La discusión sobre el plan nacional de desarrollo económico y social hasta 2030, debe partir de la aspiración oficial de que Cuba sea un país desarrollado dentro de 15 años. Se trata de una aspiración ambiciosa, que casi no deja margen al error y que requiere de una portentosa maniobrabilidad frente a situaciones emergentes que son difíciles de pronosticar. Esto, a su vez, exigiría un tipo de trayectoria económica y social que nunca antes habría tenido lugar en Cuba.
Hacerse una idea precisa acerca de la descomunal magnitud del reto es el primer escalón en cualquier debate reflexivo sobre el plan estratégico de desarrollo nacional. La gran meta del plan no ha sido formulada textualmente en el documento, en el sentido de que Cuba deberá ser un “país desarrollado” en 2030; aunque el modo en que el plan define la visión de la nación que desea alcanzarse hacia el 2030 -“soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible”- no deja dudas de que se trata de una referencia categórica a la condición de una nación desarrollada, desde la perspectiva del socialismo cubano.
Quizás pudiera argumentarse que esas seis características no bastarían para definir un estado de desarrollo en Cuba, pero en ese caso entonces tendría que aclararse en qué otra parte del documento estaría definido con mayor precisión el desarrollo (1). Sin embargo, en mi modesta opinión, es justamente en la identificación combinada de esas seis características donde el documento del plan se aproxima más a una definición integral del desarrollo cubano.
Esa ambiciosa meta del plan –llegar al desarrollo en 15 años- ha sido planteada en el documento con plena conciencia de los retos que deben ser vencidos, incluyendo “una situación internacional —política, financiera y comercial—, muy compleja” y “los constantes cambios en términos tecnológicos y climáticos” (párrafo 42 del plan). No obstante, la razón por la que se ha elaborado una estrategia de desarrollo con un horizonte de 15 años es precisamente para, muy a pesar de las dificultades anteriores, “alcanzar la nación que se desea tener en 2030” (párrafo 43 del plan).
Debe quedar totalmente claro que en el documento del plan no aparece ninguna caracterización de esa fecha como una “escala” intermedia. La temporalidad del año 2030 denota una “estación final”. Aquí se observa una intención práctica: diseñar un plan estratégico, temporalmente bien demarcado, para transformar la realidad socio-económica del país en ese plazo. En el caso del plan, no estamos en presencia de un documento que se limite a hacer un discurso general y atemporal sobre el cambio económico y social en Cuba. A diferencia del otro documento (la conceptualización del modelo), que básicamente consiste en una composición teórica sin referencia a plazos concretos (no se menciona el año 2030 en ninguno de sus 330 párrafos), el plan delinea, en cambio, un procedimiento específico para la transformación económica y social del país.
Son precisamente la ambición de la meta y la brevedad del plazo, los factores que parecen plantear un nivel perceptible de incongruencia respecto a los medios disponibles para materializar la transformación económica y social que se presenta en dicho plan. En este sentido, pudiera afirmarse que no existe una correspondencia lógica entre la dimensión de la transformación estructural que se propone y la capacidad real de inversión que debería sustentarla. Expresado en términos simples: no están a la vista los recursos adecuados que se necesitan para hacer de Cuba un país desarrollado en el año 2030.
Esta es una incongruencia que se ha hecho particularmente notoria luego de las restricciones económicas anunciadas a principios del mes de julio de 2016, en el marco del VII Período Ordinario de Sesiones de la Octava Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. La reducción prevista del 17 por ciento en las inversiones del país debe ser tomada como lo que realmente es: una noticia muy mala para las perspectivas de desarrollo de la nación (2).
Cualquier intento de matizar esa contracción de las inversiones alegándose que, a pesar del descenso, representaría un nivel de ejecución mayor que en años precedentes y que el 70 por ciento de la inversión se concentra en programas estratégicos, no logra compensar una realidad incontestable: el nivel de inversión en Cuba –medido por el indicador Tasa de Formación Bruta de Capital (TFBC)- se mantendría en niveles que eventualmente rebasarían ligeramente el 10 por ciento; o sea, apenas la mitad de la tasa de inversión que se considera necesaria para poder hacer avanzar el país hacia el desarrollo (3). Evadir ese hecho equivale a desconectar el discurso sobre el desarrollo de la realidad concreta del país.
