Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

miércoles, 7 de julio de 2021

Cuba, propiedad social y construcción socialista

 Por Rafael Alhama Belamaric

Para coadyuvar a los debates, discusiones, planteamientos y criterios, que se suscitan a diario, tanto teóricos como prácticos, a raíz de las propuestas de transformaciones, y que seguramente seguirán motivando el necesario enriquecimiento de las ideas y conceptos propios, que lamentablemente o se desconocen o se aminoran frente a los de “fuera”, una costumbre enraizada durante décadas, pongo a disposición de los interesados algunas páginas seleccionadas del libro “Cuba propiedad social y construcción socialista”, de la Editorial de Ciencias Sociales, 2012 de la autoría de Jesús García Brigos, Rafael Alhama Belamaric, Roberto Lima Ferrer y Daniel Raful Pineda, que ya cuenta casi diez años. Fue un resultado temprano de un proyecto de investigación del Instituto de Filosofía y cuatro años de arduo trabajo sobre temas fundamentales, ayer y hoy. Aparecen algunos momentos históricos y de propuestas que ya forman parte de las experiencias históricas, desatendidas en su momento, y no siempre ni conocidas ni mucho menos asimiladas. El libro contiene casi 800 notas y referencias, y una bibliografía de más de 700 autores y obras.

…………………..

“Las características del modelo soviético de economía eran más fielmente reflejadas en el modelo teórico de Dobb y Sweezy. Estas características no cambiaron luego de la llamada discusión acerca de las ganancias, que se inició a raíz de un artículo en Pravda de E.G. Lieberman en septiembre de 1962[i].

En tanto en Europa del Este, las reformas económicas realizadas en 1965 en Yugoslavia la llevaron decisivamente hacia un modelo de socialismo de mercado descentralizado, sobre la base de la práctica de la autogestión obrera adoptada a partir de 1950 en este país, independiente del control político soviético, y las consiguientes divergencias, con las ya conocidas consecuencias, no sólo para las relaciones entre los dos países, sino para todo el movimiento comunista internacional.

 En Checoslovaquia las reformas económicas de 1965-1968 fueron más allá de reformas adoptadas incluso en la URSS en esos años, que incluyeron la formación elástica de los precios, y comenzaron a manifestarse  vinculando a ellas demandas de democratización políticas.

En la cumbre del movimiento de reformas checo, durante la Primavera de Praga, utilizado por los que más allá de cambios que perfeccionaran el socialismo buscaban su desaparición, la intervención militar soviética paralizó y revirtió el movimiento de reformas. Tuvieron en esta época lugar también las reformas económicas en Hungría desde los inicios de 1968, las cuales excepcionalmente subsistieron como tales dentro del campo socialista – recordemos que ya Yugoslavia estaba fuera del CAME, aún cuando posterior a la muerte de Stalin en 1953 comienza un proceso de acercamiento con la URSS y el CAME-, en tanto ellas no se desarrollaron en demandas de reformas políticas[ii].

Los argumentos teóricos a favor del socialismo de mercado continuaron forjándose al calor de los movimientos de reforma en el Este de Europa, junto con las críticas al modelo soviético de economía centralmente planificada. Tales argumentos ganaron fuerza  en la medida que empezó y se profundizó el desmoronamiento y la crisis de las economías de Europa del Este y la Unión Soviética, “preparando” teóricamente las transformaciones ocurridas ya a partir de comienzos de los 80, que concluyeron finalmente en la desintegración de la URSS.

Entre sus mas destacados representantes se encuentran  el polaco Wlodimerz Bruss, el húngaro Janos Kornai, el checoslovaco R. Selucky, y  el británico Alec Nove.

De tal modo que, entrando en la década de los 70 del siglo XX, ocurren importantes cambios, “cambios” que es necesario poner entre comillas.

En el pensamiento social más allá de la estricta disciplinariedad de la economía política, se abandonan de un plumazo las categorías críticas de estirpe marxista que cuestionan el fetichismo de la sociedad mercantil capitalista.

