Por Dr. Pedro Monreal
Una economía socialista no es compatible con una alta desigualdad social. En el caso de que, debido a circunstancias específicas, se hubiera producido un incremento de la desigualdad, las políticas públicas para reducirla –no solo para contenerla- deben ser prioridad estatal. ¿Qué hacer para ello en un país como Cuba?
Lo primero sería tratar de entender adecuadamente la gravedad del problema, lo cual hace necesario medir la desigualdad, y lo segundo es que sería ineludible poder identificar con precisión las causas del incremento de la desigualdad.
No es lo mismo hacer políticas para corregir la desigualdad cuando el 5 por ciento más “rico” de la población concentra el 20 por ciento del ingreso nacional, que cuando esa minoría “solamente” controla el 10 por ciento del ingreso. Se requerirían medidas específicas diferentes y tiempos muy distintos para que las acciones remediales tuviesen efecto.
¿En cuál de esas situaciones pudiera estar el país? La mayoría de los cubanos no lo sabemos pues no se divulga indicador alguno sobre la desigualdad nacional.
Lo que podemos conocer, de fuentes oficiales, son cifras que ya tienen casi 20 años y que indicaban un rápido deterioro de la desigualdad social, medido por un empeoramiento del 85 por ciento en el coeficiente de Gini en el periodo de 1986 a 1999 (de un valor de 0,22 en 1986 se pasó a uno de 0,407 en 1999). Ese coeficiente –cuyos valores se mueven entre 1 y cero- expresa una distribución más equitativa del ingreso en la medida en que el coeficiente tiene un valor menor.
Es decir, se produjo un empeoramiento muy rápido, que fue muy agudo y que ubicó el indicador de distribución del ingreso de Cuba en niveles insólitos para un país socialista, aunque relativamente mejores que el de muchos países, incluyendo la mayoría de las naciones latinoamericanas y caribeñas, o el de los propios Estados Unidos, país que tiene el peor coeficiente de Gini entre las economías desarrolladas.
Aunque no conozco estudios públicamente divulgados que hayan evaluado con precisión cuantitativa el probable impacto positivo que tuvieron factores como el empleo estatal y los principales programas sociales universales (salud, educación y seguridad social) para evitar un deterioro aun mayor del coeficiente de Gini, parece razonable asumir que tal efecto se produjo.
Por otra parte, no es descartable que el coeficiente de Gini en Cuba haya empeorado desde 1999. Tampoco puede afirmarse que haya mejorado. No podemos saberlo porque no disponemos de una medición, pero es aquí donde se hace relevante el conocimiento de los factores que provocan en estos momentos la desigualdad en el país. No es un tema nuevo. Ha sido bien estudiado desde principios de la década de los noventa del siglo pasado, a pesar de la carencia de datos suficientes.
Existen al menos tres factores que deberían ser considerados: en primer lugar, la transformación del mercado laboral, que pasó de ser un mercado laboral estatal que absorbía la mayoría de los trabajadores -con un diapasón relativamente reducido de diferencias salariales-, a un mercado laboral heterogéneo (estatal y no-estatal) donde se han ampliado las diferencias salariales, tanto al interior de cada mercado como entre los distintos mercados laborales. En segundo lugar, la aparición de fuentes de ingresos como las remesas –no resultantes del empleo nacional y sesgadas hacia patrones de distribución desigual- que han adquirido un peso importante (tampoco medible con precisión) en el ingreso de muchos hogares; y finalmente una moneda nacional débil que coloca automáticamente en condiciones de desigualdad los salarios en pesos cubanos en relación con los salarios y con los diversos tipos de ingresos obtenidos en otras monedas.
Hay dos cuestiones adicionales. La existencia de programas sociales de acceso universal y gratuito (por ejemplo, salud y educación), que siguen siendo importantes para impedir niveles aún mayores de desigualdad, tienen un efecto “igualador” relativamente amortiguado en condiciones caracterizadas por mercados laborales que funcionan con una mayor segmentación de ingresos, entradas de remesas familiares desigualmente distribuidas y con una moneda nacional débil en el marco de una dualidad monetaria y cambiaria. Por otra parte, la historia económica enseña que la desigualdad actual tiende a convertirse en una desigualdad inter-generacional permanente.
Queda claro que la desigualdad no se limita a ser un problema de distribución del ingreso y de la riqueza. También se sabe que existen otras mediciones posibles, pero por alguna parte hay que empezar a hacer esta discusión, y he seleccionado la distribución del ingreso medida por el coeficiente de Gini.
Volvamos entonces a la pregunta inicial: ¿Cuál es el nivel máximo de desigualdad que sería compatible con un modelo socialista en Cuba?
Una comparación internacional del coeficiente Gini permitiría apreciar que los valores extremos muy bajos y muy altos son excepcionales. En realidad, la mayoría de los países se ubican en un rango intermedio con coeficientes entre 0,35 y 0,45. Es decir, la distribución internacional de coeficientes puede representarse aproximadamente mediante la conocida curva “normal” o de “campana”, que indica una concentración en los niveles “moderados” (hacia la parte intermedia del eje “X” del gráfico).
