Las reformas monetarias no son mágicas y no pueden crear riquezas de la nada. Estimulan o no a crear riquezas.
Por Omar Everleny, OnCuba
Ha transcurrido poco más de un año desde el comienzo de la “Tarea Ordenamiento”. Se pueden sacar algunas conclusiones. Digámoslo claro de entrada: no podía funcionar y no ha funcionado.
No es que tenga unos simples problemitas de diseño. Un hotel puede tener un diseño feo o problemas de acceso a minusválidos, y así y todo funcionar como hotel, con mayor o menor éxito. Y un auto puede tener un diseño que le reste aerodinámica, pero funcionará como tal. Diseñar un carro y que salga una bicicleta no es un problemita de diseño, aunque la bicicleta también sea un medio de transporte.
Así ha pasado con el llamado Ordenamiento Monetario. Los siguientes son sus problemas.
De secuencia o de prioridades
Como mencionaban varios economistas, antes de la unificación cambiaria (me resisto a llamarla unificación monetaria) y la desaparición del CUC, previamente a la realización de reformas en la circulación o en la esfera monetaria había que hacer muchas modificaciones en la esfera productiva para incrementar la producción de bienes y servicios.
Y no se trata de eliminar la propiedad del Estado o la propiedad social sobre los medios de producción. Se trata de que las empresas fueran empresas de verdad, aunque al final la utilidad operara a favor del presupuesto de la nación. Durante años se ha probado infinidad de estructuras para las empresas estatales, sean “empresas consolidadas” o “Unión de empresas” o el “Grupo empresarial” o las OSDE. Se han probado estas estructuras tanto con grandes empresas como con “unidades básicas empresariales” más pequeñas, sin personalidad jurídica. Y también ha habido empresas más pequeñas independientes. Se ha probado a través de la toma de decisiones centralizadas “desde arriba” o más descentralizadas. Se intenta que las OSDE y los ministerios controlen y diseñen procedimientos, pero no dirijan. Por eso, no puede haber quejas por falta de pruebas con diferentes estructuras. Y, sin embargo, el resultado en la producción y los servicios no parece mejorar.
Cola en una panadería. Foto: Otmaro Rodríguez
Pero poco se ha probado con lo fundamental: la independencia real en la toma de decisiones de los administradores empresariales. ¿Qué producir o qué dejar de producir, por irrentable? ¿De quién adquirir las materias primas, a qué precios y cómo pagarlas? ¿A quién venderle o a quién suspenderle las ventas? ¿Qué precios fijar a la producción final? ¿Cómo pagar, y cuánto, a los empleados? ¿Cómo disponer libremente de las divisas obtenidas por exportaciones o por las ventas al mercado interno en divisas? ¿Cómo invertir para modernizar la producción? o ¿quién debe aprobar las inversiones a realizar con las utilidades propias o el fondo de amortización creado por la propia empresa? ¿Qué hacer con la utilidad neta?
Parecen preguntas sencillas. De hecho, sobre las respuestas a muchas de ellas han tratado múltiples cursos, diplomados y maestrías que se han impartido durante muchos años a cuadros empresariales y ministeriales. Para adquirir conocimientos y cultura general esos cursos estaban muy bien, pero para la vida práctica no siempre servían de mucho, justamente por las limitaciones existentes para aplicar los conocimientos adquiridos. Hasta se crearon múltiples puestos de marketing en innumerables centros de trabajo, cuando es conocido que en mercados con escasez todo se vende y se agota con prontitud, aunque la calidad no sea la mejor, sin mucho mercadeo.
Por ejemplo, el Ordenamiento mejora el aspecto del pago a los trabajadores al permitir repartir a favor de ellos una parte de las utilidades obtenidas por las empresas. Pero si existen variadas trabas para obtener utilidades, pues esa parte de las disposiciones puede tener un mayor o menor impacto en la vida real de los empleados.