Al decir de Kohan. “Salvo contadísimas y honrosas excepciones que hoy vale la pena releer y recuperar, en la mayor parte de la literatura filosófica europea aparecida con posterioridad al mayo francés, puede rastrearse una progresiva e ininterrumpida desaparición de referencias a la teoría marxiana del fetichismo (y de su antecedente juvenil, la teoría crítica de la alineación).” [iii] 

Pero como Kohan señala:“.. . (. .)… la teoría crítica del fetichismo puede sernos de gran ayuda a la hora de comprender y explicar esa prolongada segmentación y fragmentación que todavía hoy debilita la rebeldía popular y neutraliza las protestas contra el sistema capitalista. Esta teoría cuenta en su haber con toda una sedimentación acumulada de reflexiones sociológicas y filosóficas y experiencias políticas a lo largo de varias generaciones de revolucionarios” (…) “No obstante, durante las últimas décadas esta teoría crítica no ha gozado de “buena prensa” ni de prestigio académico en el mundo de la intelectualidad oficial. ¿Una casualidad? Creemos que no”. [iv]

Salvo excepciones, y a partir de la década de los 70, las preocupaciones y el discurso cambian. Desparecen las referencias a las concepciones de Marx acerca del fetichismo de la mercancía, y de su antecedente “juvenil”, la teoría crítica de la alineación, y se privilegia el reformismo, con nueva vestimenta que elude la confrontación directa, la plataforma de cambios sin cambiar nada esencial, desapareciendo la acumulación de reflexiones sociológicas y filosóficas, así como de experiencias políticas, lo que conduce a las actuales debilidades teóricas, y a la debilidades de las protestas populares contra el sistema capitalista.

El tratamiento del sujeto marxista en su vínculo con  el del fetichismo de la mercancía, constituye un paso obligado para el desarrollo de las bases de una nueva sociedad. Como señala Kohan: El sujeto del marxismo no es el sujeto cartesiano individual, propietario burgués de mercancías y capital, autónomo, soberano, racionalmente calculador y constituyente del contrato (es decir: el homo economicus eternamente mentado por la economía política neoclásica, el contractualismo liberal y la teoría de la elección racional). El sujeto que Marx y sus partidarios tienen en mente no se reduce a las determinaciones del varón, blanco, cristiano y burgués; el propietario ciudadano-consumidor individual.” [v].

“El sujeto del marxismo es un sujeto colectivo que se constituye como tal (incorporando las múltiples individualidades e identidades de grupo) en la lucha contra su enemigo histórico. Es el conjunto de la clase trabajadora, por eso constituye un sujeto colectivo, no únicamente individual. Su racionalidad no es instrumental ni calculadora. La teoría política que intenta defender sus intereses estratégicos no es el contractualismo de factura liberal ni su ontología social corresponde a las mónadas aisladas y sin ventanas (de origen leibniziano), donde cada persona su convierte —a través de la salvaje mediación del mercado— en un lobo para el hombre (Hobbes) y cuyas trayectorias individuales mutuamente excluyentes son organizadas por la “mano invisible” (de Adam Smith y sus discípulos contemporáneos)”[vi].

“Esta distinción elemental entre dos concepciones diametralmente opuestas y antagónicas acerca del sujeto debería estar en la base de toda discusión al respecto (si desaparece o no, si las ciencias sociales lo disuelven o no, etc.) para evitar la sospechosa ambigüedad y los numerosos malos entendidos sobre los cuales se estructura la mayor parte de las veces el cuestionamiento de las metafísicas “post” al marxismo”[vii].

Y en este contexto es muy importante la idea que el autor recoge en el siguiente párrafo, y  cómo el proceso se ha dado en las sociedades que supuestamente construían el socialismo. “El fetichismo- señala Kohan-  se caracteriza también por congelar y cristalizar cualquier proceso de desarrollo, definiendo discursiva o ideológicamente alguna instancia de lo social como si fuera fija cuando en la vida real fluye y se transforma. Las relaciones sociales se “evaporan” súbitamente y su lugar es ocupado por las cosas, las únicas mediadoras de los vínculos intersubjetivos a nivel social. La aparente “objetividad absoluta” del orden social termina predominando por sobre las subjetividades sujetadas al orden fetichista. Las reglas que rigen la vida de esa objetividad que escapa a todo control humano cobran autonomía absoluta y toman el timón del barco social. Se vuelven independientes de la conciencia y la voluntad colectivas. Son las reglas, los códigos y las leyes sociales —ajenas a todo control racional y a toda planificación estratégica— las que rigen de manera despótica el curso de la vida humana.” [viii]

En el se recoge un problema real que desde hace años ha enfrentado la izquierda socialista al enfrentarse a las tareas prácticas de la construcción de la nueva sociedad, con la respuesta asumida implícita y sesgada de interpretaciones interesadas: ¿quíen podría hablar y actuar en nombre de la Sociedad?

