Por Rafael Alhama Belamaric
Para coadyuvar a los debates, discusiones, planteamientos y criterios, que se suscitan a diario, tanto teóricos como prácticos, a raíz de las propuestas de transformaciones, y que seguramente seguirán motivando el necesario enriquecimiento de las ideas y conceptos propios, que lamentablemente o se desconocen o se aminoran frente a los de “fuera”, una costumbre enraizada durante décadas, pongo a disposición de los interesados algunas páginas seleccionadas del libro “Cuba propiedad social y construcción socialista”, de la Editorial de Ciencias Sociales, 2012 de la autoría de Jesús García Brigos, Rafael Alhama Belamaric, Roberto Lima Ferrer y Daniel Raful Pineda, que ya cuenta casi diez años. Fue un resultado temprano de un proyecto de investigación del Instituto de Filosofía y cuatro años de arduo trabajo sobre temas fundamentales, ayer y hoy. Aparecen algunos momentos históricos y de propuestas que ya forman parte de las experiencias históricas, desatendidas en su momento, y no siempre ni conocidas ni mucho menos asimiladas. El libro contiene casi 800 notas y referencias, y una bibliografía de más de 700 autores y obras.
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“Las características del modelo soviético de economía eran más fielmente
reflejadas en el modelo teórico de Dobb y Sweezy. Estas características no
cambiaron luego de la llamada discusión acerca de las ganancias, que se inició
a raíz de un artículo en Pravda de E.G. Lieberman en septiembre de 1962[i].
En tanto en Europa del Este, las reformas económicas realizadas en 1965 en
Yugoslavia la llevaron decisivamente hacia un modelo de socialismo de mercado
descentralizado, sobre la base de la práctica de la autogestión obrera adoptada a partir de 1950 en este país,
independiente del control político soviético, y las consiguientes divergencias,
con las ya conocidas consecuencias, no sólo para las relaciones entre los dos
países, sino para todo el movimiento comunista internacional.
En Checoslovaquia las reformas
económicas de 1965-1968 fueron más allá de reformas adoptadas incluso en la
URSS en esos años, que incluyeron la formación elástica de los precios, y
comenzaron a manifestarse vinculando a
ellas demandas de democratización políticas.
En la cumbre del movimiento de reformas checo, durante la Primavera de
Praga, utilizado por los que más allá de cambios que perfeccionaran el
socialismo buscaban su desaparición, la intervención militar soviética paralizó
y revirtió el movimiento de reformas. Tuvieron en esta época lugar también las
reformas económicas en Hungría desde los inicios de 1968, las cuales
excepcionalmente subsistieron como tales dentro del campo socialista –
recordemos que ya Yugoslavia estaba fuera del CAME, aún cuando posterior a la
muerte de Stalin en 1953 comienza un proceso de acercamiento con la URSS y el
CAME-, en tanto ellas no se desarrollaron en demandas de reformas políticas[ii].
Los argumentos teóricos a favor del socialismo
de mercado continuaron forjándose al calor de los movimientos de reforma en
el Este de Europa, junto con las críticas al modelo soviético de economía
centralmente planificada. Tales argumentos ganaron fuerza en la medida que empezó y se profundizó el
desmoronamiento y la crisis de las economías de Europa del Este y la Unión
Soviética, “preparando” teóricamente las transformaciones ocurridas ya a partir
de comienzos de los 80, que concluyeron finalmente en la desintegración de la
URSS.
Entre sus mas destacados representantes se encuentran el polaco Wlodimerz Bruss, el húngaro Janos
Kornai, el checoslovaco R. Selucky, y el
británico Alec Nove.
De tal
modo que, entrando en la década de los 70 del siglo XX, ocurren
importantes cambios, “cambios” que es necesario poner entre comillas.
En el pensamiento social más allá de la estricta disciplinariedad de la
economía política, se abandonan de un plumazo las categorías críticas de
estirpe marxista que cuestionan el fetichismo de la sociedad mercantil
capitalista.
