las medidas emergentes
de mayor impacto para conjurar los efectos de la crisis que se desencadenaba.
En realidad, sobre esta
eventualidad ya se alertaría en fecha tan temprana como julio de 1989, cuando
Fidel, hablándole al pueblo, afirmaba: “…porque si mañana o cualquier día nos
despertáramos con la noticia de que se ha creado una gran contienda civil en la
URSS, o incluso, que nos despertáramos con la noticia de que la URSS se
desintegró, cosa que esperamos que no ocurra jamás, ¡aún en esas circunstancias
Cuba y la Revolución Cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo!”
(Castro, 1989)
Luego de tres décadas
transcurridas desde esos acontecimientos, todo análisis requiere comprender las
causas más profundas de la situación que se enfrentó entonces y para ello es
necesario remontarse a cómo se fueron desarrollando los acontecimientos y como
se fue preparando la población para enfrentar las condiciones más difíciles que
había encarado la Revolución desde 1959.
En efecto, ante el
empeoramiento de la situación de los países de Europa del Este y la URSS,
después del discurso del Comandante en Jefe ya mencionado, se aceleró el
estudio y la implementación de las medidas de emergencia a adoptar como parte
de la estrategia defensiva de la Revolución.
En ese sentido, cobró
particular importancia el análisis de una etapa prevista en la estrategia de la
Guerra de Todo el Pueblo que había comenzado a implementarse desde inicios de
los años ochenta, como parte de los preparativos del país ante la creciente
amenaza de una agresión militar directa por parte de Estados Unidos.
El Período especial en
condiciones de una agresión militar se concebía como una etapa en la cual los
vínculos económicos de Cuba con el exterior fueran cortados como consecuencia
de un bloqueo naval y aéreo y el país quedara a merced de sus propios recursos
solamente.
La posibilidad de que desaparecieran los vínculos económicos con los países
socialistas europeos y la URSS llevó a una nueva definición del Período
especial, la cual se formularía en noviembre de 1989 por el Comandante Fidel Castro
al expresar: “A lo mejor un día tenemos que aplicar los conceptos de la guerra
de todo el pueblo para la supervivencia de la Revolución y el país. Sí, esos
conceptos, eso que llamamos Período Especial, porque nadie sabe qué tipo de
problemas en el orden práctico, pueden sobrevenir.”(Castro, 1989a).
Este tema sería retomado
posteriormente en el discurso del 28 de enero de 1990, al plantearse la
creciente inseguridad prevaleciente en torno a los vínculos con los países de
Europa Oriental, que ya se adentraban en la aplicación de una política de corte
neoliberal para transitar al capitalismo. “No sabemos ni quién será el gobierno
que va a estar en esos países, no sabemos quiénes estarán en el año 1990.
Esperamos que todavía en 1990 se cumplan algunos de los acuerdos comerciales
existentes, en virtud de planes anteriores, pero seguridad no tenemos, ni
podemos tener ninguna.” (Castro, 1990).
En ese propio discurso hay
una mayor precisión del concepto del Período especial bajo las nuevas
circunstancias. “¿Qué significa período especial en tiempo de paz? Que los
problemas fueran tan serios en el orden económico por las relaciones con los
países de Europa oriental o pudieran, por determinados factores o procesos en
la Unión Soviética, ser tan graves, que nuestro país tuviera que afrontar una
situación de abastecimiento sumamente difícil (…) Debemos prever cuál es la
peor situación a que puede verse sometido el país a un período especial en
tiempo de paz y qué debemos hacer en ese caso. Bajo esas premisas se está trabajando
intensamente.”
En esa intervención Fidel
precisó –ya a inicios de 1990- algunos aspectos que debían permitir al país no
solamente resistir, sino también desarrollarse, priorizando un conjunto de
producciones que jugarían un papel esencial a lo largo del siguiente decenio,
entre las que se destacaban los programas alimentario; el de la industria
farmacéutica y la biotecnología; el de las industrias exportadoras y el del
turismo.
Ya desde enero de 1990
comenzaron a registrarse demoras en los embarques soviéticos de cereales,
productos alimenticios y materias primas que obligaron a compras emergentes en
moneda convertible por parte de Cuba para atenuar las afectaciones que se
producían. Esta situación había provocado la necesidad de reducir el consumo de
pienso animal, disminuir la norma del pan de distribución racionada (excepto
Ciudad de La Habana) y rebajar el consumo social de este producto (excepto en
los hospitales). Adicionalmente se incrementaron algunos precios y ante las
dificultades de transportación por parte de países de Europa Oriental y la
URSS, los cítricos previstos para exportar por Cuba se desviaron para el
consumo de la población.
Pero no solamente se producía
un deterioro en las relaciones económicas.