La denominada Modernidad segunda, reflexiva, o tardía[ix], alimenta la proliferación de los riesgos concretos y tangibles que afectan a todos, y esto influye en la subjetividad. Así, Giddens[x] habla de inseguridad ontológica (aceptación pragmática centrada en sobrevivir y ganar; optimismo sostenido derivado de actitudes residuales de la Ilustración, la capacidad de la ciencia para encontrar soluciones; pesimismo cínico; y compromiso radical que mezcla optimismo con acción práctica expresada en movimientos sociales).

El Estado no aparece como fuerza modeladora de la sociedad, a diferencia de la modernidad clásica que produjo una identificación Estado-Sociedad, presentándose una continuidad Estado-Sociedad-Nación (Beck). Y resulta que se ha invertido el sentido de lo que se planteaba en tiempos de la Teoría Crítica.

Al decir de Z. Bauman[xi]  ya no es la estatización de la vida lo que amenaza a los ciudadanos, sino la privatización radical la que amenaza todos los espacios públicos. La reconfiguración global del capitalismo, la revolución tecnológica y las nuevas fuerzas productivas, están permitiendo la intensa privatización. Es una modernidad privatizada (Bauman). Es una Modernidad tardía, marcada por el fortalecimiento del mercado, que rompe con los paradigmas ilustrados, y la noción de sujeto y de progreso. Es la crisis a la vuelta de la esquina. 



[i] ibidem.

[ii] Ver: “La Europa centro oriental  en la segunda mitad del siglo XX”, tomo II, pp178- 198, Ed. Nauta, (en ruso), 2002

[iii] Kohan, Néstor, “Desafíos actuales de la teoría crítica frente al posmodernismo”, , Cátedra Che Guevara, Colectivo Amauta, 2004, pag. 3.

[iv] Ibidem, p. 17

[v] Ibidem, p. 18

[vi] Ibidem. P. 19

[vii] Ibidem. P. 19

[viii] Ibidem. P. 19

[ix] La distinción entre modernidad primera y segunda o tardía es tomada de Ulrich Beck. (Qué es la globalización.? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Barcelona, Paidós, 1998) La modernidad primera o clásica es dominada por la Revolución Industrial, la segunda, tardía o reflexiva por los flujos de conocimientos y el consumo. (Retamal. C. La globalización en el contexto de modernidad tardía. Revista Observaciones Filosóficas. Universidad Diego Portales.)

[x] Gidens, A., Consecuencias de la modernidad. Alianza. Madrid, 1993.)

[xi] Bauman, Z., “Globalización: consecuencias humanas”, 2002

 “En la década de  los 90, con el derrumbe del campo socialista Este Europeo y la desintegración de la URSS, resurgen viejos debates y ganan fuerza las posturas que se habían seguido fraguando, ahora presuntamente amparadas en la razón que les daba el “fracaso”de esas experiencias socialistas.

Aparecen las teorías sobre el “socialismo posible” (Nove, A.), y resurgen los argumentos acerca del socialismo de mercado, con sus representantes antecedentes significativos en el polaco W. Brus, el húngaro J. Kornai, y el checo R. Selucky, como señalamos en páginas anteriores.

Wlodzimierz Brus, quien cooperó con Lange en planear las reformas económicas polacas de 1956- 57, y luego se trasladó a la Gran Bretaña, presentó un modelo funcional de economía socialista en su trabajo “El modelo funcional de socialismo”[xi].

