“Consolidar el papel primordial de la propiedad socialista de todo el pueblo
sobre los medios
fundamentales de producción, distinguir entre el ejercicio de las facultades de propietario y las correspondientes a la posesión
o la gestión (administración). A la vez, reconocer
y diversificar diferentes formas de propiedad y gestión
adecuadamente interrelacionadas”
Este es un enunciado que
requiere al menos ulteriores precisiones en cuanto a lo que se deberá entender
por “ejercicio de las facultades de propietario”- el cual se puede entender que
es “todo el pueblo”- y como ellas se deberán “distinguir” de las
“correspondientes a la “posesión o a la gestión (administración)” [1],
por las consecuencias que para la práctica de los procesos de transformación
socialista ha generado el espejismo de la “separación de la gestión de la
propiedad” en el sistema empresarial, como condicionante del aumento de la
eficiencia y eficacia de la moderna industria capitalista.
Pero todo parece indicar que este enunciado ha servido
para generar y promover la idea de la necesidad de “ver como separamos la gestión y la propiedad” para el necesario
avance en los resultados de nuestro sistema empresarial estatal, que permita “consolidar el papel de la propiedad
socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción”,
supuestamente a partir de que “el
socialismo está en la propiedad” y la gestión …“es un problema técnico”.
Una vez más la alerta de Raúl Castro exige nuestra
atención: "No se olviden que una
equivocación conceptual nos conduce a equivocaciones en la vida,../ "[2]
Como señalan Rafael Alhama,
Francisco Alonso y Rafael Cuevas en su libro insuficientemente conocido Perfeccionamiento empresarial. Realidades y
retos[3],
“…La gestión es el concepto y palabra más
utilizada desde hace dos o tres décadas no ya en la literatura especializada,
sino en conversaciones entre especialistas, empresarios o personas en la calle.”[4].
Se habla de “gestionar un
proyecto”, “gestión empresarial” y hasta de “gestión de Gobierno”. Pero pocas
veces, - por no ser absoluto y decir que ninguna-, quienes lo hacen se ocupan
de definir qué entienden por ese término: “gestión”. En la propia
Conceptualización, apenas si se hace una “aclaración” al respecto, cuando vemos
que se usa “gestión (administración)”.
Por tal razón, preferimos el rigor de los autores mencionados,
quienes se ocupan de puntualizar el contenido que asignan a ese término, que
asumiré como punto de partida en las
siguiente reflexiones:
“… es
necesario entender la gestión
como las formas
que toman las acciones para aplicar el saber. Se convierte de hecho en una función genérica
de toda
la organización empresarial, lo que significa que las funciones
de las subdivisiones estructurales tradicionales, por separado, no son capaces
de llevar a cabo la mencionada función genérica.”[5]
Y lo asumo como punto de partida, porque, aunque los
autores asignan un contenido al término “gestión” cuando están tratando una
actividad específica en la sociedad- el sistema empresarial cubano en
“perfeccionamiento”- , lo hacen con una proyección que va más allá de esa
actividad.
Y es que en el contexto
globalizador de la actual IV revolución industrial, y la llamada “sociedad del
conocimiento”, sería un absurdo ignorar el papel de las acciones asociadas a
los procesos de gestión para la
sostenibilidad de la eficiencia y eficacia sociales del sistema encargado de la
generación de los bienes y servicios en
la etapa actual del desarrollo humano. Tan absurdo como dejar el contenido
del término a la libre decodificación del sujeto receptor, o simplemente
“resolver” la situación proponiendo un término “sinónimo” sin más:
“administración”.
¿Es acaso lo mismo “gestionar” un
proyecto, una empresa, el “gobierno” o los “medios fundamentales de producción?
Sujeto y predicado forman aquí una importante “pareja”.
La propuesta de los autores tiene
un valor esencial, al destacar lo
universal de la actividad específicamente humana en la “gestión” como
proceso: la “aplicación del saber”, con su insoslayable alcance en el proceso
reproductivo como totalidad, mediada por la conciencia, la subjetividad, cualquiera que
sea el espacio de las acciones.
La gestión es un proceso universal inherente al sistema de relaciones sociales de la producción - el sistema de propiedad del organismo
social en cuestión- que se concreta
en los espacios particulares que conforman este sistema, como un “todo
orgánico”, desde el momento primario ontogenético de interacción hombre-
naturaleza, hasta la subjetividad como elemento activo en el proceso
reproductivo humano.
