Los esfuerzos por fomentar y diversificar nuestras exportaciones durante estos últimos más de sesenta años no han dado los resultados esperados, no creamos que los TCP, nuestros campesinos y las pequeñas y medianas empresas, cuando por fin las dejemos ser, podrán contribuir significativamente si los apoyos no son suficientes, alineados y sistemáticos.
Por Dr.C Juan Triana Cordoví, OnCuba
en Contrapesos
Son muchas las buenas nuevas a pesar de la COVID-19 y del regreso de la capital a la fase epidémica. Casi todos los días nos sorprende una nueva medida para impulsar/ recuperar /dinamizar nuestra economía. Esas buenas nuevas en forma de medidas largamente esperadas se “agolpan unas con otras” como dice la canción.
Es bueno, sin dudas, notar que esta vez, parece que el pie que acelera nuestra reforma/ actualización o como se le quiera calificar a este proceso que nos ocupa en los últimos diez años, no va a abandonar el pedal del acelerador. Pero ojo: el orden en la secuencia es importante.
Aunque me ocuparé básicamente de las exportaciones de nuevo y creo que en esta columna por más de cuatro o cinco veces, quisiera apuntar que luego de la intervención de la Ministra del Trabajo anunciando que al fin, y gracias en parte a la COVID-19, se ha decidido eliminar la lista positiva que autoriza poco más de un centenar de oficios que pueden ser ejercidos por cuenta propia y crear una lista negativa de empleos que no podrán ser ejercidos, y a la vez, terminar con el carácter de “experimento” de las cooperativas industriales y de servicios y facilitar su creación como un actor más de nuestra economía, resultan de los mejores anuncios que podamos recibir. Para muchos de los economistas que durante años hemos defendido esa idea es una muy buena noticia. Cuando ello se concrete, ojalá más temprano que tarde, nuestro mayor deseo es que también contribuyan a incrementar y diversificar nuestras exportaciones.
En el foro debate dedicado a este asunto, al de las exportaciones, varias cosas me llamaron la atención, a continuación las enumero:
1. Existe una cierta confusión entre aquella primera medida que permite importar a cualquier ciudadano a través de las tiendas del grupo GAESA y esta otra medida que busca estimular las exportaciones, facilitando las importaciones de aquellos insumos que sean necesarios.
La primera, sin dudas, tiene fines recaudatorios e intenta recolectar los dólares y euros que andan por ahí, dentro o fuera de Cuba, estimulando el gasto de consumo de aquellos que puedan hacerlo.
Tener personas que puedan consumir, o sea, ser “demandantes efectivos” en tiempos en que los mercados se reducen y se ponen tan flacos como las vacas de la provincia de Las Tunas que murieron de inanición este año, es MUY bueno. La demanda efectiva es un factor dinamizador de cualquier economía, ese no es para nada un descubrimiento reciente.
La segunda, supongo tiene como objetivo principal estimular que muchos actores económicos logren exportar y contribuyan así a crear un flujo relativamente sostenido de divisas hacia nuestro país. En esta otra, entiendo yo, el propósito, más que recaudar por la operación, es estimular el gasto de inversión para facilitar las exportaciones futuras o el incremento de la producción y la oferta interna.
Si aplicáramos lo que conocemos acerca de la dependencia de las exportaciones cubanas de las importaciones y asumiéramos que el comportamiento en este sector será parecido, entonces hay que esperar que, al menos en los primeros momentos, la propensión a importar (para exportar después) sea muy alta.
Subrayo esto último ya que no tiene por qué haber una relación directa e inmediata entre lo que se importa y el incremento de las exportaciones, ni siquiera entre aquella y el incremento sustancial de la producción de bienes y servicios, aunque sin dudas la habrá, con el tiempo.
2. El interés de muchos trabajadores por cuenta propia (TCP) por poder hacer uso de esas facilidades.
Reacción esperada si tenemos en cuenta las restricciones de oferta de nuestro país. Existen en Cuba 600 000 trabajadores por cuenta propia, pero la cantidad de personas empleadas en el sector no estatal, que es mucho más que el TCP, rebasa el millón trescientas mil, ahí se incluyen también los artesanos, campesinos individuales y cooperativistas, que también padecen casi los mismos problemas de acceso a insumos.