En comparación con el modelo de Lange, el de Brus era más concreto y practicable en su estructura teórica, con un papel más positivo de la autoridad central en la determinación de las estrategias macroeconómicas. Junto con la posición de asumir la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción, este papel de la autoridad central era un indicador más significativo del carácter socialista de su construcción teórica, de acuerdo a los tiempos. Tenía en común con Lange la adopción de un mercado de bienes de consumo y de empleo.

Una característica relevante de su modelo era colocar a las empresas e industrias individuales como órganos operacionales capaces de tomar decisiones por sí mismos. En este aspecto el modelo es claramente del tipo de socialismo descentralizado de mercado, que puede servir para debilitar el poder central burocrático y ampliar las posibilidades para la participación obrera democrática.

 “Este modelo, en oponión de Makoto Itoh, que presentaba posibilidades de reformas económicas combinando el mercado con la planificación centralizada, ejerció una gran influencia en los movimientos de reformas en el Este de Europa y en la Unión Soviética, así como en la reforma económica de la República Popular China. [xi].

Es importante el comentario de Makoto Itoh acerca de la obra de Brus, y muy actual para debates en curso en la sociedad cubana actual: “…Brus parece haber sido muy influido posteriormente  por el propio movimiento de reformas, y escribió “De Marx al mercado” en 1988, junto con Casimiers Laski. La visión de Brus en este libro es que la combinación de la planificación y el mercado no puede sino ser inconsistente en uno o el otro sentido como sistema económico. En consecuencia, la introducción inicial del mercado dará lugar a una mayor mercantilización. Los límites de la transición  desde la posesión integrada de la propiedad[xi],  que es una característica de la economía socialista, a la posesión descentralizada, que es más afín a la economía de mercado, no puede ser determinada con precisión. Como Brus plantea, la transición puede ser de final abierto, Con una mercantilización completa, la economía resultará inestable, generaría los problemas económicos de la depresión y el desempleo, y de tal modo de nuevo serían necesarias políticas keynesianas o kaleckianas[xi]

En una revisión de los debates en torno al socialismo y al tema de la propiedad, expresados en torno a las discusiones acerca de la relación entre el plan y el mercado, la obra de Brus es insoslayable, porque, cuando menos, llama la atención hacia importantes aspectos. Por ejemplo, en la obra  “El Mercado en una economía socialista”[xi], - título de la edición inglesa del trabajo antes mencionado- en su capítulo “Una mirada a la historia del problema” dedicado a revisar las discusiones acerca de la economía socialista en su historia, a fin de “eliminar de la ciencia económica Marxista” los elementos de “dogmatismo”, plantea Brus que la economía socialista debe tener los siguientes rasgos”:“1.- La regulación directa, ex ante, de la distribución social del trabajo;  2. La determinación directa de los coeficientes  de entrada (imput) del trabajo, tanto para el trabajo vivo como para el trabajo cosificado (una cristalización del tiempo de trabajo que se encuentra en los bienes de capital);  3.- Equilibrio de la oferta y la demanda en unidades fisicas;   4.- La distribución del producto social es de acuerdo con la satisfacción de las necesidades generales, y al mismo tiempo la asignación  de los fondos destinados al consumo individual en correspondencia a la contribución brindada por el trabajo;   5.- Centralización del ahorro  y de las decisiones de inversiones”[xi].

Brus admite que estos cinco puntos  “no presentan un cuadro completo terminado”, “especialmente porque no han sido formulados directamente sino en contraste con el capitalismo”. “No obstante, - afirma Brus- dan una visión general. Para los creadores del socialismo científico tenía que ser, en contraste con el capitalismo, una economía centralmente planificada, una en la cual  los principales elementos de la reproducción social no estuvieran sujetos a la operación incontrolada de la ley del valor. (Maurice Dobb llama a esto “ley económica”[xi].

“La totalidad de los trabajos de Marx sobre economía política enfatizan su oposición a la situación capitalista respecto a esto, por lo que es inútil buscar entre ellos una teoría acerca de la operación de la ley del valor en el socialismo. Incluso cuando él usa el término “valor”  con respecto a una sociedad socialista[xi] no está queriendo decir valor como un rasgo de una mercancía  ni refiriéndose a la ley del valor como la ley de la producción de mercancías. El se refiere al cálculo directo del trabajo social”[xi]

Por su parte Janos Kornai caracterizó la economía del tipo soviético centralmente planificada como economía de escasez, y en una serie de trabajos describió lo que según él eran los tres tipos de fenómenos de escasez. En cuanto al diagnóstico de las economías de tipo soviético, particularmente entre los 70 y los 80 del pasado siglo, su descripción del llamado “síndrome de la escasez” fue muy aguda y abarcadora. Logró penetrar con claridad en la influencia económica de las relaciones institucionales y sociales dentro de las economías del tipo soviético, lo cual fue una significativa contribución.

