Como en una retrospectiva, la salud pública vuelve sobre sus pasos para rescatar los conceptos originales del programa del médico y la enfermera de la familia y fortalecer la atención primaria, pieza clave del sistema. La sobrecarga de trabajo, la aún escasa capacidad resolutiva de los consultorios, el deterioro acumulado en esos locales, y la insuficiente fiscalización de los procesos son factores que obstaculizan la calidad del servicio
Fotos: CLAUDIA RODRÍGUEZ HERRERA
Como alguien cercano, a quien se acude para aliviar los quebrantos del cuerpo o cuando se precisa una palabra de consuelo, han sido en algún momento para los habitantes de esta Isla el médico y la enfermera de la familia. Desde mediados de la década de los años 80 del siglo pasado, e incluso durante los 90, fue realidad cotidiana la presencia de ese ángel guardián, casi confesor, que acompañaba durante las horas más duras o de mayor incertidumbre, y en las de grandes alegrías, como el nacimiento de un hijo.
Ideado y creado por Fidel en 1984, el programa del médico y la enfermera de la familia vino a coronar un sistema de atención primaria que revolucionó la salud pública en Cuba. Durante sus más de 30 años ha tenido momentos de gloria –incluso en el período especial, cuando había que esperar los alumbrones para esterilizar el material–, pero también de retroceso, que debilitaron sus cimientos, como ocurrió a mediados de los años 2000 cuando de un día para otro una población desconcertada vio cerrados un gran número de consultorios.
En un reportaje sobre el tema publicado en BOHEMIA en 2008 con el título: “Salud Pública Cubana: Otra vuelta de rosca”, los periodistas Dixie Edith y Ariel Terrero explicaban que la forma acelerada en que salieron los médicos hacia Venezuela desordenó en 2004 el ritmo de trabajo del sector. Aunque esa no fue la causa principal del deterioro de la atención primaria, sino las fallas de los varios procesos de reorganización asumidos por el Ministerio de Salud Pública (Minsap) para tratar de encaminar la situación, sostuvieron los autores.
En 2010 comenzó otro proceso de transformaciones, del que hoy se dice está en su tercera etapa, con el propósito de mejorar el estado de salud de la población, incrementar la calidad de los servicios y el grado de satisfacción de quienes los reciben, así como lograr la eficiencia y sostenibilidad del sistema sanitario, garantizando a la vez su desarrollo.
Tales cambios incluyen el reordenamiento de los servicios de atención primaria –consultorios y policlínicos– y el rescate de los conceptos fundacionales del mencionado programa. Con la intención de tomar el pulso a tales modificaciones, un equipo de esta revista visitó las provincias de Granma, Sancti Spíritus y La Habana, y centró su mirada en el equipo básico de salud (médico y enfermera de la familia) por ser quienes abren al paciente la puerta de entrada al sistema.
Que el médico de la familia sea el guardián de la salud de la población, como definía Fidel, es una idea que sintetiza la labor de prevención y promoción que debe realizar ese profesional en su radio de acción. Y el punto de partida para eso es la dispensarización: evaluación integral del paciente y de la familia, una vez al año.
Las transformaciones en la Salud son un proceso dinámico que se evalúa continuamente, afirma la doctora Tatiana Durán.
Se trata de una herramienta de trabajo del médico que le permite identificar en su área cuáles son los problemas –biológicos, ambientales, sociales– y definir sus prioridades, explica la doctora Tatiana Durán Morales, jefa del Departamento Nacional de Atención Primaria de Salud (APS) del Minsap.
Aun cuando la funcionaria asegura que en 2017 se dispensarizó al 98 por ciento de la población del país, reconoce que en los controles y auditorías ministeriales, así como en los realizados a nivel provincial y municipal, se han detectado fichas familiares e historias clínicas individuales desactualizadas, lo que indica que esa persona no ha sido vista por el equipo básico de salud en consulta ni en visitas de terreno.
En un sondeo entre un centenar de cubanos de cinco municipios de la capital, y de las provincias de Granma y Sancti Spíritus, BOHEMIA conoció que alrededor del 80 por ciento de los entrevistados, hombres y mujeres mayores de 35 años, asiste en algún momento al consultorio. Sin embargo, al preguntarles si el médico de la familia visita su casa, la mitad de los espirituanos aseguró que no, en tanto opinaron lo mismo el 57 por ciento de los granmenses y el 80 por ciento de los habaneros.