Al decir de Kohan. “Salvo
contadísimas y honrosas excepciones que hoy vale la pena releer y recuperar, en
la mayor parte de la literatura filosófica europea aparecida con posterioridad
al mayo francés, puede rastrearse una progresiva e ininterrumpida desaparición
de referencias a la teoría marxiana del fetichismo (y de su antecedente
juvenil, la teoría crítica de la alineación).” [iii]
Pero como Kohan señala:“.. . (. .)…
la teoría crítica del fetichismo puede sernos de gran ayuda a la hora de
comprender y explicar esa prolongada segmentación y fragmentación que todavía
hoy debilita la rebeldía popular y neutraliza las protestas contra el sistema
capitalista. Esta teoría cuenta en su haber con toda una sedimentación
acumulada de reflexiones sociológicas y filosóficas y experiencias políticas a
lo largo de varias generaciones de revolucionarios” (…) “No obstante, durante las últimas décadas
esta teoría crítica no ha gozado de “buena prensa” ni de prestigio académico en
el mundo de la intelectualidad oficial. ¿Una casualidad? Creemos que no”. [iv]
Salvo excepciones, y a partir de la década de los 70, las preocupaciones y
el discurso cambian. Desparecen las referencias a las concepciones de Marx
acerca del fetichismo de la mercancía, y de su antecedente “juvenil”, la teoría
crítica de la alineación, y se
privilegia el reformismo, con nueva vestimenta que elude la confrontación
directa, la plataforma de cambios sin cambiar nada esencial, desapareciendo
la acumulación de reflexiones sociológicas y filosóficas, así como de
experiencias políticas, lo que conduce a las actuales debilidades teóricas, y a
la debilidades de las protestas populares contra el sistema capitalista.
El tratamiento del sujeto marxista en su vínculo con el del fetichismo de la mercancía, constituye
un paso obligado para el desarrollo de las bases de una nueva sociedad. Como
señala Kohan: “El sujeto del marxismo no es el sujeto cartesiano individual,
propietario burgués de mercancías y capital, autónomo, soberano, racionalmente
calculador y constituyente del contrato (es decir: el homo economicus eternamente
mentado por la economía política neoclásica, el contractualismo liberal y la
teoría de la elección racional). El sujeto que Marx y sus partidarios tienen en
mente no se reduce a las determinaciones del varón, blanco, cristiano y
burgués; el propietario ciudadano-consumidor individual.” [v].
“El sujeto del marxismo es un sujeto colectivo que se constituye como tal
(incorporando las múltiples individualidades e identidades de grupo) en la
lucha contra su enemigo histórico. Es el
conjunto de la clase trabajadora, por eso constituye un sujeto colectivo,
no únicamente individual. Su racionalidad no es instrumental ni calculadora. La
teoría política que intenta defender sus intereses estratégicos no es el
contractualismo de factura liberal ni su ontología social corresponde a las
mónadas aisladas y sin ventanas (de origen leibniziano), donde cada persona su
convierte —a través de la salvaje mediación del mercado— en un lobo para el
hombre (Hobbes) y cuyas trayectorias individuales mutuamente excluyentes son
organizadas por la “mano invisible” (de Adam Smith y sus discípulos
contemporáneos)”[vi].
“Esta
distinción elemental entre dos concepciones diametralmente opuestas y
antagónicas acerca del sujeto debería estar en la base de toda discusión al
respecto (si desaparece o no, si las ciencias sociales lo disuelven o no, etc.)
para evitar la sospechosa ambigüedad y los numerosos malos entendidos sobre los
cuales se estructura la mayor parte de las veces el cuestionamiento de las
metafísicas “post” al marxismo”[vii].
Y en este
contexto es muy importante la idea que el autor recoge en el siguiente párrafo,
y cómo el proceso se ha dado en las
sociedades que supuestamente construían el socialismo. “El fetichismo- señala Kohan- se caracteriza también por congelar y cristalizar
cualquier proceso de desarrollo,
definiendo discursiva o ideológicamente alguna instancia de lo social como si
fuera fija cuando en la vida real fluye y se transforma. Las relaciones sociales se “evaporan” súbitamente y su lugar es ocupado
por las cosas, las únicas mediadoras de los vínculos intersubjetivos a nivel
social. La aparente “objetividad absoluta” del orden social termina
predominando por sobre las subjetividades sujetadas al orden fetichista.
