El dato de un año marcado por la guerra comercial llega apenas dos días después de que China y EE UU firmaran la primera fase del acuerdo
Pekín 17 ENE 2020 - 10:55 CET
Ning Jizhe, el responsable de la Oficina Nacional de Estadística de China. EFE
Con 2019 ya en los libros de historia, China ha cuadrado su balance económico. En el último año, su PIB creció un 6,1%, según ha anunciado esta mañana la Oficina Nacional de Estadística. Esta cifra supone el ritmo más bajo en 29 años, lo que atestigua tanto la progresiva desaceleración del gigante asiático como lo vertiginoso de la velocidad a la que ha avanzado en las últimas décadas.
El dato correspondiente al cuarto trimestre, publicado hoy, era la pieza que faltaba para completar el mural del año. Entre octubre y diciembre la economía china marcó un 6%, guarismo idéntico al del tercer trimestre, lo que supone una repetición del resultado más bajo desde que en 1992 las autoridades chinas comenzaran a hacer pública la evolución trimestral. No es necesario remontarse muy atrás para encontrar el mínimo anterior: corresponde al segundo semestre de este mismo año, en el que la economía repuntó un 6,2%.
Este 6,1% hace de 2019 el año menos dinámico desde 1990, cuando la inestabilidad política y social posterior a la matanza de Tiananmen redujo el crecimiento al 3,9%. El episodio, que tuvo lugar en mayo de 1989, también afectó al desempeño económico del año anterior (4,2%). Obviando ambos resultados, para encontrar un dato inferior al de hoy es necesario remontarse 38 años, a 1981, cuando el PIB avanzó un 5,1%.
Pese a representar otro peldaño descendente en la serie histórica, la cifra de este viernes cumple con los pronósticos del Gobierno, que el año anterior fijó sus ambiciones entre un 6,5 y un 6%. De este modo, China se mantiene en la senda que le permitirá lograr el objetivo de doblar su tamaño en este 2020 con respecto a una década atrás. Los datos también están en consonancia con las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial.
“Un 6,1% encaja con la tendencia del desarrollo de nuestra economía, que pasa por un decrecimiento gradual del ritmo de crecimiento. No es fácil lograr una tasa del 6,1% mientras el resto del mundo está en proyección negativa”, apunta por teléfono Hongcai Xu, economista jefe del Centro Chino para el Intercambio Económico Internacional. “Además, nuestra eficiencia está avanzando: los datos de empleo son positivos, el IPC y los mercados financieros mantienen la estabilidad, la balanza de pagos está equilibrada... En general, creo que la economía China en 2019 ha seguido progresando de manera sólida”.
Otros datos publicados hoy también muestran una lectura positiva respecto al estado de la economía china. Las ventas al por menor, índice clave para valorar los gastos de los consumidores en un país que busca fomentar la demanda doméstica, creció un 8% en 2019, un punto porcentual menos que en 2018. La producción industrial, calibre de la manufactura china, avanzó un 5,7% en el último año, por encima de las expectativas pero también menos que el anterior (6,2%).
ESQUIVANDO LA TRAMPA DE LA RENTA MEDIA
La trampa de la renta media describe un escenario en el que un país que ha experimentado una etapa de crecimiento económico queda obstruido en un estado de desarrollo intermedio tras perder su ventaja competitiva, precisamente a consecuencia de su crecimiento. Algunos ejemplos clásicos de este modelo son Brasil y Sudáfrica en la actualidad, o Argentina tras la II Guerra Mundial. Los dedos de los analistas apuntan ahora hacia China, cuyo gobierno pretende escapar de esta amenaza por medio de una decidida apuesta por la innovación tecnológica –enmarcada en la campaña Made in China 2025–. “China no va a caer en la trampa de la renta media, al menos en sus niveles más bajos”, expone Alicia García Herrero, economista jefe para Asía-Pacífico de Natixis.
“Un escenario más probable, como plantea un informe reciente del Banco Mundial titulado Innovative China, pasa porque su economía deje de converger con la estadounidense en la década de los 30”. El documento proyecta un crecimiento del PIB chino del 1,7% entre 2031 y 2040. “China, que para entonces ya será la primera economía del mundo, envejecerá y se volverá parecida a la japonesa, solo que con un tamaño mucho mayor. Será mucho menos productiva y, por tanto, experimentará problemas de distribución de renta. La desigualdad social se agudizará, a no ser que el gobierno ponga en marcha una política de bienestar “a la europea”, lo que no será sencillo dados los altos niveles de endeudamiento”.
Un año marcado por la guerra comercial
La economía china se ha visto sacudida este año por la guerra comercial con Estados Unidos, aunque el futuro podría ser halagüeño. Hace apenas dos días ambos países firmaron la primera fase del acuerdo, el cual, pese a no solucionar el conflicto a perpetuidad, permite al menos alcanzar una tregua.
El texto firmado por el presidente Donald Trump y el viceprimer ministro Li He, mano derecha de Xi Jinping en materia económica y líder del equipo negociador chino, establece que el gigante asiático profundizará la apertura de su mercado doméstico, aumentará la importación de materias primas y mejorará la protección de la propiedad intelectual. Estados Unidos, por su parte, se compromete a no elevar los aranceles actuales, por valor de 323.000 millones de euros, que no obstante permanecen en vigor.
“China ha realizado más compromisos de los que creíamos probables hace unos meses, a cambio de relativamente poco por parte de EE UU”, detallaba Mark Williams, economista jefe para Asia de Capital Economics, en un informe de la consultora publicado este jueves. “El probable que China no cumpla sus promesas, pero puede que eso no importe para el éxito a largo plazo de las negociaciones”.
El acuerdo deja pendiente de resolución en una segunda fase, que según Trump será la última, los asuntos más espinosos del conflicto, como la ciberseguridad o la falta de reciprocidad para las empresas norteamericanas en suelo chino. Aletea también en los alrededores de la conversación el futuro de la tecnológica Huawei, la cual enfrenta desde el pasado mayo un veto de la administración de EE UU por representar una supuesta amenaza para la seguridad nacional.
En opinión de Xu, “el acuerdo reducirá parcialmente las tensiones entre ambos países: eso ya es una buena noticia”. Este logro marca sus previsiones de cara al año que viene: “Nuestra demanda doméstica, inversión y consumo se mantendrán estables, por lo que en 2020 veremos un crecimiento del 6%, en línea con las previsiones del FMI, apenas una décima por debajo de la cifra de este año”. Meng Rui, profesora de Finanzas en la escuela de negocios China-Europa (CEIBS), coincide en su pronóstico, al tiempo que señala que las mayores amenazas pasarán por “un alto apalancamiento, la sobrecapacidad industrial y un hipotético consumo débil”.
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