Las características de la población cubana, con alto envejecimiento y cuyas primeras causas de muerte son las enfermedades del corazón, el cáncer y las cerebro-vasculares, hacen de la dispensarización un instrumento cardinal para prevenir tales dolencias, diagnosticarlas de forma oportuna y controlarlas.
Un dato aportado por el doctor Roberto Morales Ojeda, ministro de Salud Pública, en el balance de 2017 de la Dirección Provincial de Salud de La Habana, resulta revelador: en la capital se incrementó el año pasado, comparada con 2016, la mortalidad por diabetes en un 11.6 por ciento y por enfermedades cardiovasculares en un cinco por ciento.
“En medicina preventiva, uno no se puede encasillar”
Hoy un equipo básico de salud atiende hasta 1 500 personas, casi el triple de las que tenía a su cargo en los inicios del programa. En esas condiciones y con un escenario complejo –en el que pesan sobre todo las enfermedades crónicas no transmisibles, pero también añaden presión las situaciones epidemiológicas provocadas por las arbovirosis–, los médicos y enfermeras de la familia, incluso los más dedicados, libran una batalla campal contra el tiempo.
La cifra se fijó, señala la doctora Durán, luego de una evaluación donde se comprobó que con esa cantidad de población el equipo básico podía cumplimentar todas las acciones de salud planificadas a partir de la dispensarización. No obstante, afirma que en la práctica el promedio de habitantes por médico de familia es de 1 050.
Aunque el consenso entre los funcionarios entrevistados es que las tareas encomendadas son realizables si se planifican bien, al pie del consultorio hay quienes piensan diferente.
Con 32 años de experiencia como médico de familia, la doctora espirituana Marisol Martín considera que este profesional sigue muy recargado de tareas. (Foto: VICENTE BRITO).
La doctora Marisol Martín Pérez es fundadora del programa en la provincia de Sancti Spíritus, y con sus 32 años de experiencia afirma de manera categórica que no puede desempeñar todas sus funciones con la profundidad requerida. Para ver un paciente con calidad, ilustra, el médico requiere de 20 a 30 minutos porque hay que hacer un correcto interrogatorio y examen físico, llegar a un diagnóstico, e indicar los estudios complementarios si los necesita. Pormenores que debe registrar en la historia familiar e individual.
“Así uno puede ver en la mañana de ocho a 10 pacientes y la cifra actual ronda los 20. El programa materno-infantil (PAMI) es una preocupación constante. También el control de las arbovirosis demanda mucho trabajo, aun cuando nos apoyamos en líderes informales de la comunidad. Todo el mundo exige por su programa y ejecutando somos dos: la enfermera y yo”.
Ante tales criterios, la doctora Gladys González Vera, especialista de Ginecología y Obstetricia del Policlínico Norte de Sancti Spíritus, encuentra un punto medio. Para ella la clave está en aprovechar la capacidad de la atención primaria para reorganizarse de acuerdo con la situación de salud de cada área.
“Si para un equipo básico de salud el problema es la morbilidad materna, su sistema de trabajo debe dirigirlo a eso. Con la medicina preventiva uno no se puede encasillar”, resume.
Más allá de los esfuerzos que reclama el contexto nacional, hay sitios en los que, por sus peculiaridades, la labor cotidiana –para no hablar de situaciones excepcionales– deviene tarea aún más espinosa. La doctora Liset Castro Piñeiro es residente de primer año de la especialidad de MGI y desde hace tres meses trabaja en el consultorio de Viviendas Campesinas, en las afueras de Bayamo, en Granma.
En los días en que se realizaba este reportaje, exigencias emergentes del PAMI en esa provincia demandaban visitar diariamente a todas las embarazadas de alto riesgo obstétrico y a los niños menores de cuatro meses. Parte de la población que atiende esta profesional radica en tres áreas rurales distantes del consultorio, por lo cual a veces la sorprendía la noche cumpliendo esas funciones.
Junto al trabajo en horas extra, tener que escribir al detalle diariamente todos los procederes médicos en varios registros es otra sobrecarga para esta profesional. Como ella, otros también opinan que “es demasiado el papeleo”.
