LONDRES – El profesor Alberto Alesina de la Universidad Harvard ha vuelto al debate sobre el déficit fiscal, la austeridad y el crecimiento. Allá por 2010, Alesina dijo a los ministros de finanzas europeos que “muchas reducciones, incluso importantes, del déficit fiscal han sido acompañadas y seguidas inmediatamente por un crecimiento sostenido en vez de una recesión, incluso en el muy corto plazo” (las cursivas son mías). Ahora, con los también economistas Carlo Favero y Francesco Giavazzi, Alesina escribió un nuevo libro titulado Austerity: When It Works and When It Doesn’t [Austeridad: cuándo funciona y cuándo no], que hace poco recibió una reseña favorable de su colega en Harvard Kenneth Rogoff.
Libro nuevo, cantinela vieja. La conclusión de los autores, en resumidas cuentas, es que “en algunos casos, el costo directo, en pérdida de producción, de un recorte del gasto se ve más que compensado por aumentos en otros componentes de la demanda agregada”. De modo que la austeridad (reducir el déficit fiscal en vez de aumentarlo) puede ser la política correcta en una recesión.
El trabajo anterior de Alesina en esta área (con Silvia Ardagna) recibió críticas del Fondo Monetario Internacional y de otros economistas por sus defectos econométricos y sus conclusiones exageradas. Y no hay duda de que este nuevo libro, que analiza 200 planes de austeridad plurianuales implementados en 16 países de la OCDE entre 1976 y 2014, también mantendrá ocupados a los estadísticos.
Pero la cuestión es otra. Correlación no es causación. La combinación de ajuste fiscal y crecimiento económico no nos dice nada respecto de la relación subyacente entre ambas cosas. ¿La reducción del déficit causa crecimiento económico, o el crecimiento económico causa reducción del déficit? Toda la econometría del mundo es incapaz de demostrar que lo uno fue causa de lo otro, o que ambas cosas no sean atribuibles a una tercera. Sencillamente, hay demasiadas variables omitidas, es decir, otras causas posibles de uno u otro resultado o de los dos. Las “demostraciones estadísticas” siempre parten de una teoría causal, a la que luego se “ajustan” los datos para conseguir el resultado que busca el teórico.
La teoría de Alesina se apoya en dos pilares conceptuales. El más importante es que un déficit persistente lleva a empresas y consumidores a prever impuestos más altos y reducir por tanto la inversión y el consumo. La reducción del gasto, en cambio, envía una señal de futuras bajas de impuestos, lo que estimula la inversión y el consumo.
El segundo pilar, complementario, es el supuesto de que un aumento de la deuda pública lleva a los inversores a temer un impago. Esta expectativa presiona al alza sobre los tipos de interés de los títulos públicos, lo que aumenta el costo general del crédito. La austeridad, al frenar el crecimiento de la deuda, puede provocar una “reducción considerable” de los tipos de interés y así permitir un aumento de la inversión.
El argumento complementario no puede tomarse como regla general. Si un país tiene banco central y emite moneda propia, el gobierno puede llevar los tipos de interés a cualquier valor que desee ordenando al banco central que imprima dinero. En este caso, la baja de los tipos de interés será resultado no de la austeridad, sino de la expansión monetaria. Y esto, por supuesto, es lo que sucedió con la flexibilización cuantitativa en Estados Unidos, el Reino Unido y la eurozona: los tipos de interés se han mantenido deprimidos por años, a la par de una inyección masiva de dólares, libras y euros en las economías.
De modo que sólo nos queda el pilar principal de Alesina: que un compromiso creíble de recortar hoy el gasto público estimula la producción al eliminar la expectativa de más impuestos mañana. El mismo argumento explica por qué, en opinión de Alesina, para reducir el déficit es mejor disminuir el gasto que aumentar los impuestos. Con lo primero se resuelve el “problema” del “crecimiento automático de las prestaciones sociales y otros programas de gasto”, mientras que con lo segundo no.
Escribe Alesina: “La macroeconomía moderna destaca el hecho de que las decisiones de la gente respecto de qué hacer hoy dependen en parte de lo que esperan que pase mañana”. John Maynard Keynes también entendía la importancia crucial de las expectativas: John Hicks le atribuye el haber introducido el “método de las expectativas” en economía. Pero Keynes tenía una idea de las expectativas muy diferente a la de Alesina. Para Keynes, los inversores no forman sus expectativas mirando el déficit fiscal y calculando el efecto que tendrá en sus impuestos futuros. De hecho, apenas le prestan atención al déficit.
A lo que sí le prestan atención es al tamaño de sus mercados. Para Keynes, las decisiones de contratación de los empresarios dependen de sus expectativas de ingresos. Una desaceleración económica reduce las ventas esperadas, a lo que los empresarios responden despidiendo trabajadores. Si encima hay un recorte del gasto público, las expectativas de venta se reducen todavía más, de modo que habrá más despidos y eso profundizará la recesión. A la inversa, una suba del gasto público o un recorte de impuestos aumentan las expectativas de ventas y revierten la desaceleración.
Por ejemplo, una caída de la demanda de automóviles reduce su venta y la cantidad de trabajadores empleados en su fabricación. Pero si el gobierno aumenta el gasto en obras públicas, eso no sólo incrementará la contratación de trabajadores directamente, sino también la demanda de automóviles, con lo que la economía crecerá más que el gasto público, y eso reducirá el déficit.
De modo que básicamente, hay dos teorías opuestas respecto de cuál es la política fiscal adecuada en una desaceleración. Según Keynes, anunciar una reducción del gasto público transmite a los empresarios la señal de que sus ingresos disminuirán porque habrá menos venta de sus bienes y servicios. Según Alesina, esa misma medida transmite a los empresarios la señal de que pueden esperar menos impuestos mañana, de modo que invertirán más hoy.
Los lectores tendrán que decidir cuál de las dos teorías les parece más verosímil. Personalmente, me inclino por la descripción que aparece en un libro reciente, Austerity: 12 Myths Exposed [Austeridad: doce mitos expuestos]: “La austeridad es una herramienta de (…) los intereses financieros, no una solución a los problemas causados por ellos”.
Traducción: Esteban Flamini
ROBERT SKIDELSKY Professor Emeritus of Political Economy at Warwick University and a fellow of the British Academy in history and economics, is a member of the British House of Lords. The author of a three-volume biography of John Maynard Keynes, he began his political career in the Labour party, became the Conservative Party’s spokesman for Treasury affairs in the House of Lords, and was eventually forced out of the Conservative Party for his opposition to NATO’s intervention in Kosovo in 1999.
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