Por Ricardo Torres Perez, Facebook
Este titular da para un buen comentario y mucho más. He aquí algunas consideraciones acerca de la existencia de “pleno empleo” en Cuba, utilizando una cifra cuya validez es cuestionable, por lo menos para hacer un análisis económico serio.
1. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) habla de pleno empleo PRODUCTIVO Y LIBREMENTE ELEGIDO, cuando "todas las personas disponibles, capacitadas y que busquen empleo puedan obtenerlo" en un entorno en el cual “cada trabajador tendrá todas las posibilidades de adquirir la formación necesaria para ocupar el empleo que le convenga y de utilizar en este empleo esta formación y las facultades que posea, sin que se tengan en cuenta su raza, color, sexo, religión, opinión política, procedencia nacional u origen social.” Es difícil sostener que este es el caso que describe el titular de la prensa.
2. Es discutible hablar de pleno empleo no se toman en cuenta otros factores como su relación con la productividad, los niveles de vida asociados al salario o el subempleo masivo. Las plantillas “infladas” son bastante comunes en el entorno económico cubano. Ofrecer puestos de trabajo que no son necesarios puede ser una manera de reducir el desempleo a bajo costo en el corto plazo, pero impone unos costos que a la larga son impagables para la sociedad.
3. Cuando existen empleos disponibles a una tasa salarial determinada, y estos no se logran completar, es decir no hay oferta de fuerza de trabajo, es dudoso hablar de empleos en el sentido económico del término. Esto no quiere decir que el empleo tiene solamente un fin económico, también lo tiene en el plano social e incluso moral. Lo que significa es que no se puede evadir ninguno de los ángulos del asunto.
4. De acuerdo a la ONEI, la tasa de actividad económica en 2019 fue de 65,2 por ciento. Es decir, un 35 por ciento de la población en edad laboral no está ocupada. La propia OIT ha estimado que esa cifra puede ser tan alta como un 46 por ciento para Cuba en ese mismo año. Si bien hay muchas razones detrás de esto, y no es muy diferente a algunos países de América Latina, lo cierto es que ese número sí dice mucho sobre el trabajo, y el empleo en Cuba.
5. Lo más común es que las economías se acerquen al pleno empleo en épocas de alto crecimiento económico, algo que difiere de la realidad cubana. El PIB cubano apenas ha crecido desde 2016. Y lleva dos años consecutivos de caída. En 2020 se contrajo alrededor de un 11 por ciento. Otro tanto se puede decir de las inversiones, cuyo volumen está estrechamente relacionado con la creación de puestos de trabajo. Aun si se lograra computar la inversión productiva privada (algo nuestros datos no hacen bien), las tasas de acumulación de Cuba han estado muy deprimidas por demasiado tiempo.
6. La tasa de desempleo que se publica por la ONEI no permite hacer un análisis adecuado sobre el estado de la economía, e informa muy poco sobre el verdadero estado del “mercado laboral”, si es que existe alguno. Esto a pesar del buen trabajo de muchos colegas allí, como Marlon Millian.
7. En esas condiciones, es más conveniente evadir la discusión sobre pleno empleo, y evitar usarla como un logro. Porque no hay evidencia de que lo sea. Sería mucho más productivo desplazar la discusión hacia la sostenibilidad de los empleos en el sector público, la elevación del nivel de inversiones productivas, y trabajar junto al sector privado y cooperativo en el diseño e implementación de políticas más sensatas y realistas para la fomentar la creación de empleo decente (de acuerdo a OIT), que permita la necesaria restructuración productiva. El mantenimiento de las plantillas infladas y ramas y sectores inviables le hace un flaco favor al loable objetivo de conseguir empleos decentes para todos.
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