El doctor espirituano Héctor Hurtado Luna, uno de los primeros médicos de la familia, recuerda los tiempos en que estos profesionales llegaron a contar hasta la población canina del área donde trabajaban. Y asegura que el sistema se ha desburocratizado.
El 9 de febrero último, a las 8:30 a.m., varias pacientes esperaban que abriera sus puertas el consultorio ubicado en calle 29 entre 122 y 124, Marianao. (Foto: ANARAY LORENZO).
Sin embargo, para Zenaida López Fernández, especialista en MGI del municipio de Arroyo Naranjo, con 25 años de servicio en atención primaria, este es el principal escollo cuando habla sobre las complejidades de su día a día. “Hay un poquito de dogma en la forma en que nos están pidiendo los registros. Luego de ver a un paciente tengo que escribir el examen físico general completo, no es solo una actualización, y eso requiere tiempo.
“El proceso se pudiera simplificar y dejar lo que verdaderamente necesitemos para el desempeño de nuestra acción médica. Empleo más tiempo escribiendo que haciendo un ejercicio diagnóstico. Parezco más una escribana que una médico”, concluye.
Para el doctor Luna no se puede perder de vista la importancia de los registros que aportan información para el análisis de la situación de salud y permiten comparar por años cuánto ha impactado la función del médico de la familia en una comunidad.
Tales documentos son, además, un mecanismo para la supervisión y control del funcionamiento del programa, al decir de la profesora Disney González Varela, del Policlínico Norte en Sancti Spíritus, quien agrega: “lo que no se escribe es como si no se hubiera hecho”.
Completando la nómina
En el recorrido por varios consultorios de las provincias visitadas, estas reporteras constataron la presencia del equipo básico de salud en diferentes horarios. Actualmente, existen en el país 10 869 de esas unidades, de las cuales 10 297 cuentan con médico y enfermera. La diferencia, 572, se ubican en el doble de locales (1 144), en la mitad de los cuales prestan servicio una enfermera y el médico; este último, a la vez, alterna su labor en el resto de esos locales donde debe permanecer a tiempo completo una licenciada en Enfermería.
“Estos 572 consultorios se hallan sobre todo en zonas rurales (incluidas las del Plan Turquino), donde hay menos de 300 habitan-tes y no se considera necesario tener un médico en los dos loca-les”, explica la doctora Tatiana Durán.
Directivos del Minsap aseguran que hoy cuentan con los recursos humanos necesarios para ocupar todos los consultorios del país y reservas para sustituirlos cuando salen a hacer otra especialidad o en misiones de colaboración a otras naciones.
La joven doctora Liset Castro confiesa sentirse abrumada por el papeleo que todavía se le exige al médico del consultorio.
El procedimiento para hacer este relevo está bien establecido. Por ejemplo, según explican directivos del sector en la capital, en el caso del profesional que sale de misión debe haber un mínimo de 15 días, desde la citación hasta la partida, que permita familiarizar al sustituto con su área de salud. Algo que no siempre ocurre.
En la base de datos del Policlínico Julián Grimau, en el municipio de Arroyo Naranjo, hay seis médicos en espera de ser llamados como colaboradores. Su director, doctor Mario Calzadilla Matos, desea que la noticia le llegue con el tiempo suficiente para explicarle a la comunidad que va a ser atendida por otro doctor y familiarizarla con él. “Normalmente recibo el aviso una semana antes, y a veces es el propio médico quien me informa que al día siguiente debe estar en el punto de concentración”, subraya.
Para Adys Rivero Benítez, de 62 años y vecina de Santa Amalia, en la capital, la información oportuna se agradece mucho. “A finales de 2016 estuvimos tres meses sin médico. Venían, se iban, y nadie sabía por qué. Por suerte, ya no es así”, declara.
Recuperar la confianza
El 7 de febrero último, al mediodía, Carlos Torres Torres llegó al cuerpo de guardia del policlínico Joaquín Albarrán, del municipio de Centro Habana, con un fuerte dolor de cabeza. Mientras esperaba su turno narró que antes había acudido al consultorio, preocupado porque meses atrás le habían detectado un coágulo en el cerebro. Pero luego de aguardar allí media hora decidió recurrir al policlínico, donde para mayor fatalidad funcionaba una sola consulta y también estuvo esperando un largo rato.
