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miércoles, 20 de marzo de 2019

La devaluación del peso cubano: entre la “fatiga de metales” y la escasez de propuestas políticamente convincentes

Por Pedro Monreal


20 de Mrazo de 2019

La reciente publicación de un artículo del colega Armando Nova sobre la unificación monetaria y cambiaria en Cuba ha estimulado un rápido intercambio informal entre varios economistas. Ver, Armando Nova, “Unificación monetaria y cambiaria en Cuba: decisión impostergable”, IPS, 11 de marzo de 2019 https://www.ipscuba.net/author/armando-nova-gonzalez-economista-cubano/
Después de que el tema hubiera perdido interés en los últimos meses -bastaría constatar lo poco que se ha escrito sobre el asunto en lo que va de 2019- el texto de Nova es ciertamente una contribución bienvenida para volver a reflexionar sobre el tema.

No estoy muy seguro del impacto práctico de una reactivación del debate entre los economistas que debemos trabajar sin acceso a datos cruciales. Pudiera ser que ocurriese lo que ya ha sucedido antes: se identifican problemas y se esbozan alternativas de solución, pero ello tiene lugar en medio de una ausencia absoluta de diálogo con los aproximadamente 200 especialistas y funcionarios que el gobierno cubano ha informado que han estado trabajando en el asunto, por encargo estatal.

Ojalá que esta vez no fuese así, pero tengo mis reservas acerca de un posible cambio en la situación.

Personalmente, creo que estamos ante la combinación de dos problemas. En primer lugar, la existencia de una especie de efecto de “fatiga de metales” debido a que por mucho que se discuta el tema, seguimos “sin novedad en el frente”, lo cual conduce inevitablemente a una pérdida relativa de interés intelectual en el problema, aun cuando el tema es muy importante en la práctica. En segundo lugar, se ha privilegiado públicamente el análisis en el plano económico, pero no en el plano político, que en realidad parece ser el más importante.

Volveré a estos dos problemas, pero primero quisiera anotar sucintamente cuatro cuestiones específicas con las que discrepo del colega Nova en términos de posibles pasos inmediatos.

Discrepancias con Nova
  1. El supuesto de que se produciría un incremento del salario en las empresas estatales como resultado de la devaluación del peso cubano (CUP) y de que ello incentivaría a los trabajadores para aumentar la producción es un supuesto problemático, al menos por dos razones: a) es muy probable que pudiera no ocurrir un incremento del salario real debido al crecimiento de los precios como efecto del llamado “traspaso” de la devaluación hacia los precios, un tema que hemos discutido antes en este blog; y b) el actual sistema de salarios del sector empresarial estatal es disfuncional, y aquí sugiero revisar lo que ha expuesto reiteradamente el Dr. Lázaro González en este blog. Para que funcione el sistema salarial, de la manera en que plantea Nova, se necesitaría una reforma de salarios y eso va a tomar tiempo.
  2. Creo que el texto minimiza el tratamiento más detenido que debería tener el análisis del impacto negativo de una devaluación en el sistema empresarial estatal. No hay razones para pensar que –en el corto plazo- se produciría un proceso de compensación entre costos y beneficios (retomaré este asunto más adelante).
  3. El enfoque de gestión de devaluación sugerido por Nova es relativamente pasivo cuando se compara, por ejemplo, con la propuesta de Humberto Pérez de gestionar activamente el diferencial cambiario para financiar en el corto plazo incrementos de salarios y de pensiones.
  4. No resulta convincente la noción expresada en el artículo de Nova acerca de que los espacios creados al sector privado y al cooperativo han “generado una demanda interna que grava a la economía nacional, por cuanto motiva gastos en USD u otra divisa sin retorno”. Una afirmación como esa necesita estar basada en la evidencia y esta no ha sido aportada. En general, la demanda interna en Cuba implica un componente de oferta importada para poder satisfacerla y eso es válido para cualquier tipo de propiedad, incluyendo obviamente la estatal. En ese sentido, siempre habrá gastos en divisas “sin retorno”. Sin embargo, pudieran existir diferencias en cuanto a la “densidad” del componente importado por cada peso de valor ofertado, en dependencia de la forma de propiedad y de gestión (reflejando diferentes intensidades en el uso de recursos nacionales). Pero en ausencia de datos concretos sobre ese asunto, no es razonable asumir que el sector privado/ cooperativo “grava” más a la economía nacional cuando estos sectores reemplazan actividades del sector estatal.
Devaluación con creación de condiciones previas o en ausencia de estas: This is the question…