La plena comprensión de la
gestión como proceso es inseparable
de una visión de la propiedad
diferente a la heredada de siglos de funcionamiento dentro del sistema de
propiedad privada adversarial fragmentado y fragmentador de las relaciones
sociales, que impera hasta su despliegue como el complejo sistema alienante del
capital universalizado en el capitalismo contemporáneo. A la vez que resulta premisa
indispensable para concebir e implementar las acciones dirigidas a la superación
emancipadora de esa totalidad, como
trascendencia metabólica.
Como analizamos en nuestra obra
colectiva “Cuba: propiedad social y
construcción socialista”[6],
Marx desde su juventud identifica lo que llama “tercer tipo de comunismo", y desarrolla importantes ideas que nos
sirven como Hilo de Ariadna en las necesarias reflexiones:
“(…) como
la trascendencia positiva de la propiedad
privada en tanto auto
enajenación humana, y en consecuencia como la apropiación real de la esencia humana
por el hombre y para el hombre; comunismo en consecuencia como el completo
retorno del hombre a sí mismo como a un ser social
(i. e., humano) —un retorno
alcanzado concientemente y abrazando toda la riqueza del anterior desarrollo.
Este comunismo, como naturalismo plenamente desarrollado, es igual a humanismo,
y como humanismo plenamente desarrollado es igual a naturalismo; es la resolución
genuina del conflicto entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y el
hombre—, la verdadera resolución de la disputa entre la existencia y la
esencia, entre la objetivación y la autoconfirmación, entre libertad y
necesidad, entre el individuo y la especie. Comunismo es el acertijo de la
historia resuelto, y él sabe que es esta solución.
El movimiento entero de la historia, como simple acto real de génesis [del comunismo] —el acto
de nacimiento de su existencia empírica—, es, en consecuencia, para su
conciencia pensante el proceso comprendido
y conocido de su devenir. Mientras que el aún inmaduro
comunismo busca una prueba histórica para
sí —una prueba dentro del reino de lo que ya existe—, entre fenómenos
históricos desconexos opuestos a la propiedad privada, arrancando fases
aisladas del proceso histórico y centrando su atención en ellas como pruebas de
su pedigree histórico (…) Al hacer esto él simplemente pone en claro que la
mayor parte de este proceso con mucho contradice sus propios reclamos, y que,
si él ha existido alguna vez, precisamente su existir en el pasado refuta sus pretensiones a la realidad.
Es fácil de ver que el movimiento revolucionario entero encuentra, tanto
su base empírica como su base teórica en el movimiento de la propiedad privada —más exactamente, en
el de la economía—.
Esta propiedad privada material,
inmediatamente perceptible, es la
expresión perceptible material de la vida humana
enajenada. Su movimiento —producción y consumo—, es la revelación perceptible del movimiento de toda la
producción hasta ahora, i. e., la
realización de la realidad del hombre. La religión, la familia, el Estado, el
derecho, la moral, la ciencia, el arte, etc., son solamente modos particulares de producción, y entran
dentro de su ley general. La trascendencia positiva de la propiedad privada como la apropiación de la vida humana, es en consecuencia la
trascendencia positiva de toda enajenación, es decir, el retorno del hombre de
la religión, la familia, el Estado, etc., a su existencia humana, i. e., social (…).
