Por Julio C. Gambina
Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP
Montevideo 31, 2º Piso CP 1019ABA. Ciudad de Buenos Aires.
Teléfono: (54 11) 4551 6869 / 4381 5574
visitá mi blog www.juliogambina.blogspot.com
La inflación para enero del
2021 en Argentina fue del 4%, que anualizado alcanza al 38,5%, un registro mayor que los 12 meses del 2020 (36,1%)[1].
El fenómeno de la inflación
está nuevamente en alza, respecto de la tendencia decreciente del 2020 con
respecto de la situación de fines del 2018 y del 2019 (47,6% y 53,8%
respectivamente). Se trata de un tema preocupante por la especificidad respecto
de otros países de la región y del mundo, donde la evolución de los precios no
supera el dígito. En rigor, solo Venezuela presenta una inflación superior a la
de la Argentina.
La inflación no golpea a
todos por igual, ya que es un mecanismo más de distribución (regresiva) del
ingreso, o si se quiere, es una manifestación de la lucha de clases entre perceptores
de salario por un lado y de ganancia por el otro. Es, en definitiva, la expresión
fenoménica de la distribución de los ingresos entre los propietarios de los
medios de producción y quienes solo tienen para ofrecer al mercado su fuerza de
trabajo.
¿A
cuánto ascenderá la inflación a fines del 2021?
Según el Presupuesto aprobado
para este año alcanzará un 29%, a un cuando el Ministro de Economía sugiere que
la inflación podría ir bajando de a un 5% por año, por lo que el objetivo
gubernamental oscila en valores un poco superiores a ese valor presupuestado.
Igual, parece de difícil cumplimiento ante las alzas de precios,
“reacomodamientos” según explican las autoridades. El ministro critica a los
profesionales de la economía, financiados por el capital, que auguran, desde hace
rato, una espiral inflacionaria, incluso la hiperinflación. Estos economistas y
asesores, que remiten a la concepción liberal, de derecha, son funcionales a la
lógica política que promueve la libertad de mercado, alentando el ajuste fiscal
y la regresiva reestructuración de las relaciones laborales. Son voceros de la
ampliación de la apropiación de ganancias y su acumulación.
En ese marco es que las
reuniones del gobierno con organizaciones sindicales en estas horas pretenden
morigerar la demanda salarial en torno al objetivo del gobierno, aun cuando se
señala que las negociaciones colectivas son libres. Igual, no todas las
trabajadoras ni los trabajadores integran el lote de las organizaciones que
definen sus ingresos en paritarias con las patronales. Pero como esas
negociaciones son una referencia económica, pero también política, en tanto y
en cuanto son parte de la contención del conflicto, resulta clave para el
gobierno arrancar el compromiso de las direcciones sindicales afines. Para
estos, se trata de defender al gobierno “propio” del embate opositor liberal.
Con un mismo sentido, el
gobierno habilitó el diálogo con los principales dueños y emisarios de las
grandes empresas, los que definen los principales precios. El objeto también
apunta a solicitarles morigeren su apetencia de remarcación. Es una apelación a
la voluntad de un núcleo social, que a priori no confía, ni siente como propio
al gobierno, aun cuando se expliciten definiciones y políticas gratas a los
oídos y expectativas de las/os empresarias/os. Remito al resultado del cónclave
con la Mesa de enlace que parece alejar la presión relativa al crecimiento de
los aranceles, o al guiño para contener la demanda de actualización de ingresos
salariales y previsionales.
El diálogo con centrales y sindicatos,
por un lado, y con empresarios por el otro, pretende conciliar los intereses
del capital y del trabajo para abordar a corto plazo un “acuerdo de precios y
salarios” en la coyuntura. Será esa la base para un “pacto social” más amplio y
duradero que apunte sobre cuestiones estructurales del proceso de producción y
circulación para frenar la elevada inflación en el país, muy lejos de la que se
presenta en la mayoría de los países. El verbo más usado por el ministro Guzmán
apunta a “tranquilizar” la economía, lo que supone contener el conflicto que
manifiesta el recurrente alza de los precios.
Salarios,
precios, micro y macro
Preocupa la información sobre
inflación por el impacto económico social, por la menor capacidad de compra de
los ingresos de los asalariados, ya que en otro informe oficial[2], a
diciembre del 2020, se señala que:
“El índice de
salarios total registrado acumula, en los últimos 12 meses, un aumento de 31,6%, como consecuencia del incremento
de 34,4% del sector privado registrado y un aumento del 26,8% del sector
público.”
Ese 31,6% de actualización de los salarios registrados durante el 2020 es
menor que la evolución en 36,1% de los precios para todo el año pasado. Más
grave es el tema para trabajadoras y trabajadores del sector público,
verificando el ajuste en el gasto público a costa de ingresos del personal
estatal. La información amplia diciendo:
“El índice de
salarios total mostró un crecimiento de 33,0%
en los últimos 12 meses, como consecuencia de la suba del 31,6% del total
registrado y de 39,0% del sector privado no registrado.”