Las reglas que rigen la vida de esa objetividad que escapa a todo control
humano cobran autonomía absoluta y toman el timón del barco social. Se vuelven independientes de la conciencia
y la voluntad colectivas. Son las reglas, los códigos y las leyes sociales
—ajenas a todo control racional y a toda planificación estratégica— las que
rigen de manera despótica el curso de la vida humana.” [viii]
En el se recoge un problema real que desde hace años ha enfrentado la
izquierda socialista al enfrentarse a las tareas prácticas de la construcción
de la nueva sociedad, con la respuesta asumida implícita y sesgada de
interpretaciones interesadas: ¿quíen
podría hablar y actuar en nombre de la Sociedad?
La denominada Modernidad segunda, reflexiva, o tardía[ix], alimenta la proliferación
de los riesgos concretos y tangibles que afectan a todos, y esto influye en la
subjetividad. Así, Giddens[x] habla
de inseguridad ontológica (aceptación
pragmática centrada en sobrevivir y ganar; optimismo sostenido derivado de actitudes residuales de la
Ilustración, la capacidad de la ciencia para encontrar soluciones; pesimismo cínico; y compromiso radical que mezcla optimismo con acción práctica
expresada en movimientos sociales).
El Estado no aparece como fuerza modeladora de la sociedad, a diferencia de
la modernidad clásica que produjo una identificación Estado-Sociedad,
presentándose una continuidad Estado-Sociedad-Nación (Beck). Y resulta que se
ha invertido el sentido de lo que se planteaba en tiempos de la Teoría Crítica.
Al decir de Z. Bauman[xi] ya no es la estatización de la vida lo que amenaza a los ciudadanos, sino la privatización radical la que amenaza todos los espacios públicos. La reconfiguración global del capitalismo, la revolución tecnológica y las nuevas fuerzas productivas, están permitiendo la intensa privatización. Es una modernidad privatizada (Bauman). Es una Modernidad tardía, marcada por el fortalecimiento del mercado, que rompe con los paradigmas ilustrados, y la noción de sujeto y de progreso. Es la crisis a la vuelta de la esquina.
[i] ibidem.
[ii] Ver: “La Europa centro oriental en la segunda mitad del siglo XX”, tomo II,
pp178- 198, Ed. Nauta, (en ruso), 2002
[iii] Kohan, Néstor, “Desafíos actuales de la teoría crítica frente al posmodernismo”, , Cátedra
Che Guevara, Colectivo Amauta, 2004, pag. 3.
[iv] Ibidem, p. 17
[v] Ibidem, p. 18
[vi] Ibidem. P. 19
[vii] Ibidem. P. 19
[viii] Ibidem. P. 19
[ix] La distinción entre modernidad primera y segunda o tardía es tomada de
Ulrich Beck. (Qué es la globalización.? Falacias del globalismo, respuestas a
la globalización. Barcelona, Paidós, 1998) La modernidad primera o clásica es
dominada por la Revolución Industrial, la segunda, tardía o reflexiva por los
flujos de conocimientos y el consumo. (Retamal. C. La globalización en el
contexto de modernidad tardía. Revista Observaciones Filosóficas. Universidad
Diego Portales.)
[x] Gidens, A., Consecuencias de la modernidad.
Alianza. Madrid, 1993.)
[xi] Bauman, Z., “Globalización: consecuencias
humanas”, 2002
Aparecen las teorías sobre el “socialismo posible” (Nove, A.), y resurgen
los argumentos acerca del socialismo de mercado, con sus representantes
antecedentes significativos en el polaco W. Brus, el húngaro J. Kornai, y el
checo R. Selucky, como señalamos en páginas anteriores.
Wlodzimierz Brus, quien cooperó con Lange en planear las reformas
económicas polacas de 1956- 57, y luego se trasladó a la Gran Bretaña, presentó
un modelo funcional de economía socialista en su trabajo “El modelo funcional
de socialismo”[xi].
En comparación con el modelo de Lange, el de Brus era más concreto y
practicable en su estructura teórica, con un papel más positivo de la autoridad
central en la determinación de las estrategias macroeconómicas. Junto con la
posición de asumir la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción,
este papel de la autoridad central era un indicador más significativo del
carácter socialista de su construcción teórica, de acuerdo a los tiempos. Tenía
en común con Lange la adopción de un mercado de bienes de consumo y de empleo.