Hemos visto cómo asumiendo anulada positivamente la propiedad privada el
hombre produce al hombre, a sí mismo y al otro hombre: cómo el objeto, siendo
la manifestación directa de su individualidad, es simultáneamente su propia
existencia para el otro hombre, la existencia del otro hombre, y esa existencia
para sí. Igualmente, no obstante, tanto el material de trabajo, y el hombre
como el sujeto, son el punto de partida al tiempo que el resultado del
movimiento (y precisamente en este acto, que ellos deben constituir el punto de partida, se encuentra la necesidad histórica de la propiedad
privada). Entonces el carácter social es
el carácter general de todo el movimiento: justamente
como la propia sociedad produce el hombre
como hombre, igual es la sociedad producida
por él. La actividad y el disfrute, ambas en su contenido y en su modo de existencia, son sociales: actividad social y disfrute social. El aspecto humano de la naturaleza existe solamente
para el hombre social; así solo
entonces la naturaleza existe para él como un lazo con el hombre —como su existencia para el otro y la
existencia de los otros para él—, y como el elemento vivo de la realidad
humana. Solo entonces la naturaleza existe como el fundamento de su propia existencia humana. Solamente aquí lo que es
para él su existencia natural ha
devenido su existencia humana, y la
naturaleza se hace hombre para él. Entonces
la sociedad es la completa unidad del
hombre con la naturaleza - la verdadera resurrección de la naturaleza-, el naturalismo realizado del hombre y el
humanismo de la naturaleza realizados”.[7]
Marx, desplegando su concepción de
“anulación positiva de la propiedad
privada”, continúa brindando elementos indispensables que constituyen una
detallada argumentación[8] para una propuesta de enfoque y una práctica diferentes en lo concerniente a
la propiedad y al proceso de
trascendencia del sistema de la propiedad privada adversarial, que necesariamente debe ocurrir tras haber alcanzado ya un máximo en el desarrollo histórico como
el sistema del capital: el desarrollo
comunista de la sociedad, como alternativa a la propia existencia humana
Marx, como pensando en quienes
enfrentaríamos la tarea de la construcción comunista en un organismo social
histórico concreto, nos alerta acerca de que:
Para abolir la idea de la
propiedad privada, la idea del
comunismo es más que suficiente. Pero se requiere acción comunista real para abolir la propiedad privada
real. La historia nos conducirá a ella; y este movimiento, que en teoría ya conocemos que es un
movimiento de autotrascendencia, constituirá en el hecho real un proceso muy
escabroso y prolongado. Pero debemos considerar como un avance real, haber
ganado al final conciencia del carácter limitado así como del objetivo de este
movimiento histórico, y una conciencia que lo lleve más allá de él.[9]
Están todos
los elementos indispensables para no equivocarnos: abordar la propiedad como sistema y plantearnos el comunismo como
proceso, como permanente autosuperación, progreso difícil y siempre
imperfecto, como “juventud de la humanidad”, al decir del poeta ruso
Mayakovsky.
Partimos de Marx y Engels.
Pero Marx y Engels no tienen, ni podían tener, todas las respuestas. Además de
que nadie podría negar que la obra de estos fundadores, independientemente de
su magnitud y profundidad que la hace una fuente de inagotable valor
heurístico, no ha sido siempre analizada con todo el rigor necesario, bajo los
sesgos de limitaciones objetivas y de condicionamientos ideologizantes sesgados
por intereses de la más diversa naturaleza, que en la mayoría de los casos solo
pretendían buscar la validación de ideas preconcebidas, ajustadas a los
intereses predominantes en el momento, para resolver
el ejercicio del poder.
Marx y Engels no nos han
legado “modelos” universales preconcebidos. Contamos con una “guía para la
acción”, que, proponiéndonos una visión
de futuro, debería estar orientándonos que la propiedad es un sistema,
tiene carácter histórico-concreto, y existen diferentes formas de propiedad
dentro de un tipo histórico determinado.
Pero, al revisar la Obra
Internacional y la Obra Cubana —comprendidas como los elementos elaborados en
el pensamiento académico y las prácticas reales correspondientes—, lo que queda
claro es que, a pesar de resultados alcanzados en estudios de diferente
carácter y en épocas diferentes, la práctica permite afirmar que aún queda
mucho por recorrer para aclarar con todo el detalle y rigor necesarios el
contenido y el propio sentido de la propiedad como sistema, como totalidad de
las “relaciones sociales de la producción”,
por citar las palabras de Marx en su crítica a Proudhon. Y que dentro de
esa necesaria visión y enfoque práctico de la propiedad como totalidad, dentro
de la propiedad como sistema,
resultan especialmente significativas las insuficiencias en lo concerniente al
contenido que debe ser recogido por la categoría propiedad social y, muy especialmente, su lugar en el complejo proceso de la construcción socialista en un
organismo social histórico concreto, que inicia la transformación
comunista, en tanto nueva socialidad y nueva individualidad, superiores: individuos más plenos y libres, como premisa
y resultado de una sociedad más plena y libre, más apta para su reproducción
sostenible como parte de la contradicción dialéctica
individuo-naturaleza-sociedad.
Cuando Marx señala que la
propiedad expresa: “(...) las relaciones
de los individuos entre sí, en lo tocante al material, el instrumento y el
producto del trabajo”, nos llama ante todo, una vez más, a ver la propiedad
como un sistema, esencialmente dinámico, en movimiento, un proceso: como
totalidad. Y nos está proponiendo identificar tres nodos esenciales en lo
concerniente a la red de interacciones dialécticas que articulan el sistema de propiedad,
que denominamos “el triángulo dialéctico de la propiedad”: el individuo-la
naturaleza-la sociedad.
