Es uno de los más conocidos economistas cubanos pero no por
los motivos habituales que hacen célebres a los economistas –sus
asesorías a políticos en campaña, sus impugnaciones a bancos, sus
innovaciones empresariales, sus tesis de postdoctorado. A Juan Triana
Cordoví lo conoce “todo el mundo” en Cuba porque “se coló” en El Paquete
Semanal; porque “rodó” de USB en USB en 2013, filmado en un video en el
que opinaba con bastante libertad sobre la situación económica en Cuba,
su pasado, su presente y su futuro. Una conferencia suya
dirigida a oficiales del Ministerio del Interior, se filtró
-¿intencionalmente?- y dejó al descubierto algunos puntos de una agenda
de análisis crítico que en Cuba no suele ser muy pública. Entre otras
cosas se veía a Triana convenciendo a los oficiales de la impostergable
necesidad de acceso a Internet, un asunto sin avances sustanciales hasta
hoy.
Durante esta conversación para OnCuba, Triana,
investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, de la
Universidad de La Habana, se sumerge en un recorrido por varios temas
que van desde la dañina y persistente centralización de la economía, la
nueva Ley de inversión extranjera y la función de las agencias
empleadoras, hasta las razones por las que Cuba se niega a copiar el
modelo chino o el vietnamita.
En una segunda parte de esta entrevista que OnCuba
publicará mañana Triana reflexiona, entre otros temas, sobre la probable
inflación cuando se unifiquen las tasas de cambio y quede disponible
una sola moneda.
El economista cubanoamericano Carmelo Mesa Lago sostiene que
el propósito de Cuba de aumentar las exportaciones, la producción y
avanzar la economía en general se contradice con su centralización.
¿Usted está de acuerdo?
Hay un reconocimiento hoy de que la centralización no es
necesariamente funcional a la necesidad de incrementar las exportaciones
de Cuba. No solo la centralización en sí misma, sino además la manera
en que se ha diseñado esa centralización, ha afectado las exportaciones,
sin lugar a dudas. Más que todo por la necesidad de requerir permisos
constantemente. Para exportar hace falta producir e importar, y ha
habido además un proceso muy centralizado para importar e incluso para
producir con asignaciones centrales de capital de trabajo y dinero para
las importaciones. Esa excesiva centralización ha generado como uno de
nuestros padecimientos actuales, nuestra poca capacidad para exportar.
Ello tuvo mucho que ver con nuestra relación con la Union Soviética. En
aquellos tiempos esa centralización era más funcional por la manera en
que estaba estructurado el país y sus vínculos con el mundo,
especialmente con el mundo socialista. Lo que pasa es que esa realidad
cambio radicalmente a partir de los años 90, mientras algunas de
nuestras instituciones y regulaciones lamentablemente apenas cambiaron.
¿Usted quiere decir que la centralización en esa etapa fue útil?
Yo quiero decir que fue funcional al modelo que tenía Cuba. No empleo
la palabra útil. Funcionaba para el modelo de economía que teníamos y
el modelo de inserción internacional que teníamos, que era básicamente
con el campo socialista, donde también había un modelo centralizado.
Teníamos planes quinquenales, conciliaciones de planes, y ahí funcionaba
correctamente. Pero esa realidad cambió en los años 90.
Sin embargo, durante esa etapa, específicamente en los años
80, hubo un proceso llamado de Rectificación de errores y tendencias
negativas.
Nosotros nos hemos pasado la vida rectificando. La construcción de
una economía y de un país es una obra de hombres. Quizás en Cuba es más
evidente la rectificación pero todos los países rectifican. Y cada
gobierno rectifica al anterior, rectifica las políticas, las hace
nuevas. Y Cuba no es una excepción. No hay país que no haya tenido que
remodelar, rectificar, actualizar sistemáticamente. En otros países
incluso se hace cada vez que un gobierno entra en el poder. En Cuba
tuvimos un gobierno muy largo. Hasta hoy. Con dos presidentes, sobre una
misma concepción filosófica. Pero la realidad ha ido cambiando y hemos
tenido que ir rectificando porque hemos cometido errores. Pero nuestro
diseño era funcional a la economía que teníamos y adonde estábamos
insertados. Lo que producíamos lo exportábamos al campo socialista, en
especial a la Unión Soviética. Y decidimos que lo que íbamos a exportar
era fundamentalmente azúcar, algunos cítricos, varios tableros
electrónicos, y algunas otras cosas como productos del mar.