Kornai[xi] señala que en la construcción del socialismo, en la teoría y en la práctica se ha descuidado la importancia de la enajenación y de la relación hombre-trabajo. Establece las diferencias entre las coordinaciones de mercado y las coordinaciones burocráticas a las que ha llevado la centralización desarrollada en las economías planificadas, y el mercado como mecanismo de coordinación de las actividades humanas y de ordenamiento social para la integración de la sociedad, aunque no como único mecanismo de coordinación e integración.

En años más recientes, Kornai establece una caracterización y tipología del socialismo. Primero, la concepción marxista, en la que subraya la estructura política, la propiedad, los mecanismos de coordinación y la ideología, recordando que Marx  criticó a los que querían establecer esquemas con detalles minuciosos. Subraya también que la idea del mercado como mecanismo de coordinación del sistema, es una idea antimarxista. Pero como todos somos testigos, esta idea es citada profusamente en los últimos tiempos por los “actualizadores” del socialismo.

Luego, la segunda interpretación es el concepto walrasiano, que con su teoría de equilibrio general y sus posteriores seguidores desarrollan Barone, Arroz, Debreu, y sobre todo Lange.

Es bueno recordar que para Lange, el socialismo significa propiedad social, sin aclarar su ubicación en la composición total de la propiedad, pero al parecer asumía la posibilidad de aislarla del resto de la economía. De aquí la reducción del “socialismo de mercado” con una visión de la economía basada en la propiedad social y coordinación de mercado, como dos instituciones estructurales compatibles.

No falta la interpretación leninista, o lo que Kornai llama “socialismo clásico”, separado según él de la concepción marxista, que vincula básicamente con la estructura política y la propiedad. Aunque el mercado es reemplazado por la gestión central, caracterizado según Kornai, por una coordinación burocrática, el mercado sigue jugando ciertamente su papel.

La cuarta concepción es la socialdemocrática, del Estado de Bienestar, con el mercado de coordinador, pero no de libre competencia, donde el Estado sirve para la redistribución extensiva con equidad y justicia. De esto, decimos nosotros, quizás se hubiera podido hablar más hace dos o tres décadas atrás, pues no caben dudas dejó su impronta en un grupo de países de Europa.

Finalmente, la última interpretación contemporánea abarca a China y Vietnam. Dice Kornai, que no es el socialismo de mercado de Lange, y tampoco si se aplica la interpretación marxista de socialismo. Hay una planificación de grandes líneas y objetivos, pero el verdadero coordinador lo constituye el mercado. Sin embargo, las estructuras políticas y la estructura de propiedad están fundamentalmente en manos del Estado, con el aparato burocrático reducido y la gestión central.

La evolución de la obra de Kornai lo llevó, de la mano del acento en los mecanismos del mercado, más allá de elaborar una prescripción socialista de mercado, a plantear la completa transición a una economía capitalista.

Si aplicamos esta tipología, sería interesante la ubicación de la autogestión yugoslava de las primeras dos décadas (1950-70), puesto que aunque algunos lo ubican como experiencias de “socialismo de mercado”, no es menos cierto, que en teoría y práctica llevó al sujeto de propiedad más allá de los dogmas establecidos, con prácticas de dirección y gestión a nivel de los colectivos laborales y a nivel comunitario, prácticamente sin analizar aún en todo su alcance y potencialidades. Horvat es uno de los teóricos más importantes de la autogestión en la década del 60 en Yugoslavia, que tuvo por mentores a A. Lewis, y P. Broker y como precursor de Lange, llegó incluso a plantear que solo se puede hablar de una economía política del socialismo, si se habla de un socialismo autogestionado.

