La Mesa Redonda (MR) del lunes 30 de marzo, dedicada a la agricultura y el transporte, logró hacerme superar mi agnosticismo habitual y despertar mi oculta religiosidad politeísta. Recordé que en el panteón romano Ceres era la diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad. De sus hijos −los cereales−, se hacía la pasta energética insípida que constituía la base de la comida latina. Su culto estaba ligado a los plebeyos, quienes se encargaban de la producción y el comercio de productos agrícolas.
Tan compleja e importante era su tarea que Júpiter le asignó una brigada de doce dioses menores para atender los aspectos específicos de la agricultura: Vervactor pone la tierra en barbecho; Reparator la prepara; Imporcitor, la rompe; Insitor, siembra; Obarator, ara la superficie; Occator, la canaliza; Sarritor, escarda; Subruncinator, entresaca las siembras; Messor, cosecha; Conuector, transporta lo cosechado; Conditor, lo almacena; y Promitor, lo distribuye.
Al ver la MR de marras me di cuenta que en la última visita de Ceres a los campos cubanos –que no he localizado aún cuando fue− solo dejó atendiéndonos a algunos de ellos. Según las informaciones oficiales sobre siembras y más siembras, se aprecia que Insitor nos ha cogido cariño; al tiempo que Messor, Conuector, Conditor y Promitor, apenas se llegan por aquí. O quizás lo hacen de incógnito, porque al menos en el NTV siempre existen productos del agro en algún lugar de Cuba; solo es preciso saber: cuándo, dónde y a qué precio.
En la intervención del ministro, centrada en la necesidad de sustituir importaciones −de los 2,000 millones que se gastan en alimentos, se considera que se pueden ahorrar entre 600 y 800 con producciones nacionales− sobraron las orientaciones y promesas y faltaron respuestas concretas a la incertidumbre que rodea la producción y comercialización de los productos del agro. En particular, me fueron sorprendentes dos omisiones cardinales: la falta de indicadores económico-financieros en el discurso de tan alta autoridad, y el ocultamiento del papel de los campesinos privados en los resultados agrícolas.
El Ministro de la Agricultura, Gustavo Rodríguez, expone la estrategia fundamental de la producción agropecuaria para abastecer de alimentos a la población en medio de la actual pandemia y del reforzamiento del criminal bloqueo del gobierno norteamericano contra #Cuba.
Lo primero es un déficit de vieja data en la información y las decisiones económicas que se adoptan en Cuba. Vale recordar que en todos los documentos rectores del partido/Estado, desde los años 70 hasta hoy, se hace énfasis en la necesidad de aplicar las categorías económico-financieras para el análisis de los asuntos económicos, pero aquí brillaron por su ausencia de manera especial.
Nada se dijo de valor y cantidades de las producciones llevadas al mercado y su relación con los planes; volumen de las necesidades y la demanda efectiva de cada una de ellas –aunque ambos ministros reiteraron que nada llegaría a satisfacer la aparentemente insaciable ¿demanda/necesidad? de la población−; monto y efectividad de las inversiones y, lo más importante, qué podremos esperar concretamente en estos momentos para la repartición controlada o normada, más allá de los precios en alza del mercado libre.
Ni hablar del uso de mecanismos crediticios o fiscales para ayudar a los productores. Ni siquiera se explicó por qué el agro cubano, con 6,4 millones de hectáreas de tierra cultivable –no se especificó si son totales, o en manos del MINAG− solo cultiva 2,5 millones y se riega apenas el 7%. Además, si se entregaron 2,3 millones a unos 250,000 usufructuarios que las tienen en explotación, pues de lo contrario las pierden: ¿qué cantidad es la que explotan realmente las empresas estatales y cooperativas?
Lo más increíble es que se manipuló la estructura territorial del agro cubano al decir que está dividido entre 4,800 cooperativas sin hacer la imprescindible distinción entre ellas. Lo cierto es que en Cuba existen tres tipos muy diferentes: las de créditos y servicios (CCS) que reúnen a campesinos privados para determinadas acciones y donde la tierra y lo producido pertenece al campesino; las de producción agropecuaria (CPA), clásicas cooperativas de socios y asalariados y, las unidades básicas de producción agropecuaria (UBPC), entidades paraestatales subordinadas a grandes empresas.
Hoy el agro, con cerca de un millón de trabajadores (el 20% del total), solo aporta el 3,6% del PIB.
Si bien el 80% de las tierras son estatales, gran parte de ellas están gestionadas por UBPC, usufructuarios y unos 30 mil productores individuales (patieros). No obstante, según las estadísticas oficiales, la mayor parte de las más importantes producciones la hacen las CCS, o sea, el sector privado.
Ante la crisis actual, acentuada por la pandemia y el recrudecimiento del bloqueo, que viene a sumarse a la que ya existía, no se plantearon propuestas que fueran más allá de reuniones con productores (¡?), consignas repetidas, compromisos generales y apelaciones innecesarias al honor, compromiso y creatividad de campesinos y obreros que siempre lo han dado todo para producir y abastecer al pueblo.
Con la repetición de tales métodos burocráticos, probadamente obsoletos e ineficaces, difícilmente podrá aspirarse a resultados diferentes. ¡Ceres por favor, llégate pronto por acá con toda tu brigada, o seguiremos en las mismas por secula seculorum!
Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com
Génial este artículo
ResponderEliminarGracias por opinar
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