Se entiende que es muy difícil cambiar toda una forma de dirigir la economía, muy enraizada y con múltiples enlaces con otros mecanismos de funcionamiento de la sociedad. Pero, por eso mismo es que surge, en 1993, la doble circulación monetaria y el doble tipo de cambio: para no complicar las reformas con medidas de mucho mayor alcance y calado, para estimular la captación de ayuda familiar del exterior, disminuyendo lo máximo posible la interferencia de esos fondos en el resto de la economía. Es cierto que faltó ir pasando, poco a poco, de la economía “menos eficiente” a la más eficiente; ir extendiendo, paulatinamente, la economía de la esfera de las divisas hacia el resto del país, hasta que después fuera más fácil convertirlo todo a una sola moneda. También es cierto que la doble circulación monetaria y el doble tipo de cambio en enraizó en el tiempo y cada vez se sentían más sus efectos perniciosos. Ahora se ha quitado una parte de la ecuación, pero si las otras siguen casi intactas, ¿qué podría esperarse?
Momento histórico
Cuando han realizado fuertes devaluaciones de su moneda o reformas monetarias, muchos países han tenido que acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI) u otras fuentes para contar con divisas fuertes que les permitieran enfrentar tanto el choque del momento como la alta demanda de divisas del mercado. Cuba no tenía ni tiene acceso a préstamos del FMI, ni de otras fuentes, para enfrentar esta situación. Esto no iba a cambiar aunque el “Ordenamiento” se hiciese antes o después.
Sin embargo, sí se estaba frente a la realidad de la COVID-19 (en Cuba, desde marzo de 2020); de la caída del turismo internacional a nivel mundial (y a Cuba en particular); de las medidas arreciadas del bloqueo de Estados Unidos; de la caída de los ingresos externos por la prestación de servicios médicos y otras colaboraciones, tanto desde países que rompieron los convenios existentes con la Isla, como de otros con buenas relaciones diplomáticas y de amistad. También se estaba ante la realidad del incremento de las deudas impagadas al vencimiento hacia los proveedores externos, muchas con proveedores de mercancías comercializadas en las antiguas tiendas en CUC. Ante estos impagos de Cuba, sumados a los problemas económicos y sanitarios en sus propios países, y al daño del bloqueo estadounidense, los proveedores no podrían incrementar sus ventas al mercado cubano, aumentando el desabastecimiento y haciéndolo ver como un resultado negativo de la “Tarea Ordenamiento”. Todo esto se sabía de antemano.
Es cierto que la unificación monetaria y cambiaria se llevaba prometiendo desde hace años, había sido el mandato de los dos últimos Congresos del Partido Comunista de Cuba (PCC), y que era una promesa del Primer Secretario del Partido, quien dejaría su cargo en manos de las nuevas generaciones. Pero si se llevaba estudiando el tema durante más de diez años y no se acababa de implantar, seguramente era porque se conocían los problemas y debilidades de acometer una reforma de ese calado sin contar con condiciones para ello, no por mal trabajo de la Comisión de Implementación creada para esta y otras tareas. Una vez más, la intencionalidad política tuvo más peso que la realidad económica, pero esa intencionalidad por sí sola no es siempre garantía de éxito.
Además de las circunstancias mencionadas (necesidad de otras reformas previas, crisis internacional sanitaria, económica, del turismo, etc.), antes de enero de 2021 existían otras realidades que por sí solas atentaban contra el éxito del Ordenamiento:
- Interrupción de la venta de divisas por parte de CADECA y bancos del sistema o pérdida de la convertibilidad interna del Peso Cubano Convertible. Esta interrupción fue resultado del estado de las divisas en poder del país y de la alta demanda de divisas existente, situaciones que permanecerían después del llamado “Día Cero”.
- Surgimiento de establecimientos de tiendas con ventas en MLC y necesidad objetiva de ir incrementando este tipo de ventas. El país sí estaba forzado a continuar y aumentar las ventas en MLC para de forma más ágil captar divisas del exterior y mantener el ciclo de reabastecimiento de productos en tiendas, pero ya esto era un indicio de que realmente no habría una real unificación monetaria.