Una característica relevante de su modelo era colocar a las empresas e
industrias individuales como órganos operacionales capaces de tomar decisiones
por sí mismos. En este aspecto el modelo es claramente del tipo de socialismo descentralizado de mercado,
que puede servir para debilitar el poder central burocrático y ampliar las
posibilidades para la participación obrera democrática.
Es importante el comentario de Makoto Itoh acerca de la obra de Brus, y muy
actual para debates en curso en la sociedad cubana actual: “…Brus parece haber sido muy influido posteriormente por el propio movimiento de reformas, y
escribió “De Marx al mercado” en 1988, junto con Casimiers Laski. La visión de
Brus en este libro es que la combinación de la planificación y el mercado no
puede sino ser inconsistente en uno o el otro sentido como sistema económico.
En consecuencia, la introducción inicial del mercado dará lugar a una mayor
mercantilización. Los límites de la transición
desde la posesión integrada de la
propiedad[xi], que es una característica de la economía
socialista, a la posesión
descentralizada, que es más afín a la economía de mercado, no puede ser
determinada con precisión. Como Brus plantea, la transición puede ser de final
abierto, Con una mercantilización completa, la economía resultará inestable,
generaría los problemas económicos de la depresión y el desempleo, y de tal
modo de nuevo serían necesarias políticas keynesianas o kaleckianas”[xi]
En una revisión de los debates en torno al socialismo y al tema de la
propiedad, expresados en torno a las discusiones acerca de la relación entre el
plan y el mercado, la obra de Brus es insoslayable, porque, cuando menos, llama
la atención hacia importantes aspectos. Por ejemplo, en la obra “El Mercado en una economía socialista”[xi], - título de
la edición inglesa del trabajo antes mencionado- en su capítulo “Una mirada a la historia del problema”
dedicado a revisar las discusiones acerca de la economía socialista en su
historia, a fin de “eliminar de la ciencia económica Marxista” los elementos de
“dogmatismo”, plantea Brus que la economía socialista debe tener los siguientes
rasgos”:“1.- La regulación directa, ex ante, de la distribución social del
trabajo; 2. La determinación directa de
los coeficientes de entrada (imput) del
trabajo, tanto para el trabajo vivo como para el trabajo cosificado (una
cristalización del tiempo de trabajo que se encuentra en los bienes de
capital); 3.- Equilibrio de la oferta y
la demanda en unidades fisicas; 4.- La
distribución del producto social es de acuerdo con la satisfacción de las
necesidades generales, y al mismo tiempo la asignación de los fondos destinados al consumo
individual en correspondencia a la contribución brindada por el trabajo; 5.- Centralización del ahorro y de las decisiones de inversiones”[xi].
Brus admite que estos cinco puntos
“no presentan un cuadro completo terminado”, “especialmente porque no
han sido formulados directamente sino en contraste con el capitalismo”. “No
obstante, - afirma Brus- dan una visión general. Para los creadores del
socialismo científico tenía que ser, en
contraste con el capitalismo, una economía centralmente planificada, una en
la cual los principales elementos de la
reproducción social no estuvieran sujetos a la operación incontrolada de la ley
del valor. (Maurice Dobb llama a esto “ley económica”[xi].
“La totalidad de los trabajos de Marx sobre economía política enfatizan su
oposición a la situación capitalista respecto a esto, por lo que es inútil
buscar entre ellos una teoría acerca de la operación de la ley del valor en el
socialismo. Incluso cuando él usa el término “valor” con respecto a una sociedad socialista[xi] no está
queriendo decir valor como un rasgo de una mercancía
ni refiriéndose a la ley del valor
como la ley de la producción de
mercancías. El se refiere al cálculo directo del trabajo social”[xi]
Por su parte Janos Kornai caracterizó la economía del tipo soviético
centralmente planificada como economía de
escasez, y en una serie de trabajos describió lo que según él eran los tres
tipos de fenómenos de escasez. En cuanto al diagnóstico de las economías de
tipo soviético, particularmente entre los 70 y los 80 del pasado siglo, su
descripción del llamado “síndrome de la
escasez” fue muy aguda y abarcadora. Logró penetrar con claridad en la
influencia económica de las relaciones institucionales y sociales dentro de las
economías del tipo soviético, lo cual fue una significativa contribución.
