8 enero 2025
Valiosos economistas han escrito diferentes propuestas de cambios para la economía cubana. Si se revisan se puede apreciar que hay un importante nivel de coincidencias entre ellas; quiere decir que en la medida en que ha avanzado el tiempo y se ha reforzado las crisis y la complejidad de la economía cubana, también ha crecido el nivel de consenso entre economistas, fundamentalmente aquellos ubicados en instituciones académicas del país, acerca de la necesidad de cambios y del carácter de estos.
Digo en la academia porque a nivel de la economía, el diálogo con las autoridades de una parte y los sectores más conservadores por otra, continúa siendo difícil aunque haya acuerdos importantes respecto a los principios históricos del proyecto nacional y revolucionario de Cuba, o sea: soberanía nacional, justicia social y desarrollo económico y democrático, sin embargo, con notables diferencias acerca de cómo hacerlo avanzar en las actuales circunstancias nacionales e internacionales.
Un punto esencial sobre el que hemos insistido permanentemente es sobre el carácter integral y sistémico de la reforma. Ahora siendo más enfático, nos parece necesario aclarar que sin eso no hay avance posible; las medidas puntuales, desconectadas y sectoriales tienen trayecto corto y vida limitada, cuando no resultados negativos o cuestionables.
Como hemos expresado otras veces, los ejemplos más evidentes de eso han sido el ordenamiento monetario de enero del 2021 y más recientemente la bancarización, a las cuales hemos cuestionado, no por sus objetivos, indudablemente necesarios, sino por sus errores de secuencia, conexión, contextos y condiciones para su ejecución exitosa, además de algunos puntos de su propia concepción. A estos ejemplos se podrían añadir también las medidas establecidas para la agricultura: en sí mismas y vistas por separado no son negativas, muchas son hasta de sentido común, pero no abordan el problema integralmente ni en su esencia, por tanto ahí están los resultados.
Teniendo en cuenta lo difícil de la situación, se ha señalado con razón que hay cosas importantes y otras urgentes. Nuestro punto es que compartimos ese criterio, pero hay que ir actuando, sobre todo, tratando de preservar la integralidad de lo que se haga, aun cuando se atiendan con inmediatez urgencias como la actual inflación y la crisis social.
En este texto se nos ha solicitado expresar de manera sintética y como aporte al debate, lo que consideramos que se debería hacer, sin embargo, esta propia concepción de integralidad hace difícil definir solo una lista de medidas sin sacrificar el tema de la secuencia y el carácter sistémico e integral de la reforma que consideramos necesita la economía nacional, y en la cual hemos insistido en todo lo que por años hemos escrito.
Advirtiendo sobre este punto, intentaremos muy sintéticamente, como se nos ha solicitado, expresar lo que consideramos componentes imprescindibles de la reforma.
Obviamente el problema del equilibrio macroeconómico, el control de la inflación y la reducción del déficit presupuestario es fundamental; es muy difícil pilotear con éxito el cambio bajo las actuales turbulencias. También es fundamental tomar control del mercado cambiario.
Habría que añadir una reacción más activa aún al problema de la deuda externa del país que cada vez aprieta con mayor fuerza e impide tanto el comercio como la inversión. Varios economistas han propuesto y estamos de acuerdo, en que se deben analizar algunas fórmulas de cambio de deuda por determinados activos. Es una decisión que hay que revisar bien, pero no parece haber otras opciones a mano dada la magnitud del problema. Cuba es objeto de diferentes demandas por esta razón.
Ahora bien, todo esto conecta directamente con lo que consideramos los dos corazones de la reforma: la transformación profunda del subsistema de producción agropecuaria y la reforma de la empresa estatal, como parte del sistema empresarial del país.
La producción agropecuaria se encuentra bajo formas obsoletas de producción y comercialización que deberían ser transformadas, desde el tamaño de las unidades de producción privada, que son los que más alimentos producen en el país, hasta la forma de funcionar el llamado mecanismo de acopio y de comercialización.