Es así que, en la medida en
que se agravaba la situación política en la URSS, ya en el discurso del 7 de
marzo de 1990 se aprecia una mayor preocupación del Comandante en Jefe sobre la
evolución de los acontecimientos políticos en la Unión Soviética, los que se
informan al pueblo. De igual forma, se señalaba la voluntad de distribuir los
recursos disponibles equitativamente, aunque se anticipa la necesidad de
interrumpir el desarrollo social.
Las negociaciones comerciales
con la URSS en 1990 habían sido especialmente complicadas y se extendieron
hasta abril de ese propio año. No obstante, el intercambio comercial total se
pactó en 8 709 millones de pesos, cifra ligeramente inferior a la del año
precedente.
La situación alcanzaría un
punto de máxima tensión política y económica en el verano de 1990, cuando el
gobierno soviético adopta unilateralmente decisiones que llevarían las
relaciones económicas entre los países socialistas al mismo plano en que se
desarrollaban en el mundo capitalista, rompiendo todos los principios de
solidaridad y cooperación que habían prevalecido hasta entonces, pero que
–además- colocarían a Cuba en una posición crítica en 1991.
En efecto, la modificación de
mayor trascendencia en la política económica exterior de la URSS se produjo en
el verano de 1990, cuando se decidió que a partir de enero del siguiente año
todas las transacciones comerciales con los países miembros del CAME se
realizarían sobre la base de los precios del mercado mundial y en moneda
convertible.
Por la gravedad de esta
decisión, el Comandante en Jefe Fidel Castro envió el 22 de agosto de 1990 una
extensa carta a Mijail Gorbachov, en la que exponía los criterios de Cuba sobre
esta medida y las graves consecuencias que tendría para la economía cubana. Al
referirse a las medidas adoptadas Fidel precisaría posteriormente “Esto dio
lugar, desde luego, a numerosas comunicaciones, intercambios, cartas mías al
jefe del Gobierno, cartas mías al compañero Gorbachov, presidente de la URSS,
intercambio de comunicaciones, gestiones de toda clase, porque era incierta la
situación de 1991, qué acuerdos íbamos a hacer, qué mercancías íbamos a
recibir.”
Durante el segundo semestre
de 1990 se presentaría una situación aún más compleja por los déficits en los
embarques soviéticos de combustible. “… se produce pues un déficit en los
embarques de combustible, una reducción en el año de 3,3 millones sobre el
combustible que debíamos recibir y esto nos obligó a reducir drásticamente el
consumo de combustible a finales de 1990.” (Castro, 1992).
En general, de 5 131 millones
de pesos de importaciones soviéticas que se habían pactado finalmente para ese
año, se recibió el 75%, quedando pendientes de embarcar 1 300 millones para el
año siguiente.
Como se apuntó anteriormente,
para enfrentar estas dificultades el país había trabajado aceleradamente desde
1989 elaborando medidas emergentes, aunque ya desde 1986 se había decidido
desarrollar el turismo como vía para acceder a nuevos ingresos en divisas y se
concebía la producción en la industria médico- farmacéutica de base biotecnológica,
como una importante fuente potencial de divisas para el país ante las
dificultades financieras que se presentaban ya en ese momento.
Finalmente, a pesar de la
carta de Fidel a la máxima dirección de la URSS del día 22 de agosto, una
semana después no se había recibido una respuesta a la altura de las
circunstancias.
En estas condiciones, el 29
de agosto de 1990 se informaría a la población la necesidad de comenzar a
aplicar un conjunto de medidas restrictivas en la esfera del consumo de
combustible y la electricidad, así como la paralización de importantes
inversiones incluidas la refinería de Cienfuegos y la fábrica de níquel Che
Guevara, reduciéndose proporcionalmente la producción de cemento y materiales
de construcción. Este documento concluía señalando “…como las afectaciones en
los suministros que procedían de la URSS y otros países del Este de Europa no
se limitan exclusivamente al combustible, frente a cada situación concreta se
adoptarán e informarán a la población las decisiones que resulten pertinentes.”
“Estos hechos que se vienen sucediendo comienzan a transformar la vida de
nuestro país de una situación normal a un período especial, en época de paz.
Hay que estar preparados para ello.” (Granma, 1990).
Había comenzado oficialmente
el Período especial.
Vendrían meses y años de muy
dura lucha, especialmente cuando en diciembre de 1991 desaparecía la Unión
Soviética. Sobre esto Fidel expresaría el 21 de diciembre de 1991: “Yo dije
hace dos años y medio: Si un día nos despertamos con la noticia de que la URSS
no existe, seguiremos defendiendo la Revolución, seguiremos defendiendo el
socialismo. Yo sabía lo que estaba diciendo, estaba tranquilo.”