Kornai[xi] señala que
en la construcción del socialismo, en la
teoría y en la práctica se ha descuidado la importancia de la enajenación y de
la relación hombre-trabajo. Establece las diferencias entre las coordinaciones de mercado y las
coordinaciones burocráticas a las que ha llevado la centralización desarrollada
en las economías planificadas, y el mercado como mecanismo de coordinación de
las actividades humanas y de ordenamiento social para la integración de la
sociedad, aunque no como único mecanismo de coordinación e integración.
En años más recientes, Kornai establece una caracterización
y tipología del socialismo. Primero, la
concepción marxista, en la que subraya la estructura política, la
propiedad, los mecanismos de coordinación y la ideología, recordando que
Marx criticó a los que querían
establecer esquemas con detalles minuciosos. Subraya también que la idea del mercado como mecanismo de coordinación
del sistema, es una idea antimarxista. Pero como todos somos testigos, esta
idea es citada profusamente en los últimos tiempos por los “actualizadores” del
socialismo.
Luego, la segunda interpretación es el concepto
walrasiano, que con su teoría de equilibrio general y sus posteriores
seguidores desarrollan Barone, Arroz, Debreu, y sobre todo Lange.
Es bueno recordar que para Lange, el socialismo significa propiedad social, sin aclarar su ubicación en la composición total de la propiedad,
pero al parecer asumía la posibilidad de aislarla del resto de la economía. De aquí la reducción del “socialismo de
mercado” con una visión de la economía basada en la propiedad social y
coordinación de mercado, como dos instituciones estructurales compatibles.
No falta
la interpretación leninista, o lo que Kornai llama “socialismo clásico”, separado según él
de la concepción marxista, que vincula básicamente con la estructura política y
la propiedad. Aunque el mercado es reemplazado por la gestión central, caracterizado según Kornai, por una
coordinación burocrática, el mercado sigue jugando ciertamente su papel.
La cuarta
concepción es la socialdemocrática, del Estado de
Bienestar, con el mercado de coordinador, pero no de libre competencia, donde
el Estado sirve para la redistribución extensiva con equidad y justicia. De
esto, decimos nosotros, quizás se hubiera podido hablar más hace dos o tres
décadas atrás, pues no caben dudas dejó su impronta en un grupo de países de
Europa.
Finalmente, la última interpretación contemporánea
abarca a China y Vietnam. Dice Kornai, que no es el socialismo de mercado de
Lange, y tampoco si se aplica la interpretación marxista de socialismo. Hay una
planificación de grandes líneas y objetivos, pero el verdadero coordinador lo constituye el mercado. Sin embargo, las
estructuras políticas y la estructura de propiedad están fundamentalmente en
manos del Estado, con el aparato burocrático reducido y la gestión central.
La evolución de la obra de Kornai lo llevó, de la mano del acento en los
mecanismos del mercado, más allá de elaborar una prescripción socialista de
mercado, a plantear la completa transición a una economía capitalista.
Si aplicamos esta tipología, sería interesante la ubicación de la
autogestión yugoslava de las primeras dos décadas (1950-70), puesto que aunque
algunos lo ubican como experiencias de “socialismo
de mercado”, no es menos cierto, que en teoría y práctica llevó al sujeto
de propiedad más allá de los dogmas establecidos, con prácticas de dirección y
gestión a nivel de los colectivos laborales y a nivel comunitario,
prácticamente sin analizar aún en todo su alcance y potencialidades. Horvat es
uno de los teóricos más importantes de la autogestión en la década del 60 en
Yugoslavia, que tuvo por mentores a A. Lewis, y P. Broker y como precursor de
Lange, llegó incluso a plantear que solo se puede hablar de una economía política del socialismo, si se habla de un
socialismo autogestionado.
En esta dirección se
encaminaron los trabajos del checo R.
