RICARDO GONZÁLEZ ÁGUILA
Introducción
Cuando
se piensa en los sectores sobre los que deberían descansar el crecimiento
económico de largo plazo en Cuba (los llamados motores del crecimiento) pocos
economistas apuestan por el desarrollo del sector manufacturero. Entre otros
argumentos, en general se considera que las ventajas comparativas del país no
son consistentes con esta actividad, o que es un sector que demandaría
inversiones excesivas (imposibles de acometer en un país con importantes
restricciones de financiamiento). Se alude asimismo que dada la importancia
alcanzada por el sector de los servicios en los últimos 30 años, en particular
por el turismo y la exportación de servicios médicos, no sería óptimo para el
país apostar por alternativas menos eficientes.
Aunque
hay justicia en los argumentos anteriores, existen de igual forma una serie de
contraargumentos que fundamentan la apuesta por las actividades manufactureras.
Primero, en la literatura se sugiere que el sector es clave para el cambio
estructural, condición que ha acompañado a todo proceso de desarrollo
(McMillan, Rodrik, Verduzco-Gallo, 2014); segundo, que es la actividad que más
promueve innovación y cambio tecnológico y dónde más se invierte I+D; tercero,
que es una fuente vital de encadenamientos; cuarto, que es el sector con mayor
importancia en el comercio internacional de bienes, y quinto, que es mucho
menos vulnerable a shocks externos (Albaladejo y Ayala, 2014; Andreoni y
Chang, 2016; Su y Yao, 2016). Asimismo, se cree que la pro-ductividad crece en
las manufacturas muy por encima de otros sectores (por ejemplo, los servicios),
y que ninguna economía ha logrado sos-tener su crecimiento de largo plazo sin
apostar por ella (Szirmai et al., 2013). Cabría preguntarse, por lo
tanto, hasta qué punto puede un país como Cuba que busca avanzar en un proceso
de desarrollo prescindir del sector manufacturero.
No
hay dudas de que la situación actual de la industria manufacturera es crítica.
La pérdida de competitividad y descapitalización han sido dos tendencias claras
del sector en los últimos 30 años (García et al., 2003; Torres, 2013;
Ritter, 2013). Incluso actividades manufactureras claves de exportación
como la azucarera,1 la industria del tabaco, ron y, más
recientemente, la farmacéutica; exigen niveles incrementales de inversión,
perfeccionamiento tecnológico, nuevas formas de gobernanza empresarial,
remuneración y muchas otras medidas para sostener su presencia en los mercados
internacionales. Identificar qué debe hacerse en términos de política
industrial para mejorar el posicionamiento relativo de la actividad,
probablemente guíe los debates sobre el futuro del sector en los próximos años.
Este trabajo examina a la industria manufacturera cubana en
dos momentos. Primero, caracteriza las principales tendencias productivas del
sector. Se confirman algunos hallazgos previos como su caída en la importancia
relativa en la economía, pérdida sistemática de empleo, incremento en los
subsidios recibidos, marcada asimetría en la estructura industrial con un sesgo
hacia actividades de bajo valor agregado. Aunque se documenta un significativo
crecimiento de la productividad laboral en el sector, se confirma que su
influencia sobre la productividad agregada de la economía fue negativa. En
segundo lugar, se identifican factores que restringen la productividad de la
industria como, por ejemplo, el mecanismo de formación de precios,
deficiencias del modelo de gestión, remuneración, entre otros, con el objetivo
de sentar las bases para una propuesta de reconversión productiva sustentada
en mejoras de productividad.
La industria manufacturera cubana. ¿Dónde
estamos?
Esta sección propone caracterizar el desempeño productivo de
la industria manufacturera en los últimos 25 años. En particular se estudia
qué ha pasado con el producto, el empleo y la productividad (laboral) en este
período de tiempo.
