La evolución económica de Cuba durante 2016 aporta pistas sobre su posible comportamiento en el nuevo año y claves para entender los rumbos que pudiera seguir el proceso de transformaciones.
ECONOMÍA Redacción IPS Cuba 13 Marzo, 2017
El desplome de precios del petróleo afectó a Venezuela y por extensión mantiene sobre ascuas los nexos comerciales de ese país con Cuba. Foto: Jorge Luis Baños_IPS
¿Qué ocurrirá en la economía cubana en 2017? ¿Cómo anticipar su posible evolución? Los expertos no descartan un Plan Nacional que proyecta un crecimiento del producto interno bruto (PIB) del dos por ciento. Pero el análisis del camino que la propia economía recorrió en 2016 aporta señales visibles en estos primeros meses del nuevo año e indican que el camino es difícil.
La meta gubernamental es desafiante, en términos económicos y hasta políticos. La propuesta de crecimiento del PIB en 2017 es similar a la que planificó y no pudo alcanzar Cuba en el año recién concluido. En lugar de avanzar un par de puntos porcentuales, la economía retrocedió 0,9 por ciento en 2016.
Por primera vez desde la crisis del llamado Período Especial –década de los 90-, la economía cerró un año con decrecimiento. El dato desató pronósticos agoreros. Una mirada calmada muestra que el escenario no es igual al de hace más de 20 años, ni en el interior del país ni en su contexto externo.
En un ensayo muy citado de la revista Foreign Affairs, la académica británica Emily Morris, experta del Banco Interamericano de Desarrollo, dijo que “La Habana se enfrenta a un desafío, no a una crisis”. Morris alude a transformaciones estructurales proyectadas por la reforma económica, conocida en Cuba como Actualización del modelo económico y social.
De cualquier manera, perduran las trabas y limitaciones financieras que en 2016 frenaron al país. El ministro de Economía y Planificación, Ricardo Cabrisas, ratificó en diciembre pasado, en sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, la persistencia de una tensa situación en la disponibilidad de divisas y otras restricciones que calificó de “fuertes”.
El Presidente Raúl Castro fue más tajante ante los diputados, al comentar las perspectivas para 2017. “Debo alertar que persistirán tensiones financieras y retos que pudieran incluso recrudecerse en determinadas circunstancias”. Advertencia similar hizo el mandatario en esa sala un año atrás, pero ahora dejó encendida una esperanza. “Sin embargo, prevemos que la economía cubana retome la senda ascendente y que el producto interno bruto crezca moderadamente en el entorno del dos por ciento”.
¿Cuál son los problemas de la economía? ¿Cuáles las oportunidades?
Avatares del comercio exterior de Cuba
En 2016 se contrajeron las cuentas cubanas en moneda dura de manera acentuada, por tropiezos económicos de un socio externo clave, Venezuela, que se unieron a otros avatares del comercio exterior y a las pérdidas que el bloqueo económico de Estados Unidos causa tradicionalmente a Cuba. Los aires favorables que soplaron en otras actividades no alcanzaron a compensar las bajas, pero encendieron una llama de aliento. La arrancada de 2017 confirma unos y otros.
Por la combinación de una fuerte caída de los precios del petróleo en el mercado mundial y pugnas políticas internas, la economía venezolana retrocedió 9,7 por ciento el año pasado, de acuerdo con estimados de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Las bajas financieras de ese país afectaron inevitablemente su intercambio con Cuba, en áreas de alta sensibilidad, como el suministro de combustible.
Las entregas de PDVSA experimentaron una reducción que Cuba apenas palió parcialmente mediante compras a otros países –515.000 barriles de petróleo crudo a Argelia, según Reuters. La producción petrolera nacional tampoco ha compensado esos apuros. El agotamiento de un grupo de pozos ha reducido la extracción a menos de 3.700.000 toneladas de petróleo y gas equivalente, de cuatro millones que logró años atrás.