Hablemos de la Ley de inversión extranjera aprobada el año
pasado. ¿Es una ley completa, o padece de defectos graves? ¿Por qué no
es una ley de inversión para los cubanos?
Voy a comenzar por lo último: es una ley de inversión extranjera.
Cuba tendrá que tener su ley de inversión en algún momento. Para todo el
mundo. Pero hoy es una ley de inversión extranjera y por lo tanto no
puede incluir a los cubanos que residen y viven en Cuba. Estaría negando
la propia ley, que es de inversión extranjera. Que no tengamos otra ley
que permita a los cubanos invertir de manera transparente en negocios
es otro tema que habrá que discutir en algún momento, y yo espero que en
algún momento se discuta. La ley actual mejora la anterior. Hay un
grupo de procesos y procedimientos que los hace más transparentes. Norma
el tiempo de respuesta para un grupo de negocios. Hace exenciones
fiscales que la otra ley no tenía tan bien estructuradas. Si la
comparamos con otras leyes de inversión de América Latina y el Caribe,
de los países que pueden ser nuestros competidores, como República
Dominicana, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, nuestra ley carece de algunas
prerrogativas que esas otras leyes le conceden al inversionista
extranjero. Es algo que habrá que ir aprendiendo y mejorando con el
tiempo. Ninguna ley es perfecta. La experiencia nos dirá hasta dónde
tenemos que mejorar esta para incentivar flujos inversión extranjera
directa en magnitud suficiente para resolver los problemas que tenemos
hoy. Lo más importante de la ley es su filosofía, que expresa, y eso sí
es un cambio radical, que la inversión extranjera directa es una
necesidad para el desarrollo de Cuba. Que puede ser complemento en
algunos rubros, y en otros será lo fundamental.
Todos los pronunciamientos en Cuba sobre la productividad y
los salarios son invariables: para que los salarios aumenten tiene que
crecer primero la productividad. Lula Da Silva, en una de sus últimas
visitas a La Habana, aseguró que no es una receta inviolable y que
durante su gobierno, subieron los salarios y luego creció la
productividad. ¿Qué opina usted?
Lula dijo que en Brasil funcionó así. Cuando él hizo eso tenía
suficientes ingresos fiscales para hacerlo. Brasil estaba gozando del boom
de las materias primas. Su situación actual es drásticamente diferente.
Sus ingresos fiscales han caído debido a que ha caído el precio de las
materias primas, especialmente de los granos que Brasil exportaba. Sin
lugar a dudas, hay una relación entre salarios y productividad. Y es
como el cuento del huevo y la gallina. Si usted no crece en
productividad, no puede aumentar salarios. Pero si no incentiva a los
productores, no puede crecer en producción y productividad. Por tanto,
hay que romper de alguna manera ese círculo perverso. Los países que
tienen grandes ingresos fiscales, destinan una parte de ese dinero a
incentivar algunos sectores, como parte de una estrategia de desarrollo.
