Surgido en 1994, el mercado agropecuario cubano ha experimentado varias transformaciones y busca perfeccionarse; sin embargo, sigue mostrando dificultades que limitan el acceso de la población a los alimentos que oferta.
Se necesitan medidas que incentiven aumento de la productividad. Foto: Jorge Luis Baños_IPS
Con la actualización del modelo económico cubano, proceso iniciado oficialmente en 2011, el sector de la producción agrícola ha sido uno de los priorizados en aras de aumentar los niveles de producción nacional de alimentos y garantizar un mayor acceso a estos por parte de la población. Igualmente, se trata de accionar sobre la calidad de las producciones y la autonomía de los principales productores. En los últimos años se han implementado medidas en pos de dinamizar la producción agropecuaria. Entre ellas, varias dirigidas a transformar la comercialización de productos agropecuarios con la intención de disminuir la intermediación y lograr mejores precios para los productores agropecuarios y los consumidores.
No obstante, para llegar a la comercialización es imprescindible haber producido antes lo que se llevará a este destino. Como uno de los propósitos fundamentales de las transformaciones en el sector agropecuario es incrementar la producción agrícola, la medida a la que más se le ha apostado es a la entrega de tierras ociosas en usufructo al campesinado y cooperativas en condición de usufructo.
Las estadísticas oficiales reflejan un incremento en muchas de las producciones agropecuarias entre 2006 y 2017. Se toma 2006 como base, porque se considera que el proceso de actualización del agro cubano inició con el discurso del General de Ejército Raúl Castro el 26 de julio de 2007. Aunque se ha verificado una expansión productiva, todavía en algunos rubros agropecuarios los volúmenes distan de los alcanzados a finales de la década de los ochenta, antes de la crisis de los noventa. Tal es el caso de la mayoría de los productos de la ganadería (las únicas excepciones de este grupo son la carne de cerdo y los huevos) y el arroz, que es el cereal fundamental en la dieta de la población cubana (ver tabla 1).
Fuente: Anuarios Estadísticos de Cuba 1989, 2007 y 2017.
Para que la producción crezca, es importante expandir el área aprovechada, pero ese no es el único factor: se necesitan semillas (la gran mayoría importadas), fertilizantes y otros medios químicos, y en su lugar o complementariamente abonos de tipo orgánico y medios de lucha biológica contra plagas y enfermedades, así como maquinaria e implementos. No solo la entrega de tierras es importante, hace falta complementarla con inversión e insumos, que no crecen como se necesitaría. El mercado de insumos, que es una de las transformaciones que se anunciaba en los lineamientos, se abrió solo de manera experimental en la Isla de la Juventud, sin conocerse en detalles el devenir de esta experiencia. En el resto del país, se han liberado ciertos insumos, pero la satisfacción del sector campesino es baja, ya que los precios son elevados, no se corresponden con la calidad, la oferta es poco diversa e inestable.
Aunque las medidas han tenido algún impacto en términos de volúmenes productivos, los precios de los alimentos en los mercados agropecuarios han aumentado, contrario a lo que cabría esperarse (ver gráfico 1). Las causas de esta resistencia a la baja son múltiples y entre estas se encuentra el hecho de que la oferta en los mercados agropecuarios no se ha incrementado de igual manera que la producción.
Gráfico 1. Dinámica de los precios en los mercados agropecuarios (2006=1,0)
Nota: P es el precio, Q es la cantidad vendida, en ambos casos seguidos del momento temporal (t el año que corresponda y 2006 el año base de comparación); S1 es el primer semestre de 2018.
Fuente: elaboración propia a partir de Ventas en el mercado agropecuario, enero-diciembre de 2006 a 2011; Ventas de productos agropecuarios. Indicadores seleccionados, enero-diciembre 2012-2017; Ventas de productos agropecuarios. Indicadores seleccionados, enero-junio 2018.