“Es muy amargo todo lo que ha
ocurrido en ese país con tanta historia, tanta gloria, tantos méritos, tanto
servicio prestado a la humanidad. Veíamos claramente las consecuencias de todo
lo que estaba pasando, las consecuencias que iban a caer sobre nosotros y
crearle a la Revolución, al país una situación difícil, muy difícil. Pero había
que hacer lo que estamos haciendo, exactamente lo que estamos haciendo, entrar
en el período especial en época de paz, aplicar las medidas que se
correspondan, prepararnos todavía para etapas más difíciles, conscientes ya de
que estamos llegando al límite, como decía antes, del daño que se nos podía
hacer.” Castro (1991).
II
Aún en medio de las dificultades afrontadas, Cuba había
obtenido importantes logros económicos y sociales en los primeros treinta años
de la Revolución.[2]
En efecto, la economía había crecido a un ritmo promedio
anual del 4,4% entre 1959 y 1989 apoyada en un discreto incremento del 1,05% de
la productividad del trabajo y de un volumen de inversiones estimado en 71 690
millones de pesos, de ellas alrededor del 80% en la esfera productiva.
Por su parte, la industria tuvo un crecimiento anual en
torno al 4,5%[3],
el sector agropecuario al 2,5% y las construcciones al 7,4%.[4]
Las exportaciones de bienes a precios corrientes aumentaron a un ritmo del
7,6%, mientras que las importaciones lo hacían al 8,9% anualmente.
Este discreto avance en el terreno de la economía redundó también
en una mejoría sustancial en la calidad de vida de los cubanos.[5]
La tasa de desempleo bajó de 16% en 1958-59 a 6% en 1989; el salario
real había crecido alrededor de un 1% anual como promedio y el porcentaje de
los ingresos captados por el 30% de la población con rentas más bajas había
subido de 4,8% en 1953 a
18,6% en 1986, en tanto que el coeficiente GINI mostraba un valor estimado de
0,25 en 1989, denotando una elevada igualdad en la distribución de ingresos.
En 1989 el país
había alcanzado una esperanza de vida de 75,2 años, superior en 13,4 años a la
existente al triunfo de la
Revolución ; se disponía de un médico cada 303 habitantes y se
había reducido la tasa de mortalidad infantil en menores de un año a 10,7 por
mil nacidos vivos, de 78,8 en 1953.
En el ámbito educacional la tasa de analfabetismo
registrada en 1989 era de 3,8% frente a 23,6% en 1953 y el nivel de escolaridad
media de la población pasó de dos grados de enseñanza primaria a 8 grados antes
de iniciarse el período especial.
La cobertura de la seguridad social abarcaba al 100% de la
población y la construcción de viviendas
había permitido reducir aquellas en mal estado de un 47% en zonas urbanas y 74%
en zonas rurales en 1953, a
15,4 y 18,4% respectivamente a finales de los años 80.
Sin embargo, los avances que en el desarrollo económico y
social se habían logrado hasta 1985, sufrieron una desaceleración profunda, lo
que coincidió con una fuerte inflexión en la coyuntura económica internacional
que marcaría el inicio de un proceso recesivo entre 1986 y 1990.
En efecto, al iniciarse el quinquenio 1986-1990 el país
enfrentaba la necesidad de introducir cambios en la política económica interna
y en el sistema de dirección de la economía, sometidos a un Proceso de
Rectificación de Errores y Tendencias Negativas,; al tiempo que era
indispensable adoptar nuevas decisiones para lograr reducir el desequilibrio
financiero externo creciente, a partir de la paralización del proceso de
renegociación de nuestra deuda en MLC en 1986, a lo que se añadió una pérdida
en la relación de intercambio con la URSS estimada en un 20% entre 1980 y 1990..
En medio de esas desfavorables condiciones y a pesar de los
esfuerzos realizados, la evolución de PIB de 1986 a 1990 mostró un
decrecimiento medio anual de 0,27%, con una caída mayor en 1987, cuando
decreció un 2,4%.[6]Igualmente
la productividad del trabajo sufrió un descenso de 7,9%, mientras que el
salario medio permanecía sin variaciones.
Un análisis más general permitiría caracterizar los
factores que incidieron en la desaceleración económica previa al Período
especial como producto de la convergencia de factores internos y externos.
Desde el punto de vista interno no se había logrado superar
el desequilibrio macroeconómico que de manera sostenida había estado presente
en la economía y que encontraba su manifestación más aguda en el déficit de la
balanza de pagos. Esto obedecía a la insuficiente magnitud del excedente
económico creado a partir de bajos niveles de productividad y eficiencia
económica, en un contexto de deformaciones estructurales no superadas que
impedía revertir el saldo negativo resultante entre la producción y el consumo
del país.