Existen muy pocos puntos sobre el debate económico nacional donde existe un consenso tan amplio entre los expertos. De hecho, hasta donde conozco, no logro ubicar ningún economista cubano que opine que pueda llegarse al desarrollo, con una TFBC tan baja como la actual. Tampoco logro ubicar ningún economista que considere factible una mejora sustantiva de esa tasa en plazos previsibles, inclusive cuando se consideran las perspectivas de la inversión extranjera.
Cito a continuación algunos ejemplos de las conclusiones planteadas por varios destacados economistas cubanos:
“Tampoco es posible encontrar avances significativos en el esfuerzo de acumulación. Además, ni la tasa de formación bruta de capital (figura 3), ni la tasa de inversión han experimentado variaciones significativas. Puede afirmarse, más bien, que ambas han evidenciado un comportamiento casi inercial y que permanecen por debajo de los dos dígitos” (Juan Triana) (4).
Gráfico tomado de: Juan Triana Cordoví. “Actualizando el modelo económico cubano: una perspectiva desde la teoría del desarrollo”. Economía y Desarrollo, vol.156, no.1, La Habana ene.-jun. 2016.
“Las tasas de inversión se ubican dentro de las más bajas en los últimos cincuenta años, se exhibe un acervo reducido y decreciente de capital por trabajador y un elevado grado de obsolescencia tecnológica en varias ramas de la industria… Una revisión de la experiencia internacional de las economías más dinámicas muestra que tasas de crecimiento superiores al 5 por ciento se alcanzaron, en todos los casos, con tasas de inversión superiores al 20 por ciento” (Vilma Hidalgo y Yordanka Cribeiro) (5).
Gráfico tomado de: Vilma Hidalgo de los Santos y Yordanka Cribeiro Díaz. “Estrategia de crecimiento y equilibrio macroeconómico en Cuba”. Economía y Desarrollo, vol.153, supl.1, La Habana, 2015.
“El incremento de la productividad del trabajo resulta esencial para un proceso de desarrollo y se apoya básicamente en inversiones que permitan multiplicar el rendimiento de la fuerza de trabajo. Sin embargo, en las condiciones de los últimos años la tasa de formación bruta de capital a precios corrientes –que es donde se concentran las principales inversiones- bajó de 10,9 por ciento en 2009 a 7,6 por ciento en 2014, aunque se estima una ligera recuperación en 2015… De tal modo, los incrementos de productividad que se obtienen en este período reciente se deben mayormente a una reorganización de la fuerza de trabajo, factor de un alcance menor que el aumento de las inversiones” (José Luis Rodríguez) (6).
Resulta interesante apuntar que el ejercicio de modelación macroeconómico realizado por Vilma Hidalgo y Yordanka Cribeiro en 2015, proyectaba como compatibles con el desarrollo un rápido incremento de la Tasa de Formación Bruta de Capital (TFBC) que debería alcanzar niveles de 23,6 por ciento en 2017, 25,5 en 2018, y 27,5 por ciento en 2019. De hecho, la modelación consideraba que “el mayor dinamismo previsto corresponde a la inversión con tasas de crecimiento superiores al 10 por ciento en todo el periodo” (7). Sin embargo, las restricciones anunciadas el pasado 8 de julio desvanecen cualquier esperanza de incremento significativo de la inversión en los próximos años, siendo el escenario más probable la realización de un gran esfuerzo para –inclusive- poder mantener la TFBC en niveles insuficientes, ubicados entre el 10 y el 15 por ciento (8).
Con esas tasas de inversión no es plausible asumir que se materializarán las transformaciones estructurales declaradas como objetivos en varios ejes estratégicos del plan. La meta de alcanzar el desarrollo hacia el año 2030 parece haberse desdibujado muy rápidamente.
Para ofrecer una idea más clara de la enorme dimensión de la brecha de inversión existente, resulta conveniente comparar el monto de inversión de casi 19,000 millones de pesos estimado para el año 2019 en la modelación Hidalgo-Cribeiro, con los 6,742 millones de pesos de formación bruta de capital registrados en 2014 (9). A nadie debería escapársele que la eventualidad de triplicar la inversión en seis años parece estar totalmente fuera del alcance de las posibilidades reales del país.
