11 de diciembre de 2018
Texto
tomado de “Sine Die”, una serie de artículos publicados por el Dr. Juan M.
Ferrán Oliva, distribuida mediante correo electrónico. Número 14, Publicado el
11 de diciembre de 2018.
Orestes
Ferrara (1876-1972) fue un político renombrado antes de 1959. Nació en Nápoles y
en 1897 vino a Cuba donde se integró a la Guerra de Independencia. Alcanzó el
grado de coronel mambí y durante la República fue diplomático, político y
escritor. Su periódico El Heraldo de Cuba, se convirtió en el de mayor
circulación. Después de 1959 no se sintió cómodo con la Revolución y se marchó
del país[1].
Recaló en Roma donde falleció en 1972. Fue eje de varias anécdotas nacidas de
su habitual agudeza[2].
Cuba es una isla de corcho fue una de las expresiones que acuñó.
Se refería a los giros favorables que el país lograba ante adversidades económicas.
Si viviera actualmente se hubiera asombrado de las maniobras que permitieron la
sobrevivencia tras la desaparición de la URSS.
El
crecimiento acelerado de los desbalances comerciales externos, acentuado a
partir de 1984, fue el primer síntoma de la crisis que finalmente estalló. El
año 1990 se ha tomado convencionalmente como punto final del modelo de corte
soviético seguido por Cuba[3].
El
país perdió el cómodo pero nocivo paternalismo que la amparó durante tantos
años. Como milagros a préstamo destacaban los habituales iconos de la educación
y la salud, generadores de gastos. No obstante, en la cúspide prevaleció la
voluntad de continuar buscando un camino hacia un mesiánico cielo en la tierra.
Cuba continúa siendo un país subdesarrollado a pesar de que algunos de sus
indicadores sociales no se correspondan con esa condición. El
desarrollo tiene agenda propia[4]
y no es consustancial con la pretendida construcción del socialismo.
El
Periodo Especial derivó en un damage control que implicó la
adopción de modificaciones impensables. Se intentó el ensamblaje de la
planificación con las reglas del mercado, todo debidamente descafeinado. Para
algunos constituyó un retroceso teórico, para otros una oportunidad de superar
el dogmatismo.
Las
medidas adoptadas comenzaron a rendir modestos frutos. La Isla de Corcho
recobraba nivel. Pero alrededor de 1999 asomaron los primeros síntomas
regresivos[5]
manifestados claramente en el 2004. En lo que respecta al PIB se rescataba la
cota de 1985. Una convención indulgente pudiera aceptarlo como una
recuperación. Simplemente se regresaba a un nivel muy anterior sin rellenar el
profundo socavón de los 15 años perdidos.
Desde
el punto de vista gubernamental, puede que algunas contramedidas aportaron
resultados positivos en el corto plazo. El hombre de la calle sólo podía
percatarse de sus efectos visibles. El maltrecho consumo empeoró. La apertura
de tiendas en moneda extranjera había mejorado esta preterida función. Su
propósito era captar el numerario extranjero que alegremente entraba al país.
Sus ventas eran, y son, al cash. Ello significa la redención inmediata
del costo de adquisición sobre el que pesa un margen comercial que hubiera
hecho feliz a un fenicio. Equivale a un callado IVA.
Las
corporaciones empresarias de las llamadas shopping disponían de cierta
autonomía financiera. Podían invertir sus fondos en divisas en la forma más
conveniente. Una de ellas sería la reposición inmediata de lo vendido con lo
que se dotaba de estabilidad a la maltrecha oferta.
La
Resolución 92/04 del Banco Central de Cuba significó el fin de esta
potestad. Estableció un mecanismo vertical y centralizado. Marcó un cambio
significativo en las relaciones comerciales y financieras entre las empresas
cubanas y el exterior[6].
Por vía bancaria comenzaron a recibirse las ganancias, impuestos y otros
capítulos que confluían en la Cuenta Única de Ingresos en Divisas del Estado.
En lo adelante, los organismos recibirían asignaciones y las cantidades
otorgadas dependerían de criterios gubernamentales de distribución enmarcados
crónicamente en apretada disponibilidad.
Por
suerte el modelo externo cambió. El equilibrio se logró con la exportación de
invisibles. La Isla siguió siendo de corcho.
En
la práctica, en materia de asignaciones, se jerarquizan las compras de
combustibles, el pago de la deuda y los alimentos. Lo que resta se divide en
distintos destinos, entre ellos el suministro a la red minorista. La oferta
minorista continúa siendo la peor (¿del mundo?). Valga recalcar que el
verdadero estimulo no es el dinero sino lo que puede hacerse con él.
En
2008 se desató la crisis mundial. Sus efectos llegaron a la frágil economía
externa cubana. Resultó crudamente evidente la necesidad de un nuevo modelo.
Hubo entonces cambios, pero las decisiones (o dudas) del gobierno siguen un
curso sinusoide. Como la pesca con caña, ceden en ocasiones, en otras cobran.
El
VI Congreso del Partido Comunista de Cuba de abril de 2011 aprobó los Lineamientos
de la Política Económica y Social. Son la guía conducente al deseado Modelo
Económico Cubano.
Cuba
fue el primer país que intentó el socialismo en América. Dejó ejemplos de
soberanía, una postura antiimperialista vertical y abundante solidaridad. No
puede decirse lo mismo de la economía. Es un gigante con pies de barro.
La
elevada cantidad de aire contenido en las células del corcho lo hacen
extremadamente flotable. Después de 58 años acaso la metáfora esté llegando a
su fin y el casi insumergible material se esté acercando a su punto de
saturación. Compañeros dirigentes: ¡Apúrense o nos jodemos!
Sobre
el autor
Juan
M. Ferrán Oliva.
Economista. Premio Casa de las Américas 2015 por su ensayo histórico-social Cuba
año 2025. Investigador Titular y Profesor Titular Adjunto de la
Facultad de Economía de la Universidad de La Habana.
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