Por otra parte, la retribución salarial por encima del
incremento de la productividad del trabajo junto a un gasto social creciente,
impulsaba el consumo personal y social sin la correspondiente contrapartida en
la oferta de bienes y servicios, creando presiones inflacionarias producto del
exceso de liquidez en manos de la población y del incremento en el déficit
fiscal.[7]
Sumado a lo anterior, la implementación de una política
económica que favoreciera la creación de condiciones para superar esta
situación no fructificó a partir de las deficiencias detectadas en el modelo de
cálculo económico aplicado y cuya corrección apenas comenzaba a esbozarse a
finales del quinquenio. En este sentido, una descentralización de las
decisiones económicas más equilibradas económica y políticamente no parecía
alcanzable en tan poco tiempo.
Desde el punto de vista externo, la crisis financiera que
afectó al país obligándole a una renegociación incompleta de su deuda en moneda
libremente convertible, cerró la posibilidad de créditos indispensables, a lo
que se añadió la persistencia del bloqueo económico de Estados Unidos, que ya
en 1989 había impactado negativamente el país en unos 30 000 millones de
dólares. En adición a lo anterior, la desaparición acelerada de las ventajas de
la división internacional socialista del trabajo agudizó fuertemente las
tensiones financieras externas hasta llevar el país a adoptar medidas de
emergencia ante una crisis inminente.
Previo al inicio del Período especial el país había
obtenido significativos avances, pero también permanecían aún sin solución un
conjunto de serios problemas estructurales que frenaban el desarrollo. A partir
de estas realidades, la capacidad de la Revolución para enfrentar una crisis económica de
inconmensurable magnitud se pondría a prueba ya en 1990.
III
Puede decirse que una primera fase del Período especial abarcó
desde la proclamación de la situación de emergencia en agosto de 1990 hasta la
desaparición de la URSS
el 25 de diciembre de 1991.
En esta etapa se
tuvo la percepción de que si bien se iba a producir una caída abrupta en la
actividad económica del país, se iniciaría una recuperación más o menos rápida
en un período relativamente breve.
El agravamiento de
la situación interna de la URSS
durante 1991[8]
y especialmente la situación que se crea a partir del intento de golpe de
estado de agosto de ese año[9],
hizo evidente que Cuba debía enfrentar una situación mucho más crítica, dando
paso a una segunda etapa del Período especial caracterizada por la agudización
de la crisis económica.
Ya en octubre durante el IV Congreso del PCC, se avizoraba
ese escenario cuando se afirmaba: “La incertidumbre que caracteriza hoy
nuestras relaciones económicas con la Unión Soviética ,
unida a la imposibilidad de la maduración de modo inmediato de nuestros
programas priorizados, plantean la necesidad apremiante de considerar posible
el agravamiento de las condiciones en que hoy vivimos, y por consiguiente el
pase a otras fases más severas y críticas del período especial, en dependencia
del modo en que se comporten algunos abastecimientos esenciales, en especial el
combustible.
“En tales condiciones serían inevitables efectos
extraordinariamente graves sobre la economía, como la disminución en la
generación de electricidad, una mayor reducción del transporte, la paralización
de importantes actividades económicas o sociales y una reducción mayor del nivel
de vida del pueblo.” (PCC, 1992, 256).
Ya el PIB de Cuba había caído un 2,9% en 1990 y 10,7% en
1991, pero con la desaparición de la
URSS el 25 de diciembre de 1991 se abría una segunda etapa
del Período especial caracterizada por una profunda crisis, que alcanza su
nivel más elevado entre 1992 y 1993, e incluso parte de 1994.
IV
La estrategia para enfrentar la crisis del Período especial
en la práctica fue resistir el impacto de la crisis al menor costo social
posible y reinsertar la economía cubana en las nuevas condiciones de la
economía nacional e internacional, contando con el consenso político
indispensable para ello.
Frente a la complejidad de las circunstancias no se elaboró
un programa previo para su aplicación, sino que la estrategia se fue
conformando de acuerdo al desarrollo de los acontecimientos y tomando en cuenta
un conjunto de principios que garantizaran la vigencia del socialismo en la
sociedad cubana.
Entre esos principios Fidel destacaría la importancia de
preservar el poder y la participación democrática del pueblo para garantizar su
apoyo a las decisiones adoptadas, incluso al tratarse de las medidas más
complejas.
Precisamente en uno de los discursos medulares de estos
años pronunciado el 6 de agosto de 1995, el Comandante en Jefe resaltaba estos
principios y las difíciles medidas que el país había tenido que adoptar.
En primer lugar se señalaba: “La clave de todo, compañeras,
compañeros y amigos, la clave de todo es la cuestión del poder. (…) ¿Quién
tiene el poder? Esa es la clave, porque si lo tiene el pueblo, si lo tienen los
trabajadores, no los ricos, no los millonarios, entonces se puede hacer una
política a favor del pueblo…” En segundo lugar Fidel subrayaba: “Esta idea
clave está asociada a la cuestión de la democracia y (la) participación.”