Si suponemos que el uno por ciento de todas esas personas desea acceder a la importación o exportación y lograran concretar negocios de exportación, entonces tendríamos que nuestras 36 empresas de comercio exterior bendecidas tendrían unos nuevos 13 000 clientes, todo un regalo de mercado que nuestro gobierno les ha hecho. Si cada uno de esos nuevos clientes hiciera un par de operaciones de exportación y la misma cantidad de operaciones de importación, pues nuestras 36 escogidas estarían realizando unas 52 000 operaciones de comercio exterior al año. ¡Vaya que tendrán que cambiar para lograrlo!
Claro que no va pasar, pero bien vale la pena sacar esa cuenta de bodeguero para entender lo que pudiera ser la magnitud del mercado.
3. El desconocimiento de muchos sobre las “reglas de juego” que se definieron para este tipo de actividad.
Esto era muy esperado. A hacer comercio, por más cursos que se reciban, se aprende haciendo y quien nunca ha exportado e importado, no porque no haya querido hacerlo sino porque jamás se lo permitieron, pues no puede saber cómo se hace.
Es cierto que hoy tenemos en Cuba, gracias a esas mismas prohibiciones, miles de cubanos gestores de comercio exterior. Ellos son los fenicios del Caribe. Nadie, excepto la vida, la necesidad y su afán de mejora, le dio ningún curso. Todos encontraron una oportunidad en el desabastecimiento, la pobreza del surtido de nuestras tiendas de GAESA, en los precios exorbitantes de algunos productos, en la inestabilidad de la oferta. Ellos han movido miles de millones en ese comercio de hormiga y lograron competir y hasta ganar. Pero no es lo mismo, aunque lo parezca.
Tampoco la mayoría de nuestras empresas estatales de bienes y servicios saben exportar, también por una sencilla razón, porque nunca le dejamos hacerlo. Al centralizar y concentrar la actividad de comercio exterior en unas cuantas empresas bendecidas por no se sabe quién, le quitamos a la inmensa mayoría de nuestras empresas productivas, a sus empresarios y a sus empleados, la posibilidad de aprender y entrenarse en algo que, para Cuba, por su condición de isla, es esencial: saber hacer comercio exterior.
4. El encasillamiento de algunas respuestas para justificar / argumentar por qué toda la actividad tiene que hacerse a través de empresas estatales especializadas en esa actividad.
La más frecuente de todas esas respuestas es aquella que afirma que la actividad de comercio exterior es muy compleja, que requiere de conocimientos específicos, de estudios y análisis, de conocer el mercado y de que las empresas cubanas de comercio exterior tienen elevada experticia, y suficientes habilidades para “facilitar” la operación a costos y tarifas mínimas.
La evidencia, sin embargo, parece decir lo contrario. De una parte, tenemos a nuestros fenicios que realizan esa actividad todos los días sin apenas cursos, y lograron mover y colocar en este mercado un volumen tal de productos que puso en mala posición a las empresas estatales cubanas del sector. Aprendieron a comprar, a identificar productos, proveedores y clientes y a adecuarse a las reglas de la aduana del país. No tuvo el estado que gastar un centavo en capacitación, ni dietas y viajes a “comparadores” con decenas de cursos aprobados que frecuentemente compran lo que no se vende.
De otra, está el hecho real de que tener “bajo control” del estado el comercio exterior todavía hoy parece fundamental para “planificar” la economía. También desprenderse de la cultura de la centralización como base para ejercer un control efectivo sigue siendo un ejercicio muy difícil y esa cultura permanece, aun cuando constantemente se insista en la necesidad de usar métodos indirectos de regulación. Un buen amigo le llama a esa cultura de poner intermediarios estatales en todo “digestión centralizada”.
También hay que oír aquella verdad repetida muchas veces por los empresarios a cargo de empresas mixtas que han invertido en Cuba, acerca del vía crucis de la importación y la exportación y los elevados costos de hacerlo si se comparan con otros países de la región, incluso considerando el bloqueo y las acciones punitivas de la administración Trump.
5. La certeza y la confianza en algunas respuestas provenientes de las empresas Expo-Import de que ellas hacen una gestión eficiente de comercio exterior y de que son muy buenas conocedores del mercado.