Ante tal cúmulo de estrecheces, el gobierno se vio obligado a recortar el plan energético. En julio informó una reducción de 4,4 por ciento en los combustibles previstos para el año (de 8.221.600 toneladas a 7.862.070) y de seis por ciento en el gasto de electricidad (de 15.310 gwh a 14.523). El ajuste lo centró en áreas sociales y presupuestadas para no afectar a las empresas de impacto en la economía. También decidió proteger al sector residencial, que no vio el retorno de los apagones de los años noventa.
La actividad que más ingresos aporta a la economía, la exportación de servicios médicos, tiene en Venezuela uno de sus principales destinos. Experimentó una reducción inevitable, en tanto existe un mecanismo de indexación con los envíos de petróleo pactados entre los gobiernos de ambos países.
Según estimados de Economist Intelligence Unit (EIU), en 2016 la exportación de servicios –fuerza de trabajo profesional y turismo- aportó a Cuba 11,1 por ciento de ingresos menos que en 2015. Esto representa pérdidas de 1.170 millones de dólares para el país, amplía ese estudio. Por ser un año de alza de la industria del ocio, entonces puede calcularse la baja, fundamentalmente, a cuenta de los servicios médicos.
Sobre esta alternativa comercial cubana pende, como espada de Damocles, el peligro de distanciamiento político y, por tanto, económico, con otros países, como Brasil.
Caen precios y exportaciones
En la balanza comercial externa del país también hicieron mella pérdidas en la exportación de bienes, por caída de precios en el mercado internacional, combinada a veces con bajas en la producción cubana.
Ocurrió con el níquel, primero en la cartera de productos de exportación. En 2016, su cotización retrocedió 14 por ciento en el mercado mundial. Como respuesta, la industria cubana de Moa apostó a reducir costos en lugar de levantar la producción, reducida a 56.000 toneladas este año, luego de alcanzar 74.000 toneladas hace una década.
Una combinación de bajos precios en el mercado mundial y reducción de la producción recortaron los dólares aportados por el níquel a la economía cubana
Foto: Jorge Luis Baños_IPS
El azúcar, por el contrario, encontró un precio internacional más saludable al menos este año. Promedió 18,20 centavos por libra en el mercado, según el Banco Mundial, de 13 centavos que alcanzó en 2015. Pero la producción cubana no le siguió. Por trastornos del clima como la sequía y lluvias inoportunas, la zafra 2015-2016 quedó por debajo de 1,6 millones de toneladas de azúcar, de un plan de 1,9 millones propuesto para igualar la cosecha anterior.
Los derivados del petróleo, insertados desde hace unos años en la cartera cubana de exportaciones, han visto declinar sus ingresos por la citada depreciación de los hidrocarburos.
Bajo limitaciones financieras superiores a lo habitual, el gobierno tuvo que recortar a mediados de año en 3,3 por ciento el plan de importación de bienes. Algunos analistas temen que la reducción final haya sido mayor. En 2015 ya había decrecido en 10,4 por ciento. Dos años continuos de contracción en ese indicador puede ser negativo para una economía.
Costos del bloqueo
En los últimos meses de su segundo mandato, el presidente Barack Obama aceleró los pasos para mejorar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su visita a La Habana constituyó uno de los sucesos más notorios en 2016.
Pero, si en algún momento las promesas y directivas de la Casa Blanca abonaron expectativas optimistas, las finanzas externas no encontraron real respiro. El bloqueo económico y financiero continuó castigando a Cuba con sanciones y otros costos.
La Directiva Presidencial que emitió Obama en octubre puso en vigor un paquete de medidas para flexibilizar las compras personales de los estadounidenses que visitan Cuba. Mayor impacto pudiera tener la puerta que abrió a investigaciones médicas conjuntas entre ambos países y al desarrollo de otros nexos, comerciales incluso, con la biotecnología e industria médico-farmacéutica, uno de los sectores cubanos de mayores perspectivas de desarrollo, como confirma el interés que despierta entre estadounidenses y europeos.
