Ricardo Torres • 26 de enero, 2017
LA HABANA. El interés por los temas económicos en Cuba ha crecido notablemente en las últimas dos décadas de la mano de una serie de eventos que han incidido fuertemente sobre el nivel de vida de los cubanos. Entre estos podemos mencionar el colapso del bloque socialista entre 1989 y 1991, que precipitó una profunda crisis; las transformaciones económicas de los noventa; los Lineamientos de 2011… y la contracción de la economía en 2016. Hay un indicador que destaca en las noticias cuando se habla de crecimiento económico: el Producto Interno Bruto, o PIB por sus siglas en español. Entonces, ¿qué es exactamente el PIB, por qué es importante y por qué se recurre constantemente a él?
Hablamos de uno de los indicadores más utilizados en la macroeconomía y tiene como objetivo principal medir la actividad económica, tomando en cuenta únicamente los bienes y servicios finales producidos dentro de la economía formal de un determinado territorio, sin importar el origen de las empresas. De ese indicador se excluye todo aquello que se produce en el marco de la economía informal o de negocios ilícitos.
Es válido apuntar que el PIB forma parte de una familia más extensa indicadores conocida como Sistema de Cuentas Nacionales, cuyo objetivo fundamental es describir las economías a lo largo del tiempo. Este sistema está basado en un conjunto de conceptos, definiciones, clasificaciones y normas de registro que proporciona un marco de recopilación y análisis de datos económicos para facilitar la toma de decisiones y proporcionar orientación sobre política económica y social, además de facilitar la comparabilidad entre países y regiones. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) es la encargada de establecer esas bases metodológicas.
Este no es el único método de registro que ha existido. Los países socialistas miembros del desaparecido Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) utilizaban otros indicadores recogidos en el denominado Sistema de Balances de la Economía Nacional, cuya medida agregada principal era el Producto Social Global. Cuba usó este sistema hasta principios de la década de los noventa.
El PIB mide únicamente el valor de la producción final, de la que se descuentan los insumos y servicios intermedios consumidos en el proceso productivo, para evitar así la doble contabilización; solo toma en cuenta la actividad económica que tiene lugar en un territorio determinado, independientemente de la nacionalidad de las unidades económicas involucradas.
De modo que la producción de las empresas extranjeras en Cuba forma parte del PIB cubano, aunque una parte de las utilidades obtenidas sea repatriada a la casa matriz al final del período contable. Finalmente, en el cálculo no se ha descontado la depreciación (desgaste) que sufren los medios de producción.
Una vez calculados estos indicadores, y teniendo varias observaciones a lo largo del tiempo, se puede estimar su dinámica, si crece o decrece y en qué magnitud. En ese sentido, la variación anual (o trimestral) del PIB constituye el indicador fundamental de crecimiento económico, y es muy utilizado para analizar la salud de una economía y el efecto de las diferentes políticas económicas.
Para realizar un análisis riguroso, es necesario diferenciar entre PIB nominal, PIB real y PIB per cápita. Es importante, entre otras razones, para comprender a cuál de ellos se refiere el dato publicado sobre el comportamiento del PIB cubano en 2016, que resultó en un decrecimiento del 0,9%. Veamos:
Según esta imagen, los datos a fines del año pasado hacían referencia a la variación del PIB real en Cuba. Estos indicadores son muy populares en la realización de comparaciones internacionales. Estas solo son posibles cuando se computan los datos del PIB en una unidad de valor similar (por ejemplo una moneda común, casi siempre el dólar estadounidense), para lo cual se necesita un valor referencial del tipo de cambio entre la moneda local y la divisa de Estados Unidos. El uso de las tasas de cambio es muy común, aunque introduce un sesgo relacionado con el efecto de su variación a lo largo del tiempo. Por ello, también se usa un método de cálculo alternativo denominado “Paridad del Poder Adquisitivo”. Este elimina la distorsión que introduce la variación de los tipos de cambio, ajustando el valor de referencia en dependencia de un poder de compra equivalente para todos los países.
El PIB es usado frecuentemente como una medida del bienestar material de una sociedad. Ciertamente se verifica una correlación positiva entre el PIB y otras medidas más específicas de bienestar social, especialmente en países donde el ingreso per cápita es muy bajo, mientras que la relación se debilita en la medida en que el ingreso crece.
No obstante, existen una serie de aspectos que limitan la efectividad del PIB como indicador de bienestar y sostenibilidad social y ambiental:
Estos elementos han generado un gran debate internacional que hasta hoy se sostiene, y que se ha decantado en numerosas ocasiones por una crítica feroz hacia el PIB. Pero debemos tener en cuenta que muy a menudo se pretende que el PIB refleje matices para los que no fue concebido. Es una medida de actividad económica, no de bienestar social. Por ello se recomienda a los interesados en este último que recurran a indicadores más acordes que ya existen.
En ese sentido, se han propuesto indicadores alternativos para tratar de reflejar más claramente estos impactos, sin lugar a dudas relevantes para un análisis integral de la situación socioeconómica de una población. Entre ellos se puede mencionar el PIB verde, el Índice de Desarrollo Humano (y este mismo ajustado por desigualdad), la huella ecológica, la huella hídrica, el Índice de Bienestar Económico Sostenible (IBES), entre otros muchos. Algunos incluso han ido mucho más lejos, como el pequeño estado asiático Bután, en donde se propuso utilizar una medida denominada “Felicidad Nacional Bruta”, basada en elementos ajenos al concepto occidental de riqueza material.
Adicionalmente a todos los elementos anteriores, en el caso de Cuba, el cálculo del PIB está sujeto a otros elementos que introducen sesgos y distorsiones muy importantes. Las características del sistema cubano implican que la mayor parte de los precios en la economía no se determinan en el mercado, sino que son fijados por un ente central, como el Ministerio de Finanzas y Precios. Una de las principales consecuencias de este esquema es que los precios no informan adecuadamente sobre las condiciones reales de la demanda o la escasez relativa de insumos o factores. Por lo que no trasladan una idea fidedigna del estado de la economía. Estos son los mismos precios que son usados luego para el cálculo del PIB.
El otro aspecto clave es el tipo de cambio. Cuba tiene un sistema monetario-cambiario basado en dos monedas nacionales y múltiples tipos de cambio que operan entre estas y las divisas extranjeras. Estos tipos de cambio tampoco se determinan en el mercado, sino que responden a decisiones de política económica e incluso social. Pero el resultado es que no existe un valor que refleje adecuadamente la escasez relativa de divisas a nivel de toda la economía, mientras que se transan insumos y factores productivos similares a precios y tipos de cambio diferentes. El resultado es que la valoración en moneda extranjera (dólares) del volumen de la economía es inexacta y confusa.
La explicación anterior deja algunas lecciones claras. El crecimiento económico medido a través de la variación del PIB no equivale automáticamente a bienestar económico o social. Es un indicador muy útil, una medida sintética de actividad económica que brinda mucha información en un solo número. Pero debemos hacer un uso adecuado del mismo en pos de evadir reduccionismos que no deberían convertirse en pensamiento común.
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