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"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

viernes, 21 de mayo de 2021

URGEN AGRICULTORES DE CAMPO Y CIUDAD

Por Elsy Fors Garzón,  "Economía cubana desde la calle"

No es repetitivo decir que José Martí es el más universal de los cubanos. El siempre oportuno blog “Cuba y la Economía” de Humberto Herrera Carlés nos recordó la siguiente cita, demostrativa de la cosmogonía martiana y apropiada a estos tiempos de la economía.

“La riqueza agrícola, como productora de elementos primos necesarios, más rápida que la industrial, más estable que la minera, más fácil de producir, más cómoda de colocar, asegura al país que la posee un verdadero bienestar. Las minas suelen acabarse, los productos industriales carecen de mercado, los productos agrícolas fluctúan y valen más o menos, pero son siempre consumidos, y la tierra, su agente, no se cansa jamás.”

Martí enfatiza como bien más preciado de la nación, la tierra. Y no es que esta produzca por sí misma. El trabajo humano, junto con su acervo científico y económico acumulados en 60 años de revolución, pueden garantizar la consecución de la soberanía alimentaria.

Manos, ciencia y hoja de ruta

Cuba llegó a tener 3,461,841 habitantes en las zonas rurales en 1970 y en 2018 esa cifra ya había caído a 2,603,577.

Un año después del triunfo revolucionario, la población rural era el 41.60 por ciento del total, y aunque los habitantes de este archipiélago aumentaron de alrededor de seis millones hasta los actuales 11.2 millones, la población rural bajó al 22.96 por ciento en 2018, casi la mitad de la registrada cinco décadas atrás, según Index Mundi.

La disminución tuvo dos principales culpables: la migración hacia las ciudades y al exterior, pero la mayor incidencia fue la desatención y disminución de inversiones estatales en las poblaciones que vivían de las fábricas de azúcar, el corte y cultivo de la gramínea, que fueron cerradas debido al desgaste y obsolescencia de su maquinaria y la baja producción de caña por hectárea.

La otrora orgullosa primera exportadora mundial del dulce cayó estrepitosamente de zafras de hasta 8.5 millones de toneladas del dulce en la década de 1970-80 del pasado siglo, hasta 1.2 millones de toneladas en la última zafra.

De los 56 centrales que quedaron activos luego de la reducción de esta rama, sólo se previó el funcionamiento de 38 fábricas en la zafra 2020-21, de las cuales 12 se incorporaron de forma tardía por diversos problemas, técnicos y meteorológicos, informó en mayo José Carlos Santos Ferrer, vicepresidente primero de Azcuba al diario Granma.

¿De qué extensión de tierras agrícolas estamos hablando bajo la gerencia de Azcuba? Pues de 934 mil hectáreas dedicadas al cultivo de la caña de azúcar, 56 centrales azucareros y 71 mil trabajadores en el sistema empresarial de esta empresa. A esas capacidades se añaden 746 cooperativas con 83 mil 547 socios dedicados al cultivo.

Generalmente, la zafra azucarera en Cuba empieza en el último bimestre del año hasta abril-mayo del siguiente, considerado el período ideal para lograr los mejores rendimientos de la gramínea.

Cuando se alarga ese período es porque no se han cumplido los parámetros de eficiencia, ya sea por malas condiciones climáticas o roturas de la industria.

“Si el hombre sirve, la tierra sirve”, dice un pensamiento de José Martí, puesto de moda en estos tiempos como hilo conductor de una novela televisiva.

Reverdecen prácticas de antaño

Allá por la segunda mitad de la década del ’60, cuando el científico francés André Voisin visitaba Cuba para dejarle sus experiencias ganaderas y cómo dar de comer al ganado sin tener que importar los onerosos piensos. Los investigadores cubanos del Instituto de Ciencia Animal (ICA), creado en 1965, asimilaron y mejoraron las enseñanzas del francés que quiso descansar para siempre en esta isla.

El sector agropecuario creció con rapidez en las dos décadas siguientes hasta que la comunidad de Europa del Este se deshizo y el bloqueo de Estados Unidos creció en severidad con las Leyes Torricelli y Helms-Burton.