En materia de inversiones, sin embargo, este quinto paquete de medidas del gobierno de Obama no aporta cambios: persisten las restricciones. Fuentes del gobierno cubano manifestaron dudas hasta ver algo más que la letra de esas disposiciones. Sacan cuentas de trabas que continúan impidiendo a sus empresas operar con dólares en terceros países, pese a que Washington autorizó formalmente el uso de esa moneda por Cuba.
El 14 de noviembre, exactamente un mes después de presentar Obama su directiva, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), del Departamento del Tesoro, impuso una multa de casi seis millones de dólares a la empresa National Oilwell Varco, por mantener nexos comerciales con Cuba. En la lista de sancionados entraron en enero de este año la organización no lucrativa Alianza para una Política Responsable hacia Cuba y el banco canadiense Toronto Dominion (TD).
La industria cubana del turismo agregó medio millón de visitantes en 2016 después de un salto similar un año antes.
De acuerdo con la denuncia del gobierno cubano ante la Asamblea General de Naciones Unidas, los costos del bloqueo ascienden a 4.680 millones de dólares en el período anual de 2015 a 2016. La Resolución que condenó esa política la aprobó este año ese órgano de las Naciones Unidas casi por unanimidad. Por primera vez no se opuso ningún país: Estados Unidos e Israel se abstuvieron esta vez, en señal del entendimiento que Washington busca con La Habana.
Caracterizado por la ambigüedad de sus discursos, el nuevo presidente Donald Trump no ha roto todavía el velo de incertidumbre acerca de la política que mantendrá hacia su vecina del sur. Como Cuba no es una prioridad internacional para Estados Unidos, Trump pudiera demorarse en enseñar sus cartas. Igual hizo Obama. Mientras, por las grietas abiertas ya en el muro, entran y salen compañías aéreas y congresistas que representan al sector empresarial, más interesados en una relación comercial y financiera normal, que en la extensión de una política de hostilidad cuyos beneficios no logran apreciar.
Entre Matthew y la sequía
Con un poder destructivo notorio, el huracán Matthew cruzó en octubre sobre la esquina más oriental de la isla de Cuba. Los daños, estimados preliminarmente en 1.484 millones de pesos, se concentraron sobre los municipios de Baracoa, Maisí, Imías y San Antonio del Sur, en la provincia de Guantánamo. Además de arruinarse la infraestructura vial, eléctrica, de comunicaciones y de acueductos, y afectarse unas 40.000 viviendas, la región perdió extensas áreas de sus principales cultivos: coco, cacao y café.
El huracán Matthew provocó severos daños económicos en la zona más oriental de Cuba. Foto: Jorge Luis Baños_IPS
Matthew no dejó grandes acumulados de agua en Cuba, como compensación a la fuerte destrucción de sus vientos; mayores pueden ser los daños ahora de otro desastre, la sequía.
El promedio de precipitaciones en el país durante 2015 y 2016 ha sido de los cinco menores en los últimos 30 años, informó recientemente el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH). El 80 por ciento de los 168 municipios se hallaban en enero del actual año en alguna categoría de sequía hidrológica. “El cambio climático está provocando que, principalmente en la región del Caribe, llueva cada vez menos”, informó José Antonio Hernández, director de Uso Racional del Agua en el INRH.
Durante el año se redujeron las reservas de agua del país de manera gradual, pero sostenida. En febrero de 2017, apenas contaba con 45 por ciento de su capacidad total de embalse.
La sequía redujo producciones agrícolas fundamentales en la dieta cubana, como el arroz.
La falta de agua provocó la mengua de cosechas, como la de arroz en 2016. Por igual motivo declinaron los cultivos de la caña de azúcar y la papa. Unido a la falta de inversiones fuertes en esta actividad, las producciones agropecuarias no han conseguido despegar con fuerza.
El gobierno, incluso, aprovechó la baja de precios de los alimentos básicos en el mercado mundial para incrementar en 111,6 millones de dólares la importación de víveres dejados de producir en Cuba. Estas compras ascendieron en total a 1.668 millones de dólares, cifra inferior todavía en 14 por ciento al plan original y muy por debajo de la factura anual de más de 2.000 millones de dólares que ha asumido el país en años previos.
