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lunes, 4 de octubre de 2021

Las luchas de los trabajadores en Estados Unidos, y los obstáculos que les han impedido alcanzar una conciencia política como clase

Por  Fernando M. García Bielsa

Especialista en temas de América del Norte. Ha publicado en Cubadebate y otros sitios digitales cubanos y extranjeros. 

No pretendo ni es posible en estas breves notas referirme profundidad a cerca de un tema tan complejo, sino solamente apuntar algunos elementos al respecto motivado por afirmaciones inexactas o simplificadoras que recientemente he leído, incluso en estas páginas acerca del tema, incluso en el sentido de que no hubo nunca en Estados Unidos una clase obrera políticamente protagonista, y que el movimiento comunista allí fue importado.

No es posible aquí recoger las miles de acciones combativas de los obreros estadounidenses, su temprana y copiosa historia de luchas en condiciones muy adversas, sobre todo en el siglo XIX y primeras décadas del XX, o las llevadas a cabo posteriormente en condiciones del macartismo, de la guerra fría y de la globalización neoliberal, buena parte de las cuales no han sido reportadas por los medios de prensa.

Ya en  1828  - tal  y  como  en  otro  tiempo  recordara  Marx  a  sus lectores–,  un grupo de artesanos de Filadelfia organizó el primer «Partido Obrero» de la historia mundial. Incluso en 1869 Marx saludo el surgimiento en los Estados Unidos de lo que llamo un movimiento obrero independiente.

No existe un récord completo de las conferencias, huelgas, motines, acciones de todo tipo, organizadas o espontaneas, violentas y no violentas que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX, en la medida que el país creía, y las ciudades devenían sobre pobladas y complejas, con malas condiciones de trabajo, condiciones de vida intolerables, con una economía en manos de banqueros, de especuladores, casatenientes, mercaderes, respaldados por jueces y militares.

Es cierto que esas luchas, muy combativas en ciertas etapas, y el grado de conciencia obrera se han mantenido fundamentalmente en el plano de las demandas económicas y no han redundado en la conformación de un partido obrero, séase laborista o socialdemócrata de base obrera, ni el surgimiento propiamente de una conciencia política de clase. Las razones de eso son muy complejas. Su desarrollo se había visto retrasado o desviado a raíz de distintas condiciones coyunturales, la existencia de fronteras internas abiertas en constante desplazamiento y con nuevas oportunidades, el continuo arribo de inmigrantes de distintos países, fragmentados por oficios y por las distintas lenguas que hablaban; vulnerables a su falta de status legal; y cuando ha existido la  hegemonía internacional  del  capital  estadounidense,  etc.

Esas luchas se vieron afectadas por recelos y enfrentamientos entre trabajadores protestantes contra católicos, entre “nativistas” contra inmigrantes, etc. Nuevas y nuevas  divisiones étnicas y raciales socavaban la unificación embrionaria de los trabajadores industriales sobre todo en el este del país. Por desgracia las esperanzas que incluso los clásicos del marxismo tuvieron de una transformación política cualitativa de la lucha de clases en Estados Unidos quedaron siempre frustradas.

Desde mediados del siglo XIX y aun antes y durante muchos decenios las agrupaciones obreras siempre fueron blanco de la actividad represiva, de leyes que prácticamente impiden el trabajo sindical organizativo y de un sistema judicial venal y pro corporativo. El sistema bipartidista capitalista ha manipulado a las mil maravillas a las masas obreras y acentuado los cismas culturales existentes en su seno.

El movimiento laboral en su conjunto está afectado, además, sobre todo en los últimos setenta y cinco, por la existencia de una extensa aristocracia obrera, altos grados de corrupción en algunas dirigencias sindicales y con una filosofía de colaboración plena obrero-patronal que, en muchos casos, deviene en sindicalismo amarillo. La mayoría de los sindicatos son enormemente vulnerables a la presión de los políticos.

Con la gran expansión económica de los años 1950s se impuso mayoritariamente una especie de sindicalismo de contrato social, como base ideológica y funcional de una estrategia de compromiso de clase con el empresariado.

Con posterioridad al auge sindical en los años 30, después de la Segunda Guerra Mundial, la ofensiva patronal, la globalización, la automatización y un complejo de factores han llevado a la situación actual cuando menos del 10% de los trabajadores están organizados en sindicatos y aun así se están produciendo desarrollos interesantes.

Pero de ahí a generalizar como hacen algunos y expresar que el movimiento obrero en EE.UU. es "impresentable”, me parece algo dicho demasiado a la ligera.

Realmente una amplia porción de los trabajadores han acumulado una rica historia de luchas militantes, incluso han protagonizado verdaderas batallas campales, como en el caso de los mineros y otros que, para defender sus reivindicaciones, han debido enfrentar a la guardia nacional, y todo el poder del Estado, cuando desde Washington enviaban tropas federales para controlar a los huelguistas, etc.

