Algunos de los errores de Trump, desde afirmar en enero que la situación estaba controlada, y celebrar el “buen trabajo hecho”, hasta no tomar las medidas suficientes para preparar al país
Agencias, Madrid | 01/04/2020 2:52 pm,Cubaencuentro
Un día después de que en enero Estados Unidos confirmara su primer caso de coronavirus, desde el Foro de Davos, el presidente Donald Trump aseguró que la situación estaba controlada.
“Es solo una persona que vino de China y lo tenemos bajo control. Todo va a estar bien”, afirmó en una entrevista con la CNBC.
Pasaron los días y, pese las denuncias de inacción de expertos y críticos del gobierno, Trump insistía en que el virus iba a “desaparecer como un milagro cuando llegara el calor”, informa la BBC.
“El riesgo para los estadounidenses sigue siendo muy bajo. Cuando tienes 15 personas… en un par de días va a bajar y acercarse a cero. Es muy buen trabajo el que hemos hecho”, dijo Trump el 26 de enero, también de acuerdo a la BBC.
No había pasado un mes y medio de aquello cuando la primera potencia mundial ya se había convertido ya en el nuevo epicentro mundial de la pandemia de Covid-19.
Y el martes, con más de 3.600, Estados Unidos superó en número de muertes atribuidas al nuevo coronavirus a China, país donde se inició la pandemia y que ya hace unos días había sido superado por Italia y España en número de víctimas fatales reportadas.
La propia Casa Blanca estima ahora que el nuevo virus podría dejar entre 100.000 y 200.000 muertes en el país.
Si es así, cómo catalogar la afirmación del presidente, cuando dijo que su gobierno había hecho “un buen trabajo”.
¿Qué ha pasado?
A final enero, Trump encargó al vicepresidente Mike Pence que encabezara un equipo de trabajo para gestionar la epidemia y el 2 de febrero, el gobierno tomó la primera medida de peso cuando decretó la prohibición de entrada a EEUU de extranjeros que hubieran visitado China en los últimos 14 días.
Decisión a la que el presidente atribuye haber salvado numerosas vidas y que los expertos si bien valoran con buenos ojos critican que no haya sido acompañado de otras medidas para preparar al país.
“Costó mucho tiempo que los líderes políticos y los funcionarios a nivel federal se dieran cuenta de que este era un problema grave que tenían que gestionar”, afirma Jeremy Youde, experto en políticas globales de salud y decano de la Escuela de Humanidades de la Universidad de Minnesota Duruh.
“Y el tiempo jugó en contra de todo lo que hizo Estados Unidos”, sentencia Youde.
Trump estuvo minimizando el riesgo del coronavirus en el país desde el inicio.
El 12 de marzo, Trump se dirigió a la nación desde el Despacho Oval en un discurso preparado en el que llegó a decir que se suspendían todos los viajes desde Europa e incluso los intercambios comerciales, algo que luego tuvieron que apresurarse a corregir desde el gobierno: la medida solo era para extranjeros no residentes.
Y es que las declaraciones de Trump durante esta pandemia han sembrado confusión con su tendencia a minimizar el riesgo para el país y el hecho de que en numerosas ocasiones contradijera la información trasladada por otros miembros de su equipo o la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Una breve cronología de los comentarios de Trump recogidos por la prensa estadounidense da fe de ello:
“Lo tenemos totalmente bajo control”- 22 de enero, pocos días después de confirmarse el primer caso en el estado de Washington.
“Mucha gente piensa que se va a ir en abril con el calor. A medida que el calor llega. Normalmente, se irá en abril” - 10 de febrero, con 11 casos confirmados.
Estados Unidos está “desarrollando rápidamente una vacuna” contra el coronavirus - 26 de febrero. Poco después, el director del gubernamental Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, Anthony Fauci, reconoció que tardará más de un año en estar lista.
“Abriremos [el país] relativamente pronto… Me gustaría que el país abriera con energía para Semana Santa” - 25 de marzo, tras emitir la directriz de confinamiento a todos los estadounidenses.
[Estaremos] ya “en el camino de la recuperación” para junio - 30 de marzo, después de extender la recomendación a los estadounidenses hasta finales de abril.
“Cuando tienes este tipo de inconsistencia y [declaraciones] poniendo en duda a autoridades o la experiencia de la comunidad científica, es difícil para quienes, como nosotros, somos gente normal, saber a quién escuchar (…) No sabemos qué deberíamos hacer. ¿Debería ir al supermercado o no? ¿Debería ir a ver a mi madre de avanzada edad o debería dejar el viaje para otro momento?”, reflexiona Youde.
Uno de los rostros más conocidos y que genera más confianza entre el público estadounidense es el del doctor Anthony Fauci, quien en diversas ocasiones ha corregido al presidente en sus aseveraciones sobre el desafío sanitario o las ha matizado.