En el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro reiteró el perfil socialista de la economía, pero defendió transformaciones económicas como la apertura a las inversiones extranjeras y las pequeñas y medianas empresas privadas.
Problemas y oportunidades de 2017
De todos esos problemas, ¿cuáles se mantienen en 2017? Casi todos, sequía incluida. Al evaluar en diciembre las restricciones financieras externas y las limitaciones en el suministro de combustibles que enfrentó el país el año pasado, el ministro de Economía, Ricardo Cabrisas, estimó que Cuba se halla “en un escenario que no podrá revertirse en el corto plazo”.
El ministro de Economía, Ricardo Cabrisas, admitió que en 2017 persistirán los obstáculos y restricciones financieras que hicieron daño a la economía el año pasado.
Las tensiones no apuntan a declinar en la economía del principal socio externo de Cuba, Venezuela, mientras el gobierno cubano prevé una disminución de 4,3 por ciento en la producción nacional de petróleo y gas, equivalente a 3.538.200 toneladas. Aún así, el Plan de 2017 proyecta un crecimiento de 4,2 por ciento en la generación de energía eléctrica con respecto al estimado de 2016.
Entre los nubarrones que persisten, siguen en pie también oportunidades en que funda el gobierno sus previsiones de incremento en el PIB. Esta proyección encuentra respaldo en economistas reconocidos por sus miradas críticas.
Uno de ellos, José Luis Rodríguez, ex ministro de Economía y Planificación, no cree que “ahora vayamos a retornar a los días más duros del Período especial”. Aunque enumera un rosario de dificultades, Rodríguez piensa que “la meta de crecimiento planteada de un dos por ciento es tensa, pero no imposible de alcanzar si se enfrentan adecuadamente los desafíos de la economía cubana actual”.
En los meses finales del año y de su mandato, Barack Obama aceleró algunas decisiones para mejorar las relaciones de su país con Cuba, pero no pudo eliminar el bloqueo.
Con una expansión sostenida desde hace dos años, el turismo emerge nuevamente como el sector más dinámico de la economía. Por segundo año consecutivo saltó en más de medio millón el número de visitantes extranjeros: de 3,5 millones en 2015 a más de 4 millones en 2016. Aumentaron en 17,4 por ciento en el primero de esos años y 14 por ciento en el siguiente, según el Ministerio de Turismo (Mintur).
Los ingresos mantenían una tendencia al alza también. En el primer semestre avanzaron 15 por ciento, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI); y fuentes del Mintur reportan un monto cercano a 3.000 millones de dólares en el año.
A juzgar por la arrancada de enero –con 15 por ciento de incremento ese mes-, las expectativas de crecer en 2017 tienen fundamento, nuevamente, con fuerzas. El Mintur se propone otro récord de 4,2 millones, una previsión de alza del cinco por ciento, que resulta más bien cautelosa.
Como en los años noventa, la industria del ocio vuelve a tomar el título de locomotora de la economía: atrae miradas, comercio e inversiones. El ritmo de construcción se acelera en Cuba en el ámbito hotelero y de instalaciones extrahoteleras. Según el Mintur, el sistema hotelero llegó a 66.547 habitaciones en 2016, tras sumar ese año 2.316 aposentos. En 2017, el país prevé terminar 4.019 nuevas habitaciones y agregar 20.000 antes de 2020. Varios miles suma el sector privado, que ha establecido negocios más estrechos con las empresas estatales y mixtas.
El Director General de Desarrollo e Inversiones de ese organismo, José Reinaldo Daniel Alonso, informó que el desarrollo se centra en La Habana, Varadero, Trinidad, Holguín y la cayería norte del archipiélago cubano.