Cuando estas reporteras preguntaron al doctor que la ocupaba por qué el otro local estaba cerrado, respondió que el médico saliente de guardia se había llevado por error la llave para su casa. Tales negligencias y maltratos suman razones para que muchos prefieran acudir al hospital ante cualquier malestar, alejando así la aspiración del Minsap de solucionar más del 70 por ciento de los problemas de salud de la población en la atención primaria.
Lograr que más del 70 por ciento de los problemas de salud de la población sean resueltos en la atención primaria es uno de los propósitos de las transformaciones en el sector.
No obstante, estadísticas de ese ministerio arrojan que en 2017 en los consultorios y policlínicos del país fueron realizadas 4 905 448 consultas más que en 2016. Este incremento se debe, según afirma la doctora Tatiana Durán, al completamiento de todos los consultorios con médico y enfermera, y al mayor número de consultas en los policlínicos a cargo de especialistas de los hospitales.
Sin embargo –según dijo recientemente el ministro del ramo–, todavía más del 70 por ciento de los casos vistos en los cuerpos de guardia de los hospitales clasifican como código verde, es decir, debieron ser atendidos y sus problemas resueltos en la atención primaria.
Para invertir esa relación se impone recuperar la resolutividad que un día tuvieron los consultorios, uno de los actuales retos del sistema. Con este fin –apunta la doctora Durán–, se les ha entregado, además del stock de medicamentos y el quid diagnóstico para la prueba citológica, recursos para sutura, así como mobiliario clínico y no clínico, entre otros medios.
En determinados entornos esa resolutividad cobra mayor importancia. Bien lo sabe Ana Álvarez Bandón, enfermera del consultorio de la comunidad rural Entronque de Guasimal, a 10 kilómetros de la cabecera municipal de Sancti Spíritus.
Relata que entre la población que atiende hay muchos asmáticos y aún espera que le sustituyan el manómetro del balón de oxígeno, roto desde hace seis meses. “El director del policlínico Sur lo sabe. La respuesta que recibí es que iban a traer otro y estamos esperando”, dice la seño.
Igualmente vitales para la población cubana, con alta incidencia de hipertensión arterial, son los esfigmomanómetros. Sin embargo, su mala calidad estuvo entre las preocupaciones de los trabajadores del sector recogidas en 2017 por el sindicato que los agrupa.
En el consultorio de la comunidad rural Entronque de Guasimal, en Sancti Spíritus, es atendido un alto número de pacientes, pues la población supera los 1 500 habitantes. (Foto: VICENTE BRITO).
En Sancti Spíritus, la doctora Tatiana Viera Gil, directora del policlínico Norte, refiere que en 2017 llegaron a Electromedicina –entidad reparadora– una buena cantidad de estos aparatos que no tenían ni un año de explotación, por lo que varios médicos tuvieron que compartir el equipo o remitir a los pacientes al cuerpo de guardia del policlínico.
Estas complicaciones también afloraron en Granma. Allí la estrategia fue garantizar al menos un esfigmomanómetro en instituciones como los cuerpos de guardia de los policlínicos, y en los consultorios de difícil acceso, explica la doctora Elba Cabrales Riquenes, subdirectora de asistencia médica en la provincia.
Lograr que en la atención primaria sean resueltos la mayor parte de los problemas de salud de la población es una meta alta. La doctora Gladys González, con varios años de experiencia profesional, sostiene que para avanzar por ese camino hay que darle al médico de la familia el protagonismo que tiene.
“Estamos trabajando para que de verdad el programa sea integral. Pero eso no es que el médico de la familia envíe al paciente a la consulta de medicina interna, es que él sepa lo suficiente como para negociar con el clínico cuál es el mejor tratamiento. Que lleve a la consulta de angiología el problema grave, no la várice simple. La integralidad da calidad, pero eso requiere estudio, preparación, si no ese médico se convierte en un semáforo: tú para dermatología, tú para ginecología… Y los profesores no pueden cansarse de enseñar, de motivarlos”.
El consultorio de la enfermera María Cristina Moya Clark, en Marianao, fue cerrado en julio de 2015. Recientemente, comenzaron a repararlo, pero muy lentamente.
