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miércoles, 23 de enero de 2019

Cuba: exportación y cultura del riesgo

La historia exportadora de Cuba hasta la fecha puede resumirse de forma sintética en dos palabras: dependencia y concentración.




07/01/2019 A finales de 2018 una escueta nota en Cubadebate informaba de la Reunión del Consejo de Ministros dedicada al análisis de las exportaciones. 

En esa nota se destacaba que un estudio realizado entre 50,000 militantes del Partido Comunista “arrojó limitaciones como la falta de financiamiento para las inversiones y la necesidad de colocar los recursos donde mayores frutos se puedan obtener, en particular la industria ligera y la agricultura”.

Todo el comercio exterior en Cuba es un monopolio del Estado cubano. No debería ser tan difícil poner en línea a todo el mundo con el propósito de exportar. Sin embargo, los hechos han demostrado que parece una saga de la película Misión imposible.

El estudio debe haber identificado otras causas, pero estas dos son muy importantes. La primera apenas tiene discusión, y existe un remedio: la Inversión Extranjera Directa, o la inversión nacional no estatal. Los sectores identificados como de mayores posibilidades es otro asunto. Habría que preguntarse primero si esos son los sectores donde tenemos mayor productividad del trabajo, pues sin una productividad comparable a la de nuestros competidores, las exportaciones no serán sostenibles en el tiempo, así que la carrera en esos sectores debe comenzar por ahí. Claro que es difícil, pero hay que comenzar. 

De todas formas, para exportar productos de la industria ligera tenemos que aprender a competir con los grandes productores de este tipo de productos, China por ejemplo (no es imposible, pero no es tan fácil). 

Para exportar productos agrícolas, frutas por ejemplo, hay que mejorar mucho las capacidades de producción y los rendimientos; escoger entre el mercado de frutos orgánicos o de frutos no orgánicos; hay que mejorar la calidad de los productos, su presentación; cumplir con los requisitos no arancelarios que hoy existen en el mundo e insertarnos en ese gran negocio global que es el agronegocio, muchas veces dominado desde las cadenas de comercialización y otras desde las empresas productoras. Es posible hacerlo, si se conocen las reglas del juego y se produce bajo estas. 

Existe además un gran promotor para las frutas cubanas: esos casi 5 millones de turistas que llegan al país, quienes por cierto se extrañan de la poca variedad de frutas nacionales que hay en los hoteles cubanos. 

También tienen que existir empresas capaces de hacerlo, estatales, como las hubo y tuvieron una buena experiencia en alianza con inversionistas extranjeros. ¿Por qué no estudiar las experiencia de Jagüey Grande? Ese fue un negocio de exportación exitoso. También empresas cooperativas y privadas. ¿Por qué no permitir cooperativas de segundo grado para la exportación de frutas desde Cuba? 

Muchas de las frutas que Cuba produce pueden tener espacio en mercados dinámicos, desde el aguacate, hasta la guayaba, pasando lógicamente por el mango, ese mismo que año tas año se pudre a veces en el suelo y otras en los contenedores. Hay también estudios académicos que han identificado esos mercados dinámicos. 

Las exportaciones han sido un tema que he tratado en esta columna más de una vez, a veces de forma exclusiva, a veces como parte de otro tema. A riesgo de repetirme, vuelvo sobre ellas porque es un asunto del cual nadie debería cansarse de hablar y menos aún de estudiar, en especial, los ejemplos exitosos de países que se han convertido en los últimos 40 años en líderes mundiales en exportaciones o el de empresas que han logrado ubicarse dentro de las mejores y más consolidadas exportadoras del mundo, y de empresas nacionales que en algún momento lo lograron. 


Fuente: ONEI. Anuario Estadístico de Cuba 2017.

La historia exportadora de Cuba, desde unos años después de Colón hasta la fecha, puede resumirse de forma sintética en dos palabras: dependencia y concentración.

Dependencia y concentración geográfica, de mercados y de productos; de España, de Estados Unidos, de la Unión Soviética y por último de Venezuela.