Los aeropuertos también entran entre las prioridades inversionistas. El gobierno firmó con dos compañías francesas, Bouygues y Aeropuerto de París, acuerdos para ampliar y gestionar, respectivamente, el Aeropuerto Internacional José Martí, de La Habana, entre otros. Récords de pasajeros atendidos y hasta amenazas de colapso en instalaciones aeroportuarias hablan favorablemente de las perspectivas de ese sector y de la urgencia de inversiones.
Llegan los estadounidenses
El flujo de viajeros ha ganado en intensidad después de recibir, en los meses finales del año, permisos de aterrizaje en La Habana los vuelos regulares de ocho aerolíneas de EE.UU. Jet Blue, Delta, American Airlines, United, South West, Alaska, Spirit y Frontier tienen autorizados rutas a 10 ciudades cubanas.
Varias de las más importantes aerolíneas de EEUU recibieron luz verde para aterrizar en La Habana con vuelos regulares.
De acuerdo con la ONEI, los ciudadanos estadounidenses escalaron al tercer mercado emisor de viajeros hacia Cuba en 2016 (detrás de Canadá y la comunidad cubana en el exterior), luego de ocupar el séptimo lugar en 2014. El punto de despegue lo marcó el inicio de conversaciones oficiales entre Washington y La Habana.
Aunque las leyes del bloqueo les prohíben hacer turismo en Cuba, 284.937 estadounidenses viajaron en 2016 (74 por ciento de crecimiento). Viajan al amparo de licencias.
Las aerolíneas y vuelos de ese país enlazan a Cuba con Estados Unidos y con otros mercados emisores de turistas y destinos regionales de la industria del ocio. Constituyen la punta de lanza de un sector empresarial empeñado en reanudar relaciones con La Habana. Pero son también símbolo de algo que está ocurriendo en la economía cubana desde que emprendió la senda hacia la normalización de relaciones entre ambos países.
Detrás de las compañías aéreas de EE.UU. han entrado en el mercado cubano aerolíneas de otros países de Europa, Latinoamérica y Asia, con el beneficio comercial que implica para un sector, el turismo, con potencial para asumir el liderazgo de la economía. Igual está ocurriendo en otros ámbitos de las relaciones externas cubanas.
La afluencia de delegaciones gubernamentales y de hombres de negocios mantuvo en 2016 la intensidad adquirida a partir del 17 de diciembre de 2014, fecha de arrancada de las conversaciones públicas entre La Habana y Washington. Francia y Holanda, dos de los principales socios de Cuba en Europa, y Rusia y China son algunos de los países más activos.
Inversiones extranjeras
Juan Triana es otro economista de renombre que cree posible que el PIB crezca este año dos por ciento, pese a que “una parte de las condiciones y características de la economía nacional que provocaron ese decrecimiento (-0,9 por ciento en 2016) no ha cambiado sustancialmente”.
Pero Triana observa oportunidades que no se aprovechan de manera más eficiente o con mayor agilidad. En su opinión, “el sistema empresarial estatal socialista no logró el dinamismo necesario y las transformaciones iniciadas no han madurado lo suficiente como para dar mejores resultados”.
Una de esas oportunidades mal aprovechadas, pero sobre las que se depositan muchas esperanzas, son las inversiones extranjeras directas (IED). El propio gobierno, en voz de Cabrisas, su ministro de Economía, ha admitido que “la inversión extranjera continúa siendo muy baja en su participación respecto a la inversión total”. Solo representa 6,5 por ciento del plan, informó Cabrisas.
Desde que el Parlamento aprobó en marzo de 2014 la Ley 118, que rige esa actividad, hasta la pasada Feria Internacional de La Habana, en noviembre de 2016, las autoridades solo habían aprobado 83 proyectos con capital foráneo, por un monto total de 1.300 millones de dólares. A juzgar por esa cifra y otros estimados, el país ejecutó en 2016 inversiones extranjeras inferiores a 500 millones de dólares, muy lejos de los 2.000 o 2.500 millones que necesita Cuba, anualmente, según consenso de gobierno y expertos, para lograr un crecimiento del PIB entre cinco y seis por ciento.
