Por: Enrique Ojito, Cubadebate
Por momentos, la economía semeja una partida del juego ciencia, donde un oportuno sacrificio de calidad, con propósitos meramente posicionales, deviene efectiva arma táctica. Lo ejemplificó el Mozart del ajedrez, el cubano José Raúl Capablanca, frente a Jacques Mieses, uno de los mejores trebejistas europeos de la época, en duelo protagonizado en 1913 en Berlín, Alemania.
Urgida por diversas circunstancias, Cuba le dio la entrada, de manera parcial, al dólar en la economía. A raíz de aprobada la Resolución No. 221/2019, del Ministerio de Economía y Planificación, y de la 275/2019, del Banco Central de Cuba (BCC), a mediados de octubre del 2019, el Gobierno anunció a través del programa televisivo Mesa Redonda el uso de dólares estadounidenses en las operaciones de ventas minoristas en divisas (equipos electrodomésticos, partes y piezas de carros y otras mercancías) y en las de importaciones de determinadas mercancías por las personas naturales residentes permanentes en el país, mediante las empresas estatales autorizadas.
El Gobierno no tenía los ojos vendados; sabía que cifras significativas de dólares se esfumaban del país para adquirir esos productos en el extranjero. Ante la realidad, había que buscar la fórmula para captar el dinero que desaparecía de las fronteras cubanas, en un contexto nacional en extremo complejo.
En efecto, a partir del pasado año el desabastecimiento en el mercado minorista mostró una tendencia al alza, catalizada por el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos, que llegó a límites insospechados. Solo de abril de 2019 a marzo de 2020, ese cerco provocó pérdidas en el orden de los 5 570.3 millones de dólares, cota nunca antes registrada desde la firma de la Orden Ejecutiva Presidencia 3447 por el entonces presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, el 3 de febrero de 1962, fecha que marca la implantación oficial de la referida política de hostigamiento.
De cifras y ejemplos ilustrativos está colmado el informe que sustenta el proyecto de resolución Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba, que será evaluado y sometido a votación en mayo de 2021 por la Asamblea General de Naciones Unidas.
En la Casa Blanca, deliran por ver a Cuba levantar, precisamente, bandera blanca. Con el tozudo propósito, la administración de Donald Trump aplicó 121 medidas punitivas contra la isla caribeña desde 2019 hasta hoy, refería el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez en reciente comparecencia en la Mesa Redonda.
Bajo ese cielo encapotado de sanciones, irrumpió la COVID-19, la cual quebrantó los cimientos de la casi totalidad de las naciones. Con el carácter abierto de su economía, Cuba no resultó excepción, y lo demuestran los ingresos en picada del turismo internacional por el cierre de las fronteras; sector con un decrecimiento del 9.3 por ciento en el 2019. Cuando ocurrió la paralización total de los vacacionistas en marzo último —al decir de José Luis Rodríguez, asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial—, la isla caribeña reportaba una caída en el arribo de turistas, que se elevó al 49 por ciento en los primeros cuatro meses del año.
A poco más de dos meses del reporte de los primeros diagnosticados con el SARS-CoV-2 el 11 de marzo, el BBC emitió la Resolución No. 73/2020, que derogó la 275 y dispuso la ampliación del uso de las MLC por personas naturales (permite la creación de cuentas en moneda dura para las no residentes en Cuba).
Mientras tanto, el impacto de la pandemia continuaba dejando sus secuelas en las arcas del Estado, que tienen límites; de ahí han salido las erogaciones en divisa para adquirir la tecnología y los insumos necesarios destinados a enfrentar la COVID-19, que ha precisado, además, de gastos adicionales en moneda nacional en función del aseguramiento logístico de esa cruzada por la vida. De los deprimidos fondos públicos, se han desembolsado cerca de 1 000 millones de pesos para prevenir y controlar el coronavirus.
Pese a lo descrito, la Revolución ha conservado en toda su luz el aura humana, y cuando los vientos se echaron sobre esa torre, “como para derribar a la que los desafía”, en la perspectiva de José Martí, el Gobierno aprobó, en julio pasado, la estrategia para impulsar la economía y enfrentar la crisis mundial provocada por el SARS-CoV-2, cuyas directrices permiten reconocer en esta mucho más que un salvavidas coyuntural.
Entre sus medidas, incluyó la ampliación de las ventas en MLC de alimentos y aseo de gama media y alta, en establecimientos pertenecientes a Tiendas Caribe y la corporación Cimex. Asegurar que la disposición fue aplaudida por cada cubano o cubana sería distanciarse de la verdad. La incomprensión, que asociamos en cierto grado al tardío anuncio oficial —hacía semanas estaba en la vox populi—, ha radicado, básicamente, en la imposibilidad de esas personas de adquirir mercancías, ausentes en el resto de las tiendas y que están a disposición de quienes sí poseen tarjetas magnéticas con respaldo en divisa.
Fue el momento justo para que entraran en el plató quienes viven de denostar a la Revolución cubana, con su sistema de medios y legionarios de turno; anexionistas que, a sueldo, esparcen dudas y desaliento con el empleo de las plataformas digitales e intentan establecer la matriz de opinión de que Cuba dolariza totalmente su economía, y ven ese fantasma por todos lados.