En los tres primeros casos esa dependencia estuvo asociada a la exportación de materias primas y productos de industrialización primaria como el azúcar; en el último, a la exportación de médicos y sus servicios y productos asociados a Venezuela.

Algo muy interesante es que en los cuatro casos ha existido algún tipo de “condicionalidad política” en esas exportaciones, aunque muy diferente en cada uno de ellos.

La alta concentración de esas exportaciones tanto en términos de mercado como de productos ha sido siempre reconocida, con toda razón, como una de las grandes debilidades estratégicas de nuestra economía.

Hoy los principales bienes que Cuba exporta y que concentran más del 70 % de los ingresos por exportaciones de bienes son: azúcar de caña, níquel, ron, tabaco y productos farmacéuticos, genéricos y biotecnológicos.

Hay una diferencia sustancial entre los cuatro primeros y el último. En los cuatro primeros puede decirse que contamos con ciertas ventajas comparativas asociadas a condiciones naturales, en el último no es así, en eso sector tenemos ventajas adquiridas a partir de la formación y calidad de la fuerza de trabajo y de condiciones “creadas” ex antes para poder producir.

Ahora bien, si comparamos esos tres bienes “tradicionales”; azúcar, níquel, ron y tabaco, entonces tenemos historias diferentes; los tres últimos han tenido experiencias exitosas de exportación en los últimos casi treinta años. Algunos elementos comunes que lo explican son: 

  • Los tres han sido objeto de acuerdos con inversionistas extranjeros (Sherrit, Tabacalera Española – Imperial Tobacco, Pernod Ricard). 
  • Los tres, en su momento, recibieron fuertes inversiones que permitieron modernizar su tecnología. Quizás hoy el níquel necesite nuevamente de esos fuertes volúmenes de inversión. 
  • En el caso del tabaco y el ron, esas alianzas permitieron responder “ágilmente” a las exigencias del mercado internacional, a pesar de que muchas veces la “mediocracia” ha trabado esos procesos. 
  • En el caso de estos dos productos, tabaco y ron, el bloqueo del gobierno de Estados Unidos, que impide el acceso de estos al mercado norteamericano no ha podido impedir el crecimiento de las ventas ni la mejora del sector. 
  • En estos dos últimos bienes ha existido una constante preocupación por la innovación, la creación de nuevos productos, la diversificación de mercados y la conquista de otros nuevos. Ambos están sometidos a una dura competencia internacional y a regulaciones muy estrictas en términos de mercado, estándares, y regulaciones de salud. En ambos llegamos hasta el consumidor final. 
  • El níquel ha sido otro caso. Fue en su momento el sector líder de las exportaciones cubanas. Una combinación de precios mundiales bajos y de falta de inversiones –a veces decisivas– ha afectado seriamente las capacidades productivas. Es, aun así, un sector con mucho futuro, si pensamos en que junto al níquel tenemos cobalto, y que en los próximos años ese material será esencial en la expansión de la industria electrónica y automotriz por su importancia en la producción de baterías. Hay una gran oportunidad que aún no es adecuadamente aprovechada. 
  • En el caso de los productos biotecnológicos, su vocación exportadora es casi genética y la competencia internacional obliga, pero sobre todo la existencia de un pensamiento estratégico y el profundo conocimiento de las tendencias del sector a escala mundial, junto a una apuesta muy fuerte a la investigación, desarrollo innovación han permitido que la biotecnología farmacéutica cubana se abra espacio en uno de los sectores mas competidos del comercio mundial, en uno de los mas regulados y en el que además existe una fuerte influencia de las grandes farmacéuticas norteamericanas. Este sector ha logrado abrir un pequeño –pero importante– agujero en el bloqueo estadounidense hacia Cuba. 
  • Del azúcar qué decir. Se sigue exportando el mismo producto final de hace más de trescientos años, aunque cada vez menos. Se perdió una parte importante de las capacidades productivas, y las que existen apenas son aprovechadas. Perdimos también la cultura azucarera cubana. Convirtieron los centrales en “No empresas”. Fomentaron la emigración desde los campos hacia los pueblos y parece que llegaremos a necesitar gerencia extranjera para manejar un negocio que, dirigido por cubanos, convirtió a Cuba en líder mundial en la exportación de azúcar muchos años atrás. Aquí también es necesario un enfoque de proceso y un pensamiento revolucionario que busque soluciones y promueva la innovación en productos y procesos. 
Un denominador común en todos –los exitosos y los no exitosos– es que sus trabajadores están lejos de recibir el salario que merecen y los territorios donde se encuentran enclavadas las industrias tampoco resultan adecuadamente beneficiados.

