SD2
Juan M Ferran Oliva JULIO 19 DE 2020
Foto: Vapor Monserrat
El cofrade Gómez Barata me maravilla de nuevo con
su saber enciclopédico. Hilvanando dos de mis últimos temas en SINE DIE cuenta
que Andrés Bru, segundo Marqués de Comillas[1], pagó a León
Trotsky[2] su viaje
de salida cuando se hallaba en España al pairo y buscando horizontes. Le dio
5.000 pesetas y el pasaje en el vapor Montserrat. Evidentemente le tendió un puente de plata. El revolucionario ruso tenía
muchos partidarios en Cataluña donde, a su vez, radicaba el grueso de los
negocios del clan López-Bru.
Hago carambola y complemento esta trama con la gesta del Montserrat, un vapor comprado
y rebautizado en 1890 por la Compañía Trasatlántica Española[3].
Originalmente era alemán y se llamaba Denia. Desplazaba
unas 2.000 TM[4].
La mayor parte de los vapores activos en 1898
continuaron dando servicio durante las primeras décadas del siglo XX. En ellos
llegaron los padres, abuelos y bisabuelos de muchos cubanos actuales. Las navieras
hispanas más importantes fueron la Compañía
Transatlántica Española y la Línea
Pinillos. Andrés Bru era el principal accionista de la primera, a la que pertenecía el vapor Montserrat utilizado por
Trotsky en su viaje a Nueva York en diciembre de 1916.
Anteriormente el barco había sido empleado como correo en la travesía Barcelona – Cuba. Era muy popular por
ser portador de la esperada correspondencia en uno y otro sentido. Cuando en
1898 estalló la guerra con Estados Unidos fue armado con dos cañones que sólo
dispararon en maniobras. Transportaba
tropas y suministros, y de vuelta soldados
heridos y enfermos.
El 10 de abril de 1898 zarpó de Cádiz
con soldados y abastecimientos militares. Llegando a Cuba fue protagonista de
una espectacular acción. La escuadra norteamericana que
bloqueaba la Isla trato de impedir su entrada a puerto. La consigna de su capitán,
el gallego de apellido francés Manuel Deschamps, era o encuentro camino o me abro uno[5]. Su barco recorrió la costa occidental cubana, dio la vuelta en el cabo
de San Antonio y fondeó en Cienfuegos. Fue una hazaña poco habitual. Otros perecieron en el intento. El vapor
Alfonso XII, por ejemplo, también
perteneciente a la Transatlántica, fue perseguido hasta ser abatido a cañonazos
en la costa de Pinar del Rio[6].
El capitán Deschamps fue objeto
de elogios por parte de la prensa. En aquellos días, según Josep
Conangla Fontanilles[7], testigo de excepción, fue al teatro Albisu de La Habana y el
público lo ovacionó de pie al percatarse de su presencia.
El Montserrat volvió a la Península
burlando también al bloqueo en su salida. En junio 15 zarpaba otra vez enrumbando
hacia Matanzas. Fue descubierto por un crucero norteamericano que empezó a
dispararle. Navegó teniendo el enemigo a babor y la costa a estribor. Entró en la
bahía sin hacer las señales luminosas habituales para dificultar la puntería enemiga,
pero exponiéndose a no ser reconocido por las baterías españolas. Tuvo suerte,
ambas fueron ineficaces. A media noche fondeó intacto.
La trama tiene otro subproducto
más reciente. Muchos
años más tarde la odisea del Montserrat inspiro
la antológica habanera El Meu Avi(Mi Abuelo), compuesta
por José Luis Ortega Monasterio en 1968. La licencia imaginativa del autor convirtió la
proeza en dramática inmolación y al buque en barco de guerra. Por si fuera
poco, le atribuyó una tripulación exclusivamente catalana. Finalmente, en
ejercicio de chovinismo local, los hizo hijos de Calella de Palafrugell, villa catalana notoria, entre otras cosas, por sus festivales de
habaneras. El compositor no hizo
más que ajustarse al carácter ingenuo del género. De catalán, el Montserrat sólo tenía el nombre.
La
habanera nació en Cuba y se introdujo en España en la primera mitad del siglo XIX.
Así lo sugiere el primer testimonio documental de su existencia datado en
1848 en Madrid.