Selucky hasta la primavera de Praga de 1968, en que se radicó en Ottawa,
Canadá, y publicó “Marxismo, socialismo y libertad” en 1979. Su mayor
preocupación fue reconstruir el socialismo conocido en Europa del Este y en
particular en su país, “expandiendo la libertad y la democracia”. Según
Selucky, “…En tanto el concepto económico
de socialismo en Marx consiste de una única fábrica de dimensiones de la
sociedad basada en relaciones verticales (jerárquicas) de superioridad y
subordinación, su concepto político de socialismo consiste en la libre
asociación del trabajo auto gestionado y de comunidades sociales basadas en
relaciones horizontales de igualdad. Quien acepte a plenitud el primer concepto
de Marx, tiene que abandonar el segundo, y viceversa: ellos son mutuamente
excluyentes”[xi]
“Comentando este modelo L. Baltserovich, en
particular, señalaba que de considerar tal modelo como socialista, entonces,
por lo menos, no lo era en la concepción marxista, ya que , según Marx, la propiedad es social en la medida que
ella supera el aislamiento de los productores, es decir, sus interacciones
espontáneas de mercado. Entonces, de ser consecuentes, debía renunciarse además
a la relación hostil hacia la propiedad
privada sobre los medios de producción.
“El
obstinado uso del epíteto “socialista” aplicado al mercado y a la propiedad
social sobre los medios de producción se explicaba, según Baltserovich, no tanto por el arrastre ideológico de los autores,
cuanto por la utilidad política de tal formulación. Por esto
es necesario, considera, sin prestar atención a esto, evaluar los diferentes
esquemas de socialismo de mercado desde el punto de vista de “su capacidad de
resolver los serios problemas económicos de los países socialistas”[xi]
“No obstante, la primera mitad de los sesenta
no dio posibilidades (si excluimos la RSF de Yugoslavia) de probar este esquema
en la práctica, limitándose solamente a su elaboración conceptual. En tal
sentido, a nuestro modo de ver resultan de interés los razonamientos acerca del
socialismo de mercado del propio Brus en la conferencia antes señalada. Echando
una mirada a un cuarto de siglo atrás, él declaró que “…hoy a mi me está claro, que las esperanzas,
vinculadas al viejo esquema, no podían realizarse; en el mejor de los casos, si
utilizamos la terminología de J. Kornai- ellas podían conducir a la
substitución de la coordinación burocrática directa por la indirecta”. Y traia
a colación como ejemplo la reforma húngara de 1968 que más llegó a avanzar en la
práctica, refiriendo a ella su conclusión, añadiendo que reformas análogas en
otros países “podrían convertirse en el primer paso exitoso en la dirección
correcta, preparando y facilitando la ulterior evolución”
“Como parteaguas entre los sistemas socialista
y verdaderamente de mercado el autor mencionaba el mercado de capital, que
operaba sobre tres pilares del sistema económico socialista: sobre el
planeamiento centralizado como modo de formación ex ante de las proporciones
materiales; sobre el mecanismo de distribución tanto en el sentido de la división del producto nacional en uso y
acumulación, tanto como en el sentido de legitimación de criterios de
distribución no mediante el trabajo de la renta entre los individuos y los
grupos; sobre las relaciones de propiedad (la separación del Estado de las
empresas y la completa separación de las empresas entre sí). “Tal economía
mixta no podía mirarse como un complejo indeterminado entre “mercado”y “plan”,
desempeñando tanto uno como la otro
función de coordinación. Esto es economía coordinada por el mercado…”. W. Brus
revisó su anterior posición también con respecto al pluralismo político como
simplemente factor de racionalización del papel de conductor supremo del
centro: ahora él nombraba al pluralismo político como “elemento indisoluble de
tránsito del viejo al nuevo sistema económico, y además garante de este
último”.