En esta dirección se encaminaron  los trabajos del checo R. Selucky hasta la primavera de Praga de 1968, en que se radicó en Ottawa, Canadá, y publicó “Marxismo, socialismo y libertad” en 1979. Su mayor preocupación fue reconstruir el socialismo conocido en Europa del Este y en particular en su país, “expandiendo la libertad y la democracia”. Según Selucky, “…En tanto el concepto económico de socialismo en Marx consiste de una única fábrica de dimensiones de la sociedad basada en relaciones verticales (jerárquicas) de superioridad y subordinación, su concepto político de socialismo consiste en la libre asociación del trabajo auto gestionado y de comunidades sociales basadas en relaciones horizontales de igualdad. Quien acepte a plenitud el primer concepto de Marx, tiene que abandonar el segundo, y viceversa: ellos son mutuamente excluyentes[xi]

 “Hacia finales de los ochenta la mayoría de los teóricos de las reformas, incluyendo a Brus, ya tenían dudas acerca de los méritos de la centralización en las inversiones de capital, comprendiendo que el verdadero mercado es impensable sin mercado  de capital y de otros factores de la producción.

“Comentando este modelo L. Baltserovich, en particular, señalaba que de considerar tal modelo como socialista, entonces, por lo menos, no lo era en la concepción marxista, ya que , según Marx, la propiedad es social en la medida que ella supera el aislamiento de los productores, es decir, sus interacciones espontáneas de mercado. Entonces, de ser consecuentes, debía renunciarse además a la relación hostil hacia la propiedad privada sobre los medios de producción.

“El obstinado uso del epíteto “socialista” aplicado al mercado y a la propiedad social sobre los medios de producción se explicaba, según Baltserovich, no tanto  por el arrastre ideológico de los autores, cuanto por la utilidad política de tal formulación. Por esto es necesario, considera, sin prestar atención a esto, evaluar los diferentes esquemas de socialismo de mercado desde el punto de vista de “su capacidad de resolver los serios problemas económicos de los países socialistas”[xi]

“No obstante, la primera mitad de los sesenta no dio posibilidades (si excluimos la RSF de Yugoslavia) de probar este esquema en la práctica, limitándose solamente a su elaboración conceptual. En tal sentido, a nuestro modo de ver resultan de interés los razonamientos acerca del socialismo de mercado del propio Brus en la conferencia antes señalada. Echando una mirada a un cuarto de siglo atrás, él declaró que  “…hoy a mi me está claro, que las esperanzas, vinculadas al viejo esquema, no podían realizarse; en el mejor de los casos, si utilizamos la terminología de J. Kornai- ellas podían conducir a la substitución de la coordinación burocrática directa por la indirecta”. Y traia a colación como ejemplo la reforma húngara de 1968 que más llegó a avanzar en la práctica, refiriendo a ella su conclusión, añadiendo que reformas análogas en otros países “podrían convertirse en el primer paso exitoso en la dirección correcta, preparando y facilitando la ulterior evolución”

“Como parteaguas entre los sistemas socialista y verdaderamente de mercado el autor mencionaba el mercado de capital, que operaba sobre tres pilares del sistema económico socialista: sobre el planeamiento centralizado como modo de formación ex ante  de las proporciones materiales; sobre el mecanismo de distribución tanto en el sentido  de la división del producto nacional en uso y acumulación, tanto como en el sentido de legitimación de criterios de distribución no mediante el trabajo de la renta entre los individuos y los grupos; sobre las relaciones de propiedad (la separación del Estado de las empresas y la completa separación de las empresas entre sí). “Tal economía mixta no podía mirarse como un complejo indeterminado entre “mercado”y “plan”, desempeñando  tanto uno como la otro función de coordinación. Esto es economía coordinada por el mercado…”. W. Brus revisó su anterior posición también con respecto al pluralismo político como simplemente factor de racionalización del papel de conductor supremo del centro: ahora él nombraba al pluralismo político como “elemento indisoluble de tránsito del viejo al nuevo sistema económico, y además garante de este último”.