Y es fantástico. Otros países no pueden. Cuba tiene una restricción
fiscal muy grande y tiene que hacer un ejercicio de microscopio. ¿Qué se
deja para incentivar desde las empresas y qué se deja para incentivar
desde el Estado? Lo que ha ocurrido en Cuba es que aquellas empresas que
tienen altos ingresos no han logrado tener incentivos suficientes para
seguir generando más exportaciones. Hablo de las grandes empresas
exportadoras de Cuba, que no son más de quince. Hablo de la industria
azucarera, del níquel, de la empresa que produce y exporta ron, de la
empresa que produce y exporta tabaco, del sector biotecnológico, del
sector de servicios médicos, el turismo. A mi juicio, ahí los incentivos
han sido insuficientes porque son sectores que generan muchos ingresos,
tantos como para incentivar mucho más a sus trabajadores. Sin embargo,
nuestras regulaciones han impedido a esas empresas incentivar más a esos
trabajadores. Eso ha cambiado últimamente. Y hoy hay un grupo de
empresas que logran incentivar un poco más a sus trabajadores. Incluso
en la empresa de telecomunicaciones ETECSA, donde han elevado
sustancialmente los salarios de sus trabajadores. A veces en el doble,
en el triple. No significa que sean los salarios que les hacen falta a
los cubanos. Quiere decir que hemos multiplicado por tres el salario. Y
eso es importante. Pero tenemos empresas como la que produce la cerveza
de Cuba que hasta hace muy poco pagaba a sus trabajadores alrededor de
400 pesos cubanos mensuales. O Havana Club, donde el salario medio en
pesos cubanos era muy bajo. Como Biotecnología, donde a ingenieros
altamente calificados se les pagaba muy poco. Hoy las empresas tienen un
poquito más de libertad para pagar a sus trabajadores. De hecho, ha
cambiado hasta en el sentido de que a aquellos trabajadores que están
bajo contratos con empresas extranjeras se les ha implementado una tasa
de dos a uno para el salario que pagan las empresas extranjeras, por lo
que quien antes recibía 700 cuc y no los veía, ahora recibe 1 400 pesos
cubanos. Está muy distante de la tasa de 24 a 1, por lo que habría que
discutir mucho sobre ese tema, pero, sin lugar a dudas, hay una mejora
puntal, aun cuando está quizás lejos del salario que esos trabajadores
merecen y por los cuales una empresa extranjera está pagando. Te pongo
ejemplos concretos porque abordar la reforma del salario de modo general
no es lo más conveniente. Hay una diferenciación grande entre los
distintos sectores del país. El otro problema es que en aquellos
sectores estatales no productivos, el aumento de salario ni siquiera
depende de la productividad, sino de los recursos e ingresos que el
Estado tenga. Y aun tenemos un aparato administrativo muy grande, diría
que exageradamente grande, lo que hace que a una parte grande de los
trabajadores que son decisivos y esenciales para el proyecto
revolucionario, se les pague muy poco. Hablo de los médicos y los
profesores, la columna que sostiene el proyecto de la Revolución cubana.
Pero para pagarles más a los médicos y a los maestros hay que pagarles
menos, o no pagarles, a otros empleados administrativos, muchos de los
cuales no son necesarios en esos empleos. Nuestro gobierno manifestó la
necesidad de mover unos 500 mil trabajadores de ese a otros sectores,
como una manera de racionalizar gastos y poder dedicar esos recursos a
otros sectores. Un proceso que tiene que seguir creciendo. En uno o dos
años, más de 13 mil establecimientos de gastronomía y servicios que
recibían salarios estatales se convertirán en cooperativas, y el Estado
dejará de derogar una cantidad de dinero que podrá ser dedicado a los
profesores, por ejemplo. Sobre todo a los de primaria, esenciales en la
formación de nuestra niñez y nuestra juventud.
¿Qué opina sobre las agencias empleadoras, que son las que pagan a los trabajadores que contratan las empresas extranjeras?
Yo soy de los que no están de acuerdo con la existencia de agencias
empleadoras en Cuba. Tenemos las instituciones necesarias para que las
agencias empleadoras no tengan por qué existir. En todo caso para que
sean un servicio más que se presta a una agencia o una empresa si lo
necesita y lo contrata. Es una de las diferencias que nos ponen en
condiciones desiguales en relación con las otras leyes de inversión de
los países del área.
¿Hay perspectivas de cambiar eso?
No que yo sepa. Tendrías que preguntárselo al Ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera.
Usted ha defendido la idea de que Cuba no copie modelos
económicos, ni chino, ni vietnamita, ni de ningún otro país. ¿Esos
modelos no le vienen bien al país?