Esa asimetría entre resultados y beneficios para el país y beneficios para los que lo producen, es otro de los asuntos que impactan negativamente en las exportaciones.

Pero la transformación más importante en las exportaciones cubanas se ha producido en el sector de los servicios, que hoy lidera los ingresos externos del país. Los servicios médicos y el turismo son los dos sectores líderes; aunque son casos diferentes.

Los primeros se apoyan en convenios gubernamentales que garantizaron mercados muy específicos, los segundos en competencia total con los destinos del Caribe y con un acceso restringido al mercado emisor más cercano: Estados Unidos de América.

Aquí también la concentración es elevada. Los servicios médicos probablemente sean más del 70% de todas las exportaciones de servicios de Cuba.

Común a ambos es la capacidad para responder a la demanda. En el caso de los servicios médicos, porque teníamos médicos de calidad, y en el caso del turismo porque la combinación de ventajas naturales, asesoría extranjera y fuerza de trabajo instruida facilitó la transformación.

Común a ambos es que los protagonistas principales –los trabajadores de la salud y del turismo– tampoco reciben el salario adecuado a los ingresos que aportan.

En el caso de los servicios médicos, es un sector maduro para iniciar una transformación mayor y pasar de “exportar médicos” a recibir pacientes en Cuba. Es un camino ya iniciado pero que requiere de mayor dinámica y de aprendizaje, además de creación de condiciones para que pueda expandirse a la velocidad necesaria.

Habrá que atender mucho a cómo las comunicaciones están impactando el sector y cambiando el “modelo de negocios”.

El turismo requiere de una mirada introspectiva aguda. Evaluar si la modalidad que ha liderado el sector, la llamada “todo incluido” es a la que se debe apostar a futuro es algo que debe hacerse. Pero también hay que pensar el lugar de la industria turística cubana en la cadena global de valor del turismo, así como su relación con los territorios donde están los polos, sus precios, y sobre todo la calidad tanto de productos como de los servicios.

¿Es que acaso puede sostenerse que un hotel cinco estrellas cubano tiene la calidad en productos y servicios de un hotel cinco estrella en alguna Isla del Caribe, incluso perteneciendo los dos a la misma cadena extranjera? Pero también, como se ha dicho, hay que “ayudar” al turismo en todos aquellos factores extraturísticos que influyen en el sector, desde nuestras famosas terminales aéreas, hasta la conectividad fuera de los hoteles. Tener una proyección estratégica es una gran ventaja; actualizar todos los años es una necesidad ineludible.

En todos estos, nuestros sectores “tradicionales” de exportación, hay casos exitosos y casos no exitosos. Hay que estudiarlos todos, hay que divulgarlos todos, hay que compartir las buenas y las malas experiencias.

Y si exportar es la palabra de orden, entonces se debe fomentar la exportación en todos los ámbitos de la economía nacional, incluyendo el sector no estatal: este también es nacional.

Exportar es siempre la puesta en escena, el acto final de una larga cadena de factores y situaciones económicas y extraeconómicas que solo alineadas adecuadamente permitirán alcanzar ese objetivo.

Exportar es también un riesgo, ni el mejor de los estudios de mercado puede asegurar el marcado. Hay que promover la cultura del riesgo si queremos exportar.

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