“A partir de su nueva aproximación al socialismo de mercado, el autor valoraba algunas otras concepciones no marxistas de socialismo, planteadas ya en los años 80. En particular sometió a crítica la teoría del conocido sovietólogo Alec Nove del “socialismo posible” con su inequívoco acento  en el predominio de la propiedad estatal, la limitación de las dimensiones de las empresas privadas, etc. Evaluó negativamente Brus el libro de O. Sik “La tercera via” por su intento de “ver algo, colocado entre dos ismos (por definición no se podía encontrar nada complejo e internamente consistente). El socialismo autogestionado yugoslavo también resultaba en la práctica  nada mejor que el socialismo real. Los modelos suecos y otros semejantes, que no con poca frecuencia se tratan de presentar como variantes exitosas de socialismo de mercado, el autor completamente en lo justo  los consideraba modelos dentro del capitalismo”. [xi]

Coincidimos completamente con los autores  que referimos, cuando afirman que las discusiones de principios de los sesenta no han perdido en nada su actualidad.

Para ellos, con relación a los intentos de vincular las reformas en Rusia en los noventa con las reformas en la República Popular China, que pasan a analizar desde el ángulo del carácter extensivo o intensivo del desarrolllo[xi], en particular de la industrialización, en Rusia y los países de Europa Centro Oriental (a lo que hemos hecho referencia en páginas anteriores).

Para nosotros, porque con respecto a Cuba a cincuenta años de iniciado el camino de la transformación socialista, el análisis debe ser mucho más cuidadoso, y no limitarse solamente a aspecto vinculados de modo estrecho a la salida material del sistema de las fuerzas productivas, tales como el logro de niveles productivos más eficientes, un desarrollo intensivo más que extensivo, más productividad, rentabilidad, competitividad, etc.,  que podría inducir a algunos a la búsqueda de soluciones a semejanza de la experiencia China.

La discusión tiene actualidad, por la indiscutible necesidad de elevar los niveles de la salida material de nuestro sistema de las fuerzas productivas, en volumen,  eficiencia y eficacia, como respuesta a las necesidades de la reproducción ampliada de las propias potencialidades individuales y sociales alcanzadas en cincuenta años de Revolución, pero indefectiblemente conservando y fortaleciendo de modo sostenido, el sentido emancipador socialista de nuestra sociedad, cuyos fundamentos abarcan mucho más allá de los indispensables pilares de la apropiación directa objetual, y es inseparable de la condición de nuestra propia existencia como Nación.

Socialismo y propiedad: “más allá” de formas, “más allá” de la economía.

“Para un análisis consecuente con la obra de Marx de todo lo concerniente a la esencia misma de la transformación socialista, inseparable de la visión de totalidad al tratar la propiedad, mención aparte merece la obra del filósofo húngaro radicado en Inglaterra, István Mészáros. 

Sin brindarnos una obra dedicada al tema de la propiedad, su aproximación a la transición socialista, sobre la base del análisis y consecuente desarrollo de lo que considera precisamente la columna vertebral de la visión marxista del proceso histórico, la contradicción alienación – emancipación, sus trabajos constituyen el más valioso aporte al desarrollo actualizado de una concepción marxista de la propiedad y en particular de la propiedad en la transformación socialista.

Atravesada por el eje de la relación alienación- emancipación, el desarrollo del concepto heredado de Hegel y “puesto de pie” por Marx de “metabolismo social”, ocupa un lugar central en la proyección de la obra de Mészáros al desarrollo de una concepción sistémica de la propiedad. Como el propio autor nos planteaba en el año 2006[xi], es un concepto que usa en distintos momentos de su obra, crucial para comprender la complejidad de la trasformación socialista en su alcance como cambio en la reproducción societal, que envuelva no solo a los individuos socializados entre sí, sino en su relación con la naturaleza, con lo que lleva la obra de Marx y Engels hasta un punto que el desarrollo posterior de la humanidad hace indispensable considerar, pero era imposible haber captado en toda su dimensión a fines del siglo XIX. Como el propio Meszaros nos afirmó con mucho tacto por su modestia, es una presentación desarrollada en el espíritu de Marx, pero que va más allá lo que Marx formuló en su tiempo[xi].

István Mészáros dedica gran atención a la contradictoria relación entre la división social del trabajo y la división social jerárquica del trabajo, al proceso de producción de la riqueza, y la necesaria y compleja autoemancipación del trabajo como esencia de la transformación socialista, del proceso de “trascendencia del capital[xi].

