¿Los cubanos vivimos en realidad una economía de guerra? Hay hechos que indican otra cosa.
en Contrapesos
“Todo para el frente” es la frase que quizás mejor simboliza lo que es una “economía de guerra”. Se hizo famosa al aparecer en un cartel allá por el año 1942 en plena Gran Guerra Patria. La frase en realidad tiene dos partes “todo para el frente”y “todo por la victoria”. En síntesis, significaba alinear todos los esfuerzos y poner todos los recursos en el objetivo supremo de derrotar al ejército nazi, que para esa fecha estaba peligrosamente cerca de Moscú.
Significaba también supeditar todas las decisiones, y el proceso de tomarlas, a ese objetivo. También implicaba la variable tiempo que, en esas condiciones, la de una economía de guerra, tiene un valor marginal incalculable.
Por cierto, hay que decir que el ejercito nazi no pudo tomar Moscú y el aporte de la Unión Soviética a la derrota del fascismo en Europa, ese mismo que resurge hoy con variados matices, fue decisivo, a pesar de que la nueva historia escrita desde Occidente insista en desconocerlo.
Fue un magnífico artículo de mi colega Joaquín Benavides, “¿Economía de guerra o mercado en la economía?” publicado en el blog Segunda cita de Silvio Rodríguez, lo que me impulsó a retomar ese concepto e intentar entenderlo en nuestro contexto actual.
Una rápida búsqueda en Google nos lleva a varias definiciones. Esta es una de ellas: “El término economía de guerra hace referencia a la forma en que se organiza la economía de un país durante un conflicto armado. Se entiende que consiste en maximizar su capacidad de producción y distribución, lo que pasa por ajustes sustanciales a la producción que permitan acomodarse a las necesidades del país”.
Foto: Kaloian.
Otra definición, en la Economipedia, refiere que:
“La economía de guerra es una situación bélica o de catástrofe en la que el Gobierno toma el control de la gestión de los recursos económicos. Todo ello implica medidas como la movilización de la población, el racionamiento, el control de la producción y el autoabastecimiento. En línea con el abastecimiento de alimentos, el Estado también establece un férreo control sobre el sector primario. Por ello, dirigirá y supervisará la producción de alimentos, prestando especial atención a la agricultura y a la industria alimentaria.
Si los alimentos están racionados, igualmente deben aprovecharse los recursos energéticos. Así pues, se toman medidas para sacar el máximo partido de los escasos recursos energéticos. Se han dado numerosas experiencias en las que, por ejemplo, los combustibles y la luz se han racionado.
Precisamente, en una guerra, un Estado debe ser lo suficientemente fuerte como para contar con los recursos necesarios sin depender de terceros países. Todo ello conduce al autoabastecimiento. En otras palabras, un país en guerra suele encaminarse hacia la autarquía”.
La hiperinflación es uno de los grandes males que acarrea la economía de guerra y la intervención de la política monetaria pareciera ser el recurso más usado en esa situación. Esta historia definitivamente tiene que ver con nuestra realidad y no solamente con la actual, sino con otras varias realidades anteriores.
Una excursión por Wikipedia nos devuelve una descripción sintética de lo que puede ser una economía de guerra, la cito in extenso:
“Se denomina economía de guerra a la que se aplica en momentos históricos de fuertes convulsiones violentas, sean o no conflictos armados, o en periodos de extrema autarquía y que tiene por objetivo mantener el funcionamiento de las actividades económicas indispensables para un país, procurar el autoabastecimiento, desincentivar el consumo privado, garantizar la producción de alimentos y controlar la economía nacional desde el Estado. Cada país se acerca a la reconfiguración de su economía de una manera diferente. Entre las actuaciones fundamentales se encuentran:Control exhaustivo de la política monetaria que evite los procesos de hiperinflación.Favorecimiento de la autarquía como sistema que evite la dependencia de las importaciones exteriores en productos básicos y material militar.Medidas de ahorro del consumo energético.Incentivación de la mano de obra a bajo coste para ocupar los puestos de trabajo de aquellos que se incorporan al ejército.Cambios en la política agrícola que dirigen los cultivos y la industria transformadora hacia la producción de granos y, en general, cultivos que aporten una alta cantidad de hidratos de carbono.Aumento de la producción de la industria pesada y de material militar.Establecimiento de reducciones del consumo privado, que puede incluir el racionamiento a la industria y a las familias.”