A pesar del deterioro acumulado por la actividad que tuvo su
inicio en la crisis económica de los años noventa, la industria manufacturera
representó en el año 2016 el 12% del PIB, y el 9% del empleo (AEC, 2016),
tercero y cuarto en importancia relativa, respectivamente. El sector no solo
es importante por sus dimensiones actuales sino también por su correlación al
crecimiento económico agregado. La tabla 1 reporta el coeficiente de correlación entre el crecimiento del PIB y el valor agregado manufacturero entre los años 1996 -2016. Este coeficiente ascendió a 0,71 y fue significativo al 1% poniendo en evidencia la correspondencia (no necesariamente causal) entre el crecimiento del sector y de la economía en su conjunto. Significa que el crecimiento de la economía podría estar fuerte-mente indexado del crecimiento del sector manufacturero (y viceversa).
1
En
todo el trabajo se incorpora a la industria azucarera como parte de las
manufacturas (incluyendo el análisis estadístico). Debido a la importancia
histórica de la industria azucarera en la economía cubana aparece comúnmente
separada tanto en el Nomenclador de Actividades Económicas (NAE) como en
múltiples estudios académicos.
Sin
embargo, si bien en el presente es aún hoy día un sector de importancia, en
términos dinámicos el desempeño de las manufacturas cubanas ha sido
marcadamente decreciente. El gráfico 1 reporta estadísticas agregadas de
producción y empleo en el período 1996-2016. El panel izquierdo-superior indica
que si bien el valor agregado sectorial a precios constantes ha aumentado de
alrededor de 4 500 a 7 000 millones de pesos, parece haber un claro agotamiento
de dicho crecimiento que se expresa en la forma cóncava que muestra la
tendencia del valor agrega-do manufacturero en los últimos años. En otras
palabras, el sector crece pero cada vez menos.
El
panel izquierdo-inferior muestra que en términos porcentuales la participación
del sector en la economía ha caído de forma sistemática perdiendo alrededor de
6 puntos porcentuales en el período analizado. La existencia de crecimiento
positivo en esta industria acompañada de una disminución en su participación en
el PIB, indica que otros sectores han logrado
ser más dinámicos que las manufacturas, hecho consistente con el proceso de
cambio estructural experimentado por la economía cubana hacia los servicios, y
del significativo proceso de desindustrialización y pérdida de competitividad
que ha caracterizado al sector (García et al., 2003; Torres, 2013).
En
términos de empleo el sector destruyó aproximadamente 219 000 puestos de
trabajo entre los años 1996-2016 (la mayor del período), es-tadística que,
convertida a una tasa diaria, representó la pérdida de 28 puestos de trabajo
por día en los últimos 21 años. Dicha tendencia pro-dujo que la participación
del sector en el empleo total de la economía cayera en 8 puntos porcentuales
entre los años 1996 - 2016. La dinámica de la ocupación, como se verá más
adelante, es clave para entender las perspectivas de una actividad.
La calificación del empleo es otro aspecto de interés a considerar. En el año 2013 aproximadamente 13 de 100 trabajadores operaron en la industria manufacturera, sin embargo de ellos solamente 1 tenía titulación universitaria (véase tabla 2). Por otra parte, del total de trabajadores con titulación universitaria en el país, el 5,1% se empleó en la industria manufacturera, cifra que contrasta con el 75,4% observado en los Servicios Sociales. Las consecuencias de las asimetrías de asignación de empleo calificado sobre el crecimiento económico agregado en Cuba han sido previamente caracterizadas por Cribeiro e Hidalgo (2010). Aquí se encuentra evidencia sectorial sobre la base de datos micro que refuerza los hallazgos previos observados. La inadecuada correspondencia entre la formación profesional del trabajador y el ambiente tecnológico en torno al puesto de trabajo, así como los bajos salarios emergen entre las posibles causas que explican la baja retención de empleo con mayor grado de escolaridad (Cribeiro e Hidalgo, 2010).