La observación final que cabría hacer es que, después del 8 de julio de 2016, resulta impugnable seguir discutiendo las perspectivas de desarrollo del país, sin tomar nota de que el contexto del debate se ha modificado muy rápidamente. Las anunciadas restricciones económicas hacen aconsejable una discusión realista del documento del plan de desarrollo hasta 2030. No es razonable seguir asumiendo que una serie de objetivos podrán alcanzarse en los próximos 15 años, cuando se conoce de antemano que es altamente improbable que pueda contarse con los recursos que sustentarían las transformaciones estructurales que tales objetivos demandan.
Notas:
1. El glosario de términos que acompaña los documentos de la conceptualización y del plan contiene una definición un tanto extensa del término “desarrollo socialista” que, sin embargo, no logra superar la nitidez descriptiva que se alcanza en el texto del plan mediante la sucinta enunciación de las seis características mencionadas.
2. Marino Murillo Jorge. “Afectar lo menos posible los servicios a la población”. Versión de la intervención en el VII Período Ordinario de Sesiones de la Octava Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, 8 de julio de 2016. Granma, 9 de julio de 2016. http://www.granma.cu/cuba/2016-07-09/afectar-lo-menos-posible-los-servicios-a-la-poblacion-09-07-2016-00-07-36
3. El indicador Formación Bruta de Capital (FBC) abarca la suma de la formación bruta de capital fijo más la variación de existencias. Representa el valor de los activos fijos adquiridos menos los vendidos por las unidades de producción residentes para ser utilizados repetidamente en procesos de producción. También comprende aquellas mejoras que aumentan el rendimiento y productividad o la vida útil de los activos. Incluye igualmente los aumentos y disminuciones en las existencias de bienes producidos para la venta y las producciones en proceso disponibles para insumos. La Tasa de Formación Bruta de Capital (TFBC) es el resultado de dividir el monto de la formación bruta de capital entre el Producto Interno Bruto (PIB). Los valores de la TFBC para cada año de una serie pueden variar en dependencia de los precios utilizados en las series estadísticas. Usualmente, la utilización de series a precios constantes de 1997 resulta en niveles de TFBC algo mayores que cuando se calculan utilizando series a precios corrientes. Fuente: Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba (ONEI).
4. Juan Triana Cordoví. “Actualizando el modelo económico cubano: una perspectiva desde la teoría del desarrollo”. Economía y Desarrollo, vol.156, no.1, La Habana ene.-jun. 2016. En este texto de Triana, la Tasa de Formación Bruta de Capital (TFBC) refleja un cálculo basado en series estadísticas a precios corrientes. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0252-85842016000100007
5. Vilma Hidalgo de los Santos y Yordanka Cribeiro Díaz. “Estrategia de crecimiento y equilibrio macroeconómico en Cuba”. Economía y Desarrollo, vol.153, supl.1, La Habana, 2015. En este texto de Vilma Hidalgo y Yordanka Cribeiro, la Tasa de Formación Bruta de Capital (TFBC) refleja un cálculo basado en series estadísticas a precios constantes de 1997.http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0252-85842015000100003
6. José Luis Rodríguez. “Los Lineamientos para la Política Económica y Social y su evolución 2011-2016”. Cubadebate, 14 de abril de 2016. En este texto de Rodríguez, la Tasa de Formación Bruta de Capital (TFBC) refleja un cálculo basado en series estadísticas a precios corrientes. http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/04/14/los-lineamientos-para-la-politica-economica-y-social-y-su-evolucion-2011-2016/#.V4zXT47RqR4
7. Las autoras calificaron el ejercicio realizado como “un modelo formal de consistencia macroeconómica en un escenario de seis años” (2014- 2019). Ver, Vilma Hidalgo de los Santos y Yordanka Cribeiro Díaz. Op.cit.
8. En este caso se refiere a niveles de TFBC estimados sobre la base de series estadísticas a precios constantes de 1997.
9. La cifra total de formación bruta de capital estimada por el modelo para el año 2019 fue de 18,970 millones de pesos a precios constantes de 1997. Ver, Vilma Hidalgo de los Santos y Yordanka Cribeiro Díaz. Op.cit.
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