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viernes, 30 de noviembre de 2018

Salarios y concentración de riqueza en Cuba: tertulias y estadísticas


Por Pedro Monreal
30 de noviembre de 2018


El tema de la riqueza y de las desigualdades sociales se vigoriza a cada rato en el debate económico y político cubano. Es un tema muy importante, sin dudas, pero la intensificación del asunto no se debe a que aparezca evidencia nueva acerca de lo que muchos sospechamos que pudiera estar ocurriendo. En realidad, los datos públicos no son muy abundantes en Cuba en relación con ese problema.

El tema se reactiva porque ocasionalmente varios comentaristas abordan el asunto al unísono, aunque no necesariamente desde posiciones comunes. No digo que sea el resultado de “campañas”. Pudiera ser una casualidad. Quizás se trate del aprovechamiento de coyunturas. Los recientes debates sobre la reforma constitucional fueron un ejemplo de intensificación de las discusiones sobre desigualdad, pobreza, “nuevos ricos” y concentración de la propiedad. De hecho, el tema ha seguido discutiéndose en días recientes.

En realidad, la evidencia disponible en Cuba sobre la desigualdad no es suficiente para hacer un análisis razonado que permita cubrir todas las dimensiones del problema, pero sí parece ser suficiente para animar tertulias.

Las intenciones de muchos comentaristas pudieran ser loables, pero eso no cambia la ineficacia práctica de ese tipo de coloquios que no se apoyan en datos de la realidad. Supongo que queda claro que es el tipo de conversaciones imprecisas a las que no debería reconocérsele capacidad para informar adecuadamente procesos de tomas de decisiones concretas.

Pero vayamos a lo sustantivo: ¿Se ha medido –con datos oficiales- el nivel actual de desigualdad de la distribución del ingreso o de la riqueza en Cuba y sus tendencias en los últimos años?

La respuesta es simple. Tales mediciones no están disponibles para una serie de dimensiones del tema, probablemente para aquellas dimensiones que suelen ser las cuantificaciones más conocidas de la desigualdad.

En el caso de Cuba ni se conocen públicamente los estimados para índices como el de Gini o el de Palma, ni hay acceso abierto a los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Situación Económica de los Hogares (ESEH) que permitiría a los especialistas disponer de datos suficientes para analizar el problema.

La implicación es que, sin esos datos, el análisis de la desigualdad se convierte en una tarea muy difícil. A falta de los datos adecuados los especialistas deber esforzarse entonces para trabajar con mediciones aproximadas. Eso ocurre más bien de manera excepcional. La mayoría de los comentaristas simplemente “hablan” sobre el asunto.

Los datos oficiales que han sido soslayados en el debate

Lo anterior se refiere al proceso de medición de la desigualdad desde la perspectiva de la distribución del ingreso entre las personas y hogares, pero existe otro ángulo desde el que también puede estudiarse la desigualdad: la llamada distribución funcional del ingreso.

Se trata del enfoque que se utiliza para analizar la distribución del ingreso entre los llamados “factores” de la producción (por ejemplo, tierra, trabajo, y capital). Es una perspectiva que surgió con la llamada Economía Política clásica (especialmente con David Ricardo) y que coloca el acento en el análisis de la relación entre la distribución del ingreso y la función de este en el proceso productivo y de formación de capital.

Es un enfoque que no solamente ha sobrevivido la prueba del tiempo y que está presente en diversas escuelas de pensamiento (desde el marxismo hasta el estructuralismo), sino que ha cobrado relevancia a nivel internacional en décadas recientes, a partir de la contracción experimentada en la participación de los salarios en el ingreso nacional, un fenómeno que se ha producido de manera amplia desde la segunda mitad del siglo XX. Existe abundante evidencia empírica que permite constatar una marcada trayectoria declinante de la participación asalariada en el ingreso en prácticamente todos los países industrializados desde comienzos de la década de 1980, un proceso que también se ha producido en los países subdesarrollados.

El peso de la masa salarial en el producto total generado por la economía (Producto Interno Bruto, PIB) es un indicador fundamental desde la perspectiva de la distribución funcional del ingreso. La distribución funcional de los salarios en el PIB proporciona una importante información –de cantidad y de calidad- acerca del reparto de las retribuciones al trabajo, en comparación con el capital y respecto a otros importantes actores económicos, como los gobiernos.