La
combinación de crecimiento en el valor agregado manufacturero con la caída de
la ocupación en el sector produjo incrementos notables de productividad del trabajo.
Si bien en el año 1996 la productividad de las manufacturas ascendía a 6 800
pesos por trabajador; este valor alcanzó poco más de 16 000 en 2016, cuarto en
importancia relativa (véase gráfico 2). La tasa promedio anual de crecimiento
de la productividad del sector estuvo en torno a 4,4% en el período 1996-2016,
segunda de mejor dinámica. Asimismo, respecto a la productividad media de la
economía, la actividad no ha mostrado solo una brecha positiva sino también
creciente.
Por
lo general cuando la productividad de un sector se expande, se convierte en una
fuente atractiva para la inversión. Como resultado, a nivel agregado se
observan transferencias de factores de producción (capital y
trabajo) proveniente de otras actividades. Lo anterior es la base del cambio
estructural que en el caso cubano han sido exhaustivamente estudiadas por
Torres (2007, 2011).
Diferente
a lo esperado, el crecimiento de la productividad laboral en el sector
manufacturero cubano en el período no se ha acompañado transferencias de factores
hacia el sector. No solo la dinámica del empleo ha sido decreciente sino
también la evolución de las inversiones (ONEI, 2016), y la modernización
tecnológica. ¿Cómo explicar entonces que el producto crece mientras el empleo
decrece?
Con
el objetivo de conciliar estos resultados, se formulan dos hipótesis. Primero,
existe la posibilidad de que el fenómeno observado sea el resultado del ajuste
de largo plazo del sector como respuesta al tradicional sobre-empleo que ha
caracterizado a la economía cubana. La salida paulatina pero sistemática de
trabajadores puede haber incrementado el producto marginal del trabajo en la
actividad provocando incrementos en la productividad (media) que no se
explicarían por mejoras tecnológicas en la actividad. De ser cierta esta
hipótesis debería esperarse un agotamiento en el crecimiento del sector (tanto
del producto como de la productividad), idea no descartable si se aprecia la
forma de “S” que sigue el valor agregado manufacturero en el gráfico 1. En
ausencia de inversiones el sector permanecerá en estado estacionario; o
decreciente en caso de que persistan las tendencias en el empleo observadas en
los últimos 20 años.
La
segunda hipótesis es mucho más sutil y tiene que ver con la forma en que se
valoriza el producto en la actividad (y en la economía cubana). Es posible que,
el crecimiento del valor agregado no sea más que una “ilusión contable”
explicada por: i) la política de formación de precios en Cuba y en particular
ii) la asignación de subvenciones en actividades claves que componen a la
industria manufacturera, como por ejemplo, las subvenciones otorgadas a la
industria de alimentos que se estiman en poco menos de 2,5 mil millones de
pesos en 2015 (González, 2018).
Como
las subvenciones otorgadas a la industria tienen una naturaleza cambiaria se
contabilizan como ingresos de las empresas, y ter-minan formando parte del
valor agregado de la industria. El gráfico 3 ilustra la composición del valor
agregado manufacturero entre los años 2005 y 2015 y en él se observa el peso
relativo de los subsidios en el total.
En
el año 2005 el 17% del valor agregado se explicaba por subvenciones recibidas
por las empresas del sector, cifra que aumentó hasta un 47% en 2013. A partir
de entonces esa proporción ha caído tal vez por implementación de otros
mecanismos que han influido sobre la producción. En particular desde el año
2015 se puso en marcha el sistema de pagos por resultados y el valor agregado
se convirtió en un indicador directivo para las empresas. Es conocido que estas
se aprovechan del mecanismo actual de formación de precios para lograr
ganancias extraordinarias y aumentar el valor agregado de forma que les
garantice una mayor remuneración salarial (Acosta y Rivery, 2017). Es posible
que este mecanismo esté teniendo más peso que las subvenciones en la estructura
de valor agregado y que como resultado se observe un descenso en la importancia
relativa de las subvenciones.