Solo bajo esos principios fue posible lograr que el pueblo
entendiera y aprobara, las decisiones que hubo que adoptar en el Período
especial.
Una muestra de esas
duras decisiones se encuentran en el mencionado discurso, cuando el máximo
dirigente de la Revolución expresaba, con total valentía política y
transparencia: “Hemos dicho que estamos introduciendo elementos de capitalismo
en nuestro sistema, en nuestra economía, eso es real; hemos hablado, incluso,
de consecuencias que observamos del empleo de esos mecanismos. Sí, lo estamos
haciendo. (…) Debemos decir la verdad, que iniciamos este camino
fundamentalmente porque era la única alternativa para salvar la Revolución y
salvar las conquistas del socialismo. (…) Y estábamos conscientes de las
desigualdades que creaba, de los privilegios que creaba, pero tuvimos que
hacerlo y lo hicimos. (…) Ninguna de estas cosas que nos desagradaban dejaban
de desagradar al pueblo, muy sensible, ultrasensible a cualquier desigualdad, a
cualquier privilegio, porque en esas ideas lo educó la Revolución, pero también
lo educó en la idea de que hay que salvar la patria, hay que salvar la
Revolución (…) y es realmente muy estimulante para todos nosotros el captar hasta
qué punto el pueblo ha sido capaz de comprender todo esto.” (Castro, 1995).
V
A 30 años de aquellos momentos, no puede olvidarse que la
crisis del Período especial produjo un impacto colosal en la sociedad cubana.
En lo económico, entre 1989 y 1993 el PIB cayó un 34,8%; la
producción agrícola se redujo un 47,3%; las inversiones disminuyeron un 61,8% y
las importaciones se rebajaron un 75,3%; al mismo tiempo se dejó de pagar casi
totalmente la deuda externa. Como resultado de esta negativa evolución, la productividad
del trabajo sufrió un descenso del 33,7% y en la esfera monetario-financiera,
el déficit presupuestario alcanzó en 1993 el 30,4% del PIB.
Los impactos en la población se manifestaron en una
reducción del consumo de los hogares por habitante de un 34,6%; la alimentación
disminuyó un 34,5% en términos de calorías y un 37,7% en proteínas y la presión
inflacionaria aumento 3 veces en términos de liquidez en manos de la población,
que llegó al 66,5% del PIB, con el consecuente incremento de los precios en más
de 4 veces. También golpearon muy duramente los cortes de electricidad[10] que hubo que aplicar debido a
la falta de combustible, cuando la capacidad de generación de energía eléctrica
descendió del 77,7% del potencial en 1989 a solo el 38% en 1994.
De no menor importancia, fue la paralización del transporte
público en el país, lo que llevó a que –como única alternativa posible- se
importaran más de 800 mil bicicletas para asegurar un mínimo la movilidad de la
población.
Otros impactos negativos se registraron en la salud
pública, asociados a la aparición de una epidemia de neuropatía óptica y
periférica, que afectó a 54 294 personas, para una tasa de 493,3 por 100 mil
habitantes entre 1992 y 1996. Entre los factores causantes de esta enfermedad se
señalaron la presencia de factores nutricionales y tóxico-metabólicos.[11] De igual modo, se presentó
una epidemia de conjuntivitis hemorrágica, que entre 1989 y 1994 tuvo una
incidencia estimada de 426,5 casos por 100 mil habitantes.[12] A esto se añadió un déficit
en la disponibilidad de medicamentos que se estima alcanzó unos 400 renglones
en 1994.
Para enfrentar estas situaciones críticas, entre 1990 y
1994 se adoptaron un conjunto de medidas en el marco de la estrategia ya
apuntada.
Inicialmente la toma de decisiones más complejas se aceleró
en el primer semestre de 1993 debido a la caída de la producción azucarera, que
provocó la pérdida de ingresos por 450 millones de dólares; la disminución de
los precios del níquel en un 23% en un año y a esto se sumó la Tormenta del
Siglo, que en marzo causó pérdidas por alrededor de 1 000 millones de dólares.
En el verano de ese año el país encaró una fuerte
agudización de la crisis, que provocó la adopción urgente de un conjunto de
importantes modificaciones de la política económica vigente hasta esos
momentos, lo cual fue explicado por Fidel en el discurso del 26 de julio de
1993.