“A partir de su nueva aproximación al
socialismo de mercado, el autor valoraba algunas otras concepciones no
marxistas de socialismo, planteadas ya en los años 80. En particular sometió a
crítica la teoría del conocido sovietólogo Alec Nove del “socialismo posible”
con su inequívoco acento en el
predominio de la propiedad estatal, la limitación de las dimensiones de las
empresas privadas, etc. Evaluó negativamente Brus el libro de O. Sik “La
tercera via” por su intento de “ver algo, colocado entre dos ismos (por definición no se podía
encontrar nada complejo e internamente consistente). El socialismo
autogestionado yugoslavo también resultaba en la práctica nada mejor que el socialismo real. Los
modelos suecos y otros semejantes, que no con poca frecuencia se tratan de
presentar como variantes exitosas de socialismo de mercado, el autor
completamente en lo justo los
consideraba modelos dentro del capitalismo”. [xi]
Coincidimos completamente con los autores que referimos, cuando afirman que las
discusiones de principios de los sesenta no han perdido en nada su actualidad.
Para
ellos, con relación a los intentos de vincular las reformas en Rusia en los
noventa con las reformas en la República Popular China, que pasan a analizar
desde el ángulo del carácter extensivo o intensivo del desarrolllo[xi], en
particular de la industrialización, en Rusia y los países de Europa Centro
Oriental (a lo que hemos hecho referencia en páginas anteriores).
Para
nosotros, porque con respecto a Cuba a cincuenta años
de iniciado el camino de la transformación socialista, el análisis debe ser
mucho más cuidadoso, y no limitarse
solamente a aspecto vinculados de modo estrecho a la salida material del
sistema de las fuerzas productivas, tales como el logro de niveles productivos
más eficientes, un desarrollo intensivo más que extensivo, más productividad,
rentabilidad, competitividad, etc., que
podría inducir a algunos a la búsqueda de soluciones a semejanza de la
experiencia China.
La discusión tiene actualidad, por la indiscutible necesidad de elevar los
niveles de la salida material de nuestro sistema de las fuerzas productivas, en
volumen, eficiencia y eficacia, como
respuesta a las necesidades de la reproducción ampliada de las propias
potencialidades individuales y sociales alcanzadas en cincuenta años de
Revolución, pero indefectiblemente
conservando y fortaleciendo de modo sostenido, el sentido emancipador socialista
de nuestra sociedad, cuyos fundamentos
abarcan mucho más allá de los indispensables pilares de la apropiación directa
objetual, y es inseparable de la condición de nuestra propia existencia como
Nación.
Socialismo
y propiedad: “más allá” de formas, “más allá” de la economía.
“Para un análisis consecuente con la obra de Marx de todo lo concerniente a
la esencia misma de la transformación socialista, inseparable de la visión de
totalidad al tratar la propiedad, mención aparte merece la obra del filósofo
húngaro radicado en Inglaterra, István Mészáros.
Sin brindarnos una obra dedicada al tema de la propiedad, su aproximación a
la transición socialista, sobre la base del análisis y consecuente desarrollo
de lo que considera precisamente la columna vertebral de la visión marxista del
proceso histórico, la contradicción alienación – emancipación, sus trabajos
constituyen el más valioso aporte al desarrollo actualizado de una concepción
marxista de la propiedad y en particular de la propiedad en la transformación
socialista.
Atravesada por el eje de la relación alienación- emancipación, el
desarrollo del concepto heredado de Hegel y “puesto de pie” por Marx de “metabolismo social”, ocupa un lugar
central en la proyección de la obra de Mészáros al desarrollo de una concepción
sistémica de la propiedad. Como el propio autor nos planteaba en el año 2006[xi], es un
concepto que usa en distintos momentos de su obra, crucial para comprender la
complejidad de la trasformación socialista en su alcance como cambio en la
reproducción societal, que envuelva no solo a los individuos socializados entre
sí, sino en su relación con la naturaleza, con lo que lleva la obra de Marx y
Engels hasta un punto que el desarrollo posterior de la humanidad hace
indispensable considerar, pero era imposible haber captado en toda su dimensión
a fines del siglo XIX. Como el propio Meszaros nos afirmó con mucho tacto por
su modestia, es una presentación desarrollada en el espíritu de Marx, pero que
va más allá lo que Marx formuló en su tiempo[xi].
István Mészáros dedica gran atención a la contradictoria relación entre la división social del trabajo y la división social jerárquica del trabajo,
al proceso de producción de la riqueza, y la necesaria y compleja
autoemancipación del trabajo como esencia de la transformación socialista, del
proceso de “trascendencia del capital”[xi].