En nuestro país, la oferta en los mercados agropecuarios se satisface fundamentalmente a partir de producción nacional, pero ese no es el único destino de esa producción. Los posibles destinos de la producción nacional de alimentos son: las ventas contratadas (a la entidad de acopio estatal), las ventas a trabajadores (de las propias entidades agropecuarias) y el autoconsumo (productos que dejan para su propio consumo), y los llamados “otros destinos” (que se definen de manera residual, como todo lo que no está en los destinos anteriores y en las ventas al mercado agropecuario). Los alimentos con destino al consumo social (que se dirigen a los almuerzos y meriendas escolares, a los hospitales, a los hogares de ancianos y otras instituciones de carácter social), así como los que se canalizan a la alimentación pública (gastronomía y comedores obreros), se obtienen a partir de las ventas contratadas, aunque en los últimos años se ha favorecido también la conexión directa entre los productores de alimentos y esos destinos.
Recientemente, las ventas a algunos de los destinos que no son precisamente el mercado agropecuario han sido estimuladas de manera especial: por ejemplo, las ventas directas de los productores agropecuarios al turismo (para sustitución de importaciones en esa actividad), las ventas con destino a los programas de sustitución de importaciones (fundamentalmente en el caso de los granos, como el arroz y el frijol, que se importan en grandes cantidades para satisfacer el compromiso de venta de alimentos a la población por el estado a través de la libreta de racionamiento) y las ventas directas de productores agropecuarios a instituciones del consumo social (por ejemplo, instituciones cuya demanda de alimentos clasifica dentro del consumo social tienen hoy la posibilidad de establecer contratos directos con cooperativas que las abastecen de productos frescos para elaborar en sus comedores).
En adición a estas demandas que han venido creciendo, está la demanda que se genera a partir del sector de trabajadores por cuenta propia y cooperativas no agropecuarias que se encuentra en expansión, entre los cuales son más numerosos los negocios que se dedican a la restauración y elaboración de alimentos. Las compras de alimentos por estos negocios se realizan en los mercados agropecuarios minoristas a los que asiste el resto de la población, compitiendo con la demanda de estos productos y con la ventaja que les da disponer de mayores presupuestos para estas compras.
A partir de las estadísticas disponibles (solo hasta 2013) se observa que, si bien la producción ha crecido, ciertos destinos de la producción han crecido con mayor dinámica que la propia producción y también más que el destino “ventas en los mercados agropecuarios”. Esos destinos de mayor crecimiento son las ventas a trabajadores y autoconsumo, y los llamados “otros destinos” (ver gráfico 2).
Gráfico 2. Composición de la producción agrícola y dinámica de las partes: tubérculos y raíces, y hortalizas
Fuente: Elaboración propia a partir de Anuarios Estadísticos de Cuba 2007 y 2013; Sector Agropecuario. Indicadores Seleccionados, 2007 y 2013.
En relación con la formación de precios en los mercados, es el “choque” de la oferta con la demanda (es decir, la interacción entre oferentes y demandantes en los mercados) el que decide en última instancia cuál será el precio que prevalecerá. Los costos de producción solo constituyen la cota que decide si un agente se incorpora o no al negocio. Es obvio que si el costo es superior al precio de mercado, el agente no tiene posibilidades de sostener una operación rentable. Cuando la economía es abierta al exterior y la oferta en los mercados se abastece también de productos importados, por lo general el precio de referencia es el precio internacional de los productos. Obviamente, si el régimen comercial es proteccionista y se implementan aranceles, la referencia será el precio internacional más el arancel.
En nuestro contexto, para la formación de precios de los productos que se transan en los mercados agropecuarios no existen apenas referencias, pues el país no realiza importaciones competitivas para abastecer esos mercados. El punto de comparación más cercano es el precio de sus similares en la red de mercados en divisas, que contiene un importante impuesto sobre su nivel internacional. Esos precios también constituyen una referencia para la valoración de la canasta de consumo de los agentes que se desenvuelven en toda la cadena de valor de los alimentos (desde los agricultores, pasando por los transportistas hasta los comerciantes). Recientemente comenzamos a asistir a un movimiento a la baja de esos precios, lo que sin dudas ayudará a que descienda el nivel general de precios de los alimentos. Sin embargo, todavía hay reservas para seguir disminuyendo.
Finalmente, sobre el asunto de topar los precios, esto solo puede conducir al agotamiento rápido de las existencias si no hay suficiente oferta, ya que se va a vender, probablemente, por debajo del precio de equilibrio y, por lo tanto, la tendencia que prevalecerá será el desabastecimiento de los mercados, el mayor acaparamiento para su venta en el mercado negro, las colas por la captura de los productos y la peor parte la llevarán los que trabajen en un horario fijo, que casi siempre coincide con el horario de funcionamiento de los mercados.