Si profundizamos en su obra,
inseparablemente unido con Federico Engels —no buscando citas aisladas y casi
siempre “interpretadas” fuera de contexto—, comprendemos como es en torno a ese
triángulo que se alza una articulación objetivamente
existente, el proceso de producción, apropiación y reproducción por
los individuos de su propia existencia humana, unidad definitoria de la
propiedad como sistema.
Identificamos premisas
indispensables para aprehender la
propiedad como sistema de relaciones
sociales, totalidad más allá de
la consideración reduccionista
generalmente aceptada que, entre otras limitaciones esenciales, potencia y
llega a colocar como definitorias relaciones que, independientemente de su
papel real en el funcionamiento cotidiano, ignora o “cuando menos” tergiversa
lo concerniente a las relaciones de los individuos entre sí, atendiendo, cuando
más, a las formas de distribución y apropiación final del excedente económico,
en tanto posesión y disfrute exclusivamente individual y excluyente.
Y decimos “cuando menos”, no como mero ejercicio retórico: la situación
medioambiental a la que hemos arribado como humanidad, lamentablemente con
independencia de los sistemas sociales conocidos, es una de las consecuencias que
pone inexcusablemente en primer plano la actualizada disyuntiva “socialismo o
barbarie, (…) Barbarie, si tenemos suerte”[10].
Sin haber dedicado una obra al
tema de la propiedad, como ocurre también con respecto al problema de la división del trabajo y sus repercusiones para la división
de la sociedad en clases preñadas de antagonismos,[11] y, en general, con las facetas específicas que integran el
sistema de la propiedad, como son las referentes a la relación del hombre con
la naturaleza, las formas de organización de las sociedades concretas, el
Estado, o el papel de las percepciones, los sentimientos y las representaciones
en la conciencia humana como momento del proceso de apropiación, los elementos para una concepción de la propiedad como sistema son claramente
identificable en la obra de Marx, Engels y Lenin.
Los desarrollos conceptuales
y las prácticas posteriores desde la propia Revolución de Octubre
transcurrieron sobre una base errónea, o cuando menos limitada, de
contraposición entre propiedad privada y
propiedad social.
Hemos sido testigos de enfoques reduccionistas
en muchos sentidos, desde la propia identificación de propiedad con posesión,
hasta la limitada expresión de la propiedad solo
en cuanto a la relación del productor respecto a los medios de producción esencialmente en su expresión jurídica.
Sin ignorar el lugar
determinante del vínculo productor-medios
de producción a través de todas sus mediaciones en el proceso reproductivo
social, se ha arribado por este camino a concepciones en extremo fragmentadoras de la propiedad como
sistema dinámico, que limitan la relación con los medios de producción a planos
meramente formales, mediante expresiones jurídicas, políticas o meramente
ideológicas.
Marx, Engels y Lenin no
podían “resolver” todos los problemas, mucho menos los que surgirían durante la
implementación práctica de la transformación comunista. Hicieron demasiado.
Solo que luego la mayoría de los que hemos venido a continuar la obra se
dedicaron a tomarlos a pedazos, algunos con buena intención, otros por
incapacidad, muchos presionados por las urgencias y la mayoría simplemente reproduciendo
lo que el propio Marx criticara con
respecto a las negaciones simples, que siempre van preñadas de los defectos de
lo negado. Dicho en un lenguaje más próximo a la vida cotidiana, funcionó
el tan recurrido recurso de actuar “a la contraria”, a la defensiva, muchas
veces justificados realmente por las urgencias de la política en su sentido más
estrecho como actividad, y siempre a la postre con resultados insuficientes
para un desarrollo sostenible de las nuevas esencias.
Así empezaron a consolidarse
verdades, que devinieron verdades absolutas “sobre el fundamento” de la obra de
Marx, Engels y Lenin, tales como las
etapas de “transición al socialismo”, “construcción del socialismo” (…) del
socialismo desarrollado (…) etc.; el socialismo como “establecimiento de la
propiedad social”, la “abolición de la propiedad privada en el comunismo”
(olvidando las propias refutaciones de Marx en este sentido); la afirmación de
que la división social del trabajo
desaparece en el comunismo, de la necesidad de actuar siguiendo el “principio
de distribución socialista, de cada cual según su capacidad, a cada cual según
su trabajo”, entre otros postulados “científicos”.
