J. Bradford DeLong is Professor of Economics at the University of California at Berkeley and a research associate at the National Bureau of Economic Research. He was Deputy Assistant US Treasury Secretary during the Clinton Administration, where he was heavily involved in budget and trade negotiations. His role in designing the bailout of Mexico during the 1994 peso crisis placed him at the forefront of Latin America’s transformation into a region of open economies, and cemented his stature as a leading voice in economic-policy debates.
BERKELEY – En diciembre de 2015, la Reserva Federal de Estados Unidos se embarcó en un ciclo de ajuste monetario al aumentar el rango objetivo para la tasa nominal de corto plazo de los fondos federales en 25 puntos básicos (un cuarto de un punto porcentual). En aquel momento, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC por su sigla en inglés) -el organismo de la Fed que fija la política monetaria- emitió un pronóstico mediano que predecía tres cosas.
Primero, el FOMC indicó que el incremento de la tasa de diciembre de 2015 sería el primero de cinco incrementos similares que haría en el transcurso del año subsiguiente, y el primero de nueve que tendrían lugar, digamos, para septiembre de 2017. Segundo, la tasa de los fondos federales llegaría a 2,25-2,5% en el lapso de tres meses después del incremento de diciembre de 2015. Y, tercero, la medida preferida de presión inflacionaria de la Fed -el índice de precios del gasto en consumo personal (PCE por su sigla en inglés)- estaría en 1,9% por año a esta altura.
Dicho todo esto, el pronóstico del FOMC no pudo concretarse. Si la Fed en verdad aumenta las tasas de interés este mes, habría llevado a cabo sólo cuatro de las nueve alzas de tasas anticipadas. Es más, creía que harían falta nueve alzas de tasas antes del fin del verano (boreal) para mantener la inflación por debajo de su meta de 2% anual. Pero se espera que la inflación aumente a una tasa anual de apenas el 1,5% para el resto de este año, y el año próximo.
En términos de la presión inflacionaria, el pronóstico de la Fed parece haber sobreestimado significativamente la fortaleza de la economía estadounidense. Aún con el cambio de curso de la Fed (ahora aspira a una tasa de los fondos federales que está 1,5 punto porcentual por debajo del plan de diciembre de 2015), la presión inflacionaria sigue siendo relativamente débil. Por cierto, a pesar del impulso económico que implicó el ajuste más lento de las políticas, la tasa de inflación todavía no está por encima de lo que estaba en el período 2013-2014, cuando muchos temían que la Fed no estuviera ofreciendo suficiente estímulo.
Podemos trazar tres conclusiones sobre la situación actual. Primero, la perspectiva de inflación débil de hoy sugiere que las políticas monetarias de la Fed, en combinación con las políticas fiscales, no le están ofreciendo suficiente estímulo a la economía estadounidense -como sucedió en 2013-. Entre los miembros del FOMC, Neel Kashkari, el elocuente presidente del Banco de la Reserva Federal de Minneapolis, es el único que ha disentido, e instó a la Fed a implementar políticas de mayor estímulo.
El punto ciego del FOMC surge del hecho de que se basa más en su evaluación del mercado laboral -que, a su entender, está en un nivel de "pleno empleo" o superior- que en los ruidosos datos de inflación de mes a mes. Pero el "pleno empleo" es una construcción bastante tenue y poco fiable. Ya han pasado 20 años desde que los economistas Douglas Staiger, James Stock y Mark Watson demostraron que los responsables de las políticas de la Fed no deberían confiar tanto en las estimaciones de "pleno empleo". Y aun así, por alguna razón, la comunidad de la Fed no permitió que este mensaje esencial prendiera.
Una segunda conclusión que se puede extraer de la situación actual es que la Fed ahora ha sobreestimado la fortaleza de la economía estadounidense por 11 años consecutivos. La matemática elemental dicta que los pronósticos creíbles deberían por lo menos sobreestimar la mitad del tiempo y subestimar la otra mitad. Si cada año de pronóstico de la Fed fuera un cara o cruz, hoy habríamos tenido once caras seguidas, y ninguna cruz. Las chances de que esto suceda son de una en 2.048.
La Fed claramente necesita analizar de manera exhaustiva su metodología de pronóstico y sus procesos de decisión de políticas monetarias. Debería preguntar si el sistema actual está creando incentivos irresistibles para que los tecnócratas de la Fed asignen mayor valor a sus pronósticos de inflación. Y debería garantizar que los responsables de sus políticas vean la meta del 2% para la inflación anual como un objetivo al que hay que aspirar, en lugar de un techo que hay que evitar.
Una conclusión final es que los dos últimos años han ofrecido aún más datos para respaldar la grave sospecha del ex secretario del Tesoro de Estados Unidos Larry Summers de que las economías del norte global hoy están atrapadas en un estado de "estancamiento secular". Quienes no están de acuerdo, como Kenneth Rogoff de la Universidad de Harvard, nos dicen que todo pronto estará bien y que nadie va a hablar de "estancamiento secular" de aquí a ocho años. Puede ser que tengan razón -pero sólo si la Fed se obliga a sí misma a implementar políticas de estímulo que sean tan radicales como necesarias.
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