De tal modo, en un breve plazo se aprobó el Decreto-Ley Nº
140 que despenalizó la tenencia de divisas y autorizó el envío de remesas al
país, al tiempo que introducía la segmentación de la economía cubana mediante
la dualidad monetaria y cambiaria, como una vía para evitar la devaluación
oficial del peso cubano y la pérdida total de confianza en la moneda nacional
por parte de la población. Para la captación de las divisas que comenzaban a
circular, se creó un sistema de Tiendas de Recaudación de Divisas (TRD), las
que –a través de un mecanismo comercial- redistribuían parte de los ingresos
captados para satisfacer otras necesidades sociales.
Paralelamente se emitió el peso cubano convertible (CUC) en
diciembre de 1994, el que se cotizaría a la par con el USD y en octubre de 1995
se creó el sistema de casas de cambio (CADECA), con el que se cerró el sistema
que creaba el vínculo institucional indispensable entre el peso cubano, el CUC
y el USD en la circulación monetaria de la población.
De igual modo se emitió el Decreto-Ley Nº 141 que retomó la
apertura al sector privado mediante el trabajo por cuenta propia[13] como una vía de generar
empleo ante la contracción de las empresas estatales y de brindar un grupo de
bienes y servicios, frente a la contracción en la oferta de los mismos.
Como una medida de gran importancia en la esfera
agropecuaria se aprobó el Decreto-Ley Nº 142 que traspasó -mediante el arriendo de las tierras- una parte
significativa de la gestión agrícola estatal, a las nuevas Unidades Básicas de
Producción Cooperativa (UBPC), como una alternativa para reducir el tamaño de
las explotaciones agropecuarias y generar el uso de recursos escasos en pequeña
escala, en tanto que se estimulaba directamente a los trabajadores bajo formas
de gestión más eficientes al actuar como cooperativistas.
Todas estas medidas fueron precedidas por la Ley de Reforma
Constitucional, que se aprobó en la ANPP en julio de 1992 y que reconoció
–entre otras importantes medidas- las empresas mixtas con capital extranjero y
eliminó el monopolio estatal del comercio exterior.
Finalmente, luego de una amplia discusión popular en los
primeros meses de 1994 mediante los denominados Parlamentos Obreros, se aprobó
en la Asamblea Nacional de mayo un Programa de Saneamiento Financiero Interno,
medida esencial para revertir las crecientes presiones inflacionarias que se
registraban, unido a la reducción del déficit presupuestario. Ese programa
suponía una elevación de precios minoristas
de productos y servicios no esenciales y la reducción de los subsidios
por pérdidas a las empresas estatales.
Estas medidas fundamentales fueron complementadas en agosto
por la aprobación de la Ley Nº 73 Del Sistema Tributario, una legislación que
adecuaba el sistema fiscal a las nuevas circunstancias.
VI
La batalla del Período especial por la sobrevivencia de la
Revolución comenzó a dar los primeros frutos en el propio año 1994.
En efecto, el PIB frenó su caída y aumentó un modesto 0,7%;
las inversiones se incrementaron un 1,9%; igualmente crecieron un 15,1% las
exportaciones de bienes; el déficit de cuenta corriente se redujo un 30% y el
déficit fiscal bajó hasta el 7,4% del PIB. La producción de petróleo se
incrementó un 16,6%, la generación eléctrica un 8,7% y los ingresos del turismo
un 18,1%. También mejoró la construcción de viviendas, que creció un 23,4% en
1994.
Por su parte la liquidez en manos de la población cayó del
66,5% al 48,8%, en tanto que la cotización del peso, que llegó hasta unos 150
por USD en los primeros meses de 1994, cayó a 35 al abrirse CADECA en octubre
de 1995, todo lo cual reflejaba un importante descenso de las presiones
inflacionarias.
En el orden social, la tasa de mortalidad infantil fue de
9,9 por mil nacidos vivos, una cifra inferior al 11,1 de 1989; la esperanza de
vida al nacer creció hasta 74.83 años y la cantidad de habitantes por médico se
redujo hasta 202. También aumentó un 4,6% el insumo de calorías de la población
y un 4,4% el insumo calórico.
Un importante elemento compensatorio fue el seguro de
desempleo, que comenzó a aplicarse en 1990 y que alcanzó al pago del 60% del
salario de las personas sin empleo durante un número de meses hasta encontrar
una ubicación laboral aceptable.
Sin embargo, más allá de los avances alcanzados en el orden
económico y social, frente a las dificultades de estos años se registraron
negativos impactos no fácilmente conmensurables en la subjetividad de las
personas, que provocaron un relajamiento social y conductas socialmente
reprochables, lo que derivó en el incremento de las tensiones
sociales, las que tendrían su expresión más aguda con la llamada crisis de los
balseros en el segundo semestre de 1994.
En la base de
estos conflictos, con un impacto de mayor extensión y calado en el tiempo,
estaba el deterioro del nivel de vida de la población, que se expresaba -entre
otros indicadores- a partir de una caída estimada de 56% del salario real en
cuatro años, lo que incidía directamente en su nivel de vida.