Yo he dicho que Cuba no tiene que copiar el modelo chino, ni el
vietnamita, lo que no significa que no aprendamos de todos: también del
costarricense, del chileno, del noruego, del sueco, del canadiense, del
brasileño. Construir una economía es un proceso sistemático de
aprendizaje, y por lo tanto es importante conocer y aprender de las
experiencias exitosas y no exitosas de otros países. El problema está en
que una cosa es conocer, aprender y aplicar y otra es intentar
reproducir miméticamente el modelo chino o el vietnamita o el sueco, por
la razón de que nos somos ni chinos, ni vietnamitas ni suecos. Cuba
tiene sus características propias, es un país mucho más pequeño que
China, que tiene 1 500 millones de habitantes. Nosotros tenemos 11
millones. Tenemos una cultura occidental, modelos de comportamiento
distintos a los de los chinos, y este es un país, aunque a veces cueste
trabajo decirlo, con patrones culturales y de comportamiento de clase
media bastante generalizados, atributos, incluso de consumo, de clase
media y media baja, porque ha sido uno de los grandes logros de la
Revolución: sacar a la gente de la pobreza, a mucha gente de la miseria,
educar a esas personas, o al menos proporcionarles un nivel escolar
alto, y en la medida en que esas personas mejoran sus aspiraciones y
patrones de consumo y de cultura, cambian. Y si comparas las
aspiraciones y patrones de consumo y de cultura de la población cubana,
se parecen más a las aspiraciones de la clase media de un país
latinoamericano que a los de China o de los sectores de más bajos
ingresos de ese país.
Ningún cubano aceptaría, bajo ningún concepto, que una parte de su
familia muriera de hambre. Ningún cubano quiere renunciar a lo que ha
logrado después de 50 años. Para nosotros la educación es sagrada, la
salud es sagrada, aunque estén deterioradas materialmente. Y ninguno de
nosotros quiere caminar hacia atrás. Porque es un valor implantado en
nuestra manera de ser. No son los casos de China ni de Vietnam. Ni de
Brasil. Ni de México. Nosotros no tenemos que discutir casos sociales
tan complicados como el de niños de cuatro años vendiendo agua de coco o
cocos de agua en una esquina durante 12 horas. Ni la prostitución
infantil ni el trabajo infantil. Tenemos otras desigualdades, otras
inequidades. Tenemos otra manera en la que se expresa la pobreza. Y es
el resultado de la Revolución. Tenemos muchas cosas que mejorar,
rectificar, pero la manera en que hay que hacer el socialismo en Cuba es
diferente a la manera china, a la forma en que se hizo en Vietnam, que
cuando comenzó su transformación tenía un 80 por ciento de la población
viviendo en la miseria. No en la pobreza que nosotros conocemos. En la mi-se-ria. Hoy es un logro de los vietnamitas tener solo al 16 por ciento de la población viviendo en la miseria.
Cuba no publica datos oficiales sobre la pobreza.
Pero sabemos que existe. Podemos ir a los barrios más pobres de las
provincias más pobres, por ejemplo, Guantánamo, y veremos una diferencia
sustancial entre esa pobreza y la que los vietnamitas encontraron
cuando fueron a empezar su transformación. La relatividad existe.
Mientras que para un país el hecho de que el 50 por ciento de sus
habitantes tengan agua potable puede ser un éxito, para nosotros es un
fracaso. Dos lecturas diferentes del mismo dato. En un país puede ser un
logro que hoy tenga una tasa de mortalidad infantil de 12 por mil
nacidos vivo, para nosotros es un fracaso. Son realidades diferentes.
Uno puede estar en Asia, el otro en el Caribe. Uno está a miles de
kilómetros de Estados Unidos, el otro a 90 millas. Uno vivió una
realidad, otro vivió otra. Es muy difícil mimetizar modelos económicos.
Cada experiencia de desarrollo es única en sí misma, aunque haya leyes
generales y regularidades que hay que cumplir.
(Continuará mañana…)
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