Por Amalio Rey
Publicado el:Tuesday 22 October 2024 — 10:42 POST Nº 716 Hace poco participé en un estupendo congreso internacional en Bogotá, en el que se celebraron varias Mesas Redondas, que allí llamaron «Paneles», un nombre que a mí no me gusta, como ya explicaré. De las seis o siete que presencié, la que más me gustó con diferencia (y también a los asistentes, como me consta), fue tal vez la única que hizo honor de verdad a su nombre. Aquello funcionó como un adorable caos organizado, todo fluyó y nadie usó diapositivas. Me prometí, desde entonces, escribir algo sobre este formato. He leído que las llamadas «Mesas Redondas» deben su nombre a la leyenda del rey Arturo sobre la Mesa Redonda o Tabla Redonda. Era una mesa mística de Camelot alrededor de la cual el rey y sus caballeros se sentaban a discutir asuntos cruciales para la seguridad del reino. Algo redondo es una forma geométrica que está cargada de simbolismo. También lo que es cuadrado. Ambos dibujos representan lógicas distintas de organizar las cosas. Si dices que una mesa en un evento es «redonda», estas queriendo decir que es una conversación fluida y armoniosa entre los/as ponentes. Transmite la idea de algo flexible, dinámico, orgánicamente conversacional. El adjetivo que mejor lo resume sería algo así como que es «fluido». Sabiendo eso, ¿Cómo se puede llamar «Mesa Redonda» a un panel de ponentes en un evento que consiste en una pasarela tediosa de presentaciones individuales? Esto se parece más a un cuadrado, que sugiere un orden exacto, rígido y predecible. No hay fluidez sino control porque las intervenciones funcionan como compartimentos estancos. Cada participante cuenta su rollo y que pase el siguiente, pero no hay conversación entre ellos/as, que es donde está la gracia de este formato. Participo como ponente, o asistente, en muchos eventos al año, y esta distorsión que vengo comentando es bastante habitual. No me pasó solo en el evento colombiano. Yo diría que la mayoría de las «mesas redondas» son cuadradas. Sí, son la mayoría, porque no cumplen con estos siete requisitos que a mí me parecen relevantes para que sean «redondas» de verdad: 1. Conversación fluida y dinámica: Además de que los/as ponentes respondan a preguntas concretas, debe haber un intercambio fluido, sin seguir un orden rígido que obligue a respetar un guion demasiado estricto. Se les anima a hacer preguntas entre ellos/as, a comentar sobre sus opiniones y a construir sobre intervenciones que el resto ha hecho previamente. 2. Se evitan los PPTs individuales: Tengo clarísimo que usar presentaciones de diapositivas fomenta la desconexión entre los/as participantes. Debería prohibirse, porque esto afinca el concepto de la pasarela de exposiciones individuales, que terminan consumiendo más del 70% del tiempo previsto. 3. Enfoques diversos y complementarios: Cuando cité el antecedente del rey Arturo, dije «discutir». Pues es eso, en el mejor sentido de la palabra: se estimula el dialogo entre posturas que se sitúan en puntos distintos respecto de un tema. También para abordar aristas o ángulos diferentes de un mismo asunto, según el ámbito de dominio de cada expositor/a. Por lo tanto, una mesa redonda como dios manda debería aflorar contradicciones, discrepancias y dilemas. Si todo el mundo está de acuerdo en todo es que no se han elegido bien a los/as ponentes, o el intercambio ha sido mal gestionado. 4. Arquitectura de preguntas que sea común: Para que haya un dialogo orgánico, que conecte las intervenciones y permita visualizar los matices y diferencias, es muy importante que los/as ponentes respondan a las mismas preguntas. Conviene que la persona moderadora anticipe (o negocie) previamente esas preguntas, dejando claro que habrá un guion común que estructure la conversación. Esto aporta coherencia y ayuda mucho a agregar y sintetizar colectivamente las conclusiones más relevantes de la Mesa. Sin ese ensamblaje, volvemos a la pasarela de posturas desconectadas. 5. No más de tres ponentes: El número perfecto es tres ponentes. Si son dos puede tender al debate, a las posturas binarias. Si son cuatro, ya es demasiado para gestionar el tiempo en ejercicios que suelen tener una duración limitada. Que haya un triángulo, más la persona moderadora, es perfecto. Soy perfectamente consciente de que aquí tenemos una desviación de base: estas mesas se usan para quedar bien con mucha gente, por interés institucional o personal del convocante, para repartir momentos de gloria, así que meten en una Mesa a todo aquel que no cabe en las ponencias individuales, y no porque a la dinámica del ejercicio le venga bien. Organizar una Mesa Redonda con 4 o 5 ponentes es una locura, genera mucho ruido y dispersa en exceso la atención. 6. Moderación proactiva y facilitadora: La persona moderadora no debe sentirse menos ni más que nadie. Ningún participante tiene barra libre. Debe poner orden e intervenir si hace falta para mantener el foco y/o gestionar los turnos de palabra. A menudo estas personas son demasiado condescendientes porque temen interrumpir, lo que provoca que la Mesa pierda fluidez. A veces hablan demasiado, y se convierten en un ponente más, cuando ese no es su papel. Ayuda mucho que proporcionen directrices claras, desde el inicio, sobre la duración de las intervenciones y el propósito del ejercicio. 7. Participación del público: Debe haber un momento, habitualmente al final, en el que la Mesa se abra al resto de los asistentes, para que se hagan preguntas y haya conversación entre el público y los expositores. Para esta parte habría que reservar un mínimo del 20% de la duración del evento. Por resumir, las «mesas cuadradas» son, en realidad, «paneles», y por eso no me gusta ese nombre. Esto es, una reunión de expertos/as en la que cada uno/a cuenta su libro, lo que sabe sobre un asunto, y sanseacabó. Funcionan, como vengo diciendo, como una sucesión de monólogos desconectados, sin dialogo ni interacción. Cuando es así, se pierde el propósito principal de este formato: fomentar el diálogo e intercambio de perspectivas. NOTA: La imagen es de Henri Mathieu-Saint-Laurent en Pexels.com Comentario HHC: Ejemplo de lo que debemos y podemos hacer en nuestro país, para resolver los muchos problemas que tenemos. Es la inteligencia colectiva los que nos hará tomar las decisiones que demanda Cuba. Si creen que el término Inteligencia Colectiva es adecuado para nosotros, tienen toda la razón. El autor del libro de Inteligencia Colectiva , Amalio Rey, su ensayo ha sido catalogado entre los diez libros más importantes del año pasado en España, donde radica el autor. Solo les comento que la vida da giros inesperados que muchas veces no podemos predecir. Amalio Rey es cubano, graduado del ISRI, participo en la guerra de Angola y hace muchos años radica en la península ibérica ,y hoy es un reconocido gurú en el tema. El año pasado estuvo en Cuba, y le comenté en Facebook , si pensaba que ese libro era importante para Cuba, y que, si nos convenía estudiarlo, y aunque solo se limitó a darle un like a mi comentario, era evidente la respuesta. Portada del libro. Esto además tiene otra lectura, y es que los métodos centralizados, verticalista en un país de alto nivel educacional como el nuestro, no tienen mucho espacio de efectividad hoy en día. Incluso la obra colectiva que implica la sociedad socialista que alguna vez será una realidad, debe necesariamente practicar como método, las decisiones colectivas por consenso, y no confundir con las reuniones colectivas que hacemos donde muchas veces se van a explicar decisiones ya tomadas.
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https://globaledge.msu.edu/global-resources/resource/56367
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