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sábado, 12 de octubre de 2019

Cuba y la “nueva normalidad” energética del 80 por ciento


Por Pedro Monreal , El Estado como tal
https://elestadocomotal.com/2019/10/11/cuba-y-la-nueva-normalidad-energetica-del-80-por-ciento/

Se ha informado que en una “próxima etapa”, que no se precisa, se utilizará en Cuba el 62% del combustible que se empleaba con anterioridad a la “situación energética”.
Se anuncian igualmente dos detalles adicionales: se aspira a garantizar el 100% de la generación de electricidad, con “tensiones” en otras actividades económicas, y se espera elevar el nivel de consumo de combustible al 80% en un momento posterior que tampoco ha sido identificado con precisión.
Se declara que esas reducciones en el monto del consumo de combustible serán posibles gracias a la combinación de ahorro y de otras medidas, estas últimas tampoco sin precisar.
Aunque no se ha afirmado explícitamente, la información divulgada apunta hacia una especie de nueva normalidad en la que el país pudiera funcionar en un plazo –no definido- con el 80% del nivel de consumo de combustible anterior.
El punto de partida
Conviene identificar entonces los datos de partida de lo que se ha descrito como el momento anterior a la “situación energética”:
Las breves notas que siguen parten de la adopción de dos supuestos:
  • Los datos de consumo de combustible de 2017 (la estadística oficial más reciente) pueden ser tomados como representativos del momento anterior a la “situación energética”.
  • No se considera un efecto sustantivo de nuevas tecnologías porque el horizonte de análisis es el corto plazo.
Restricciones en la gestión de combustibles
Los datos indican algunas restricciones importantes en la gestión de combustibles:
  • La generación de electricidad a los niveles actuales utiliza el 55% del combustible consumido nacionalmente (aproximadamente 4 millones de toneladas), casi todo compuesto por fuel oil y diésel, de manera que, si se desea mantener el nivel actual de generación eléctrica en el corto plazo, las reducciones de consumo de combustible deben producirse fundamente en los 3,2 millones de toneladas de combustibles que tienen otros usos.
  • El fuel oil, que representa dos tercios del combustible consumido en Cuba, se utiliza en muy alto grado (75%) para el “suministro de electricidad, gas y agua”, de manera que, si desea mantenerse el nivel actual de generación eléctrica, las reducciones de consumo de fuel oil deben producirse fundamentalmente en los 1,2 millones de toneladas de fuel oil que tienen principalmente otros dos usos: la industria (580 mil tm) y la explotación de minas y canteras (508 mil tm).
  • El diésel, segundo combustible para producir electricidad en Cuba, tiene un espectro más diversificado de consumo pues tres cuartas partes del diésel se utiliza en actividades distintas al “suministro de electricidad, gas y agua”. Si desea mantenerse el nivel actual de generación eléctrica, las reducciones de consumo de diésel deben producirse fundamente en los 1,2 millones de toneladas de diésel que tienen principalmente otros seis usos: transporte, almacenamiento y comunicaciones (288 mil tm), industria (175 mil tm), comercio (147 mil tm), construcción (132 mil), agricultura, ganadería y silvicultura (125 mil tm) e industria azucarera (102 mil tm).
Poniendo en perspectiva las anunciadas reducciones de consumo de combustible
Si se calcula un nivel de 62% respecto al dato más reciente de consumo total de combustible (7 248 800 tm en 2017), el resultado sería un nuevo nivel de consumo de 4 494 000 tm.
Si el nivel se ubicase en 80%, el nuevo nivel de consumo sería de 5 800 000 tm, aproximadamente.
Habría que remontarse a 1993 y 1994 –en medio del llamado Período Especial- para encontrar niveles tan bajos de consumo total de combustible.
No estoy comparando dos momentos muy diferentes de la historia económica del país. Simplemente llamo la atención respecto a lo que muestran las estadísticas, para, a partir de esos datos, intentar hacer entonces un análisis que probablemente necesite información adicional que no parece estar disponible de manera abierta.
