Los drones ya son parte de las nuevas tecnologías que se incorporan a la agricultura para responder a las demandas de una mayor productividad. PHOTO: ALEX BRANDON/ASSOCIATED PRESS
Mark Bryant es un agricultor de Ohio con unas 4.900 hectáreas en las que siembra maíz, soya y trigo. Rara vez se sube a un tractor, porque ya no es así como funcionan los cultivos.
En lugar de hacer eso, Bryant pasa sus días monitoreando pantallas cargadas de datos que recogen los casi 20 iPhones y los cinco iPads que ha suministrado a sus empleados, quienes a través de esos dispositivos transmiten información sobre los cultivos en tiempo real. Esto es posible gracias al software de Granular, una startup financiada por Google. Datos sobre la humedad, la calidad y el rendimiento de los suelos recopilados desde aviones, tractores sin conductor y otras formas de sensores automatizados y remotos son también esenciales para su trabajo.
“Imagínese, hasta la llegada de Granular hacíamos todo en una hoja de cálculo deMicrosoft Excel”, dice Bryant.
El suyo no es un caso atípico. Cada vez más, esta es la forma en que debe practicarse la agricultura para que un cultivo siga siendo competitivo.
“Si realmente vamos a ser agricultores profesionales y alimentar (a todo el mundo), tenemos que utilizar esta tecnología”, afirma Jeremy Jack, un granjero en Belzoni, Missouri, una ciudad que se ha autodenominado “La capital mundial del bagre”.
Este es el problema que afrontamos: vivimos en un planeta habitado por 7.000 millones de personas. Se proyecta que a mediados de siglo, las bocas para alimentar serán 2.000 millones más. Alrededor de 1.000 millones de personas ingresarán a la clase media durante ese lapso, con lo que la demanda de calorías en forma de carne y otros alimentos ricos en energía se acelerará considerablemente. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) estima que para 2050 los agricultores del mundo deberán producir 70% más de calorías en menos —tal vez mucho menos— tierra y con menos agua de lo que usan hoy.
La alternativa a esto es que la gente se muera de hambre, que los gobiernos tomen medidas drásticas y que haya sangre en las calles, como durante la crisis mundial de alimentos de 2007-2008.
En la actualidad existe un gran debate sobre la sostenibilidad de nuestro sistema agrícola, que depende fuertemente del agua y los combustibles fósiles. Las personas están divididas entre el apoyo a los organismos genéticamente modificados (OGM) o los alimentos orgánicos, o entre los animales alimentados con pasto versus los criados casi como en fábrica. En todo caso y con cualquier combinación de soluciones ad hoc para estos temas, un hecho sigue siendo cierto: la agricultura familiar (particularmente en Estados Unidos) deberá producir mucho más por hectárea, y esto después de un siglo de avances en productividad sin precedentes en la historia del sector.
EE.UU. tiene más tierra cultivable que cualquier otro país, pero esa cantidad se está reduciendo. Alrededor de 1.200 hectáreas se pierden cada día debido al desarrollo. A pesar de esto, poco menos de 360 millones de hectáreas (40% de la superficie terrestre) se dedica hoy a la agricultura. EE.UU. es, por mucho, el mayor exportador de granos.
En un sentido muy real, EE.UU. alimenta al mundo.
Obtener más alimentos de cada hectárea sin devastar la tierra para las generaciones futuras requiere del cumplimiento simultáneo de dos objetivos contradictorios: que los cultivos sean cada vez más grandes —la consolidación conduce a la eficiencia, como en cualquier otra industria— y que los agricultores sean capaces de entender todo lo que pasa en su fincas hasta el más mínimo detalle, en días, metros cuadrados e incluso plantas individuales.
El resultado es una panoplia de tecnologías agrícolas que me sorprendió, pero tal vez se deba a que los avances en tractores difícilmente reciben la atención de los medios que recibe la iteración más pequeña en tecnología de consumo.
Y estas son tecnologías que ya están en uso.
El mayor productor del mundo de vehículos autónomos de cuatro ruedas no es Tesla ni Google, sino John Deere. Y la cabina de uno de estos tractores de conducción automática tiene tantas pantallas y tabletas que se parece a la cabina de un avión de pasajeros. La comparación es exacta en más de un sentido, ya que tal vez sólo la industria aérea puede coincidir con la agricultura en el grado en que sus vehículos se han automatizado.
“Cuando uno piensa en John Deere piensa en un montón de ingenieros mecánicos diseñando grandes piezas de acero, pero tenemos 2.600 empleados que vienen todos los días a escribir software”, dice John May, director informático de John Deere. (Como referencia, una empresa de tecnología como Facebook, que ha estado contratando mucho en los últimos tiempos, sólo triplica aproximadamente esa cantidad de desarrolladores).
El resultado es que John Deere y sus competidores no sólo están produciendo tractores, cosechadoras y camiones que se manejan solos. Estos vehículos también se coordinan entre sí, convergiendo automáticamente en formaciones cerradas que atraviesan un campo, como cazabombarderos en un espectáculo aéreo, poniendo en funcionamiento sensores inalámbricos que hacen un mapa del campo. O máquinas de sembrado y riego que pueden aplicar semillas y nutrientes, como si fueran cabezales de 20 toneladas de una impresora 3D.
A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de las áreas de tecnología, esto está sucediendo hoy. John Deere ha estado vendiendo tractores autónomos durante 15 años. La novedad son las empresas centradas en datos con pedigrí de Silicon Valley, como Granular, creada hace dos años y medio, o DroneDeploy, una startup de vigilancia aérea, que tienen la capacidad de aprovechar toda esta maquinaria y administrar los cultivos tan eficientemente como Google administra sus centros de datos.
Mientras buscaba una analogía que describiera lo que está pasando en la agricultura de EE.UU., Sid Gorham, presidente ejecutivo y cofundador de Granular, me sugirió una poca atractiva pero apropiada: la agricultura está finalmente obteniendo su ERP, un software de planificación de recursos empresariales. Esta área banal pero crítica del software, dominada por empresas como SAP, Oracle y Microsoft, permite a las grandes corporaciones gestionar toda su cadena de suministro y sus partes interconectadas, incluyendo flujos de caja y recursos humanos.
Este cambio es revolucionario para quienes participan de él, como Bryant. El agricultor solía administrar su granja con formularios en papel, una hoja de cálculo de Excel y una experiencia duramente adquirida de decisiones instintivas acerca de cuándo plantar y sembrar.
En otras palabras: la forma en que vamos a alimentar a los 10.000 millones de personas que según las proyecciones de los demógrafos habitarán este mundo en unos decenios será mediante la gestión de cada hectárea de nuestras tierras de cultivo con la misma precisión que hace posible que Apple ofrezca decenas de millones de iPhones con pocas semanas de diferencia.
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