Paralelamente, durante esta etapa se
inició una distribución regresiva de los ingresos en medio de las presiones
inflacionarias presentes en el Período especial, las que se agudizarían con la
introducción de las remesas de divisas –captadas por solo una parte de la
población- a partir de agosto de 1993. Esta situación llevó a un deterioro del
coeficiente GINI, que se estima llegó a una cifra entre 0.38 y 0.40 en los años
90.[14]
De este modo, a pesar de los
esfuerzos realizados por el Estado para minorar el impacto de la crisis, no fue
posible impedir en estos años el inicio de un proceso de reestratificación
social, el que -según la socióloga Mayra Espina-, llevó a que el índice de
población en riesgo de no satisfacer sus necesidades elementales aumentara de
6,3% en 1986 a 14,7% en 1995.[15].
Esta polarización social creó
condiciones favorables para el incremento de las conductas antisociales, con
fenómenos tales como la prostitución[16],
la corrupción y el delito, comportamientos en los que también se expresaba una
pérdida de valores morales por un segmento de la población, coyuntura que no se
superaría rápidamente.
En efecto, años después en el discurso
pronunciado por el presidente Raúl Castro ante la Asamblea Nacional en julio de
2013, se reconocería aún el impacto de esta situación al señalar: “Hemos
percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de Período especial, el
acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la
decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los
problemas de los demás”.[17]
VII
La experiencia histórica demostró que al iniciarse una
gradual recuperación en 1994 muchas cuestiones quedarían aún por resolverse, ya
que el nivel del PIB de 1989 solo se recuperaría en el 2004, pero se iniciaba
un avance sin retrocesos, aun en medio de un recrudecimiento del bloqueo
económico de Estados Unidos y también de la hostilidad de los gobiernos
neoliberales de los países ex socialistas europeos, que presionaban constantemente
para cobrar adeudos sin asumir la responsabilidad por los daños causados por la
ruptura unilateral de convenios y contratos pactados.[18]
Los primeros años del Período especial dejaron múltiples
enseñanzas.
En general, las decisiones en los momentos más agudos de la
crisis se adoptaron con rapidez, bajo la dirección del Comandante en Jefe, pero
siempre se consultaron masivamente y se tomaron muy en cuenta las opiniones de
la población.
No hubo improvisaciones, pues al
producirse los cambios estuvo siempre presente la previsión de sus posibles
efectos positivos y negativos, rectificándose ágilmente, cuando fue preciso,
las medidas que no dieron los resultados esperados. Muchas de las decisiones adoptadas
no tendrían un carácter irreversible y otras fueron consideradas concesiones
temporales.
En lo
económico, ya desde entonces el modelo
adoptado mantuvo el predominio de la
propiedad estatal en la economía cubana, al tiempo que se abría un espacio a
otras formas de propiedad social como las cooperativas en la agricultura y a
esquemas no estatales como el trabajo por cuenta propia en un grupo de
ocupaciones, así como la asociación con capital extranjero.
Este proceso fue
acompañado por una mayor descentralización de la gestión de las empresas
públicas y por el reconocimiento más amplio del mercado junto a una
planificación centralizada más flexible.
Fue igualmente un
proceso adaptado a las condiciones específicas de Cuba, si bien se estudiaron
las experiencias de países como Vietnam y China.
Como han
demostrado los análisis realizados por el gobierno cubano en los años más
recientes, hoy se demandan cambios que permitan superar las insuficiencias del
modelo económico cubano, propósitos
plasmados en la Conceptualización aprobada en el 2016.
En las actuales
circunstancias, cuando se enfrenta una crisis económica internacional y se
combaten los efectos de la COVID-19, las experiencias exitosas del Período
especial resultan de un significativo valor y no deben ser ignoradas,
especialmente en lo que se refiere al enfrentamiento a las situaciones más
críticas.
BIBLIOGRAFIA
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-Castro, Fidel (1989a) “Discurso pronunciado el 7 de noviembre de 1989 en el Combinado de Materiales de Construcción Juan Roberto Militan” en www.cuba.cu/gobierno/discursos
– Castro, Fidel (1990) “Discurso pronunciado en la clausura del XVI Congreso de la CTC el 28 de enero de 1990” en www.cuba.cu/gobierno/discursos
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-Comité Estatal de Estadísticas (CEE) (1991) “Anuario Estadístico de Cuba 1989” La Habana, 1991.
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-Rodríguez, José Luis (1990) “Estrategia de desarrollo económico en Cuba” Editorial de Ciencias Sociales, La Habana , 1990..