La Zona Especial de Desarrollo Mariel es punta de lanza en la estrategia de promover las inversiones extranjeras, pero todavía no se ven los beneficios.
De manera reiterada, el Presidente Raúl Castro ha criticado “la mentalidad obsoleta llena de prejuicios contra la inversión foránea”. Lo dijo en diciembre ante los diputados y en abril en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, reunión que definió políticas y transformaciones cardinales del modelo económico.
Los documentos programáticos aprobados en ese cónclave confirmaron un espacio para las cooperativas industriales y de servicios y dieron luz verde explícitamente a la pequeña y mediana empresas privadas. Triana, sin embargo, observa que “no alcanzamos a integrar en una sola fuerza dirigida al propósito del desarrollo, el crecimiento económico y el bienestar, a todos los agentes económicos”, en referencia a esas estructuras no estatales.
Factores desencadenantes
Como evidenció el intenso tráfico de delegaciones empresariales y gubernamentales a Cuba en 2015 y 2016, ha crecido la curiosidad e interés de europeos, latinoamericanos y asiáticos por la economía de este país. La reacción se desató ante las visitas exploratorias similares de sus rivales de negocios de la primera economía del mundo. También influyen las expectativas de retroceso del bloqueo, que ha sancionado hasta el presente, sin cortapisas, a compañías y bancos de terceros países.
Otro factor estimulante es la estrategia seguida por el gobierno cubano para sanear sus finanzas externas, con el propósito declarado de ganar credibilidad internacional. En 2016, logró reestructurar sus adeudos a mediano y largo plazo con Japón para dar continuidad al acuerdo de renegociación de su deuda externa con el Club de París.
A las inversiones extranjeras y los ingresos cubanos por exportación de bienes y servicios, Cuba busca sumar un acceso a créditos con tasas de interés menos onerosas.
Desde hace años, otra opción para inyectar moneda dura en la economía son las remesas. Aunque no existen cifras precisas, algunos investigadores estiman un ascenso en 2016 a más de 2.000 millones de dólares. Una parte cuantiosa de ese volumen la absorbe como capital de trabajo el sector privado.
La unificación monetaria continúa entre las reformas estructurales que el gobierno no ha logrado implementar todavía, pese a estar programada en los Lineamientos de la política económica y social.
Cambios en juego
El año 2016 no trajo muchas medidas, ni leyes novedosas. Una de las de mayor impacto, la Resolución 6 del Ministerio de Trabajo, llegó en realidad para mejorar el pago por resultados del trabajo en las empresas, que había establecido dos años antes otra norma, la Resolución 17 de ese organismo.
Los informes oficiales indican que ya están presentadas, concebidas o en vías de ejecución la mayoría de las acciones principales del proceso de Actualización del modelo económico y social. El pasado Congreso del PCC añadió nuevos documentos programáticos de los cambios: la Conceptualización del modelo económico y social, las bases de un Plan de Largo Plazo y una renovación de los Lineamientos de la política económica y social.
Al evaluar en abril la marcha del proceso, el ministro de Economía entonces y Jefe de la Comisión Permanente de Implementación y Desarrollo de esas reformas, Marino Murillo, informó al VII Congreso del PCC que de los 313 lineamientos aprobados cinco años antes, solo 21 por ciento se había cumplido totalmente. En fase de implementación se hallaba 77 por ciento. Y el dos por ciento no se había iniciado.
Pero permanecen pendientes transformaciones estructurales básicas, como la unificación monetaria, una nueva ley de empresas y una reforma del sistema de precios más profunda y abarcadora que los ajustes ensayados recientemente en algunos mercados. La economía y la sociedad aguardan, además, por un mejor ritmo en la aplicación de las políticas ya aprobadas. La demora de esos pasos motiva tropiezos, conflictos y polémicas cotidianas.
La dirección política del país afirma que ya ha enseñado casi todas sus cartas. Ahora le queda jugarlas. (2017)
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