Advierte Mészáros que: “Si queremos
crear un orden reproductivo social económicamente viable y también
históricamente sustentable a largo plazo, es necesario alterar radicalmente las
determinaciones internas autocontradictorias del orden establecido, que imponen
el implacable sometimientote la necesidad y el uso humano a la alienantes
necesidad de expansión del capital.”[xi], y a través de sus análisis de la relación entre
las necesarias “mediaciones de primer orden” entre el hombre y la naturaleza, y
las “mediaciones de “segundo orden”[xi]desarrolladas dentro del sistema
metabólico del capital, se introduce en la importancia, los rasgos y la
centralidad de la planificación en el establecimiento y desarrollo de la nueva
racionalidad que sustente el modo metabólico de reproducción socialista.[xi]
Resumía Mészáros en su conferencia en La Habana en febrero del 2006[xi]: “El socialismo, ……..no se concibe sin la
adopción de formas racionales y humanamente gratificantes de control metabólico
social, en lugar del metabolismo del capital, un modo antagónico y cada vez más
destructivo de administrar el hogar planetario”[xi]
Al decir de Meszaros, la
planificación en el más amplio sentido
de la palabra, “es una característica esencial del modo socialista de
control metabólico social, un modo alternativo de control que debe ser viable
no solo teniendo en cuenta el impacto inmediato de la actividad productiva
sobre las condiciones societales e individuales de reproducción, sino también
indefinidamente y tan lejos en el futuro como se pueda concebir, con el fin de
instituir y mantener vivas sus garantías. Solo un sistema de reproducción
metabólica social planificado racionalmente podría mostrarnos la salida de las
contradicciones y peligros de la grave situación histórica que ya se está yendo de control a
consecuencia del desarrollo capitalista[xi].
Para enmendarla, se requeriría de una forma genuina de planificación
integral que fuera capaz de tratar, desde nuestro tiempo, los diversos
problemas y todas las dimensiones de un verdadero desarrollo socio-económico,
político y cultural, y no solo las dificultades de coordinación y mejoramiento
positivo de las fuerzas productivas en países específicos[xi]
La planificación integral verdaderamente
participativa de las condiciones de
reproducción metabólica social de la humanidad – involucrando a todos sus
diversos elementos incluyendo los morales y culturales y no solo en la estricta
dimensión económica- es un requisito
evidente en este sentido. Sin embargo, para hacer posible tal planificación
integral se hace necesario vencer la condición fatídicamente alienadora y
agobiante derivada de metabolismo del capital que reduce a los seres humanos “a una condición cosificada (con la cual son
llevados a un común denominador como “locomotoras” y otras máquinas, y se
vuelven reemplazables por ellas”)[xi] , en
relación con lo cual expone sus ideas acerca del desarrollo de una
“contabilidad socialista”[xi], tributarias
al necesario desarrollo de una teoría del valor socialista sobre la base de las
necesidades humanas que trascienda las concepciones que sirvieron durante
siglos de sustento al capital, y contribuya al establecimiento y consolidación
del sistema de propiedad comunista.
Ante la obra de Mészáros nos encontramos con un material insustituible por
la profundidad con que, “sobre la base del espíritu de Marx” el autor elabora
las realidades contemporáneas, y devela pautas esenciales para su comprensión
más allá de lo que le fue posible a los fundadores.
Y, lo más importante, para servirnos de base al desarrollo de la teoría
indispensable para la práctica cotidiana en los procesos de transformación: las
concepciones económicas, políticas, sociales, ideológicas… culturales en su
sentido más abarcador, hasta las relaciones del hombre con el medio; el
desarrollo de las concepciones indispensables para un tipo de propiedad no
fragmentada, para la reapropiación por el individuo humano de su propia vida
social, la emancipación “verdaderamente humana” en el sentido de Marx; la
propiedad como sistema en el socialismo como proceso de trascendencia del
capital, de reapropiación de la esencia humana alienada en la autoenajenación
del trabajo desde la aparición de la división social jerárquica del trabajo, la
“propiedad” con un contenido expresión de nuevos “significados”[xi],
sintetizados magistralmente en momentos de su conferencia en la Habana en
febrero de 2006.[xi]
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Por favor me pudiera enviar el ISBN del texto gracias
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