Esto nos pudiera ofrecer una primera pista: cuando menos, Cuba debería aspirar, y creo que puede lograrlo, un coeficiente Gini “moderado” en términos internacionales, especialmente en el rango de 0,35 a 0,40.
Se trataría aproximadamente del último nivel del coeficiente de Gini que se conoce de fuentes oficiales que existía hace dos décadas en Cuba. Como se dijo anteriormente, en comparación con momentos previos, para Cuba ese nivel de 0,407 es “malo” porque históricamente indicaría un desplazamiento de la desigualdad en un sentido no deseado.
Insisto en que no sabemos cuál es el nivel actual de ese indicador en Cuba, pero a los efectos de este análisis supongamos que ese nivel se hubiese mantenido. Es un supuesto problemático pues pudiera haber aumentado (personalmente no creo que se haya reducido), pero algún supuesto “de trabajo” debemos adoptar.
Una hipótesis posible es que un coeficiente de Gini de 0,40 pudiera estar indicando una “frontera” de desigualdad de la cual se aspira a alejarse para poder regresar a un índice menor. Aquí cabrían dos posibilidades: el índice real de Gini que existe en Cuba en 2017 (que no conocemos) es igual o menor que 0,40, o ese índice real de Gini es mayor que 0,40.
En materia de alternativas de acciones para reducir el índice, en ambos casos se necesitarían medidas e instrumentos de política que compartirían una serie de componentes básicos, pero los pesos relativos de estos y sus combinaciones pudieran ser distintos si la base que se tiene es de 0,40 (o un nivel inferior), a que cuando la base tiene un nivel superior a 0,40, digamos que 0,50, en cuyo caso se necesitaría medidas mucho más vigorosas. Debe retenerse el punto de que cuando una alta desigualdad se mantiene por mucho tiempo, tiende a convertirse en “estructural” y dificulta una “vuelta atrás”. Es por eso que debe ser una prioridad atajarla y reducirla.
Habiendo establecido provisionalmente el supuesto de que un coeficiente de Gini de 0,40 es “malo”, pero que todavía pudiera ser compatible –al menos por un tiempo- con un sistema socio-económico socialista en Cuba, la cuestión sería entonces hasta donde sería deseable y factible reducir el nivel del coeficiente.
Todo plan necesita un punto de partida y una meta. El primero (el Gini real de Cuba en 2017) no lo sabemos con precisión y por ello solamente lo podemos manejar en términos de hipótesis. Exploremos brevemente entonces la posible meta, igualmente de manera hipotética.
En mi modesta opinión, para Cuba un coeficiente de Gini de aproximadamente 0,32 sería deseable y además realizable, pero eso va a necesitar medidas efectivas y un plazo de tiempo que probablemente no sea inferior a diez años.
Un mismo nivel del coeficiente de Gini pudiera expresar diversas variantes de distribución del ingreso entre los grupos de la población, pero una de esas variantes hipotéticas indica que un índice de 0,32 sería compatible, por ejemplo, con un patrón de distribución donde el 95 por ciento de la población con menos ingresos reciba el 90,5 por ciento de los ingresos totales, lo cual indica una distribución razonablemente equitativa del ingreso nacional.
Obviamente, lo anterior no es el resultado de un análisis pues no se dispone de datos concretos de la realidad. Sin embargo, al identificar, aunque sea hipotéticamente, un posible punto de partida y uno de llegada para las políticas públicas, quizás ofrece la posibilidad de tratar de colocar cualquier discusión sobre el carácter socialista del modelo socio-económico en términos relativamente concretos. Nos ahorraría la verbosidad y la abstracción con la que frecuentemente se aborda –generalmente en medios no académicos- el problema de la desigualdad en Cuba.
Resumiendo, invito cordialmente a una reflexión sobre los dos puntos siguientes:
- Un nivel del coeficiente de Gini de 0,40– “malo” para Cuba, aunque “moderado” para otros países- debería ser considerado como la cota de desigualdad máxima que sería compatible con el socialismo en Cuba, y habría que adoptar medidas para reducir ese nivel lo antes posible.
- La meta de reducir la desigualdad hasta un nivel del coeficiente Gini de entre 0,30 y 0,35 debería ser adoptada en Cuba como el macro-objetivo socioeconómico más importante para los próximos cinco años, al mismo nivel de importancia que se le concede a lograr tasas de crecimiento del producto Interno Bruto de entre 5 y 7 por ciento anuales.
Por aquí pudiéramos intentar hacer una conversación concreta y en serio sobre lo que serían posiciones de “izquierda” en Cuba, ¿o quizás me equivoco y debemos seguirle dándole vueltas a la noria de las visiones genéricas sobre el socialismo cubano?
Tomado del Blog de Pedro Monreal
https://elestadocomotal.com/2017/04/11/test2/
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