Hay emocionantes relatos de luchas en los distritos mineros de Pensilvania en los años 90, con situaciones límite en la que demasiadas veces el heroísmo o la degradación son las únicas alternativas. Se destaca la llamada masacre de Ludlow, Colorado, de mineros en huelga, en medio de una disputa laboral entre 1913 y 1914. Allí murieron 20 mineros durante un día entero de batalla campal con la Guardia Nacional del estado, donde se utilizaron ametralladoras contra los mineros y sus familias. En total 66 hombres, mujeres y niños fueron muertos en esos acontecimientos.

Como esos hay cientos de ocasiones en las cuales tropas de la Unión fueron utilizadas para aplastar a los huelguistas. Y en no pocos casos tuvieron que enfrentar fuerte resistencia por contingentes de trabajadores armados.

Otro ejemplo, entre muchos fue, medio siglo antes, la huelga de los fabricantes de calzados en Lynn, Massachusetts en 1857, ante los salarios miserables y jornadas de trabajo de hasta 16 horas, etc. La huelga generó acciones  de solidaridad y adhesión por todo el Noroeste, incluyo marchas de miles de personas y represión.

Allí, trece años antes y cuatro años antes del Manifiesto Comunista, un periódico obrero local escribía: “La división de la sociedad entre clases entre aquellos que producen y los que no producen, y el hecho de la distribución desigual del valor entre ellos, nos lleva de inmediato a otra distinción – esa entre el capital y el trabajo… el trabajo ahora es una mercancía… Un antagonismo y oposición de intereses se ha introducido en la comunidad…”

Señala Howard Zinn en su “Historia de los pueblos de Estados Unidos”, como por ejemplo en Filadelfia, allá por 1835, los trabajadores contaban con unas cincuenta agrupaciones a partir o en el marco de sus diferentes oficios y fueron capaces de organizar  una exitosa huelga general conjunta de muchos de esos sectores en pro de lograr una jornada laboral de 10 horas (¡!), lo cual propicio que luego esa jornada se estableciera a nivel del estado de Pennsylvania y otras regiones.

Muchas luchas posteriores estuvieron entre las primeras en el mundo por la implantación de la jornada de las ocho horas, por obtener status legal y por el establecimiento del salario mínimo.

Estados Unidos es el país de los Ocho mártires de Chicago y de la conmemoración universal del 1º de mayo. Fue cuando en ese mes de 1886 se detuvo mucha de la producción laboral en extensas partes de Estados Unidos. Más de 12.000 fábricas pararon y más de 30.000 empleados protestaron en Chicago, ciudad epicentro de las revueltas…., que pronto fueron reprimidas brutalmente. 

De muchas de esas luchas surgió más tarde el Partido Comunista de ese país, y sus miembros muchas veces estuvieron en primera fila junto a los trabajadores desde su fundación allá por 1920 y desempeñaron papeles claves en la formación en 1934 del Congreso de Organizaciones Industriales (CIO), crucial para trascender el gremialismo sectario y organizar sectores industriales enteros.

Pero durante dos siglos todo el poder del sistema se ha empeñado por dividir a los trabajadores, abaratar la fuerza de trabajo y destruir a los sindicatos, el uso común de rompehuelgas, cooptar y corromper muchas de sus esferas dirigentes y del sindicalismo amarillo, y lograr incluso que muchos de ellos apoyaran las políticas imperiales.

No obstante, aun hoy, con una membresía muy mermada se dan luchas significativas, en condiciones adversas, de las que poco se conoce pues son intencionalmente ignoradas por los medios de difusión. El movimiento obrero (o parte de él ), sin embargo, ha dado signos recientes de vuelta a la vida. Destaquemos que una militancia activa que estos últimos años, al grito de “Fight for 15”, ha logrado elevar el salario mínimo en 30 estados. Y por estos días cientos de miles de trabajadores. Actualmente decenas de miles de trabajadores están oponiéndose a las reducciones salariales o demandando mejores condiciones de trabajo y seguridad, y algunos prevén que está por concretarse en la ocurrencia de la mayor ola de huelgas desde las poderosas huelgas de maestros que en 2018 y 2019 redundaron en victorias que le dieron un significativo impulso al movimiento laboral.

En fin, son claramente inciertas y simplistas las afirmaciones que catalogan al movimiento comunista de Estados Unidos como importado, y aquellas que generalizan al calificar como impresentable a todo el movimiento sindical, o al decir que “no hubo nunca” una clase obrera políticamente protagonista. Obviamente son criterios incorrectos y prejuicios que merecen aclaración, aunque ciertamente demandan una aproximación más profunda y documentada.

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