Entre los resultados de los centros de investigación creados en los primeros años como el Instituto de Ciencia Animal (ICA) en 1965, y tomando del árbol apenas una hoja, el ICA realizó innovaciones que merecieron 20 solicitudes de patentes o invenciones. Todas fueron protegidas, como consta en el recuento publicado al cumplir el centro su 50 aniversario en 2015.

Al comienzo del siglo XXI, la dirección del país esbozó una reforma económica que permitiera avanzar en las nuevas tecnologías y la informatización de la sociedad.

Entretanto, las bellezas naturales de Cuba atrajeron cada vez más turistas, convirtiendo esta rama en la principal contribuyente a la economía del país, mientras la clase médica y profesionales de otras ramas abrieron caminos de cooperación y servicios técnicos que llenaron parte del vacío dejado por las exportaciones.

Muchos empresarios y cuadros, sin embargo, no estaban preparados para emprender el cambio, hasta que al finalizar 2019 se hizo evidente una crisis peor que las anteriores, la pandemia del SARScov2, origen del Covid-19.

Escasez de alimentos en tiempos de pandemia

Cuba gasta anualmente más de dos mil millones de dólares en importar alimentos. Especialistas estiman que entre 600 y 800 millones de esas importaciones podrían producirse en el país.

Según el diario “El País” de España del 16 de mayo, “con un descenso del PIB en 2020 que el gobierno cubano estimó en el 11 %, artículos de consumo básico multiplicando su precio hasta por cinco y con colas de horas para adquirirlos, la Isla vive lo más parecido que hay en economía a una tormenta perfecta” y no estaba exagerando.

Para elevar la producción, hay que echar una mirada al uso de las tierras, si están aprovechadas en toda su capacidad o en qué medida algunas permanecen ociosas. Este es el panorama de las estadísticas oficiales.



De acuerdo con el doctor José Luis Rodríguez, los terrenos que tienen rendimientos buenos o muy buenos, son sólo el 33% de la tierra agrícola, alrededor de 6 millones de hectáreas. Por lo tanto, en el 67% debe complementarse el suelo con agua, fertilizantes o pesticidas para que la producción sea favorable. Por ejemplo, la papa en Cuba no puede sembrarse más allá de Ciego de Ávila, lo mismo pasa con el plátano en las provincias orientales, no hay agua ni potasio suficiente en los suelos.

El elemento de gestión de la tierra también ha cambiado. Si en los años ‘60, tras la promulgación de la segunda Ley de Reforma Agraria, era predominante el sector estatal en la agricultura cubana, en la actualidad es inversamente diferente, con el auge de los privados. 

Si bien el 80 por ciento de la tierra es propiedad del Estado, el 70 por ciento la gestionan cooperativas y campesinos particulares. En general, el sector agropecuario cuenta con cerca de un millón de trabajadores (el 20% del total de cinco millones de cubanos que forman la masa laboralmente activa), que solamente aporta el 3.6 por ciento al Producto Interno Bruto.

Algo que llama la atención de expertos internacionales es la proliferación de organopónicos, patios cultivados con frutas, vegetales y especias, agricultura urbana y familiar que no importa piensos ni fertilizantes o plaguicidas, elementos producidos en el país.

Carnes largamente ausentes del mercado

Como reza una canción muy popular en Cuba, el “mamífero nacional”, refiriéndose al cerdo y, mucho más ausente, la carne de res (vacuna) despiertan suspiros en los cubanos, para no hablar de mariscos ni pescado, su falta en la dieta nacional, siendo solamente accesibles en restaurantes o venta en moneda libremente convertible.

Para lograr la diversificación, mayor presencia en el mercado interno, la sustitución de importaciones y el aumento de las exportaciones, se han implementado múltiples programas y medidas. El ganado menor, la población avícola, vegetales y frutas han crecido en número, sin embargo, todavía falta variedad.

Las reformas más recientes, elaboradas en 2007, formalizadas en los lineamientos socioeconómicos de 2011, fueron finalmente implantadas diez años después.

El tiempo perdido en su aplicación hizo inaplazable la implantación de las medidas en el peor momento: cuando restricciones aún más severas eran impuestas por el bloqueo de Estados Unidos y se hizo presente la pandemia del Covid-19 en todo el mundo.

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