Los especialistas en salud pública también reconocen su valor al frente del organismo encargado de luchar contra la epidemia, pero insisten en la disparidad de mensajes en el seno del gobierno.
“Es importante tener un mensaje consistente y trasladar a la gente la realidad y a lo que podemos enfrentarnos”, insiste el especialista de la Universidad de Minnesota.
Errores en los test
Además de la falta de liderazgo claro, uno de los grandes fallos de EEUU en esta crisis ha sido el “fracaso” del sistema inicial para detectar nuevos casos en el país, reconocido por el propio organismo gubernamental encargado de la lucha contra el coronavirus.
“Gran parte de la culpa de la situación se debe al retraso en las pruebas en Estados Unidos. Estábamos al margen, viendo cómo la pandemia se desarrollaba, sin capacidad para hacer tests e identificar casos antes. Y eso resultó en la propagación masiva de Covid-19 por todo Estados Unidos”, afirma Thomas Tsai, cirujano e investigador de políticas de salud en Harvard.
Pruebas defectuosas que tuvieron que ser cambiadas o el limitado acceso a los tests están entre los problemas destacados por los especialistas, que retrasaron la respuesta de la primera potencia mundial al avance de la enfermedad.
Un sistema federal
Antes de que la Casa Blanca decidiera emitir sus directrices —15 días de “quedarse en casa”—, diversos gobernadores de estados de EEUU comenzaron a tomar las riendas de la situación.
Uno de los territorios que más temprano tomó medidas a nivel estatal fue California, con restricciones en cuanto al distanciamiento social y la orden de cerrar los comercios no esenciales, el pasado 19 de marzo.
“California es un buen ejemplo donde los esfuerzos coordinados ayudaron a contener la propagación de la infección”, sostiene el experto de Harvard Thomas Tsai.
Dado el tamaño de los estados en Estados Unidos —por poner un ejemplo, California se puede considerar la quinta economía mundial—, los expertos subrayan que el país no cuenta con “una curva” para diagnosticar la situación de Covid-19 a nivel nacional, sino con 50 diferentes.
En Estados Unidos se habían reportado hasta el 31 de marzo más de 180.000 casos, muy lejos de los más de 105.000 contabilizados oficialmente en Italia y los casi 95.000 de España.
Nueva York es la zona más golpeada: 76.000 diagnosticados y 1.500 muertos, siempre según datos de la Universidad Johns Hopkins.
Los servicios sanitarios y las morgues de Nueva York se han visto desbordados, y las medidas tomadas por el gobernador han dejado imágenes que evidencian el insólito drama: la llegada de un buque militar a Manhattan con 1.000 nuevas camas o el Central Park convertido en hospital de campaña.
A pesar de que el país posee agencias nacionales como los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), cada estado cuenta con su propia infraestructura sanitaria pública y “parte del desafío se produce cuando no hay una estrategia nacional coordinada en el país y cada uno de los estados debe pensar en una estrategia de manera individual”, incide Tsai.
Así, mientras algunos estados impusieron restricciones en una fecha temprana y declararon el estado de alarma adelantándose a la explosión de casos, otros territorios optaron por no hacerlo, lo que, a juicio de los expertos, puede haber contribuido también a la escalada de contagios.
Alrededor de tres de cada cuatro estadounidenses fueron puestos bajo alguna forma de confinamiento, unos 245 millones de personas de una población de unos 327 millones, y casi dos tercios de los estados han emitido directrices en ese sentido a nivel estatal.
En general, las medidas de “confinamiento” solo permiten a los ciudadanos salir para comprar medicinas o bienes esenciales, o para limitadas formas de ejercicio.
“Cuanta más inconsistencia haya entre estados, más oportunidades habrá para que el virus se extienda en otras comunidades, porque los virus no entienden de fronteras”, advierte Youde.
¿Más medidas?
En esta complicada situación, hay voces que piden mayores medidas.
La epidemióloga Jennifer Nuzzo detallaba en Politico un plan para acabar con el distanciamiento social, que implica la colaboración de diferentes organismos —desde el Pentágono al Cuerpo de Paz— y en el que reclama, entre otros, más y mejores datos sobre los casos que se detectan, sobre posibles contagiados y herramientas para poder analizarlos.
Nuzzo, directora del Observatorio de Brotes del Centro de Seguridad Sanitaria de la Universidad Johns Hopkins, hace referencia al éxito de países como Alemania o Corea del Sur, al que también ponen como ejemplo otros especialistas del país.
En un artículo de opinión en el diario The New York Times, la epidemióloga Melissa A. Marx y el médico Joshua M. Sharfstein subrayan que el éxito surcoreano en contener la propagación de la enfermedad “no solo dependió de hacer muchas pruebas, sino de su enfoque integral para seguir” los casos.
“Las pruebas son solo el inicio de la batalla contra el Covid-19”, resaltaban.
De momento, Estados Unidos parece lejos de ello, mientras la curva del virus continúa subiendo.
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