Los precios siguen altos en los mercados agropecuarios.Foto: Tomada de Juventud Rebelde
Por otra parte, las estadísticas sobre producción nacional se componen de aquella parte de la producción que se destina a la venta en algún espacio mercantil, pero también comprenden la parte de la producción que se realiza en “patios y parcelas”. Esta es una fuente productiva que también ha tenido un aumento importante en los últimos años y sobre la que no podemos asegurar su destino sea abastecer de algún tipo de mercado.
En fin, que se verifica por un lado una producción creciente, pero unas ventas al mercado agropecuario que no crecen con igual dinamismo y una demanda que presumiblemente crece mucho más rápido. Así es como logra explicarse que aun con un crecimiento productivo también ocurra un crecimiento de los precios. Son varias cosas las que están cambiando al mismo tiempo y el resultado final depende de las velocidades de cambio de cada una de las partes: la oferta y la demanda.
Por demás, estas cuestiones hay que abordarlas con enfoque sistémico y de cadena de valor, que parte del eslabón de la producción hasta llegar a los diferentes tipos de mercado agropecuario en el eslabón del comercio al detalle, pasando por los servicios de transporte para hacer llegar el producto al comercio mayorista y del mayorista al minorista, junto a muchos otros servicios que podrían asociarse a estas ventas.
Así, no basta con poner recursos para dinamizar la producción, si el resto de los eslabones de la cadena no se desarrollan en la misma medida, porque inmediatamente se convierten en cuellos de botella y en límites para el desenvolvimiento del resto. Un ejemplo de esto es el transporte. El producto agropecuario “no vale en la finca”, tiene que ser trasladado al mercado para que pueda satisfacer alguna demanda. Si hay escasez de medios de transporte, ello se convierte en una fuente de “poder de mercado”. Aquellos que disponen de un medio son los que controlan el abastecimiento. En los contextos en que la realización de la producción ocurre a través del mercado, el agente que está en posición dominante tiene la ventaja de poder fijar precios, lo que le permite ganar mucho con relativamente poco volumen de ventas físicas.
Esto sucede también con la organización misma del eslabón minorista de esta cadena, el mercado agropecuario. Las cantidades que se venden en esos mercados, por lo general, no rebasan el 10 por ciento de las producciones agropecuarias, por lo que se puede afirmar que se trata de un mercado marginal (quiere decir que los volúmenes que mueve son pequeños). En este tipo de organización, el precio resulta fundamentalmente determinado por la demanda, que lo presiona al alza. Es tan “estrecha” la oferta, que siempre hay alguien capaz de ofrecer un alto precio para asegurarse el suministro.
La división del trabajo entre diferentes eslabones de la cadena de valor es algo natural, que permite obtener una mayor productividad. La incorporación de intermediarios, siempre que ellos agreguen valor al producto, no tiene por qué ser perjudicial. El asunto siempre reside en mantener la actividad abierta a la competencia y, sobre todo, en ofrecer condiciones para que pueda emerger esa competencia. Por ejemplo, si se abre la actividad de transporte, pero la disponibilidad de medios es escasa y no hay cómo invertir en la adquisición de nuevos medios, es muy probable que el precio del servicio sea caro y que los que poseen estos medios salgan beneficiados.
En la actualidad, la tendencia mundial es conseguir una conexión más expedita entre productores de alimentos y el eslabón minorista de la cadena; sin embargo, ello no quiere decir que desaparezcan las funciones que antes realizaban los intermediarios, sino que el productor es capaz de asumirlas porque tiene recursos para hacerlo. Es decir, porque ha crecido. ¿Son estas las condiciones que prevalecen en nuestro país? Evidentemente, no.
Después de este recorrido, se considera que lo más sensato y perentorio en nuestras condiciones es concentrar más las transformaciones en el sector de la producción que en el de la circulación. Se trata de promover medidas que conduzcan a un aumento de la productividad de nuestro sector agropecuario, combinadas con los adecuados incentivos para que esa producción sea comercializada a través de los mercados, y que no siga otros cauces. (2018).
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