Parecería que varias generaciones de cubanas y cubanos hemos estado prácticamente toda nuestra vida viviendo dentro de una economía guerra, ya sea por la magnitud y profundidad de los conflictos, aun cuando algunos de ellos no fueran directamente militares; o por la manera de manejar la economía en determinados momentos; o por los efectos/ resultados de las políticas /medidas puestas en práctica, o por una combinación de los tres.
Foto: Kaloian.
En realidad, en la ecuación de la economía nacional, uno de los criterios relevantes que han condicionado la adopción de cualquier decisión ha sido su influencia/impacto/efecto sobre el conflicto fundamental que nuestro país ha enfrentado desde el año 1959, a saber: el diferendo entre Estados Unidos y Cuba.
De la misma forma, el grado de intensidad de ese conflicto ha sido una variable relevante en la adopción de medidas para manejar la economía.
Listo abajo algunos de esos momentos históricos, hitos, aunque obviamente hay grandes diferencias, entre ellos:La brusca reducción y más tarde la exclusión de la participación de Cuba del mercado norteamericano, tanto como importador que como exportador, y su intensificación hasta llegar al bloqueo económico y comercial en 1962.
- El fomento de bandas terroristas y la invasión a Playa Girón.
- La “Crisis de Octubre” o “Crisis de los misiles”.
- La Zafra de los 10 millones y lo que significó en término de movilización de mujeres y hombres y en cuanto a la asignación de recursos.
- La “Guerra de Todo el Pueblo”, que se iniciara en los primeros años de la década de 1980.
- El “Período Especial en Tiempos de Paz” que no se ha despedido de nosotros y parece que no lo tiene en planes por el momento.
- La “Batalla de ideas”.
- La Pandemia de COVID 19.
- Las medidas de la Administración Trump.
Es cierto también que el modelo económico socialista adoptado desde finales de los sesenta, e institucionalizado en los setenta recuerda en buena parte el manejo de una economía de guerra.
Pero la guerra de la economía es otra. Se libra todos los días, desde los ciudadanos y ciudadanas más simples, hasta aquellos otros que tienen alguna responsabilidad en el resultado de la misma.
Después de volver a mirar esas definiciones, me cuesta convencerme de que estemos en una economía de guerra, al menos hay hechos que me mueven a dudas.
Si la nuestra fuera hoy una economía de guerra en sentido estricto, entonces aquella frase que inicia este escrito se podría reinterpretar como “todo para la producción de alimentos”. En definitiva, el precio de los alimentos es el que tiene mayor peso en la dinámica de la inflación según las propias informaciones del Ministerio de Economía.
Los alimentos representan una de las cuentas más altas de nuestras importaciones y en la estructura de gastos de nuestras familias, es el destino decisivo de sus ingresos.
La producción de alimentos es uno de los principales destinos de los subsidios que desde el presupuesto central se asignan a las empresas agropecuarias y terminan incrementando el déficit fiscal, aunque lamentablemente no alcanzan para remediar el problema.
Sin producción nacional sostenible de alimentos la soberanía alimentaria no pasará de ser una quimera. Son los productos de la tierra —y del mar— los que generan cadenas productivas y de valor que permiten integrar diversos sectores, desde la agricultura misma hasta la ciencia y la tecnología. Son esos mismos los que impactan de forma decisiva en el bienestar de la nación y en su percepción de prosperidad.
Sin alimentos de buena calidad, de producción nacional, el sector turístico nacional competirá siempre en desventaja con el resto del mundo y en especial con nuestra región.
Foto: Kaloian.
No podemos hacer depender la leche de nuestros niños de la caridad internacional.
Uno de los mayores recursos que tiene nuestro país es su tierra y el mar que la rodea y tenemos más tierra arable por persona que países grandes productores de alimentos. Aún estamos lejos de la frontera de producción del sector y necesitamos modernizar las tecnologías de producción, entre otras razones, por el despoblamiento de nuestros campos que es la misma razón por la cual debemos modernizar la vida de nuestros campesinos.
Pero no, todavía hoy los recursos se asignan a otros destinos, en un ejercicio difícil de calificar que repite año tras año el mismo error. Y no hablo solo de inversiones asignadas a un “frente” a todas luces estancado, además sitiado y para nada bien manejado. Si estuviéramos en una economía de guerra hace rato esas “balas” debieron haber sido asignadas a otro frente.