Como se observa, es una perspectiva próxima al análisis clasista de un sistema económico, aunque ello usualmente no se asuma. En ese sentido, llama la atención que quienes en Cuba afirman que se habría producido una repartición de riquezas desde los trabajadores hacia un grupo no muy bien definido al que se le denomina “nuevos ricos”, no hayan acudido a las estadísticas oficiales disponibles.

Paradójicamente, a pesar de que no se dispone públicamente de estadísticas oficiales sobre la distribución del ingreso entre familias e individuos, sí existe acceso abierto a la estadística oficial sobre la distribución funcional del ingreso en Cuba.

La información se encuentra en la tabla 5.18 “Relaciones entre los principales agregados de Cuentas Nacionales”, del Anuario Estadístico de Cuba. Este año se ha publicado de manera temprana la sección de Cuentas Nacionales del Anuario 2017, de manera que se cuenta con información para ese indicador, actualizada hasta el año 2016.

Había llamado anteriormente la atención sobre esta cuestión en un texto anterior. (1)

En esa ocasión expresé que es un dato que obliga a hacer una discusión cuidadosa porque esas estadísticas dificultan la aceptación de la tesis de que ha ocurrido en Cuba una modificación del patrón de distribución del ingreso nacional entre “nuevos ricos”, como un grupo social compacto de capitalistas, y los trabajadores asalariados, como otro gran grupo social, es decir, como clases sociales bien diferenciadas.

La estabilidad de la proporción de los salarios en el PIB cubano

La naturaleza del proceso de generación de ingresos a partir de la actividad económica se refleja en la cuenta de generación del ingreso del Sistema de Cuentas Nacionales. En la metodología internacionalmente utilizada, esta cuenta registra cómo se distribuye el valor agregado bruto entre los trabajadores, los propietarios del capital (incluida la tierra y otros recursos naturales), y el gobierno. Obviamente, en el caso de Cuba, el “capital” es mayoritariamente de propiedad social y es controlado por el Estado.

La estadística oficial cubana utiliza tres categorías principales de ingresos funcionales: (2)

Remuneración de trabajadores:  Equivale a los sueldos y salarios devengados por los trabajadores, las dietas y gastos en viaje de trabajo, y la contribución a la seguridad social.

Impuestos netos sobre la producción y la importación: Está referido a los pagos obligatorios de las unidades de producción al Presupuesto Estatal que se reflejan en los costos de adquisición de bienes y servicios tanto a fines intermedios como finales, deducidos los subsidios correspondientes a las actividades de producción y comercialización.

Excedente bruto de operación: Se estima deduciendo al PIB la remuneración de trabajadores y los impuestos netos sobre la producción y la importación. Comprende todos los demás ingresos generados por el proceso de producción, así como el consumo de capital fijo.

Existen al menos dos aspectos que deberían ser tenidos en cuenta cuando se utilizan estas categorías estadísticas en Cuba:
  • La “remuneración de asalariados” debe incluir tanto los ingresos de los empleados asalariados propiamente dichos como los ingresos de los “trabajadores autónomos”, que en la metodología internacional se definen como los que trabajan para sí mismos, siendo propietario individual o colectivo de los establecimientos o empresas no constituidas en sociedades en las que laboran. Estos trabajadores se dividen en dos grupos: los que tienen empleos remunerados, llamados empleadores, y los que no lo tienen, llamados trabajadores por cuenta propia, los cuales a su vez se dividen en dos: trabajadores a domicilio y por cuenta propia. Ese tipo de ingreso se clasifica como “mixto”. Hasta ahí la metodología internacional. Si esta se aplicase estrictamente al caso de Cuba esto significaría que, como no existen empresas privadas nacionales constituidas legalmente como sociedades, todos los “trabajadores autónomos”, tanto los propietarios como los que reciben un salario, reportarían sus ingresos como “remuneración de asalariados”. (3)
  • Las ganancias de los actores económicos institucionales, incluyendo las utilidades o beneficios de las empresas estatales, se contabilizan en la partida estadística “excedente bruto de operación”. En el caso de Cuba, al no estar legalizada la empresa privada nacional, los beneficios de los negocios privados que en realidad funcionan como empresas, pero que la persistencia de ilógicos eufemismos no permite contabilizarlas como tales, no se reflejan en esta partida estadística.
Si se utiliza una serie estadística que abarque el período de diez años desde 2018 a 2017, lo primero que debería destacarse es la estabilidad del peso relativo de la “Remuneración de trabajadores” en el PIB, en un rango aproximado entre el 30 y el 37%, incluyendo una reciente recuperación desde el punto mínimo alcanzado en 2013.