En
cualquier caso las dos hipótesis planteadas difieren en interpretación. En la
primera se sugiere que el sector manufacturero gana en eficiencia relativa
ajustándose a su escala óptima de largo plazo para unas condiciones
tecnológicas dadas. En la segunda, por el contrario, se sugiere que el
producto en realidad no crece y que las subvenciones cambiarias y el mecanismo
de formación de precios estarían encubriendo parte de la ineficiencia
productiva (creciente) del sector. Se necesitarán estudios adicionales para
fundamentarlas.
Crece el producto pero
decrece la ocupación. Consecuencias
Cualquiera
sea la explicación a por qué el producto manufacturero crece mientras decrece
el empleo, lo cierto es que el fenómeno tiene una implicación inmediata, a
saber: el crecimiento de la productividad de toda la economía ha sido menor que
su crecimiento potencial.
Para
medir el impacto negativo provocado por la destrucción del empleo manufacturero
sobre la productividad agregada se realizó un ejercicio de descomposición (de
productividad) en tres períodos 1996-2000, 2001-2010 y 2011-2016. La idea sigue
muy de cerca el trabajo de McMillan, Rodrik, Verduzco-Gallo (2014) pero a
diferencia de aquel, en este trabajo me centro en la participación sectorial
que realiza cada actividad particularizando en la manufacturera. Como es usual
en este tipo de ejercicios, la variación total de la productividad se
descompuso en dos partes: el componente sectorial que captura la expansión de
la productividad que se debe a la dinámica interna del sector, y el componente
de cambio estructural que se debe a la correlación entre la productividad (al
final del período) y el cambio en la participación del empleo.
Para ilustrar el efecto, considérese la siguiente ecuación:
donde
i indexa al sector y t al tiempo. Y se refiere a la
productividad del trabajo agregada de la economía mientras que y a la
productividad del trabajo sectorial. θ es la participación en el empleo;
y ∆
es el cambio bien en la productividad o el empleo entre el período t
(corriente) y t - k (inicial). El segundo término de la ecuación [1]
captura la correlación entre la productividad al final del período y el cambio
en la participación del empleo sectorial. Cuando el término es negativo la
variación de la productividad agregada de la economía disminuye respecto a la
potencial.
El
gráfico 4 muestra los resultados del ejercicio donde los sectores se
organizaron según el componente de cambio estructural de peor a mejor
contribución (de forma descendente). Las manufacturas realizaron la peor contribución
al cambio estructural agregado en períodos 1996-2000 y 2001-2010;
y la segunda peor contribución en el período 2011-2016. Si bien la variación
del componente sectorial en las manufacturas fue positiva (y alta) tal y como
se ha venido explicando; la caída de su participación en el empleo penalizó el
crecimiento de la productividad (tanto de la economía como la propia del
sector) por la vía del componente de cambio estructural.
Con
el objetivo de ilustrar hacia qué sectores se dieron los principales
desplazamientos de factores, el gráfico 3 muestra el cambio en la
participación sectorial en el empleo en el período 1996-2016 (eje de las
abscisas) y la brecha entre la productividad del sector y productividad media
de la economía en el año 2016 (eje de las ordenadas). Permite conocer con un
enfoque de equilibrio general cómo se comporta el empleo intersectorial y su
relación a la productividad (McMillan, Rodrik, Verduzco-Gallo; 2014).
Se
corrobora la importancia de actividades de servicios como fuente principal de
creación de empleo, por ejemplo: Comercio, Restaurantes y Hoteles; Servicios
Sociales; Transporte, Almacenamiento y Comunicaciones, entre otros, tendencia
que puede haberse reforzado con posterioridad al 2011 cuando se estimuló el
trabajo por cuenta propia. La línea de regresión (MCO) con pendiente positiva
indica que entre 1996-2016 el empleo se movió (como promedio) de actividades de
menor productividad a mayor productividad (con la sabida excepción de la
industria manufacturera).