Afirmar que intenta funcionarse con niveles de consumo de combustibles ubicados entre el 62% y el 80% del consumo “normal”, significa que habría que funcionar con los niveles de consumo de combustibles del peor momento del Período Especial. Existe ahí un tema para analizar.
Otro dato interesante que debe tenerse en cuenta es que los niveles absolutos y relativos de la producción de energía eléctrica a partir de fuentes renovables (biomasa, hidroeléctrica y eólica) son hoy menores que en 1989.
En 1989, la biomasa (principalmente el bagazo) generaba 1 280,1 Gigawatt hora, aproximadamente el 8,4% de la generación de energía eléctrica del país. Tomadas de conjunto, la biomasa y la hidroeléctrica produjeron el 9% de la electricidad en 1989.
En 2018. La suma de las tres principales fuentes renovables (biomasa, hidroeléctrica y eólica) generaba 757,3 Gigawatt hora, el 3,6% del total de electricidad producida.
La generación de energía eléctrica en 2018 era 36,7% mayor respecto al nivel de 1989, pero esa expansión de la producción de electricidad se basó en la utilización de hidrocarburos.
Resumiendo,
Aunque todavía no se ha cuantificado oficialmente en detalle, es válido asumir que existe un potencial para reducir el consumo de combustible debido a la combinación de cuatro factores: mayor utilización de fuentes renovables, uso de tecnología más eficiente en las plantas generadoras que funcionan con hidrocarburos, medidas de ahorro (ajuste de horarios, revisión de normas técnicas de consumo, etc.) y medidas para evitar el uso indebido y el robo de combustibles.
Los dos primeros factores pudieran tener algunos resultados en el corto plazo, pero difícilmente serían tan efectivos para reducir el consumo de combustibles en breve tiempo. Los otros dos factores (medidas de ahorro y reducción del descontrol) no tiene potencial suficiente para producir reducciones de consumo que deben superar ampliamente el millón de toneladas de combustible.
Es el caso de las renovables. Los planes actuales de inversión para fomentar la energía producida a partir de esas fuentes no van a producir resultados significativos a corto plazo. De hecho, se plantea llegar a los 2 269 MW de capacidad instalada en renovables en 2030.  
Con la información disponible de manera pública, las variantes que parecen existir para reducir en tan alto grado el consumo de combustible, al mismo tiempo que se mantiene el nivel actual de generación eléctrica, quizás consistirían en:
– Una menor utilización de fuel oil en los otros dos únicos consumidores grandes, además de la generación de electricidad: industria y minería, cada uno con un consumo aproximado de entre 500 mil y 600 mil tm. No queda claro que pudiera reducirse mucho el combustible en la minería (un sector “seguro” de generación de divisas). Por otra parte, si se concentrase la reducción del uso de fuel oil en la industria, sería muy difícil pensar que no se producirían afectaciones serias en la producción industrial
– Una menor utilización del diésel en las seis principales actividades distintas de la generación de electricidad mediante grupos electrógenos: transporte, almacenamiento y comunicaciones; industria; comercio; construcción; agricultura, ganadería y silvicultura; e industria azucarera.
Siendo el transporte el segundo mayor consumidor de diésel (después de los grupos electrógenos), ahí se localizaría el principal potencial de reducción, pero ese ya es un sector muy afectado y sus problemas pueden tener efectos políticos no deseados.
Sobre lo que pudiera hacerse con los demás sectores solamente existe información fragmentada, con la excepción de la agricultura, donde parece asumirse abiertamente un enfoque de incremento de la tracción animal, lo cual es muy cuestionable como modelo para resolver los problemas del agro cubano.
En suma, poder operar con niveles reducidos de consumo de combustible -62% en lo inmediato y 80% más adelante, también en el corto plazo- sin que ello no tenga consecuencias en los niveles de actividad económica y en el desarrollo del país, es el tipo de objetivo de política económica que debería ser explicado en detalle por parte de quienes lo han concebido, especialmente cuando parece sugerirse oficialmente que esos reducidos niveles de consumo de combustibles serían parte  del sustrato energético de una “nueva normalidad”.

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