Fuente: ONEI. Anuario Estadístico de Cuba 2017 y Anuario Estadístico de Cuba 2013, tabla 5.18 “Relaciones entre los principales agregados de Cuentas Nacionales”.

Esa estabilidad también es posible apreciarla cuando se comparan los pesos relativos en el PIB de los tres indicadores de ingresos funcionales.







Fuente: ONEI. Anuario Estadístico de Cuba 2017 y Anuario Estadístico de Cuba 2013, tabla 5.18 “Relaciones entre los principales agregados de Cuentas Nacionales”.

En general, las estadísticas parecen indicar que la esfera salarial habría mantenido su peso relativo en el total de ingresos del país. Es decir, que, a diferencia de otros países donde el incremento de la desigualdad y la reducción de la participación de los salarios en el PIB han estado aparejadas, el eventual crecimiento de la desigualdad en Cuba parecería ser relativamente atípico pues no se habría comprimido la masa salarial en el producto nacional.
Sin embargo, en las condiciones de Cuba debe hacerse un análisis específico por dos razones principales:
  • El entorno de crecimiento que ha servido de marco de referencia mayor a la tendencia de estabilidad de la distribución funcional del ingreso, y
  • Las especificidades cubanas que están presentes en la construcción de los indicadores de distribución funcional del ingreso
Respecto al primer punto, es importante considerar que en condiciones de desaceleración económica o de relativo estancamiento económico –como es el caso de Cuba- la aparente estabilidad del peso de la “remuneración de trabajadores” en el PIB, e incluso sus incrementos en algunas fases, no tendría que implicar necesariamente una situación “robusta” de esos ingresos. El indicador del peso relativo de la “remuneración de trabajadores” en el PIB es un cociente cuyo numerador está compuesto por el producto del salario medio y el número de asalariados, y el denominador es el PIB. Es decir, “para los efectos del análisis económico será siempre necesario identificar los factores que explican el resultado consolidado de una mayor participación de los salarios en el producto”. (4)

En condiciones como las de Cuba, con muy bajo crecimiento económico y con reducción del número total de trabajadores, la relativa estabilidad del peso de la “remuneración de trabajadores” en el PIB –y su incremento desde 2013- pudiera haberse debido fundamentalmente a un incremento del salario medio, algo que en sí mismo no es suficiente para analizar problemas de distribución del ingreso. Habría que verificar este punto con un análisis específico.

El peso relativo del monto agregado de salarios en el PIB no implica forzosamente que todas las sub-categorías de quienes se clasifiquen como asalariados serán beneficiados homogéneamente por la estabilidad del indicador, ni por posibles incrementos del mismo, pues ello pudiera alcanzarse con mayores crecimientos del ingreso en algunos de los grupos.

Por esa razón es importante considerar el segundo punto antes mencionado: las especificidades cubanas en la construcción de los indicadores distribución funcional del ingreso.

Las particularidades de Cuba hacen que, a diferencia de otros países, la categoría estadística “remuneración de asalariados”, no sea suficiente en sí misma para poder establecer con precisión si una mayor participación de las remuneraciones en el PIB indica que los asalariados han logrado capturar una mayor proporción de las rentas generadas en el proceso de producción y que, por lo tanto, existiría una base incrementada de ingresos del trabajo a repartir entre los diferentes grupos de asalariados.

La razón de esa limitación de la utilidad que tiene en Cuba un indicador que funciona razonablemente bien en otras partes no es difícil de comprender: la persistencia de “ilógicos eufemismos para esconder la realidad” que distorsionan los registros estadísticos del país.