Asimetrías productivas
La
industria manufacturera cubana no solo pierde empleo, participación en la
estructura sectorial del producto, recibe subsidios de forma incremental y
mantiene una baja proporción de trabajadores con titulación universitaria.
Otro hecho estilizado que la caracteriza es su elevada asimetría productiva.
Aunque en los últimos años la industria farmacéutica ha incrementado
notablemente su participación en el valor agrega-do manufacturero, pasando de
un 3%-10% aproximadamente entre los años 2007 y 2015 (véase gráfico 6), todavía
el peso de actividades de bajo valor agregado es significativamente mayor. En
particular, el peso de la actividad de alimentos es tres veces más grande que
el relativo a la industria
azucarera (segundo en importancia). Por lo general estas industrias descansan
más de recursos naturales, admiten (relativamente) un menor nivel de
sofisticación y son menos intensivas en tecnología.
La
actividad de alimentos representa aproximadamente el 30% del valor agregado por
la industria. Hay dos elementos relacionados a este hecho que merecen la pena
comentar. Primero, que las dos principales industrias que la componen, a saber,
cárnicos y lácteos son las dos actividades más subvencionadas del sector. De
los cerca de 2,5 mil millones de pesos que asignaron a los alimentos en 2015,
el 83% se concentró en estas dos ramas (González, 2018). En segundo lugar, es
una industria que a diferencia de otras también subsidiadas como puede ser el
caso del azúcar; no generan ingresos por concepto de exportación. Este hecho es
particularmente negativo si se considera que como toda subvención cambiaria,
la asignación otorgada podría estar escondiendo parte de la ineficiencia
productiva de la actividad. Como industrias orientadas al mercado interno, el
ahorro de divisas esperado podría ser menor (o incluso negativo).
2 Nótese que este gráfico difiere de uno similar que publica
la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). Primero, en el
gráfico de la ONEI se presenta la estructura de la producción bruta, mientras
que aquí se muestra la estructura sobre la base del valor agre-gado
manufacturero. Segundo, aquí no se incluyen a las incipientes formas de
propiedad no estatal que aparecen en la industria, como por ejemplo a las CnoA
en las actividades de Fabricación de Muebles, Minería No Metálica, Prendas de
Vestir, etc.
¿Hacia dónde mirar?
Existe
un determinado consenso en la literatura sobre cuáles actividades
manufactureras presentan hoy día alguna ventaja ante un posible proceso de
reconversión industrial. Aparecen mencionadas con frecuencia la industria
azucarera (y de derivados), la industria del tabaco, ron, y la alimentaria
(Torres, 2012; Ritter, 2013). La idea de que el conocimiento tecnológico y la
innovación son factores claves de cualquier proceso de reconversión acompaña a
estas propuestas. También está explícito el criterio de que es imposible
seleccionar sectores ganadores por adelantado; y que en la identificación de
actividades con potencial (en un proceso de revelación de ventajas
comparativas) la pequeña y mediana empresa de naturaleza no estatal jugará un
papel decisivo. Asimismo, se recomienda el desarrollo de un modelo de gestión
descentralizado que articule mejor con la autonomía empresarial y donde se
estimule la competencia y se eliminen restricciones presupuestarias blandas
(Doimeadiós, 2007; del Castillo, 2013). El reconocimiento de que todo lo
anterior debe suceder en un marco de consistencia macroeconómica intertemporal
es también una propuesta recurrente (Hidalgo, 2016).