Y esto sin mencionar las
“prácticas” como las que han amparado diferentes procesos de “socialización de
la producción”, la aplicación de los no menos peligrosos “mecanismos de
estimulación”, y las propuestas de “usar” elementos del mercado capitalista en busca de la necesaria eficiencia productiva
del socialismo en su establecimiento, entre otros pasos para responder a las
urgencias del día a día en este camino, tan lleno de desafíos como necesitado
de creatividad en su enfrentamiento.
En la práctica y la academia
se omiten elementos esenciales, productores de deformaciones, pretendiendo
establecer el “dueño socialista”, sobre la base de un “sentimiento de dueño”,
en el cual quedaba poco lugar a la conciencia humana, a la satisfacción
espiritual, a la creatividad humana, a la apropiación de la riqueza social que
necesariamente debe ser conceptualizada e instrumentada con una nueva
naturaleza para que sea premisa y a la vez resultado de la “verdadera
emancipación humana”, esencia de los “productores libres asociados” que Marx
colocara en la base del nuevo modo reproductivo.
Resultado de
tales reduccionismos se fue arribando en los planos prácticos cotidianos y en
sus expresiones teóricas académicas, a una propiedad social en esencia difusa,
ya sea en su identificación excluyente y limitada como propiedad jurídicamente
estatal - en la práctica histórica con esencias centralistas burocráticas o en su identificación simplista de posesión “colectiva”, “comunal”,
“común” imprecisamente conceptualizada e instrumentada. Y en la cotidianeidad
tan real y efectiva como pretendidamente ignorada o subvalorada, ha prevalecido
la permanencia del sentido de propiedad y los comportamientos efectivos, como “posesión, tenencia” y
consecuente disfrute directo, inmediato y en definitiva igualmente excluyente,
en todos los niveles de organización del proceso reproductivo, desde su
fundamento, sujeto y objeto insoslayable: el individuo.
Todas estas deformaciones,
por omisión o intencionadamente, han convergido a la reproducción de fenómenos
opuestos al necesario progreso emancipador verdaderamente humano, que requiere
de indispensables fundamentos materiales, pero no puede descuidar los elementos
específicos distintivos de la esencia humana a través de la “autoemancipación
del trabajo” [Marx][12], en su unidad con la gestión como
proceso.
En la actualidad, para mayor
complejidad, la necesaria transformación socialista, tiene que enfrentar la
realidad de una globalización neoliberal sustentada en un “sistema de
dominación múltiple”[13] que conduce
aceleradamente a la humanidad hacia una crisis de proporciones también globales
y que puede ser definitiva para su existencia.
En este contexto intelectual
y práctico cotidiano surgieron y surgen las propuestas de soluciones para
rectificar, que implementándose unas y rechazándose otras, contribuyeron todas
a formar referentes —por negación o
por imposición ideológica… o política— acerca de lo que debe ser la
transformación socialista, el Estado en este proceso, la propiedad, la relación
entre las clases, etc.
Y en estos “referentes” hacen
que sea difícil decir algo nuevo, cuando
aparentemente todo está dicho, según los esquemas mentales y, sobre todo, los intereses establecidos; cuando los
obstáculos reales se amplifican como justificaciones de ineficiencias, cuando
las limitaciones se explican por las condiciones excepcionales en las que se tiene que desarrollar la
transformación, y cuando la teorización necesaria entra en pugna con la
pragmática del día a día.
En la obra de Marx y Engels y
los desarrollos posteriores durante la conducción leninista de las
transformaciones en Rusia, está presente una concepción en gestación y diferentes grados de desarrollo para las
condiciones concretas, un enfoque que permite aprehender que las relaciones de propiedad se
objetivan en un sistema particular de relaciones sociales, en una totalidad,
que se da en la realidad objetiva, y que es posible expresar conceptualmente si
entendemos la propiedad como:
un sistema objetivo e histórico-concreto, que se conforma desde los
individuos en su actuación en el “proceso del trabajo” [Marx], al generar las condiciones
de su propia existencia, produciéndose a
sí mismos como individuos humanos: seres diferenciados se la naturaleza y
entre sí. Tiene mediaciones permanentes en el proceso de socialización, que se
desenvuelve en contradictoria unidad dialéctica con la naturaleza. Funciona objetivamente como conjunto de relaciones sociales
consecuentemente históricas y concretas, sobre la base de las establecidas
respecto a los propios materiales e instrumentos de trabajo, a través de las
relaciones tecnológico -organizativas y técnicas de dirección, la organización
en grupos sociales, clases, y en general las estructuras funcionales de
agrupación de los individuos en su reproducción social, como la familia y los
colectivos laborales y las que constituyen los elementos de dirección de la
sociedad desde y más allá del proceso del
trabajo. A saber: las del Estado como institución y los diversos tipos de
organizaciones sociales, como elementos de la organización del “poder público”
en las conocidas etapas de desarrollo clasista, con los reguladores y sistemas
normativos de diferentes grados, desde los más directamente vinculados a la
actividad económica, hasta los vinculados a la actividad política, específicamente en el ejercicio del poder a
través del Estado y otras instituciones, con las leyes y regulaciones en
general, y los valores imperantes en la sociedad.