Desde hace tiempo, los economistas que discutimos abiertamente el tema, a pesar de no contar con la información suficiente, hemos abordado lo que pudiera considerarse como las dos grandes opciones que existen para implementar la devaluación del peso cubano: o se hace la devaluación luego de haberse creado las condiciones necesarias (por ejemplo, una reforma de la empresa estatal, una reforma salarial y la legalización de la empresa privada nacional, componentes que no acaban de producirse), o se hace la devaluación sin contar con esas condiciones.

El punto es importante porque creo que los economistas cubanos entienden muy bien que una devaluación del peso cubano es el síntoma de problemas estructurales que no han sido resueltos.

Al mismo tiempo, creo que queda clara la noción de que, aunque la devaluación pudiera ser un mecanismo para contribuir a resolver esos problemas estructurales, la devaluación por sí misma no los resolvería y por tanto la devaluación debe ser parte de un esquema de reforma más amplio.

Las conexiones entre la devaluación y otros componentes de la reforma no son obvias ni sencillas, algo que se expresa en la diversidad de opiniones -incluyendo las contradicciones- de los análisis y de las propuestas que hacemos. Esa heterogeneidad de ideas debe ser apreciada como lo que es, como riqueza de pensamiento, y no como una competencia entre quienes supuestamente tienen la razón y quienes no la tienen.

Obviamente, para los economistas, la primera opción  relativa a la posibilidad de crear anticipadamente las condiciones para una devaluación es la alternativa deseable, pero francamente creo que estamos lejos de esa variante.

Por esa razón considero que la opción que tiende a predominar en el debate –desde hace meses- es la de que habría que implementar una devaluación en un plazo breve sin tener todas las condiciones creadas.

No voy a repetir aquí lo que han dicho sobre el tema colegas como Humberto Pérez, Joaquín Benavides, Vilma Hidalgo, Pavel Vidal, Jorge Barrera, Juan Triana, Fidel Vascós, Julio Carranza, Yaima Doimeadiós, Rolando López del Amo, Hiram Marquetti, Rogelio Torras, Humberto Herrera, Juan M. Ferran y Omar Everleny Pérez, solamente para citar a algunos de los que han intervenido en el debate público.

Me limito a señalar que, un enfoque de devaluación en un contexto donde las condiciones no han sido creadas, usualmente concede importancia a la flexibilidad del programa de devaluación pues inevitablemente habría que hacer ajustes sobre la marcha, habría que priorizar la atención sobre sectores que pudieran tener una capacidad de ajustarse a una devaluación más rápidamente que otros sectores (la agricultura, por ejemplo), y habría que buscar de manera innovadora mecanismos para compensar los costos del proceso (como la propuesta de Humberto Pérez acerca de la gestión del diferencial cambiario).

Es el tipo de debate que esporádicamente ha cobrado fuerza, especialmente cuando determinadas declaraciones o acciones oficiales han sido interpretadas como indicios de la inminencia de una devaluación, pero es igualmente el tipo de debate que tiende a disiparse en un contexto en el que “el lobo no acaba de llegar”.

La devaluación es un tema eminentemente político

Comentando anteriormente mis discrepancias con el texto de Nova, he mencionado el problema de los costos y de los beneficios de una devaluación. Es, naturalmente, un asunto clave para el diseño e implementación de una devaluación y sobre este punto conviene retener dos cosas. En primer lugar, que la percepción de los riesgos de una devaluación pudiera ser muy distinta en dependencia del plano de análisis que se utilice y de los actores involucrados. En segundo lugar, que las decisiones sobre una devaluación la toman los políticos, no los economistas.

Para los economistas, la devaluación es una herramienta de gestión, pero los políticos usualmente perciben la devaluación como un proceso desestabilizador.