En
la elaboración de una estrategia de transformación productiva de largo plazo
existen una serie de ingredientes que deben combinarse para garantizar su
efectividad. En primer lugar, la intervención del Estado es fundamental debido
la existencia de fallas de mercados en la oferta de conocimiento tecnológico
que se explican por la presencia de externalidades y fallas de coordinación
(Lin y Chang; 2009). En segundo lugar, la orientación hacia el mercado exterior
es fundamental, en particular para economías pequeñas y abiertas con
importantes restricciones de divisas (Banco Mundial, 2010). Relacionado a lo
anterior podría afirmarse que, el énfasis en la sustitución de importaciones
promovido tanto en el discurso oficial como en medios de comunicación cubanos
podría resultar altamente nocivo, máximo si la sustitución de importaciones se
acompaña (como parece ser la práctica habitual) de inversión extranjera.
Con
el objetivo de aumentar la participación de Cuba en las exportaciones
mundiales de bienes se hace necesario identificar sectores estratégicos.
Existe un primer nivel de identificación que involucra a aquellos sectores que
representan las ventajas comparativas del país, como por ejemplo los
mencionados al inicio de esta sección. Elevar los niveles de competitividad de
esas actividades deprimidos por años de descapitalización, es fundamental en
la estrategia. Mayores inversiones, entrenamientos externos
y aprendizaje de mejores prácticas, mejor remuneración y nuevas formas de
gobernanza aparecerían como algunas iniciativas de rápida aplicación. Obtener
resultados crecientes e inmediatos es vital para la efectividad de la
estrategia. Se trataría de ir profundizando los cambios en correspondencia con
el cumplimiento de metas de corto plazo predefinidas.
El
segundo nivel de identificación involucra a las actividades que quedan fuera de
la selección inicial. Como se referenciaba al inicio de la sección es difícil,
si no imposible, “elegir ganadores” de forma anticipada, por lo tanto
cualquier propuesta estaría basada en fundamentaciones parciales. La inversión
extranjera se convierte en el primer instrumento para “autodescubrir”
oportunidades y ventajas comparativas latentes. El segundo instrumento con una
orientación inicial al mercado interno lo representaría el sector no estatal
(en su amplia variedad). Trabajadores por cuenta propia, cooperativas, pequeñas
y medianas empresas, alianzas locales público-privadas estarían entre el
abanico de opciones a emplear. El cumplimiento de objetivos y metas en este
segundo grupo debe tener un enfoque de evaluación de mediano-largo plazo.
Deben, además, existir políticas de acompañamiento que brinden protección a la
industria naciente (Andreoni y Chang, 2016).
Promoviendo ganancias de productividad
Una
de las principales conclusiones de secciones pasadas es que el crecimiento de
la productividad observado en la industria manufacturera en los últimos años
(de ser cierto) entra en un período de agotamiento. Solo mediante la
conformación de un programa integral que actúe sobre “determinantes” claves
será posible aumentar sus ritmos de crecimiento hacia delante.
Como
la productividad se convierte en un indicador clave para evaluar el desempeño
de las transformaciones; a la larga identificar condiciones que limitan su
expansión da pistas sobre las condiciones iniciales y progresivas que deben ser
garantizadas con el fin de que los agentes optimicen su desempeño en la
estrategia esbozada. Nadie pone en duda de que el modelo económico cubano
necesita remover barreras que representan hoy día frenos significativos al
crecimiento sostenido de la productividad.
Los
factores que inciden sobre la productividad del sector manufacturero en Cuba
pueden ser clasificados en función de su naturaleza (estructural o
funcional) y en función del nivel en el cual se generan (externo o interno a la
industria). La tabla 3 resume los principales determinantes clasificados bajo
esta perspectiva.
Distinguir
entre la naturaleza estructural y funcional de un factor que restringe la
productividad puede ser útil a la hora de ordenar la secuencia de posibles
recomendaciones; mientras que separar entre facto-res externos e internos
contribuye a conocer sobre el nivel de decisión que es necesario involucrar
para su erradicación. Existe una propensión un tanto generalizada a pensar que
un factor estructural es siempre más difícil de solucionar que uno de
funcionamiento. Si bien hay algo de justicia en la consideración anterior
resulta válido decir también que cuando los elementos de funcionamiento se
arraigan en la “forma de hacer” y de “operar” de los agentes; se hace muy
difícil para la política económica actuar sobre ellos.