En esta obra identificamos
una propuesta para adentrarnos en la intelección de las complejidades de la
propiedad como sistema, específicamente para la transformación comunista de la
sociedad. Una propuesta para abordar la
propiedad en la construcción socialista, como proceso sistémico
histórico-concreto, con sus fundamentos en el proceso de producción, desde el proceso del trabajo como actividad consciente del hombre en interacción
con la naturaleza, conduciendo sus acciones guiado por el conocimiento histórico y concretamente desarrollado, los
saberes que devienen fuerza objetiva
para sus acciones; el conocimiento que es sustento y resultado de la
práctica, como identificamos ya en obra tan temprana como La ideología alemana, en la afirmación de que “(…) Las diferentes fases de desarrollo de la
división del trabajo son otras tantas formas distintas de la propiedad; o dicho
en otros términos, el estado existente de la división del trabajo determina
también las relaciones de los individuos entre sí en lo referente al material,
el instrumento y el producto del trabajo”.[14]
La propiedad es un sistema
en el cual hay que tener en cuenta:
1. La dialéctica objetiva del proceso de producción —apropiación—
reproducción de la vida social por los individuos, que tiene su fundamento en
la interacción individuo-naturaleza, mediada en las contradicciones entre los
procesos de enajenación y emancipación, transversalizadas por la contradicción
entre individuo y sociedad.
2. El proceso de producción-reproducción enlaza el contenido de todo un sistema de procesos que conforman a su
vez el fundamento del proceso de
apropiación por los individuos de su vida social: la unidad dialéctica
propiedad social-propiedad individual, con sus contenidos específicos en
diferentes etapas y contextos particulares. El proceso de apropiación tiene sus
fundamentos objetivos en la satisfacción de las necesidades materiales
(objetuales) más inmediatas hasta la conformación y satisfacción de los
intereses, objetivos, sentimientos, y representaciones ideo-espirituales.
La propiedad como categoría que expresa esencialidades comunes a todas las
etapas del desarrollo humano en la interacción individuo-naturaleza- sociedad.
El individuo se diferencia de la naturaleza a partir del proceso del
trabajo, actividad consciente, dirigida a
fines, resultado de acumulación y premisa: crea lo que necesita para vivir;
el proceso del trabajo se desarrolla históricamente, desde la
actividad simple del individuo en crear para vivir cuando aún era el “hombre instintivo (…) el salvaje” [Lenin],[15] sobre la base del proceso
de interrelación entre los individuos y la naturaleza: se producen los
individuos y sus condiciones para la existencia en el proceso de producción social.
En el proceso de producción, con su propio surgimiento y desarrollo como
proceso humano, surge la unidad propiedad social-propiedad individual: cada
individuo se apropia de condiciones para su
existencia, de lo necesario para mantener y desarrollar su individualidad, sus
especificidades, como premisa y resultado del proceso de producción y
apropiación de las condiciones sociales generales en su expresión histórico
concreta.
Este proceso de producción y apropiación de las condiciones, el proceso de reproducción de la vida social, descansa
en la acción de las individualidades
socializadas. Esto es, en la acción de los individuos específicos, mediada,
condicionada, por la interacción con los otros individuos humanos, durante lo
que se genera un sistema que resulta de
esas apropiaciones individuales al mismo tiempo que las condiciona: la propiedad social.
3. Los
múltiples procesos que llenan de contenido el proceso de apropiación, tienen su
existencia en las determinaciones histórico-concretas de: el proceso del trabajo; la división social del trabajo y la división social
jerárquica del trabajo; las clases, grupos sociales, la familia, y otras estructuras que actúan como portadores (actores sociales) específicos
interrelacionados; el proceso
de articulación de la producción y el consumo: la producción de mercancías
y el mercado, la planificación; los reguladores esenciales del proceso de
reproducción social, desde el momento de la producción material-objetual hasta
la producción y reproducción de las expresiones en la conciencia y los valores
que sustentan un modo específico de reproducción social.