- Pérdida del respaldo en divisas de los otros mecanismos creados para controlar las importaciones y los pagos al exterior.
Foto: Otmaro Rodríguez.
En años anteriores se había visto que los empresarios firmaban contratos de importación sin mucho control o por encima de las capacidades de pago del país. También se había detectado que los saldos en CUC de las empresas eran mucho mayores que la capacidad para respaldar con divisas a esos CUC. O que el país no podría pagar todas las compras a realizarse, aun cuando las empresas contaran en sus cuentas con saldos suficientes en CUC (no ya en CUP). Por ello se estableció un control para la firma de contratos internacionales: cada compra llevaba un Número de Autorizo (NA) y ciertas compras imprescindibles tenían autorización automática (Instrucción Permanente o IP). Se suponía que, al disminuirse las importaciones y controlarse las aprobaciones de contratos, habría capacidad para pagar lo aprobado. No obstante, al cabo del tiempo no solo aumentó el saldo de las empresas en CUC sin respaldo en divisas y sin convertibilidad (lo que era de esperar). Tampoco se pudo cumplir con los pagos de todo lo comprado bajo las nuevas formas de control de las importaciones.
Surgieron entonces los controles/certificados de liquidez o CL. Esto viene siendo como una cuenta de orden o cuenta de control para los saldos de CUC (o de CUP en la actualidad) que realmente pudiesen ser canjeados por divisas para cumplir con las obligaciones de las empresas. O sea, equivale a tener un saldo en divisas, pero como el país había derogado la circulación del USD y había cerrado las cuentas en divisas de las empresas, no se quería reconocer una marcha atrás en las medidas anteriores, inventándose un mecanismo complejo que vulgarmente viene a decir: “todas las empresas tienen cuentas en una sola moneda (el CUP), pero no es lo mismo un CUP con respaldo de CL y otro CUP sin ese respaldo”, o “todas las personas son iguales, pero algunas tienen una sangre más azul que otras”, o “los altos tienen más ventajas que los bajitos”.
Pero al cabo del tiempo los CL también perdieron toda su seguridad y convertibilidad inmediatas. Y a las cadenas de tiendas CIMEX/TRD/Caracol/PALCO se le aprobaron, de nuevo, cuentas en divisas para cobrar directamente en estas monedas lo vendido en parte de sus establecimientos con comercialización en divisas, mediante tarjetas bancarias.
Y ahora esos importadores estatales puede que les hayan pagado divisas a los proveedores extranjeros, y que estos encuentren que sus transferencias hacia el exterior no salen. Todos los proveedores mencionan que no entienden las causas que les han explicado en los bancos cubanos de por qué no salen sus transferencias, cuando sencillamente lo más probable es que no haya suficientes divisas, aunque previamente a las compras en tiendas la población haya depositado esas divisas en los bancos.
Esta pequeña historia probablemente demuestre que en la economía del país prevalece la teoría del campeonato de béisbol y su sexto juego de Play-Off, perdiéndose el campeonato 3 a 2, y donde es imprescindible ganar el sexto juego para poder ir al séptimo y último. Se acude a todas las armas disponibles, se echa mano del mejor pitcher, aunque no pueda lanzar en el último juego, etc. ¡Si se pierde el sexto juego, ya no hay nada que hacer!. Probablemente aquí, en Cuba, suceda igual: si hace falta comprar medicinas para combatir la COVID-19 o alimentos necesarios o combustible para evitar los incómodos “apagones”, pues me imagino que la mano no tiemble para acudir “al mejor pitcher del momento”: los USD en el banco, y mañana…mañana ya veremos.
¿Cuántos contratos con CL han sido aprobados y no han podido ser pagados? ¿Cuántos saldos de CL tienen las empresas, para los cuales el país no tiene respaldo líquido en MLC? ¿Cuántos saldos en USD tienen las cadenas de tiendas y las empresas extranjeras, más la población, para los que no hay respaldo ni en monedas líquidas, ni en productos en tiendas?