La buena práctica médica requiere sapiencia, y también un sistema administrativo que trabaje con precisión quirúrgica. En este camino de organización, planificación y control de procesos, el Grupo Básico de Trabajo (GBT), eslabón que enlaza el consultorio con el policlínico, tiene una responsabilidad fundamental.
Este equipo debe contar con un especialista en MGI, profesores de medicina interna, ginecobstetricia, pediatría, psicología, higiene y epidemiología, enfermería, un trabajador social, entre otros profesionales que tributan a la atención integral del paciente y al buen desempeño de los 20 consultorios que como norma tienen a su cargo.
Las funciones de esos especialistas trascienden lo meramente asistencial (interconsultas que ofrecen en los consultorios junto con el médico y la enfermera de la familia), para abarcar tareas docentes, investigativas, administrativas y de control. Un ejercicio de integralidad que no todos logran realizar con la misma profundidad, según admiten directivos del Minsap.
El desempeño de esta estructura, obviamente, tiene un impacto directo en los indicadores de salud de la población que atiende. La provincia de Granma lo evidenció durante 2017, cuando mostró una tasa de mortalidad infantil de 4.7, por encima de la media nacional, fijada en cuatro. En términos médicos ese resultado fue asociado, mayormente, a los nacimientos prematuros, y estos, a su vez, a un deficiente trabajo con los factores de riesgo, según la doctora Elba Cabrales Riquenes, subdirectora de asistencia médica del territorio.
Una de las funciones del médico y la enfermera de la familia es la búsqueda activa de aquella morbilidad que puede o no existir, y eso se garantiza en la labor de terreno.
La doctora Cabrales subraya la falta de sistematicidad en el control y fiscalización de los procesos que deben realizar los GBT. “También hay dificultades con el cumplimiento por parte de esos especialistas de los protocolos de actuación, los cuales están bien establecidos y mejoran la atención al paciente”, acota.
El continuo seguimiento a la labor de los consultorios por parte de esos profesores es una de las herramientas más efectivas con que cuenta el programa. Para el doctor Reinol García Moreiro, director provincial de Salud de La Habana, en este acompañamiento deben priorizarse las nuevas generaciones, más aún en provincias que muestren un escenario similar al de la capital, donde el 50 por ciento de los médicos de los equipos básicos son residentes, señaló en el balance de 2017 de este territorio.
Contar con todos sus expertos es cardinal para que el GBT desarrolle sus funciones con eficiencia, algo que no siempre se comporta de forma estable. Frente a esa eventualidad cada territorio elabora su estrategia. En Sancti Spíritus fue necesario impulsar un plan de formación de especialistas en aquellas disciplinas con mayor déficit, como ginecobstetricia, pediatría y medicina interna.
Otros territorios, como La Habana, donde falta un pediatra, obstetra o ginecobstetra en 38 de los 145 GBT existentes, recurren a la opción de emplear médicos generales integrales certificados en esas especialidades para llenar el vacío.
Prever y manejar situaciones como esta es competencia de los cuadros de dirección, cuya estabilidad y preparación es hoy otra de las carencias de la atención primaria, declara a BOHEMIA la doctora Tatiana Durán. “Hay quienes asumen las responsabilidades con voluntad, pero sin las herramientas para conducir los procesos. Para su capacitación existe un diplomado de gerencia, pero no es suficiente, por lo que hace algunos años se retomó la especialidad de administración de salud, que nunca debió perderse”.
Con el objetivo de recuperar la resolutividad de los consultorios se les entrega de forma sistemática un stock de medicamentos, entre otros recursos.
Muestra de esa fluctuación es que del total de directores de policlínicos en La Habana, el 23 por ciento tiene menos de seis meses en el cargo, según refiere la jefa de la sección de APS en el territorio. “Se trata de cuadros jóvenes a los que hay que preparar de forma continua”.
Sancti Spíritus no escapa a estas fisuras en la cadena de mando de los policlínicos, según el director provincial de Salud, doctor Manuel Rivero Abella. “Donde tenemos directores bien formados, y estables, los resultados son mejores. Dentro del sistema hay personas muy inteligentes, pero que desean hacer ciencia y no quieren dedicarse a lo administrativo, que también es una ciencia”.