El
primer factor que limita la productividad en Cuba es la existencia de un
esquema de dualidad monetaria. Su eliminación es una condición de partida sine
qua non sobre la que debe erigirse el resto de las transformaciones. La
distorsión sobre los precios relativos que supone la dualidad, impide evaluar
adecuadamente el desempeño productivo empresa-rial y trazar estrategias
industriales adecuadas (Hidalgo y Doimeadiós, 2011). No permite conocer la
rentabilidad verdadera de las actividades económicas domésticas penalizando
sistemáticamente, por ejemplo, los ingresos del sector exportador, y
consecuentemente, su capacidad de agregar
valor que es la base de la productividad. Asimismo, distorsiona la estructura
de costos de las empresas subvalorando su componente importado. Esto último,
limita la conformación de encadenamientos al encarecer (relativamente) el
componente nacional de los insumos.
La forma en que se determinan los precios en economía es uno
de los mayores factores que restringen el crecimiento de la productividad en el
país. Debido al carácter administrativo de los precios en la economía cubana
que se forman en base a los métodos de correlación3 y de gastos4 (véase Resolución no. 20/2014);5 es de esperar que los incentivos a disminuir costos
mediante ganancias de productividad y eficiencia sean prácticamente
inexistentes. En ausencia de un “mecanismo sancionador” (ausencia de mercados)
todo incremento de costo terminará traspasándose hacia consumidores y otros
eslabones posteriores de la cadena.
Con el objetivo de fundamentar las afirmaciones anteriores,
se citan dos artículos de la Resolución 20/2014:
Artículo 5a: “Los precios mayoristas deben garantizar la
recuperación total de los costos y gastos de las producciones y servicios, las
obligaciones fiscales que correspondan y asegurar, además, un nivel de
utilidad”.
Artículo 35: “A los precios mayoristas que se determinen por
métodos de gastos, deben trasladarse los efectos de las variaciones de precios
del mercado externo de las materias primas e insumos contenidos en los
productos y servicios”.
Desde el momento en que a los precios mayoristas se les
garantiza la recuperación total de “costos y gastos” (y para qué mencionar el
aseguramiento de utilidad); una de la funciones básicas del sistema de precios
que es “eliminar” productores ineficientes queda de facto suprimida. Por otra parte,
según se deriva del artículo 35; el incremento de costos se financiaría por
consumidores y nunca iría contra los beneficios de productores. Bajo tal presunción cabría preguntarse ¿qué incentivos tendrá la empresa para innovar y aumentar sus niveles de competitividad?
3
Método
de fijación de precios basado en tomar como referencia los precios de bienes y
servicios equivalentes en el mercado interno o externo.
4
Método
de fijación donde a partir de los costos y gastos asociados a la producción de
un determinado bien o servicio se adiciona una magnitud de utilidad y los
impuestos.
5
Resolución
que marca los principios que regirán la formación de precios mayoristas en
Cuba. No está en vigor en la actualidad, aunque difiere muy ligeramente de la
vigente.
Las
deficiencias del modelo de gestión y problemas institucionales de diversa
naturaleza se convierten en un factor decisivo sobre la productividad
(Doimeadiós, 2007). La sustitución de funciones empresariales por estatales; la
inexistencia de una ley de quiebra que permite restricciones presupuestarias
blandas a las firmas cubanas; la baja presión competitiva y libre entrada y
salida de empresas; la influencia del bloqueo económico que limita
oportunidades de negocios y la creación de mercados potenciales; la existencia
de una estructura empresarial donde prevalecen empresas estatales; unido a
otros factores institucionales informales; conforman un ambiente de negocios y
emprendimiento que no fomenta mejoras de productividad.