Esas preguntas no son solo para el momento actual, sino también debieron haberse hecho cuando iba a comenzar el llamado Ordenamiento monetario. Si las respuestas no eran muy satisfactorias, podrían haber indicado que no era el mejor momento para “echar más leña al fuego”.
Se reconoce que es muy difícil cambiar esa mentalidad “beisbolera”, cuando se tienen responsabilidades de mayor envergadura. Puede ser muy complejo cambiar las reglas del juego, por muy aconsejable que sea, y decidir dejar de utilizar esas divisas que pertenecen a los bancos o a las empresas o a las personas, frente a necesidades perentorias. Pero si no se querían correr esos riesgos, había que ser consecuentes y no emprender reformas a medias, cambios que no profundizan en aspectos más esenciales de la economía, donde las modificaciones parciales pudieran traer más problemas que beneficios.
Algunos aspectos intocables de la práctica económica que pueden desvirtuar cualquier reforma monetaria
Ya se han mencionado los cambios que debieron haberse hecho antes de la tarea “Ordenamiento monetario”. Pero, dejándolo así, para decirlo mal y pronto, puede parecer que solo se cometieron errores al poner la carreta delante de los bueyes, y no al revés.
Sin embargo, hay que volver a algunos de esos temas. De lo que se trata es de que muchos no comprenden todavía que las carretas necesariamente tienen que estar haladas por bueyes u otros medios de tracción. Más bien piensan que son carretas que se mueven solas, independientes de las realidades que después contemplan.
Foto: Otmaro Rodríguez.
El “Ordenamiento monetario” siguió tratando algunos conceptos económicos de la misma manera que se han venido concibiendo de forma histórica. Así es muy difícil que la economía vaya a cambiar.
El tema de los precios, que tanto se discuten continuamente, el tema de los salarios, y otros, son aspectos sobre los cuales existen diversos criterios en la sociedad. Por mencionar algunos, que seguimos valorando bajo los mismos criterios desde la existencia de la antigua Unión Soviética.
Lo que más tiempo de atención le ha llevado a las autoridades y a los medios masivos de difusión es el tema precios, las quejas justas de la población en este terreno. En ocasiones pareciera que topar a ultranza los precios es la principal herramienta para decir si la “Tarea Ordenamiento” es exitosa, o no. Nuevamente, en lugar de concentrarnos a debatir lo que se ha legislado para lograr despegar la economía, para incrementar la producción y los servicios, el tema precios per se es el que concentra casi todas las atenciones.
Y no es que no sea un tema importante; es la óptica sobre el tema. El índice de inflación no como forma de medición de los resultados de las reformas, sino visto para controlar los precios, cómo toparlos, para evitar quejas de la población. De ahí los vaivenes característicos cuando se topan los precios e inmediatamente desaparecen los productos; pero después liberalizamos los precios, aparecen los productos, pero los precios están muy elevados para el nivel de los salarios en el país. Y así periódicamente, de un lado a otro…
Al identificar los precios como el aspecto fundamental, volvemos a concentrarnos en la esfera de la distribución, más que en la esfera de la producción, cuando el propio Marx alertaba lo siguiente: “es equivocado, en general, tomar como esencial la llamada distribución y poner en ella el acento principal”. ¿Alguien pudiera mostrarme en qué lugar los clásicos del marxismo-leninismo pudieran haber asegurado que la justicia social (o una mejor productividad del trabajo que desemboque en una mayor satisfacción de las necesidades de la población) se alcanzaría con el control de los precios?
Fue estimulante ver la cantidad de resoluciones que quedaron derogadas sobre precios en las normativas del “Ordenamiento”, pero aun así las nuevas siguieron conteniendo muchas resoluciones sobre precios. Y, sobre todo, esas normativas, con precios aprobados “desde arriba”, rígidos para largos períodos de tiempo, siguen olvidando lo fundamental: que los precios, si se forman libremente en el mercado, son un mecanismo de estimulación de la producción; y si se regulan al margen de la oferta y la demanda, pueden dar una señal para detener o reducir la producción o la oferta de servicios.