Ese 33% sigue siendo menor que la evolución de los precios para todo el
2020 (36,1%) y se estira sobre el guarismo antes mencionado por el peso que
adquieren los ingresos del sector privado no registrado.
Por su parte, dentro del 38,5%
de crecimiento anualizado de la inflación, hay que notar un crecimiento de los precios
de los alimentos en un 42,3%; de la vestimenta y el calzado del orden del 60,5%
y de equipamiento del hogar del 43,6%. Por ende, los sectores que perciben
ingresos fijos, los asalariados entre ellos, más propensos a gastar sus
ingresos en alimentos y otros rubros de primera necesidad, ven achicar su
capacidad de compra y satisfacción de necesidades. Incluso, más allá de los
precios, la pérdida de derechos en educación o salud, crecientemente
mercantilizados, deteriora la posibilidad de acceso a bienes y servicios para
la familia trabajadora.
Aunque no se disparen los
precios de la salud o la educación, al ser mercancías, configuran un precio que
limita la capacidad de gasto de la familia trabajadora.
El precio de la fuerza de
trabajo (salario) se actualiza por debajo del conjunto de los precios y
especialmente de los alimentos. Pero, hablando de precios relativos, el tipo de
cambio (el precio de las divisas) que interesa especialmente a exportadores se
ajustó durante el 2020 por encima del índice general de precios. En efecto, si
el dólar minorista cotizaba a 62,99 pesos al 30/12/2019, un año después, al
30/12/2020 cotizaba a 89,87 pesos, un 42,67% más. Los salarios y más aún, los
ingresos populares pierden contra el promedio de los precios de la economía
(36,1%) y contra la cotización del dólar (42,67%).
Durante enero del 2021, sin
registro aun para la evolución salarial, la inflación anualizada señala un
38,5%, la evolución del dólar minorista entre fines de enero del 2020 y el
mismo mes del 2021 alcanzó un 47,07% (de 62,99 a 92,70 pesos por dólar). Por lo
tanto, en materia de precios relativos, el precio de la fuerza de trabajo
pierde contra el promedio de los precios, especialmente contra alimentos y
otros bienes y servicios de primera necesidad; y por supuesto, contra el dólar,
un precio de referencia e importancia en el país, no solo para exportadores,
sino para la especulación financiera.
Ese menor precio relativo de
la fuerza de trabajo interviene en una distribución regresiva de los ingresos a
favor de la ganancia, ya que el total de la renta nacional mide los ingresos de
los propietarios de los medios de producción (ganancia y renta) y de quienes
solo tienen para ofrecer al mercado su fuerza de trabajo (salario).
De ese modo, menores
salarios significan mayores volúmenes de ganancias y rentas, categorías que
están en la base de la puja distributiva. El tema se agrava con la recesión, ya
que los perceptores de ganancia o renta no quieren resignar ingresos, siendo el
único camino posible el achicamiento del precio de la fuerza de trabajo, la que
se ubica por debajo del valor necesario para comprar la canasta necesaria para
reponer esa fuerza laboral y la de la familia trabajadora.
Por ello, si se pretende
definir las causas de la inflación, más que observar la evolución de los salarios
e ingresos populares, hay que detenerse en rentas de la propiedad y ganancias
del capital, aunque claro, este sería el mundo de la microeconomía, de las relaciones entre empresarias/os y trabajadoras/es,
supuestamente inaccesible para la política estatal. Es una cuestión teórica en
la que coincide la mayoría de los profesionales de la economía. Así, el capital
identifica el problema inflacionario en el Estado, más precisamente en la política
económica, o sea, a la macroeconomía.
Es lo que les dijo, entre otras cuestiones Martín Guzmán a los empresarios en
su reunión, que motivó el aplauso de los presentes. Fue el único ministro aplaudido,
porque en el diagnóstico confirmaba el discurso empresario, endosando a la macroeconomía, o sea al Estado, la
responsabilidad principal por la inflación.
Diálogos,
consensos y disputas
El ministro insiste en que
su objetivo es tranquilizar la economía y para eso necesita estabilizar la macroeconomía, con equilibrio fiscal en
la tendencia enunciada de los próximos años (-4,5% para 2021) y equilibrio externo
para recuperar reservas internacionales, necesarias para hacer frente a
obligaciones con acreedores externos. Allí están las motivaciones para acordar
con el FMI y poder acceder nuevamente al mercado mundial de crédito, tal como
se intenta con todo el mecanismo de negociación de deuda, sea la nacional, las
provinciales, e incluso como se vio en estos días con YPF. Todo es una cuestión
de confianza.
La aludida “confianza” de
los “mercados” es en definitiva una cuestión política en el capitalismo, que en
el plano de la economía se dirime en la apropiación de la renta socialmente
generada entre propietarios con intereses contrapuestos, los de los medios de
producción y quienes solo tienen la capacidad de vender su fuerza de trabajo.
El imponderable de la
política es que, si bien es lícita la búsqueda de consensos, lo es también la
disputa por lo propio, que, de nuevo, es manifestación de la lucha de clases.
Buenos
Aires, 12 de febrero de 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario