SINE DIE 113
SD2
juan m ferran oliva MARZO 16 DE 2020
La invasión de Oriente a Occidente se inició el
22 de octubre de 1895, dirigida por los generales Antonio Maco y Máximo Gómez.
En guerras anteriores la guerra se había limitado a las comarcas orientales. La
hazaña duró 92 días y se inicio con la victoriosa batalla de Mal Tiempo en la
que fue aniquilado un batallón colonialista. La columna guerrera avanzó por
montañas, llanos, tierras desiertas, pobladas y trochas consideradas
infranqueables. Recorrió 1.800 km y enfrentó un ejército ampliamente superior
técnica y numéricamente. Fue el hecho
militar más audaz de la centuria[1]. Dio a conocer a Cuba ante el mundo y despertó solidaridad.
En la tropa de Maceo figuraba Josep Miró
Argenter, general y Jefe del Estado Mayor de la columna invasora. Dejó para la
posteridad sus crónicas sobre la gesta. Fue el peninsular mambí
que alcanzó un rango militar más elevado. Nació en la emblemática villa
catalana de Sitges en 1852. Inició la carrera de medicina en Barcelona pero la
abandonó para participar en la Tercera Guerra Carlista. Alistado en el bando
del aspirante Carlos, le fue encargado el mando de una compañía y participó en
varias acciones[2]. De esta manera tuvo su
primera experiencia militar. Después de Sagunto no aceptó incorporarse al
ejército español como ofrecían los vencedores. Se trasladó a Cuba inducido por
su padre quien deseaba apartarlo de los problemas políticos. No tuvo éxito.
Una vez llegado a La Habana en
1874, trabajó en la empresa de unos paisanos. Alrededor de 1876 determinó
trasladarse a Santiago de Cuba. Allí, años antes, se registraba un 86% de
catalanes entre los comerciantes españoles
establecidos[3]. La tercera parte de ellos procedían
de Sitges[4].
Miró fue un revolucionario.
Oriol Junqueras, destacado historiador, ex vicepresidente de la Generalitat de
Catalunya, actualmente preso por el Gobierno español, publicó en 1998 un libro
titulado Els
Catalans i Cuba donde hace un comentario interesante
sobre Miró[5]. Se refiere al hecho de que :
…los
carlistas, catalogados como absolutistas, reivindicaban también la restitución
de los fueros suprimidos por Felipe V. No es por casualidad que las guerras
carlistas se desarrollaran principalmente en las Vascongadas, Navarra y
Cataluña, territorios perjudicados con dicha supresión.
En
1878 Miró fue nombrado mayoral del ingenio Río Grande, cercano a
Santiago de Cuba. El 8 de mayo de aquel año conoció a Antonio Maceo. El coronel
Fernando Figueredo Socarrás[6] se refiere a la salida de este
último de Cuba. El Gobierno en Armas encomendó al
Titán marchar al extranjero a
preparar condiciones y solicitó
de Martínez Campos el permiso de salida. Le fue concedido gustosamente. Maceo se
dirigió a El Cristo el 8 de mayo de 1868. Al día siguiente embarcó
rumbo a Jamaica. Otra versión[7] expone que en la mencionada ocasión, el general español ofreció un almuerzo de cortesía a Maceo. De
alguna manera Miró logró participar y aprovechó la ocasión para hablar
extensamente con él, afirmando: Cuando Ud
vuelva, cuente conmigo. Ante tal muestra de entusiasmo, un oficial español
presente le comentó a Martínez Campos: Ahora,
más que del insurrecto que se va, hay que cuidarse del catalán que se queda.
En la
capital oriental Miró practicó el periodismo y confrontó problemas políticos.
Al considerársele peligroso, fue deportado a Holguín por las autoridades
coloniales. Allí dirigió la revista La
Doctrina. Un artículo le costó ir a prisión. Se refugió en Manzanillo y
dirigió El Liberal (1893), periódico en el que llevó a cabo apasionadas
campañas. En este nuevo destino confrontó nuevos problemas con las autoridades
hispanas.
El 22 de febrero de 1895 Miró se
alzó en armas a las órdenes de Bartolomé Masó que había vivido algún tiempo en
Sitges de donde era oriundo su padre. Debido a su historial y a su experiencia
militar anterior, Miró fue nombrado coronel de la zona de Manzanillo. Después
de destacarse en el enfrentamiento de Peralejo
en julio de 1895 fue ascendido a general de brigada. En noviembre fue
promovido al cargo de Jefe de Estado
Mayor de la columna encabezada por
Maceo. Junto a sus funciones castrenses llevó el Diario de la columna
del que extrajo sus famosas Crónicas de
la Guerra. Aunque no hubiese sobresalido como combatiente, sería famoso por
esta obra donde narra la proeza de la invasión que extendió la lucha por toda la Isla. . Este relato es considerado por el
autor que prologó él libro: tal vez el más apasionante (libro) que se ha
escrito sobre nuestra guerra de independencia[8].
Miró sentía devoción por Maceo
y este lo apreciaba y valoraba de manera especial. En una carta le decía[9]:
Mi
querido Miró, todavía me tiene Ud
enfermo por su imprudencia en el combate. Para probar su valor desmedido
no es necesario que cometa barbaridades. Le quiero y le necesito, y sentiría
verlo caer sin gloria.
En otra expresaba:
Yo he
conocido a muchos paisanos de usted con muchos defectos, pero todavía no he
conocido a un catalán canalla. Si en esta nación que tanto nos desprecia, puede
encontrarse aún un pedazo donde se anidan sentimientos de nobleza y de
libertad, es en Cataluña.
Miró
combatió junto a Maceo en toda la Campaña de Occidente, participando en
las batallas de Iguará, La Lechuza, Cacarajícara, Rubí y Bejerano.
En
sus antológicas crónicas narra una anécdota referida a un catalán de la otra
banda. Cumplía la orden de ocupar San Diego de Núñez cuyo oficial de voluntarios era un bodeguero catalán que
se sintió feliz al saber que capitulaba ante un paisano. Refirió una versión
inverosímil sobre Martínez Campos a quien consideró hijo de una parda de Cienfuegos y de un militar español. La ingenua
anécdota sugiere el desprestigio que sufría el general español entre los suyos.
Cuando Maceo se enteró del hecho le hizo mucha gracia.
Los chapelgorris[10] fueron voluntarios vascos despistados
que defendían la causa colonial. Un hecho notorio al respecto es narrado en las
Crónicas. Miró había sido encargado de dirigir el asalto a Candelaria[11] La villa estaba defendida
por dichos prepotentes soldados atrincherados en un reducto inexpugnable. Narra
Miró[12]:
Entre los chapelgorris figuraban algunos
negros, no con el carácter de soldados de ocasión, sino a guisa de veteranos
entusiastas dispuestos a los mayores sacrificios por el triunfo de la bandera
española, no queriendo más recompensa que la gloria del Instituto y el lustre
de las armas.
A la siguiente mañana aún continuaba el combate limitado prácticamente a
la posición asediada por los mambises. Maceo se indignó cuando tuvo noticias de
los chapelgorris negros. Miró aplacó
sus iras y el episodio concluyó cuando fue necesario abandonar la plaza para
concentrar las acciones en dar la bienvenida bélica a Valeriano Weyler que llegaba
a Cuba en esos días.
Por
sus méritos en la Batalla de Mal Tiempo Miró fue propuesto para general
de división, rango que no le sería otorgado hasta acabada la guerra. Se hallaba
junto a Maceo cuando este cayó mortalmente herido en San Pedro en diciembre 7
de 1896. Los disparos sorprendieron a los cubanos cuando descansaban escuchando
los relatos que escribía Miró y que formarían parte de su futura obra[13]. Un balazo atravesó mortalmente
el cuello del general, al tiempo que Miró recibía un tiro en la rodilla[14]. Convaleciente de su herida, se refugió en
Camagüey tras solicitar licencia al general Máximo Gómez A partir de entonces
no participó en más acciones militares.
Acabada la guerra lo nombraron
Director del Archivo del Ejército Liberador. Fue miembro de la Academia de
Historia y siempre cultivó la memoria de Maceo. Cuando se inauguró la estatua
ecuestre del héroe en el parque homónimo, pronunció el discurso del acto. A uno
de sus hijos le bautizó Antonio Maceo Miró Cardona. Publicó sus Crónicas de la
Guerra en 1909. Además continuó su actividad intelectual y fue autor de otras
obras. Se ufanaba en afirmar que no había
estado nunca en España y se molestaba cuando por su acento lo confundían con un
español[1].
Murió en Marianao el 2 de mayo
de 1925.
Fin
[1] Portuondo del Prado, Fernando. Historia de Cuba Sexta Edición. 1965.
Editora Nacional de Cuba. Editora del Consejo Nacional de Universidades. Parágrafo
623
[2] Mi abuelo participo en dicha guerra. Quizás al mando de Miró. JMFO
[3] Maluquer de Motes, Jordi. L’emigració i el comerç catalá a les Antilles durant la rimera metiat
del seghle XIX. Barcelona 1986, pg. 349-360.
[4] Barcia Zequeira, María del Carmen. Un modelo de inmigración
“favorecida”. Revista Catauro. Revista Cubana de Antropología. Año 3, no.5.
Pag. 36 a 59.
[5] Junqueras Oriol. Els Catalans i Cuba. Editorial Proa. La Mirada
Histórica. Barcelona. 1998. Pag. 176
[6] Figueredo Socarras, Fernando. La Revolución de Yara, Instituto del
Libreo. La Habana 1968. Pág. 287 y 288.
El original fue publicado por el autor en 1902.
[7] Versión quizás dramatizada.
corresponde a Eduardo Vazquez Pérez en su programa televisivo La Isla y el
Tiempo. Martes 26 de mayo de 2004 por el Canal Educativo no.1 de la TV Cubana.
[8] Prólogo a Crónicas de la Guerra de Miró Argenter, José. Instituto del Libro. La Habana 1970. Tomo I.
[9] Citado de Antoni Marimón por Lluís Costa en El nacionalisme cubà i
Catalunya. Pg. 148.. Y Vinyamata, Eduard. Josep Miró i Argenter. De
nacionalista català a heroi de la independència de Cuba. Revista de Catalunya
No.52 de 1991. Pg.. 40.
[10] Chapelgorris soldados del Batallón de voluntarios de Guipúzcoa, que
luchaban en las filas isabelinas durante la Primera Guerra Carlista.
Posteriormente fueron manipulados en guerras coloniales.
[11] Miró Argenter, José. Crónicas de la Guerra. Instituto del Libro. La
Habana 1970. Tomo I. Pg. 407-408
[12] Miró Argenter, José. Crónicas de la Guerra. Obra citada. Tomo II. Pg.
52-58
[13] Duany Destrades, MScLídice. Centro de Estudios Antonio Maceo.
Diciembre 10 de 2007.
[14] Cerviño Reitor, Rafael. Fue un teniente coronel superviviente del
episodio en que cayó Maceo. Publicó en Bohemia, en diciembre 17 de 1947 (o fue
1948) La Muerte del General Antonio Maceo.
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