Aquí la evidencia nuevamente no acompaña a la aseveración. Como en estadística, en prueba de hipótesis, se parte de aceptar algo que no es cierto.
¿Cómo es posible aceptar que nuestro país tiene un aparato de comercio exterior (ojo no me refiero al Ministerio de Comercio Exterior únicamente) altamente eficiente si el sector externo ha sido una de nuestras grandes rémoras? Si en nuestra prensa oficial reiteradamente se publican noticias sobre la llegada tardía de materias primas, muchas veces decisivas para “exportaciones decisivas” o a la pérdida de mercados, o a la poca diversificación de nuestras exportaciones.
¿Cuantas nuevas oportunidades de exportación nuestras empresas de Export-Import encuentran al año? ¿Cuántas de aquellas “oportunidades” logran convertirse en nuevos negocios? Es muy probable que todos sean magníficos compañeros y compañeras, altamente capacitados, con decenas de cursos especializados en su haber, todos revolucionarios y honestos, pero el resultado no avala aquella afirmación y Cuba sigue padeciendo de un sector externo débil, concentrado, mal gestionado y con escasa capacidad de respuesta. No es un problema de los hombres y las mujeres que trabajan en esas empresas, al menos no únicamente, es un problema de concepto.
6. La necesidad que tienen todas nuestras empresas de la PUBLICIDAD en este nuevo mercado, en este, el cubano, en el cual deberían competir por esos nuevos clientes.
Sé que usar el vocablo publicidad ya es un problema. En Cuba la palabra publicidad tiene espinas. Defender la publicidad como un instrumento necesario de la modernización /actualización / reforma de la economía nacional es casi estéril ante los tremendos argumentos que se han esgrimido en contra de ella durante tantos años.
Pero necesitamos de la publicidad, si queremos que nuestro país avance y crezca y conquiste nuevos mercados y sobre todo que nuestras empresas puedan complementarse mejor con sus productos nacionales y disminuir las “importaciones por desconocimiento” que son esas que se producen cuando existe en el país el producto o el servicio con la calidad requerida pero el demandante no lo sabe. Pasa hoy, ha pasado y puede seguir pasando, excepto que logremos tener la publicidad que necesitamos.
Triste que en nuestros estadios de pelota no haya un cartel anunciando a nuestra empresa de servicios médicos, ni vallas en la carretera del aeropuerto de Holguín a la ciudad con el logo de la empresa del níquel, o de la cerveza Cristal, etc., etc.
Un buen amigo me reveló un día los tres frijoles mágicos de la exportación:
- Acceso automático a financiamiento para el que encuentra un mercado externo y logra cerrar un negocio. ¿Lo tenemos en Cuba como parte de las reglas de juego?
- Apoyo al ejercicio de exportar a través del Seguro a las exportaciones. ¿Existe en Cuba dicha institución?
- Incentivos fiscales al exportador. ¿Son suficientes los que hemos definido ya?
Algo más que tendríamos que pensar es en la desigualdad de los exportadores. No puede tratarse igual a lo que es intrínsecamente desigual. Exportar commodities es un asunto bien distinto a exportar software, o frutos frescos, o artesanías, o servicios de diseño. ¿Y si las intermediarias Export- Import son tan buenas por qué entonces no lo han podido hacer antes? ¿Por qué Cuba sigue teniendo más del 80% de sus exportaciones concentradas en apenas seis productos? ¿Por qué están a su vez concentradas en más de un 85% en productos de baja y media tecnología?
Los esfuerzos por fomentar y diversificar nuestras exportaciones durante estos últimos más de sesenta años no han dado los resultados esperados acorde al capital y el esfuerzo invertido en ello, no creamos que los TCP, nuestros campesinos y las pequeñas y medianas empresas, cuando por fin las dejemos ser, podrán contribuir significativamente si los apoyos no son suficientes, alineados y sistemáticos.
Bienvenidas las medidas, que se agolpen unas con otras es casi mejor que no tenerlas. Si existen se pueden mejorar, tomémoslo como lo que es, un ejercicio en el cual todos debemos aprender y desaprender.
Y entonces hagamos algo distinto, permitamos, ahora que en algún momento saldrá esa lista negativa, la creación de cooperativas de exportación e importación.
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