sine die
SD 56
Juan M Ferran Oliva sept
8 de 2019
Ramón era un bodeguero asturiano establecido
antes del triunfo de la Revolución. No era una persona instruida pero tenía
fino olfato para los negocios. Se enriqueció calladamente en un medio que no
solía premiar con generosidad a quienes medraban en él. Su método consistía en
seleccionar un tiro al blanco, como
se llamaba entonces a las bodegas en
quiebra que adornaban sus estantes con unas pocas latas y botellas, a veces
vacías. Si el establecimiento estaba bien situado y tenia potencialidad de
mercado, lo compraba en una baja suma. De inmediato invertía en su remozamiento
y añadía su gestión.
La bodega típica constaba de una sección de
víveres y un bar. Ramón daba preferencia a este último pues constituía la
piedra angular del negocio. La venta detallista de bebidas dejaba márgenes
superiores a los de los comestibles y, generalmente, al cash. Al poco tiempo el establecimiento florecía y disfrutaba de
una clientela alegre que libaba sus tragos acompañándolos con saladitos de
camarón. Ramón los preparaba como promoción; al segundo trago ofrecía un platillo
con 3 ó 4 piezas. En su momento ponía en venta al establecimiento y obtenía una
suma superior a la que había invertido. Ramón se enriqueció con este goodwill equivalente a la diferencia
entre el valor de los activos tangibles del establecimiento y lo pagado por él.
Su aporte era clientela e imagen.
Ramón se guiaba exclusivamente por su olfato
comercial y algunos cálculos garabateados en papel de envolver. La mayor parte
de los negociantes de aquel tiempo actuaban de igual modo. Nada había cambiado
desde los fenicios.
Pero surgieron técnicas que insuflaron aliento
científico al análisis y permitieron hurgar el futuro con más precisión que el
empirismo. Quienes proyectaron Minimax y
Ekloh[1],
probablemente utilizaron métodos más técnicos para evaluar las inversiones planeadas.
Las decisiones abandonaban la intuición. El hacha cedía ante el bisturí.
Un estudio de factibilidad consecuente
comienza con la investigación de mercado. Si no existe demanda no vale la pena
seguir estudiando. En caso contrario calcula y proyecta los costos de operación
y los gastos financieros y los compara con el monto empleado. Sobre estas
expectativas valora las ganancias esperadas, diseña el flujo de ingresos y
egresos, determina el tiempo de recuperación del capital empleado y su
rendimiento, así como el efecto del tiempo en el valor del dinero. Sus
indicadores clásicos son la tasa interna de recuperación (TIR), el valor
agregado neto (VAN) y el periodo de recuperación actualizado.
El estudio de factibilidad no elimina absolutamente
el riesgo. Toda inversión debe afrontarlo, pero las soluciones técnicamente
fundamentadas ofrecen mayor seguridad. Continuar aplicando la rutina es como
jugar a la ruleta rusa. Un buen análisis moja la la
pólvora. El empirismo está en retirada pero aún subsiste: algunos prefieren
quemarse.
Pero no basta con técnicas sofisticadas. Es
indispensable que la información de base sea verídica. Y este punto es el Talón
de Aquiles en las actuales circunstancias de Cuba. La vigente contabilidad oficial
iguala al humilde peso cubano (el cup) con el dólar. La intención fue valorar
la moneda nacional pero las leyes económicas ignoran los designios del
determinismo administrativo. No es necesario demostrar que el dólar equivale a
más de un cup.
Lo que ocurre es fácil de ejemplificar.
Piénsese en una inversión hipotética que requiere 60 cup y 40 dólares; según la falacia contable vigente su valor es 100 cup. Si el flujo de
caja neto fuera 25 cup anuales se recuperaría en 4 años (grosso modo). Pero si
se tasan 5 cup por $1, el monto seria de 260 cup y la recuperación ascendería a
más de 10 años.
Este detalle condena a la futilidad a los
análisis de inversión y de gestión. Es probablemente una de las causas, no la
única, del insuficiente interés de los inversionistas extranjeras. Además,
despista a los nacionales. Quien se quema es la economía del país.
Fin
[1] Minimax y Ekloh fueron dos cadenas de tiendas self service que se
establecieron en La Habana a fines de la década de lo años 50. Muchos de sus
establecimientos forman parte de las actuales cadenas de CIMEX y TRD..
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