Advierte Mészáros que: “Si queremos crear un orden reproductivo social económicamente viable y también históricamente sustentable a largo plazo, es necesario alterar radicalmente las determinaciones internas autocontradictorias del orden establecido, que imponen el implacable sometimientote la necesidad y el uso humano a la alienantes necesidad de expansión del capital.”[xi], y  a través de sus análisis de la relación entre las necesarias “mediaciones de primer orden” entre el hombre y la naturaleza, y las “mediaciones de “segundo orden”[xi]desarrolladas dentro del sistema metabólico del capital, se introduce en la importancia, los rasgos y la centralidad de la planificación en el establecimiento y desarrollo de la nueva racionalidad que sustente el modo metabólico de reproducción socialista.[xi]

Resumía Mészáros en su conferencia en La Habana en febrero del 2006[xi]: “El socialismo, ……..no se concibe sin la adopción de formas racionales y humanamente gratificantes de control metabólico social, en lugar del metabolismo del capital, un modo antagónico y cada vez más destructivo de administrar el hogar planetario[xi]

Al decir de Meszaros, la planificación en el  más amplio sentido de la palabra, “es una característica esencial del modo socialista de control metabólico social, un modo alternativo de control que debe ser viable no solo teniendo en cuenta el impacto inmediato de la actividad productiva sobre las condiciones societales e individuales de reproducción, sino también indefinidamente y tan lejos en el futuro como se pueda concebir, con el fin de instituir y mantener vivas sus garantías. Solo un sistema de reproducción metabólica social planificado racionalmente podría mostrarnos la salida de las contradicciones y peligros de la grave situación histórica  que ya se está yendo de control a consecuencia del desarrollo capitalista[xi]. 

Para enmendarla, se requeriría de una forma genuina de planificación integral que fuera capaz de tratar, desde nuestro tiempo, los diversos problemas y todas las dimensiones de un verdadero desarrollo socio-económico, político y cultural, y no solo las dificultades de coordinación y mejoramiento positivo de las fuerzas productivas en países específicos[xi]

La planificación integral verdaderamente participativa  de las condiciones de reproducción metabólica social de la humanidad – involucrando a todos sus diversos elementos incluyendo los morales y culturales y no solo en la estricta dimensión  económica- es un requisito evidente en este sentido. Sin embargo, para hacer posible tal planificación integral se hace necesario vencer la condición fatídicamente alienadora y agobiante derivada de metabolismo del capital que  reduce a los seres humanos  “a una condición cosificada (con la cual son llevados a un común denominador como “locomotoras” y otras máquinas, y se vuelven reemplazables por ellas”)[xi] , en relación con lo cual expone sus ideas acerca del desarrollo de una “contabilidad socialista”[xi], tributarias al necesario desarrollo de una teoría del valor socialista sobre la base de las necesidades humanas que trascienda las concepciones que sirvieron durante siglos de sustento al capital, y contribuya al establecimiento y consolidación del sistema de propiedad comunista.

Ante la obra de Mészáros nos encontramos con un material insustituible por la profundidad con que, “sobre la base del espíritu de Marx” el autor elabora las realidades contemporáneas, y devela pautas esenciales para su comprensión más allá de lo que le fue posible a los fundadores.

Y, lo más importante, para servirnos de base al desarrollo de la teoría indispensable para la práctica cotidiana en los procesos de transformación: las concepciones económicas, políticas, sociales, ideológicas… culturales en su sentido más abarcador, hasta las relaciones del hombre con el medio; el desarrollo de las concepciones indispensables para un tipo de propiedad no fragmentada, para la reapropiación por el individuo humano de su propia vida social, la emancipación “verdaderamente humana” en el sentido de Marx; la propiedad como sistema en el socialismo como proceso de trascendencia del capital, de reapropiación de la esencia humana alienada en la autoenajenación del trabajo desde la aparición de la división social jerárquica del trabajo, la “propiedad” con un contenido expresión de nuevos “significados”[xi], sintetizados magistralmente en momentos de su conferencia en la Habana en febrero de 2006.[xi]

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