En esa partida estadística aparecerían hoy los salarios de los trabajadores estatales, los ingresos de quienes reciben un salario en la actividad de Trabajo por Cuenta Propia (TCP), y los ingresos de los propietarios de establecimientos, a una parte de los cuales se les denomina en Cuba, de manera imprecisa, “nuevos ricos. Todo eso amalgamado.

En otras palabras, la “remuneración de asalariados” no permite diferenciar, en el caso de Cuba, las divergencias entre el ingreso de trabajadores asalariados y los ingresos de una clase capitalista nacional. Todo parece indicar que las normas estadísticas actuales del país consideran tan “trabajador” a un obrero asalariado como al propietario de un negocio privado.

Conclusiones

¿Qué hacer entonces?

En el plazo inmediato, cualquier análisis -con un enfoque clasista- relativo a la distribución del ingreso no pudiera ser apoyado por uno de los tipos de evidencia estadística que se utiliza más ampliamente en otras partes (la categoría “remuneración de asalariados”).

En esas condiciones, el análisis de posibles procesos de polarización de ingresos entre trabajadores asalariados estatales y los llamados “nuevos ricos” tomaría inevitablemente la forma de un estudio de la distribución al interior de la esfera de la remuneración de asalariados, pero para poder hacer ese análisis se necesitaría información que no es proporcionada por el indicador “remuneración de asalariados”.

Una posible solución pudiera consistir en hacer estudios que permitiesen entender con precisión la composición del ingreso laboral correspondiente a los trabajadores por cuenta propia. Habría que separar, dentro del ingreso “mixto” de ese grupo, la parte correspondiente a “remuneraciones al trabajo” y la que refleja “retornos al capital”. El primer componente debería agregarse a la remuneración a los asalariados para obtener la verdadera participación laboral en el ingreso generado en la economía. Existen diferentes métodos para hacer ese tipo de estudios. (5)

Mientras continúe asumiéndose oficialmente en Cuba que las empresas privadas nacionales no existen, o que no deberían existir, esa ficción se reflejará en distorsiones estadísticas como las descritas anteriormente.

En un plazo mayor, suponiendo que finalmente se superen los eufemismos actuales, la legalización de la empresa privada nacional facilitaría una corrección de la compilación estadística en el sentido de que las ganancias del sector privado fuesen registradas en la partida “excedente bruto de operación”, posibilitando una mayor precisión en la utilización de la partida “remuneración de asalariados” para poder medir la manera en que la distribución funcional del ingreso opera en el modelo económico, social y político cubano.

Si se quiere conocer con precisión el poder de los “nuevos ricos” y sus tendencias habría que apoyar el análisis en este tipo de datos de la realidad. Quizás así, y con un poco de suerte, logremos superar el actual enfoque tertuliano que parece predominar en el debate sobre un tema tan importante como la desigualdad social en Cuba. Aunque sea para ahorrarnos las nuevas “teorías” criollas sobre la acumulación.

Notas

1 Ver, “Contando “ricos” y “pobres” en Cuba: ¿qué dicen los datos disponibles?”, blog El Estado como tal, 10 de agosto de 2018,  https://elestadocomotal.com/2018/08/10/contando-ricos-y-pobres-en-cuba-que-dicen-los-datos-disponibles/
2 ONEI. Anuario Estadístico de Cuba 2017. Capítulo 5 “Cuentas Nacionales”, http://www.one.cu/aec2017/05%20Cuentas%20Nacionales.pdf
3 Gustavo Vargas Sanchez, Introducción a la teoría económica. Un enfoque latinoamericano, segunda edición, Pearson- Prentice Hall, Ciudad de México, 2006.
4 Organización Internacional del Trabajo (OIT). Panorama laboral 2017. América Latina y el Caribe. Lima, 2017. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—americas/—ro-lima/documents/publication/wcms_613957.pdf
5 Abeles, Martín, Verónica Amarante y Daniel Vega (2014), “Participación del ingreso laboral en el ingreso total en América Latina, 1990-2010”, Revista CEPAL, núm. 114, Santiago de Chile, CEPAL, diciembre, pp. 31-52. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/37435/1/RVE114Amaranteetal_es.pdf



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