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-Rodríguez, José Luis (2011) “Las relaciones económicas entre Cuba y la antigua URSS: 1959-2009” en Notas sobre economía cubana Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, Casa Editorial Ruth, La Habana , 2011.
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Fidel Castro en la clausura del Festival Internacional Juvenil Cuba Vive, el 6
de agosto de 1995” en www.cuba.cu
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Exigencia en la sociedad cubana, premisa indispensable para consolidar el
avance de la actualización del modelo económico” julio 7 del 2013 en www.cubadebate.cu
-Elizalde, Rosa Miriam (1996) “Flores desechables.
¿Prostitución en Cuba? Editora Abril, La Habana, 1996.
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-INFOMED (2017) “La conjuntivitis hemorrágica en Cuba y en
las Américas. Actualización” Temas de Salud. Vigilancia en Salud Pública, La
Habana, junio 30 del 2017 en www.temas.sld.cu
-Rodríguez, José Luis (2015) “Cuba: A 25 años del inicio
del Período especial” CUBAINFORMACION 19 de septiembre del 2015 en www.historico.cubainformacion.tv
CITAS
[1] Este trabajo es un resumen de los capítulos 1 y 2
del libro inédito del autor “El Período especial en Cuba: La batalla económica”
[2] Ver Rodríguez (1990y 1990a); CEPAL (2000);
CEE (1991) y ONE (2008).
[3] Otros estimados sitúan este
crecimiento entre 6,4 y 7,2% entre 1962 y 1985.
[4] Crecimientos en términos de
producción bruta entre 1962 y 1988.
[5] Ver Alvarez y Mattar
(2004).
[6] Salvo que se indique otra cosa, la información para este análisis
proviene de CEE (1991); ONE (2008); Figueras (1994) y Marquetti (2002).
[7] Sobre esto puede ampliarse en Unanue y Martínez (1989) y Jam (1989).
[8] Ya el 28 de octubre de 1991 Boris Yeltsin como Presidente de Rusia
había pronunciado un discurso en el Parlamento
donde se establecía claramente el programa para el tránsito al
capitalismo en Rusia y se obviaba la posibilidad de mantener la URSS. La disolución de la Unión Soviética en
diciembre de 1991 dio lugar al surgimiento de la Comunidad de Estados
Independientes. A partir de ese momento los vínculos económicos con Cuba debían
negociarse con cada nueva república independiente que surgía. Ver Rodríguez (2011c).
[9] Las contradicciones en el seno de la dirección soviética estallaron el
18 de agosto de 1991, cuando elementos reformistas encabezados por el
vicepresidente Guennadi Yanaev, opuestos a las últimas decisiones que se
estaban adoptando por Gorbachov y a las tendencias secesionistas de Yeltsin,
trataron de revertir la situación mediante un golpe de estado. La mayoría de
las personas que encabezaron este movimiento no
estaban en contra de la transición al capitalismo, sino más bien se oponían a
la forma en que la misma estaba transcurriendo. Este intento de frenar o
cambiar el método de implantar la economía de mercado en la URSS fracasó al no contar con
el apoyo de la población, ni del ejército. Como consecuencia directa de este
acontecimiento, se ilegalizó el PCUS y se inició la fase final de disolución de
la URSS. Ver Rodríguez (2011c y 2014).
[10] Estos cortes llegaron a ser de 12 horas diarias en
muchas partes del país.
[11] Ver Batista y Serrano (1997). Esta situación
condujo a la necesidad de distribuir masivamente complementos vitamínicos para
la población.
[12] Ver INFOMED (2017).
[13] El ejercicio del trabajo por cuenta propia fue
autorizado por primera vez en 1978 mediante el Decreto Ley Nº 14, pero esta decisión
fue prácticamente revertida en el proceso de Rectificación de Errores y
Tendencias Negativas a partir de 1986.
[14] Otros estimados no oficiales lo ubican en torno a
0.50.
[15] Ver Espina et al (2001).
[16] Ver Elizalde (1996).
[17] Ver Castro (2013).
[18] En el caso de Rusia, estas condiciones comenzaron
a modificarse bajo el gobierno de Vladimir Putin a partir del año 2000. En el
año 2013 se renegoció en condiciones favorables para nuestro país el pago de la
deuda reclamada a Cuba por Rusia.
Esta historia económica está muy bonita.
ResponderEliminarPero falta precisar en qué momento se terminó el Periodo Especial.
Para mí nunca se ha terminado y terminará el día exista un solo mercado con una sola moneda. Y la posibilidad de acceso según el trabajo de cada cual, con la garantía para los de menos ingresos sin productos subsidiados.
Por otra parte me da la impresión de que todo lo que se hizo bajo la dirección de Fidel está bien hecho. Entonces después fue que se hicieron todas las cosas que hoy hay que rectificar?
Rogelio Castro Muñiz