Estamos ante una propuesta que
brinda elementos esenciales para comprender la unidad propiedad- gestión:
“Toda producción es la
apropiación de los objetos de la naturaleza por el individuo en los marcos de
determinada forma de sociedad y mediante esta forma. En este sentido será una
tautología decir que la propiedad (la apropiación) es condición de la producción.
Y es risible, no obstante, dar un salto de aquí a determinada forma de
propiedad, por ejemplo a la propiedad privada (lo que sería lo mismo que
plantear en calidad de condición a la forma contrapuesta, la ausencia de
propiedad) (...) Aquí no vamos a referirnos en lo absoluto a la cuestión de si
la riqueza crece mejor bajo una u otra forma de propiedad. Pero es una
tautología decir que donde no existe ninguna forma de propiedad no se puede
hablar de ninguna producción y, por supuesto, de ninguna sociedad. La
apropiación que no se apropia de nada, es una contradicción in subjecto”, [16]p. 25.
“El resultado al que arribamos, consiste no en que la producción, la
distribución, el cambio y el consumo son idénticos, sino en que todos ellos
conforman partes de un todo único, diferencias dentro de la unidad. La
producción domina sobre sí misma, tanto con respecto a sí misma en la contradictoria determinación de la producción,
como con respecto a los otros momentos. A partir de ella el proceso comienza
cada vez de nuevo. Que el intercambio y el consumo no pueden tener un valor
dominante resulta claro, y lo mismo con respecto a la distribución como
distribución de productos. En calidad de distribución de los factores de la
producción, ella misma es un momento de la producción. Una producción
determinada condiciona, así, un
determinado modo de consumo, determinada distribución, determinado intercambio
y determinadas relaciones de esos
diferentes momentos entre sí. Por supuesto, también la producción en su
forma unilateral, por su lado, se determina por los otros momentos. Por
ejemplo, cuando se amplía el mercado, esto es, la esfera del intercambio,
crecen las dimensiones de la producción y se hace más profunda su
diferenciación. Con el cambio de la distribución cambia la producción, por
ejemplo, con la concentración del capital, con diferente distribución de la
población entre la ciudad y el campo, etc. Entre los diferentes momentos tiene lugar una interacción. Esto es
inherente a cualquier todo orgánico” .[17]
La propiedad y la gestión como como sistemas y procesos
conforman una unidad dialéctica, que se desenvuelve articulada en cada uno de los diversos subsistemas del metabolismo
social. No es posible plantearse separar la gestión de la propiedad, sin analizar los cambios en ese “todo
orgánico”, so pena de generar una invalidante contradicción in subjecto.
Así es importante claridad en la
definición de lo específico de cada uno de los subsistemas que conforman la
propiedad como totalidad – los espacios- y consecuentemente como se desenvuelven cada uno de los
procesos, en su conceptualización histórica para cada caso concreto, los
“momentos” en los que se expresa su funcionamiento. Con el lugar determinante de la generación de bienes
y servicios, asociada a los sistemas productivos materiales, entre ellos el
desenvolvimiento empresarial como unidades sociales y lo decisivo
de los procesos de dirección del proceso reproductivo como totalidad,
específicamente el funcionamiento del Estado y la labor de gobierno.
Y con ello aprehender
consecuentemente el contenido de la gestión como proceso en sus diversas
manifestaciones inseparable de la propiedad como sistema.
Esta propuesta de concepción de la propiedad como
sistema es expresión conceptual totalizadora filosóficamente del proceso
objetivo de producción-apropiación-reproducción por los individuos de su
existencia como seres sociales, que se distingue por la actividad consciente
humana, la gestión sustentadora y
sustentada por la práctica. En ella, además de la importante indicación
metodológica acerca de la relación propiedad gestión, se brindan elementos para
los elementos para profundizar en la concepción acerca de la transformación
comunista y las complejidades del tipo
histórico de propiedad como sistema que le acompaña:
La
concepción de un tipo de propiedad nuevo como su núcleo ontogenético en
construcción, lo que se ha dado en
llamar propiedad socialista, como
articulación consciente de los procesos que conforman el sistema de la
propiedad, dirigida al objetivo emancipador comunista mediante formas diversas
histórico concretamente determinadas, en su unidad dialéctica con la gestión como actividad
que siempre descansa en el proceso del conocimiento, con sus especificidades
para cada momento y espacio del proceso reproductivo.