La
existencia de salarios bajos y pocos diferenciados impide generar incentivos
laborales adecuados que sirvan de estímulo productivo. Lo anterior, unido a la
creciente brecha de ingresos respecto al sector no estatal limita la retención
de empleo (calificado) en la empresa con consecuencias significativas sobre el
aprendizaje tecnológico y la innovación que son factores de la productividad
de largo plazo (Cribeiro e Hidalgo, 2010).
Entre
los factores estructurales-externos, cabe mencionar la existencia de una
infraestructura deficiente con problemas en los sistemas logísticos, en las
telecomunicaciones, en energía; limita la posibilidad de minimizar los costos
unitarios de producción que son la base de la productividad. Por otra parte,
las restricciones de créditos en divisas para la inversión limita la
introducción de mejoras tecnológicas en las empresas; mientras que las
rigideces/inexistencia de mercados de factores (capital, trabajo e insumos
intermedios) dificulta las transferencias hacia actividades de mayor
productividad, o más comúnmente y con peores consecuencias, hace perder
oportunidades de negocios.
La
escala (tamaño) de la empresa manufacturera cubana es alta. Estimaciones para
el año 2011 ubicaban el número de trabajadores por empresa alrededor de 500
(Méndez, 2014). Si bien por una parte, el empleo en el sector ha caído desde
entonces; en el estudio antes referenciado se encontraba una bajísima
correlación con los niveles de productividad empresarial sugiriendo que el
tamaño de la empresa manufacturera respondía más a decisiones administrativas
que a condiciones tecnológicas de las mismas.
Los
bajos niveles de inversión que caracterizan a la industria cubana representan
un problema para superar los problemas de productividad en el largo
plazo. La inversión promedio desde 2010 ha estado alrededor de 400 millones en
moneda total (aproximadamente el 10% del total de inversión del país que en sí
mismo es marcadamente bajo), valor que incluye tanto a la industria
manufacturera como azucarera.
La
baja propensión a la innovación es otra deformación estructural de la
industria. A excepción de la industria farmacéutica y biotecnológica donde
existe una cultura de innovación muy arraigada; el resto de las industrias
necesitan avanzar significativamente en esta dirección. Relacionado a lo
anterior es importante decir que si bien el nivel de escolaridad general del
país es elevado, se necesita avanzar más en la adquisición de conocimientos
industriales específicos en base a estándares internacionales de forma que
permita profundizar el proceso de aprendizaje tecnológico que sirva de base a
la innovación. Es importante no igualar escolaridad elevada con capital
humano.
El
gráfico 7 muestra que la correlación entre el empleo calificado (como
aproximación al capital humano) y un índice de productividad total de factores
(PTF) obtenido para la industria en González y Cribeiro (2018). La significativa
inversión en educación que propició la Revolución cubana y que permitió elevar
los años medios de escolaridad de aproximadamente 3 hasta 11 años; no parece
estar influyendo sobre la productividad y el crecimiento de largo plazo tal
cual ha sido notado por una larga serie de estudios sobre el tema.
Reflexiones finales
En
el proceso de promoción de actividades industriales en Cuba la progresividad y
evaluación sistemática de impacto de las transformaciones deben regir como
principios básicos. Los problemas de funciona-miento heredados, la baja
tradición empresarial y de emprendimiento, y toda clase de vicios
institucionales que han prevalecido en el entorno de negocios de Cuba, hacen
pensar que una terapia de choque sería negativa para los fines deseados. Los
peligros más latentes estarían asociados al incremento del desempleo y la
destrucción de capacidades instaladas que necesitan, en principio, ser
perfeccionadas y no necesariamente destruidas. El establecimiento de zonas
especiales al estilo de China o Vietnam podría ser un instrumento útil para
tales fines.
Ante
la pregunta ¿debemos apostar por el desarrollo de actividades manufactureras en
Cuba?, solo existe una respuesta inequívoca: apostar por el desarrollo de
actividades manufactureras será, sin duda alguna, una tarea difícil. Una mejor
pregunta es si será esa tarea imposible.
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