En la agricultura hay un problema de estructuras, de incentivos y también de muy bajos niveles de inversión que impiden tener las condiciones mínimas necesarias para producir más: agua, maquinaria, combustibles, fertilizante, herbicidas, etc. Es cierto que hay una fuerte escasez de divisas, afectadas entre otros factores por el bloqueo norteamericano, sin embargo, la inversión nacional se mantiene fuertemente concentrada en otros sectores como el turismo, lo cual a todas luces es improcedente cuando se mantiene deprimida la producción de alimentos. Siempre hemos expresado que en la producción de alimentos hay además un problema de seguridad nacional, lo cual toma mayor importancia aún a las puertas de una nueva administración norteamericana que muy probablemente incremente el nivel de hostilidad y agresión contra el país.
El otro corazón de la reforma es la transformación de la empresa estatal, actualmente afectada por la ineficiencia o niveles muy bajos de rentabilidad que, entre otras cosas, limitan sus aportes no solo a la producción, también a los ingresos del Estado y por lo tanto impiden mejorar el déficit que a la vez impide actuar efectivamente sobre la inflación, etc.
Sobre el tema de la reforma empresarial hemos escrito en extenso y siempre hemos expresado que se trata de transformarla para que deje de ser ineficiente, no para que deje de ser pública.
La transformación del sistema empresarial debe dar lugar a un tejido complejo que cubra todas las actividades que una economía moderna requiere y bajos diferentes formas de propiedad y gestión, pública, cooperativa y privada, preservando la prevalencia de la empresa pública pero con niveles de eficiencia que le permitan ejercer ese liderazgo auténticamente.
Las empresas han de ser empresas que actúen en los mercados y no unidades administrativas sometidas a decisiones centrales y al tutelaje de los Ministerios y otras estructuras intermedias como las OSDEs, cuya necesidad la mayor parte de las veces —aunque hay excepciones— no se justifica, y sin estar sometidas a una planificación burocrática, cuyo carácter debe cambiar hacia una planificación más financiera y estratégica. Esto supone, por supuesto, la existencia de las excepciones imprescindibles correspondientes a determinadas empresas, muy acotadas por el carácter y alcance de la función que desempeñan.
El fracaso de la planificación centralizada y burocrática quedó más que demostrada con la experiencia del socialismo europeo, y superada por las experiencias exitosas de Vietnam y China.
Eso supone mercados que deben ser construidos conscientemente y que funcionen con transparencia, información y las regulaciones adecuadas, incluidos los de medios de producción y monetario, con restricciones financieras fuertes, con una ley de empresas y una ley de bancarrota; todo como parte de un sistema que debe funcionar integralmente. La concurrencia de las empresas públicas al mercado monetario es imprescindible, la segmentación y el caos monetario que existe hoy es incompatible con el funcionamiento bien articulado de la economía y sin este el crecimiento es quimérico.
O sea, que a todos esos mercados deben asistir todos los actores económicos, públicos, cooperativos y privados sin distinción. El sector privado debe contar con todas las condiciones e imprescindibles regulaciones para que funcione tanto con orden como con iniciativas.
Elementos esenciales son el adecuado manejo de herramientas fundamentales de la política económica. Ya nos referíamos a la tasa de cambio, vale para la política fiscal, la política de aduanas, la política crediticia, la política industrial, la política de inversiones y por supuesto y cada vez más importante, la política social.
Los diferentes sectores necesitan a su vez decisiones específicas, como es el caso, por ejemplo, del hoy en crisis sector energético, cuya matriz debe ser cambiada por un mayor peso de las energías alternativas.
Por otra parte, la reforma, que es cada vez más urgente, debe definir etapas y metas claramente definidas para mover el modelo económico de Cuba del lugar donde se encuentra, cuyo agotamiento es hace años más que evidente, a uno nuevo que permita recuperar el dinamismo, la eficiencia, la capacidad de crecimiento y una inserción internacional más favorable, a pesar de que se deba seguir padeciendo, resistiendo y condenando la política de bloqueo y agresión. Como he expresado en diversas ocasiones, el tiempo corre rápido y es una variable crítica; el avance coherente de la reforma debe ser ya, sin pausa, con orden y con prisa.
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