Olvidan que en tiempos de sobrevivencia es comprensible que un país pretenda recuperar divisa fuerte, como parte de los mecanismos financieros a los cuales puede apelar cualquier economía.
En esa línea, tres provincias por el momento (La Habana, Villa Clara y Santiago de Cuba) iniciaron el comercio en MLC de insumos con destino a la base productiva, una de las decisiones que debe contribuir al ascenso de la producción agropecuaria del país, la cual, dicho sea de paso, no cuenta con la divisa para adquirir la cantidad necesaria de implementos, fertilizantes, plaguicidas…. ¿Cómo incrementar las producciones, ante el déficit de esas importaciones imprescindibles debido a la carencia de moneda fuerte?
Otra decisión les da llaves a esas entidades productivas para generar divisa: la posibilidad de exportar producciones a través de empresas estatales y vender a la Zona Especial de Desarrollo Mariel; en ambos casos, retienen el 80 por ciento de lo ingresado en MLC, y con este pueden adquirir insumos. “Hay que buscar determinados circuitos productivos que funcionen con independencia del financiamiento central”, acotaba el vice primer ministro Alejandro Gil Fernández en una de las emisiones de la Mesa Redonda.
Pocos negarían que las ventas en moneda dura se tornan una medida controversial, suscrita en tiempos de tensión económica y financiera. No obstante, en la balanza pesó más la factibilidad de recuperar la MLC que ponía pies en polvorosa de Cuba, y de mantener la oferta —en los contornos de la licitud— de bienes de escasa presencia o que estaban ausentes de las unidades comerciales del Estado. Si no se dispone de divisas, se vuelve una odisea reaprovisionar el mercado y, en consecuencia, echa raíces más hondas la economía informal.
La reactivación y conexión de la industria nacional, a partir de lo recaudado, con el mercado en MLC y el empleo de los ingresos percibidos para financiar en parte las ofertas en la red de tiendas en CUC determinaron introducir y extender el comercio minorista en moneda dura, que no implicará la dolarización total de la economía cubana, fenómeno que no es fantasma; sino hecho verificable en Ecuador.
Y vale la comparación. Al parecer, el Gobierno de Lenín Moreno, uno de “esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la Patria” —encaja perfectamente con la visión del Apóstol—, le ha cedido las riendas del país andino al Fondo Monetario Internacional (FMI) casi desde que le dio un puntapié a la Revolución Ciudadana, de la cual desertó.
Semanas atrás, con exactitud el 30 de septiembre, el propio mandatario notificaba, desde el Palacio de Carondelet, que el Directorio del FMI había aprobado un crédito de 6 500 millones de dólares para el país sudamericano. De nuevo comulga Ecuador; las exigencias del FMI implicarán mayor endeudamiento nacional y políticas de austeridad, que le harán cosquillas a las billeteras de los ricos y caerán como mazazo sobre el pueblo. Irrefutable bomba de tiempo.
Hace más de 20 años que el imperio del dólar dinamitó el sucre, la entonces moneda nacional en tierras ecuatorianas. “Esa dolarización formó parte de una política neoliberal que aplicó Ecuador y no pienso que Cuba esté pensando en una alternativa semejante, pues la mayor parte de las veces que se ha utilizado el dólar ha sido a favor del desarrollo del país y para enfrentar determinados momentos de la coyuntura internacional, muy negativos; pero jamás se ha pensado en eliminar el sistema monetario cubano”, comentó a la ACN la Doctora Gladys Cecilia Hernández Pedraza, jefa del Departamento de Finanzas Internacionales del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM).
La experta ponía sobre la mesa otro argumento a considerar: con la dolarización de la economía, la emisión del USD no corre por el Gobierno, sino por la Reserva Federal; o lo mismo, el país pasa automáticamente a regirse por la política de los Estados Unidos. Y ello sería tan increíble en el caso cubano como ver nacer una serpiente de un huevo de águila, analizado desde el pensar de Martí.
La estrategia económico-social de Cuba no concibe que, a futuro, se amplíen las ventas en MLC; lo significó letra por letra el también ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, quien, ante las posibles dudas de la opinión pública, esgrimió un elemento: el ordenamiento monetario, al cual está abocada la nación, comprende que el país funcione con una sola moneda, la nacional.
Ni el horóscopo podrá predecir exactamente cuánto durarán las ventas en MLC, medida excepcional para un contexto excepcional, que redunda en “una necesaria y no deseable parcial dolarización en la economía”, hizo notar el presidente Díaz-Canel.
Y esa acotación remite a la crisis profundísima del Período especial y a aquel discurso de Fidel en 1995, cuando, con la transparencia y su coraje político sin par, admitía: “Hemos dicho que estamos introduciendo elementos de capitalismo en nuestro sistema, en nuestra economía (…); hemos hablado, incluso, de consecuencias que observamos del empleo de esos mecanismos. Sí, lo estamos haciendo. (…) Debemos decir la verdad (…), era la única alternativa para salvar la Revolución (…). Ninguna de estas cosas que nos desagradaban dejaban de desagradar al pueblo, muy sensible, ultrasensible a cualquier desigualdad, a cualquier privilegio”.
Con tal precedente, veamos la dolarización parcial economía cubana, también, como los sacrificios a los que recurren los grandes ajedrecistas para, a la postre, ganar la partida y dejar al contrincante con la torre en la mano.
(Tomado de Escambray)
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