Por Jorge Rodríguez Hernández*
En septiembre de 2013, en pleno proceso
asambleario previo al Séptimo Congreso de la Asociación Nacional de Economistas
y Contadores (ANEC), escuché a una experta en precios decir que en ese tema el
país tenía un verdadero ‘’foco rojo’’, y dijo que las cosas en esa área de la
economía global no andaban bien, por lo que era preciso ponerle especial
atención.
En pleno apogeo del llamado Periodo Especial,
otra economista, empleada en la esfera empresarial, se cuestionó la mala
política de precios seguida entonces, la cual consideró como muy deficiente, y
opinó que la economía global no se proyectaba en ese sentido, pues los precios
no se insertaban en la dinámica del desarrollo económico-social.
Ambas consideraciones profesionales, matices
aparte, incluso, opiniones discrepantes y contrastantes con respecto a las
mismas, apuntan hacia un asunto no resuelto, hasta la fecha, en el proceso de
actualización del modelo económico-social.
En julio de 2012, en la sesión ordinaria de
la Asamblea Nacional del Poder Popular se conoció que la política de precios
mayoristas y minoristas había sido aprobada, y en diciembre de ese propio año,
el órgano legislativo supo a través de las máximas autoridades del país, que se
trabajaba entonces en las nuevas metodologías, las cuales se estaban
escribiendo para implantar dicha política, sujeta a un cronograma, como también
se dijo en el propio parlamento.
La escasez, esa señora causante de no pocas
vicisitudes de los cubanos, pone bien tensa la cuerda que hala los precios,
sujetos a una creciente espiral, la cual no cesa de gravitar cada vez más sobre
el consumo y el deprimido bolsillo de la economía doméstica.
Causas objetivas y subjetivas aparte, lo
cierto es que resulta en extremo inquietante, desde el punto de vista
económico, social y político, el cada vez más creciente fenómeno de
desabastecimiento-inflación coexistente en el país, pues se trata de una
cuerda, que está al borde de la fractura, y que ya tiene múltiples efectos
negativos sobre el mercado y los ciudadanos.
Sobre las espaldas de la mayoría de los
ciudadanos, quienes se enfrentan cada vez más a un mercado segmentado, cae todo
el peso de la incoherente política de precios. Los concurrentes a ese mercado
estratificado: estatales, privados y representantes de otros modelos de
gestión, suelen ‘’pararse en sus trece’’
y no ‘’sueltan prenda alguna’’, como se dice.
En ese complejo entramado económico-social,
los tentáculos que mueven la economía en la sombra pautan precios, aprovechando
las fallas que les ofrece la incoherente política estatal de precios. En tales
circunstancias, la informalidad sabe cómo autorregularse, expandirse y
replegarse, según las circunstancias, para obtener ganancias en río revuelto.
No se trata de peces pequeños asidos a la orilla, se trata de especies grandes,
acostumbradas a nadar en aguas profundas y en ocasiones turbulentas.
Tal es la forma expedita en que actúan estos
últimos, para acoplarse y estar a bordo de la nave de la actualización
económica, que en Abril de 2014, cuando las autoridades del ministerio de
Finanzas y Precios, la Industria Alimentaria y la Corporación Cimex hicieron
público el incremento del precio de venta de la leche en polvo, el mercado
negro respondió con un aumento del precio de dicho alimento, expedido en
bolsas.
Conocedores de todos los pormenores del
incremento del precio en pesos convertibles (CUC) del citado producto lácteo,
los informales procedieron de tal manera, a pesar de que el mismo se oferta, de forma subsidiada, a quienes poseen
dieta médica, los niños menores de siete años y otros casos muy específicos.
A partir de entonces, las bolsas de leche en
polvo se vendieron por la ‘’izquierda’’ a 50 y 75 pesos en moneda nacional o su
equivalente en CUC, según el tamaño del paquete, sin reparar que el lácteo se
oferta a 2 y 2 pesos con 50 centavos en moneda nacional (CUP).
Los ejemplos resultan recurrentes, una buena
parte de los ciudadanos se ven afectados por tales prácticas, mientras otros-
los menos- se ceban a costa de las dificultades y carencias de la mayoría, que
se ve obligada a pagar altos precios, para llevar a la mesa un vaso de leche,
como sucede también con otros productos. Detrás de estas historias, obviamente,
no está solo un problema productivo, igualmente se esconden no pocas
turbulencias.
Opiniones de expertos, como la siguiente,
ofrecen criterio de valor a tener muy en cuenta en asunto del que poco o nada
se habla: ’’La formación de los precios en el mercado de libre oferta, que es
donde los salarios se deprimen con más
acento, es el dinero sucio proveniente de actividades ilícitas, y las divisas
que por diferentes vías llegan a manos de la población, divisas que en su
inmensa mayoría no provienen de algún tipo de actividad económica o servicios,
sino que llegan por ‘’transferencias’’.14
Como se conoce, Cuba importa anualmente
millones de dólares en alimentos, a precios cada vez más elevados en el mercado
mundial, pero dicho pago no se hace ‘’precisamente al productor criollo’’, como
plantea el economista Armando Nova González, quien opina que los precios de los
productos agropecuarios ‘’requieren de un particular análisis y valoración
sistémica’’.