Los marinos hispanos que llegaban a Cuba
solían asimilar los pegajosos
ritmos criollos. Se aprendían por
transmisión oral en ferias, salones, tertulias, teatros y lugares públicos. A veces regresaban en las
voces de los mismos que las habían llevado. Las habaneras, como alegres
pasajeras, se enriquecían en este viaje
de ida y vuelta. Arraigaron sobre todo en la costa del Levante ibérico y en
los puertos del Cantábrico. El género se vistió de largo y se incorporó a
zarzuelas y óperas[8].
Muchos compositores líricos lo cultivaron.
Ortega
Monasterio dedicó El Meu Avia su abuelo materno que estuvo en Cuba como
militar español durante la guerra. Su versión es tan candorosa como trágica. El hecho real que la inspiró tuvo un happy
end. El tono aciago fue un recurso dramático utilizado para dar fuerza a la composición.
Pero El
Meu Avi tiene un estribillo travieso. En tres ocasiones y especialmente en
la coda final repite vigorosamente: Visca Catalunya, visca el Català! (!Viva Catalunya, viva el Catalán!)
refiriéndose al supuesto barco así
llamado[9].
El público que asistía a conciertos, o los divertidos
juerguistas que la coreaban en las tabernas, ponían tal énfasis al entonar esta
frase que llegaron a convertir el canto en una catarsis patriótica.
La canción se popularizó en la época franquista y permitió a los catalanes exclamar a viva voz
esta expresión prohibida a la que dieron una nueva lectura. El meu avi, se convirtió en himno
patriótico y aún hoy en día es cantada con la misma emoción. Esta segunda lectura no fue
intencional; surgió de las circunstancias[10].
Todos los grupos catalanes de
habaneras la tienen incorporada a su repertorio. Mantiene su imprevisto sabor político.
En fin de cuentas, al decir shakesperiano,
la vida está hecha con el mismo hilo con que se tejen los sueños.
En el actual Casal Catalán de La Habana – la decana Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña- hay un grupo de habaneras nombrado Veus d’Ultramar (Voces
de ultramar) que no deja de interpretar El Meu Avi en todas sus presentaciones. Muchos catalanes que visitan Cuba se
emocionan cuando la escuchan tan lejos de la patria e interpretada por estos
cubanos que la cantan en un catalán con fuerte acento tropical.
Fin
[1] Ferran Oliva, Juan M. El Marqués de Comillas. SINE DIE 131. Julio 7 de
2020.
[2] Ferran Oliva, Juan M. El Enigma Del Hombre que Amaba q Los Perros. SIME DIE 124, Junio 5 de 2020.
[3] Valga recordar que la Compañía Trasatlántica Española pertenecía al
clan del segundo Marqués de Comillas, quien
la heredó junto con el titulo y
el resto de la fortuna, de Antonio López López. Este había casado con la hija
de Andrés Bru. Ambos amasaron su fortuna original en Santiago de Cuba. Un nuevo
enlace fortaleció al clan. La hija de Antonio López López casó con el heredero del indiano negrero Joan Güell i Ferrer dando inició al clan Güell – López de gran
repercusión en la evolución capitalista catalana. Ambos indianos se cruzaron en
Cuba muchas veces.
[4] Datos tomados de: Ferran Oliva, Juan M. El Mar que Separa y Une, obra
premiada como mejor investigación en la categoría monografía, del IV Coloquio
Historiográfico Español patrocinado por la Federación de Sociedades Españolas
de Cuba. Octubre de 2016
[5] La Ilustración Española y Americana. Abril 30 de 1898. .
[6] Conangla Fontanilles, José. Memorias de mi Juventud en Cuba, Ediciones
Península Barcelona Pág. 206..
[7] Conangla i Fontanilles, Josep. Memorias de mi Juventud en Cuba. Obra
citada.. Pág. 206
[8] Es famosa la habanera de la ópera Carmen, de Bizet.
[9] La traducción literal de la primea estrofa es la siguiente: Mi abuelo fue a
Cuba a bordo de El Catalán, el mejor barco de guerra de la flota de ultramar.
El timonel y el patrón, incluso todos los marineros, habían nacido en Calella
de Palafrugell. Cuando El Catalán salía a la mar, los chicos de Calella veían
ultramar. Manos a la guitarra, solían cantar: Viva Catalunya, Viva El Catalán. Siguen otras dos estrofas terminadas con el mimo estribillo incitante.
[10] Es el criterio de Andreu Navarro en el libro Havaneres, en el cual
comparte la autoría, entre otros, con la Dra. María Teresa Linares,
No hay comentarios:
Publicar un comentario