El tema de las utilidades es otro que se sigue analizando como antaño, y las resoluciones del “Ordenamiento monetario” están llenas de normas encaminadas a limitarlas. Las utilidades son las fuentes de riquezas no solo para los dueños, sino también para toda la sociedad, por vías de salarios incrementados, impuestos, contribuciones y los dividendos en el caso de empresas de propiedad estatal. Por lo tanto, no es la utilidad la que debemos limitar. Son los ingresos de los trabajadores los que debemos procurar mejorar a partir de esas mismas utilidades.
Primero hay que producir y obtener riquezas para después poder redistribuirlas. Y para lograr incrementos de la producción, hay que estimular la obtención de ganancias por parte de los que invierten y producen. Sean privados o estatales.
Y puestos a fijar los precios de las mercancías, no es de extrañar que el tipo de cambio del CUP contra las monedas extranjeras haya sido fijado como siempre se había hecho en Cuba y en otros países ex socialistas de Europa. A fin de cuentas, el tipo de cambio es el precio relativo de la moneda. El “Ordenamiento” no se alejó de la práctica de establecer precios fijos.
Lo fundamental no era si el tipo de cambio del Día Cero iba a ser 24 o iba a estar por debajo de 24 o por encima. Esa sería solo una fotografía del momento, aunque fuese más o menos borrosa. Lo importante sería ver cómo se seguiría fijando el tipo de cambio del CUP contra otras monedas en el curso del tiempo; ver si era cierto que existiría un régimen cambiario relativamente flexible, como se anunció.
Foto: Otmaro Rodríguez
Es muy difícil cambiar de un régimen cambiario de tipo fijo a otro de tipos de cambio flexibles. Implica variaciones permanentes en muchos aspectos de la vida económica, con influencia constante en precios, salarios, pensiones, etc., y una interrelación estrecha con todas las otras variables de la macroeconomía. Digamos que ese régimen de tipos de cambio flexibles no se adapta a resoluciones con fijaciones estrictas de precios de mercancías. Pero las economías exitosas no funcionan con tipos de cambio fijos para largos períodos de tiempo.
En ningún momento se ha explicado cómo se llevaría a cabo ese régimen cambiario relativamente flexible. ¿O eso se dejó para más adelante? Si es así, ¿es un simple error de diseño?
Sin embargo, ha pasado más de un año y lo que se tiene es un tipo de cambio fijo de 24:1. O sea, lo mismo que antes del “Ordenamiento”, cuando era de 1:1, pero donde solo ha cambiado la proporción. Con la agravante de que el tipo de cambio más cercano a la realidad no lo fija una institución oficial como CADECA sino el mercado extraoficial.
Daños políticos colaterales
Con mayor o menor éxito, desde 1993 la población cubana se había ido adaptando a la existencia de cadenas de tiendas en divisas (primero en USD, después conviviendo los USD y los CUC, y posteriormente solo en CUC) y las había aceptado a pesar de no recibir salarios en esas monedas.
Se había logrado convencer a la población de la necesidad de su existencia, para aumentar la captación de divisas desde el exterior, en bien de los otros planes de la sociedad, y por no mezclar la economía en divisas con la otra economía más inflacionaria en moneda nacional con mejores posibilidades de reabastecimientos en esas tiendas.
Sin embargo, las tiendas de ahora en MLC, que funcionan solo mediante tarjetas, han tenido y siguen teniendo un fuerte y amplio rechazo popular. No hay día que no se escuche o se lea algo contra de estas tiendas. Estaría dispuesto a admitir que estas tiendas no son nada nuevo, que son prácticamente lo mismo, porque las tiendas de antes también vendían en monedas que no eran la de los salarios de la población. Cabe preguntarse entonces por qué el amplio rechazo de ahora a las tiendas en MLC. Aquí van cinco explicaciones posibles:
- Antes la población podía cambiar en CADECA CUP por USD o CUC, aunque fuese en las pequeñas cantidades que los salarios permitiesen. Ahora si alguien no recibe ingresos en MLC tiene que acudir al mercado extraoficial para adquirir MLC. Con mayores dificultades y con una constante devaluación del tipo de cambio de la moneda nacional.