Sería bueno ofrecer información sistemática y
transparente sobre los precios pagados a los productores, para que la opinión
pública conozca si ‘’no resultan lo suficientemente estimulantes, en particular
de aquellos productos que sustituyen importaciones’’. 15
Pero los precios de los alimentos no bajan.
Así se aprecia en la economía formal. También en el mercado negro, donde la
población adquiere productos por contrabando, como leche, queso, yogur y carne
de res, entre otros.
El experto Armando Nova González ha realizado
estudios sobre ‘’la relación Precio de acopio/Precio de importación’’, y llegó
a la conclusión que ‘’los resultados mostrados reflejan el necesario estudio
del sistema de precio bajo un enfoque sistémico a lo largo del ciclo:
producción-distribución-cambio-consumo, teniendo presente la relación de
gastos, en los que incurre el productor como punto de referencia’’. 16
A esta altura, cabe preguntar: ¿quién le pone
el cascabel al precio de los alimentos? Cuando la prensa inquiere sobre el
particular, la culpa no la tiene nadie, como dice el popular dúo cubano Buena
Fe.
Con respecto a esto último, lo cierto es que
las justificaciones van y vienen, y todos los eslabones de la cadena se
mantienen en sus trece, como suele decirse, porque nadie quiere perder prenda
en lo que muy bien pudiera llamarse la especulación de La Habana, título muy gustado
por los bailadores hacia finales de la década del 90 del pasado siglo, de la
autoría del popular “Sofocador de la salsa’’, Paulito FG. Todos los
concurrentes al mercado, sin excepción, pensarán que a río revuelto, ganancia
de pescadores, o para decirlo mejor, de vendedores.
El Estado pudiera desempeñar un papel
regulador ante esta compleja e inquietante problemática, pues ‘’la categoría
‘’precio’’ es uno de los elementos fundamentales para el medidor ‘’salario
real’’, el cual es imprescindible, en el caso de una sociedad como la
nuestra’’. 17
El experto al cual corresponde la
consideración anterior, también opina que ‘’de establecer precios ‘’correctos’’
en la economía se deriva también la posibilidad de hacer cumplir la ley de la
distribución con arreglo a la cantidad y calidad del trabajo, uno de los
fundamentos del socialismo’’. 18
Esto último no significa que la planificación
socialista, deje de tener ‘’en cuenta las tendencias del mercado’’, tal como
expresa en su letra la política económico-social en curso.
Si se aspira a que dicha política resulte
exitosa, hay que tomar en cuenta que ‘’el precio se manifiesta como un
mecanismo que envía señales a la economía alertando sobre situaciones y ayuda a
localizarlas. Esto se logra por medio de la observación, medición y
comportamiento de este’’ .19
Notas
14 Los marginales de las Alturas del Mirador.
Un estudio de caso. Fundación Fernando Ortiz, 2011. Pablo Rodríguez Ruiz. p 406
* Periodista
de investigación, especializado en temas económicos. Investiga hace más de
treinta años sobre mercado negro, entre cuyos rasgos figura la corrupción.
Coautor del libro Yo soy Fidel. Pensamiento económico-social, publicado por la
Editorial Ciencias Sociales. El texto también se editó en Italia. Posee varios
premios en concursos periodísticos provinciales y nacionales, entre ellos
galardones anuales de periodismo económico, y de los premios especiales de
ensayo sobre pensamiento económico de Ernesto Che Guevara, convocado por la
ANEC, y acerca del aniversario 50 de la Planificación en Cuba, concedido por la
ANEC, el ministerio correspondiente y la facultad de Economía de la Universidad
de La Habana. Septiembre 2017: Mención en el Concurso de ensayo breve, en la
categoría de ciencias sociales, convocado por la Revista Espacio Laical,
perteneciente al Proyecto del Centro Cultural Padre Félix Varela. Febrero 2020:
Mención en Edición XVII del Premio de Ensayo Pensar a Contracorriente. Ganador
de Premio por la Obra de la Vida ´´Guido García Inclán´´, conferido por la
Delegación Provincial de la UPEC de La Habana. Trabajos suyos sobre economía
cubana y economía sumergida han sido publicados en medios de prensa
provinciales, nacionales e internacionales. Columnista habitual de temas
económicos en espacios informativos radiales y digitales. Preside la Sección de
Base de la ANEC y la filial científica de Periodismo Económico de La Habana. Se
desempeña como director de Comunicación e Información en el Consejo Ejecutivo
Provincial de la ANEC de La Habana.
Mientras más información tengo sobre valisos estudios económicos que el estado obvia. Más me convenzo de que los problemas económico no se quieren resolver. Alguien(nes) no tiene interés o le conviene el tipo de economía subdesarrollada y caótica actual.
ResponderEliminarRogelio Castro Muñiz