Para tener el médico en casa
El doctor Santiago Badía González recuerda las dificultades de los años 90, cuando era médico de la familia y debía esperar por los “alumbrones” para esterilizar el material. Pero tenía una ventaja para su labor cotidiana: vivía en la comunidad. “Eso es preciso rescatarlo porque si no se distorsiona el programa”, expresa el secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud.
Esa premisa original comenzó a debilitarse –rememoran directivos del sector– cuando en los años del período especial se dejaron de edificar consultorios típicos. Luego, no pocas viviendas construidas para el equipo básico fueron ocupadas por otras personas del sector o ajenas al mismo.
Ante la urgencia de reconquistar el espacio perdido, el Minsap trabaja con los gobiernos provinciales para que los nuevos consultorios, identificados como necesarios en el proceso de transformaciones, incluyan la vivienda del médico y la enfermera, informa la doctora Tatiana Durán.
En el consultorio ubicado en 29 y 142, en Marianao, el día que iba a ser entregada la obra, los contratistas todavía se encontraban atareados en labores de plomería.
“Hay provincias, aclara, en las que quizás existe el terreno para construir el módulo original, pero en La Habana, por ejemplo, la modalidad es ubicar el consultorio y las viviendas en los edificios de las nuevas urbanizaciones donde está creciendo la población”. Con ese concepto se abrió, en 2017, el consultorio de la comunidad Roble-Hata, en Guanabacoa, por citar un caso.
En Sancti Spíritus se rehabilita un grupo de viviendas con ese fin y se han recuperado las ocupadas por personas que no trabajan en el consultorio. Actualmente, en esa provincia más del 50 por ciento de los médicos viven en la comunidad, asevera el doctor Héctor Hurtado Luna.
Mientras, en Granma, existen alrededor de 400 consultorios típicos y se concentran mayormente en las zonas rurales. En áreas urbanas, como Manzanillo, no llegan a 50 las estructuras que siguen el prototipo original.
Los vecinos que reciben atención en el consultorio 22 del reparto Ojeda, en Bayamo –donde tampoco abundan estas edificaciones–, son afortunados. Allí, desde 1988, vive y trabaja la licenciada en Enfermería Olga Bernal Hidalgo. Residir en la comunidad, dice, facilita su labor preventiva. “Las adolescentes, por ejemplo, se acercan a preguntarme sobre enfermedades de transmisión sexual y a veces me cuentan cosas que no quieren decir a sus padres”.
La labor educativa del médico de la familia con los más jóvenes es esencial para formar hábitos y estilos de vida saludables.
Esa confianza con el paciente repercute positivamente en el estado de salud de la población, opina la doctora Elgis Valdés Taset, quien labora hace 15 años en dicho consultorio.
Al otro extremo del país, en La Habana, las cifras parecen ser más alentadoras: 826 consultorios tienen casa del médico y de la enfermera, y 815 solo la vivienda del médico. Esto representa un 82 por ciento del total de equipos básicos de salud con posibilidades de vivir en la comunidad, aseguran funcionarios de la Dirección Provincial de Salud.
Sin embargo, durante el recorrido por algunos municipios este equipo periodístico se percató de que varias de estas estructuras típicas se encontraban en desuso, mayormente por estar sometidas a largas reparaciones.
Tal es el caso del consultorio de la doctora Yanet Martínez Fortún-Diego, en Marianao, cerrado desde febrero de 2013. Durante este tiempo la instalación fue habitada ilegalmente y hasta sufrió un pequeño incendio. El día de nuestra visita, viernes 9 de febrero, finalmente iba a ser entregada para su uso, a pesar de que los contratistas todavía se encontraban atareados en labores de plomería.
Angustias compartidas
Paredes agrietadas, humedad y filtraciones en los techos son imágenes recurrentes en consultorios del país y confirman el deterioro en que se sumieron estos locales. Revertir esta situación es una prioridad ministerial desde hace años, apunta la doctora Tatiana Durán. En 2017, como parte del proceso inversionista en el sector, se reparó aproximadamente un 11 por ciento de esas unidades a nivel nacional.
Durante el año pasado en la provincia de Granma el programa de reparaciones abarcó 108 consultorios, pero no incluyó algunos de los más críticos. El del poblado granmense de Viviendas Campesinas, en muy mal estado, vio pasar hace mucho el momento en que se podía reparar. “Esto con el primer mandarriazo se cae”, confirma una de las enfermeras del local.
Con escasa ventilación e iluminación, y sin baño, el equipo básico del consultorio de la comunidad rural Viviendas Campesinas, en Granma, intenta hacer su labor lo mejor posible.
Sin apenas ventilación, luz o un lugar apropiado para sentar a los pacientes que se amontonan en la entrada, el equipo básico intenta hacer su labor lo mejor posible. “El baño se cayó a principios de 2017, lo informamos y vinieron rápido, pero no se ha resuelto. Las mismas embarazadas que vienen a consulta, y necesitan usarlo con frecuencia, no pueden”, cuenta Dayamí Meriño Verdecia, licenciada en Enfermería con 31 años de experiencia, gran parte de los cuales ha permanecido junto a esta comunidad.
Otra causa de inconformidad entre la población, principalmente en Granma y La Habana, son los locales compartidos por dos o más equipos básicos de salud. Ya sea por una cantidad insuficiente de espacios o por reparaciones prolongadas, esta eventualidad es más común de lo que debiera. En el mencionado territorio oriental, aunque sus directivos aseguran que la situación ha mejorado en relación con años anteriores, todavía necesitan 51 locales, y este año prevén resolver alrededor de 10 en Bayamo y Manzanillo.
En La Habana hay 187 locales compartidos. De estos, en 172 funcionan dos equipos básicos, en ocho trabajan tres, y en siete, cuatro. La dinámica de trabajo es que unos realicen la consulta por la mañana y otros por la tarde, alternando con la actividad de terreno. El panorama del policlínico Joaquín Albarrán, en Centro Habana, resulta particularmente ilustrativo. “Tenemos 27 consultorios distribuidos en 12 locales”, comenta Mabel Rente Perera, vicedirectora de asistencia médica, y agrega que representantes del gobierno municipal conocen esta preocupación y han dicho que solucionarla está dentro de sus proyectos.
Que varios equipos básicos compartan el mismo sitio es otro inconveniente para la calidad asistencial. El consultorio de la enfermera María Cristina Moya Clark, en el municipio de Marianao, fue cerrado por problemas con la fosa en julio de 2015. Desde ese momento comparte local con otro equipo básico del área. La nueva ubicación, un poco más distante, supone un percance cotidiano para una población envejecida a la que le cuesta desplazarse. “Van pero con menos frecuencia, mayormente cuando necesitan recetas o renovar la dieta”, refiere María Cristina.
La opción de que varios equipos básicos de salud compartan el mismo local es una salida emergente ante la necesidad de consultorios.
Y no solo este grupo etario ha mostrado su descontento. Dayana Silva Crespo, joven madre de una niña de cuatro meses y vecina de la localidad, nos dice exaltada: “Hace falta que reparen ese consultorio, en el otro hay que estar apretados y no se puede hablar nada porque todo el mundo se entera. Cuando va la pediatra los niños de los dos consultorios están metidos ahí. A veces te pasas el día entero y no puedes consultarte”.
Pero, al parecer, el reclamo aún va a demorar en ser atendido, pues hace apenas un mes comenzaron las labores que preceden a este tipo de reparaciones: cal en las paredes y tareas de excavación.
A unas cuadras, la doctora Yanet Martínez Fortún-Diego y su compañera de local tratan de organizarse como está orientado, una por la mañana y otra por la tarde, pero no siempre es posible. “A veces, cuando hay muchas personas –hemos llegado a atender hasta 50 pacientes– estamos las dos en el mismo horario y procuramos siempre cuidar la privacidad”.
Es cierto que rearmar desde sus cimientos un programa con tantas piezas, requiere tiempo, sistematicidad y recursos. Sin embargo, soluciones que pudieran llegar en un mes, no deben tardar años.
La experiencia del médico y la enfermera de la familia, por su diseño enfocado en la prevención distingue a la atención médica de la Isla. Razón de peso para fijar cada nuevo avance a fin de que recobre la vitalidad y preminencia que un día tuvo, máxime cuando lo que está en juego es mantener e incluso mejorar los indicadores de salud que hoy muestra Cuba.
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