Más no es solo un problema de asignación de recursos de inversión. Todavía me cuesta entender que una de las dificultades de la actual zafra sea la poca disponibilidad de combustible y, sin embargo, se mantengan funcionando centenares de autos estatales cuya utilidad apenas es significativa comparado con la necesidad de asegurar la producción de azúcar para la “canasta racionada” o para la producción de una parte del arroz de esa misma canasta.
Foto: Kaloian.
De hecho, si estuviéramos en una economía de guerra, esa misma canasta racionada debería ser mejor asignada, concentrándola en aquellos que más la necesitan y no seguir perpetuando una forma de distribución que consolida brechas de desigualdad cada vez más difíciles de manejar.
Si la nuestra fuera hoy una economía de guerra no habría cómo justificar ese excesivo aparato burocrático del Estado, con sobrepeso evidente y la demora inexplicable a someterlo a una cirugía profunda, que elimine las partes necrosadas del mismo.
Si estuviéramos en una economía de guerra hace rato deberíamos haber identificado la dirección del golpe principal, haber concentrado los recursos en esa dirección y no diluirnos en escaramuzas que debilitan las fuerzas.
Ciertamente, concuerdo con mi colega y amigo Benavides en que la solución no debe venir por reproducir aquellos métodos y estilos que tanto recuerdan a la economía de guerra, pero que en nuestro caso no nos han conducido a obtener una ventaja significativa en este campo de batalla casi perpetuo que ha sido y es la economía.
Porque no es reproduciendo el pasado que podremos conquistar el futuro. Esas son, en buena parte, las razones que me hacen pensar que no parece que estemos en una economía de guerra, más bien parece que estamos en guerra con la economía.
Muy buenas reflexiones, el año avanza y no aparecen las medidas contra las "distorsiones", o de economía de guerra.
ResponderEliminarCon el perdón de tan destacado economista, esto es un subterfugio, una galimatia. De que estamosen una economía de guerra no cabe tener dudas, más aún en los tiempos de guerra política, no convencional. hibridas y tros términos cercanos en uso,otra cosa es que no hayamos sabido enfrentarla debidamente
ResponderEliminarLa guerra que tenemos en la economía es contra dos grandes enemigos y son en dos frentes :
ResponderEliminar1.- La guerra económica que nos hace la potencia que domina al mundo, incluso a los chinos con respecto a Cuba; que son las acciones de EU con el bloqueo y las sanciones que tienen carácter internacional y que todos los países, bancos y empresas en su gran mayoría respetan por las sanciones, a pesar de que la mayoría de los gobiernos votan contra el bloqueo en la ONU
2.- La guerra contra el poder burocrático que es transversal al sistema a nivel nacional, sectorial y territorial. Desde el Consejo de Ministro no se aprueban las propuestas de grupos temporales que van contra intereses ministeriales, se suplantan con consignas de mayor exigencia y control, no tienen preparación en economía ni en gestión empresarial, subestiman a la academia, responden a todo que NO y no se hace nada por realizar propuestas para salir de la crisis, no toman medidas con los gastos que estos organismos tienen en el presupuesto, se expresa inercia burocrática cuando se argumenta que todavía no es el momento, y que falta preparación para no hacer nada
Comencé a trabajar en el año 1964 en el Ministerio de Industrias y de mis 46 años de vida laboral los primeros 40 fueron en Organismo Centrales y era práctica la revisión del aparato gubernamental, con vistas a los ajustes correspondientes, por su alto impacto en el Presupuesto del Estado.
ResponderEliminarDurante esos 40 años pasé por 4 procesos de ajustes y racionalizaciones, incluyendo la "Lucha Contra el Burocratismo".
Se impone un ajuste con el análisis y revisión del aparato gubernamental, en momentos que tenemos el mayor déficet presupuestario que ha tenido el país y no estar pensando en la creación de un nuevo Instituto para la atención del trabajo por cuenta propia, gravando con ello, aún más el este excesivo déficet.
Además se impone también la reducción de los excesivos Gastos Gubernamentales, a su mínima expresión, reservas para hacerlo existen, son evidentes.
Mis felicitaciones al colega Triana por tan oportuno y necesario análisis.
Guerra económica en dos frentes, el externo y el interno, y el pueblo de Cuba en el centro de an OS fuegos.
ResponderEliminarMientras tanto se puede comer carne que se manda desde Miami , si tienes familia allá y vives en La Habana.
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