- Había estímulos en divisas para una parte de la empleomanía del país.
- Trabajadores de oficios (albañiles, plomeros, etc.), así como vendedores casuales, fácilmente podían cobrar en CUC (efectivo) por sus servicios y productos. Hoy muchos solo pueden cobrar en efectivo en moneda nacional. Y para muchos resulta más complicado cobrar por transferencias en MLC. Si cobran en efectivo en USD no pueden depositar el salario en los bancos. También es muy difícil cobrar en efectivo en euros.
- Para adquirir un producto primero hay que ir a los bancos para depositar el efectivo en MLC. También han existido dificultades en las conexiones entre tiendas, FINCIMEX y bancos, para poder pagar con el uso de las tarjetas bancarias.
- Y, sobre todo, están las largas colas y el desabastecimiento de las tiendas, aun cuando comercialicen los productos en MLC.
También se habían filtrado las ideas de que el “Ordenamiento” tenía la intención de que el salario sirviera para satisfacer las necesidades de la población; de que no se podía admitir que el que recibiera ayuda familiar del exterior sin trabajar tuviera ventajas económicas sobre el pueblo trabajador. Ideas muy loables y metas a alcanzar, pero muy difíciles de llevar a la práctica simplemente con una reforma monetaria. Las reformas monetarias no son mágicas y no pueden crear riquezas de la nada. Estimulan o no a crear riquezas. Pero ya mencionábamos que las mayores soluciones están en la esfera productiva. Esas promesas incumplidas dañan el capital político de cualquier gobierno, aun cuando las intenciones hayan sido las mejores.
Pudiera decirse que antes del “Ordenamiento”, la población con su salario tenía menos acceso a productos importados que después del proceso. Al menos, monetariamente, el salario no podía satisfacer una compra amplia de productos. Ahora con un tipo de cambio oficial de 24:1, los salarios alcanzan para adquirir más productos importados, que se comercializan en tiendas en CUP. Sin embargo, esta ventaja monetaria queda casi borrada al instante cuando estas tiendas en CUP no tienen un gran surtido de productos. O cuando hay que hacer colas interminables para acceder a ellas. Paradójicamente, una ventaja monetaria es percibida por muchos como una desventaja actual. No obstante, las cadenas de tiendas deben destinar una elevada cantidad de sus ingresos por las ventas en las tiendas en MLC a surtir sus establecimientos en CUP. Y este esfuerzo queda borrado por otros inconvenientes, además de restar capacidad a las cadenas de tiendas para ampliar las ofertas en los establecimientos en MLC.
El desabastecimiento en las tiendas que comercializan en MLC tiene múltiples explicaciones que van más allá de este artículo. Muchas de sus causas ya se conocían antes del “Ordenamiento” y no era de esperar que desapareciesen después de enero de 2021. Sin embargo, y como daño político colateral, gran parte de la población considera, erróneamente, que el desabastecimiento en tiendas en MLC es solo producto del “Ordenamiento” (aunque no es la causa fundamental, también influye en el desabastecimiento).
Hace poco escuchaba decir que estábamos ante la misma disyuntiva que en los años 90 del siglo pasado y que pronto veríamos el restablecimiento de las mismas soluciones de antaño (por ejemplo, estimulación en divisas a los trabajadores, venta en MLC entre empresas estatales, etc.), porque no creía que pudiera funcionar una sola moneda de verdad, sin existir un régimen de cambio flexible y el canje entre monedas; o no creía que se pudiesen eliminar las tiendas en MLC, bajo las condiciones actuales de la economía.
Coincido en parte con este diagnóstico. Pero ojalá las soluciones no sean totalmente las mismas de antaño, que el gobierno encuentre soluciones más certeras, a favor de la eficiencia empresarial y el incremento de la producción y los servicios, donde las soluciones monetarias son solo una parte de las soluciones.
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