Pocas cosas entrañan un riesgo de desasosiego social y de inquietud política como lo hace una devaluación. La probabilidad de una combinación de contracción del producto y de la inflación, algo bastante común durante las devaluaciones, justifica las interpretaciones políticas que perciben la devaluación más como una pesadilla que como un instrumento de gestión.

Para los economistas y para los políticos, el “tiempo” del proceso de devaluación y la percepción de los riesgos y de las incertidumbres van a ser muy distintos.

Ningún dirigente político cubano actual va a aceptar un programa de devaluación que identifique costos muy altos en cuanto a desempleo, cierre de empresas y alzas de precios, ni tampoco aceptaría un programa de devaluación con muchas incertidumbres.

No creo estar diciendo nada nuevo cuando afirmo que el gobierno cubano no va a funcionar en este tema sin tener una clara estrategia ganadora en lo político.
Si eso significa tener que demorar la devaluación, pues entonces creo que seguirá demorándose.

Los políticos cubanos no van a tomarse los costos de una devaluación como un mero proceso probabilístico. Si predominase la percepción de un elevado costo social y de un potencial impacto de erosión política, sencillamente no habrá devaluación a la vista, por mucho que los economistas insistamos en su centralidad para la reforma del modelo.

Mi conclusión de lo que he podido leer sobre la experiencia internacional con las devaluaciones en países subdesarrollados es que una devaluación tiende a deslizarse peligrosamente hacia una situación negativa cuando no se cumplen simultáneamente dos condiciones: a) existencia de elasticidades altas para las exportaciones y las importaciones respecto a la variación de la tasa de cambio, y b) una política macroeconómica que permita hacer una devaluación “real”, es decir, una devaluación antinflacionaria.

Tiendo a ser escéptico acerca de que existan actualmente esas dos condiciones en Cuba.

Ahora mismo, el entorno internacional complicado en que debe operar la economía cubana -expresado en tensiones financieras grandes- es un marco muy desfavorable para lanzarse a hacer una devaluación, sin tener reservas suficientes de divisas.

Quizás sea conveniente que los economistas hagamos una discusión amplia prestando más atención a lo político. No digo que no se hubiera antes. Las propuestas de varios colegas han apuntado en esa dirección, pero creo que sería conveniente abordar el tema de manera más intensa y más directa.

El costo de la devaluación como posible eje para ordenar el debate

Un punto de entrada posible pudiera ser la evaluación de los posibles costos de una devaluación en Cuba.

Una devaluación es el tipo de proceso que afecta simultáneamente a todos los actores de una economía, pero lo hace de manera diferenciada. Tratar de compensar los costos sobre los actores negativamente impactados requiere medidas específicas que van a demandar recursos.

Las “señales” de una devaluación respecto a la eficiencia, por ejemplo, respecto al cierre de empresas, no se convierten automáticamente en realidad. En ocasiones, puede ser conveniente -por razones no económicas- ignorar ese tipo de “señales”. Existe una mediación estatal entre la devaluación y la quiebra de empresas públicas y esa decisión necesita estar informada por una evaluación de costos y de beneficios que sea capaz de integrar lo económico, lo social y lo político.

¿Cuáles serían las dimensiones principales del costo de una devaluación para los ciudadanos cubanos?: ¿Desempleo? ¿Inflación? ¿Una combinación de esas dos cosas?

¿Cuál sería el posible patrón de distribución social de los costos entre los distintos grupos sociales y entre las regiones del país?

¿Cuáles serían los estimados del monto de recursos (en moneda nacional y en divisas) para poder establecer un conjunto de medidas compensatorias diferenciadas?

¿Cuáles serían los tres o cuatro componentes centrales que debería tener una propuesta de estrategia “ganadora” en lo político?

Si hubiese que esperar un tiempo adicional para poder hacer una devaluación, pero sin tener que completarse todas las condiciones previas que deberían acompañarla, ¿Cuál pudiera ser la variante de “segunda mejor opción” que permitiera aprovechar el tiempo para crear -al menos parcialmente- una serie de condiciones básicas? ¿Cuáles pudieran ser esas condiciones? ¿En qué orden deberían ser creadas?


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