Tal es el caso de lo concerniente
a los sistemas empresariales y a los procesos vinculados a la dirección de la
sociedad- la política como actividad histórica y concretamente determinada- ,
como premisa para comprender y actuar proactivamente
en la resolución de la contradicción gestión- propiedad específicamente al
emprender y avanzar en esta transformación:
cuáles cambios en la gestión, como actividad consciente de aplicación del
saber, en particular el conocimiento científico, para definir e implementar
acciones, mantienen
y consolidan la cualidad de la propiedad como totalidad dinámica sistémica, y
cuáles cambios en la gestión pueden generar situaciones que alteren esa
cualidad, propiciando un desenvolvimiento reproductivo diferente.
La gestión es per se un proceso definido por el
conocimiento como actividad humana, por tanto, histórico y concreto en sus
determinaciones esenciales, lo que hace un
tanto tautológico referirse a gestión
de algo “basada en el conocimiento, en la ciencia”. Aunque para enfrentar
abiertamente determinados comportamientos, sea importante recordar que no tiene
sentido pensar en accionar con eficiencia y eficacia con determinado fines sin
apoyarnos en el saber acumulado en la práctica transformadora como actividad social.
La gestión no es algo neutral
socialmente, como no lo son los cambios que en ella se produzcan en cualquiera
de los espacios: no son neutrales socialmente; no son procesos meramente técnicos. Se trata de un proceso consubstancial
a lo distintivo de la esencia humana: la
subjetividad como elemento activo en la conformación y desenvolvimiento del
sistema de relaciones sociales de la producción: cada sistema de propiedad
concreto. La gestión no se puede
“separar” de la propiedad. Los cambios que introduzcamos en la gestión,
trascenderán al sistema de propiedad generando cambios en el mismo con la
visión propia de los saberes, las
necesidades e intereses propios que le sirvan de fundamento a los actores
involucrados, algo a tener muy en cuenta al plantearnos un proceso de
trasformación socialista, que se propone una naturaleza reproductiva que
trascienda el orden metabólico reproductivo del sistema del capital.
Es imprescindible profundizar en
la conceptualización de la gestión como proceso eminentemente social, y la
relevancia de considerar las particularidades del espacio donde dicho proceso tendrá lugar: en cualquiera de ellos,
la gestión es parte inalienable de la propiedad como sistema que constituye el
núcleo del metabolismo reproductivo. Incluso asumiendo la simplificada acepción
de “gestión” como administración, la plena connotación reproductiva es mucho
más que un conjunto de procedimientos “técnicos” de alocación de factores de la
producción y se despliega en interacción de mútua determinación con los
elementos componentes del espacio específico.
Con elementos comunes, no es lo
mismo referirse a “gestión empresarial” que a “gestión de gobierno”; como no lo
es analizar la gestión empresarial en el sistema del capital, y lo que
necesariamente deberá plantearse en la “nueva empresa” para la transformación
socialista, ni lo que es “gestionar” la labor de gobierno en las democracias
liberales, que descansan precisamente en la reproducción de un status quo cuya esencia es una parte de
la sociedad “dirigiendo” al resto, Como no puede ser lo que necesariamente hay
que establecer para avanzar con la visión de la transformación comunista: la
extinción del Estado, el autogobierno social comunista, una estatalidad
emancipadora “verdaderamente humana”.
Continuará
[1] Cierto es que ese
enunciado de la Conceptualización requiere precisiones importantes, que no
serán objeto de nuestra atención en este trabajo. En ese importante documento
se puede inferir que por “propiedad socialista de todo el pueblo” se asume la
propiedad jurídicamente estatal, aunque no se explicita. Y se reitera un
concepto “desarrollado” más adelante: “Los medios
fundamentales de producción en el Modelo…”
como “…aquellos que facilitan al Estado socialista conducir
el desarrollo económico y social.”
[2] "La crítica no es opción, es necesidad",
María Julia Mayoral, Granma, 3 de noviembre de 1999
[3] Perfeccionamiento empresarial. Realidades y retos,
Ciencias Sociales, La Habana, 2001
[4] Idem, P.17
[5] Idem. P19
[6] “Cuba: propiedad
social y construcción socialista”, García Brigos, Jesús P., Alhama Belamaric,
Rafael; Lima Ferrer, Roberto J., Rafuls Pineda, Daniel, Editorial Ciencias
Sociales, La Habana, 2012.
[7] Collected Works, New
York, 1976. t. III, pp. 297-298.
[8] Íbidem, t. III,
pp. 298-300.
[9] Íbidem, t. III, p 313.
[10] Istvan, Mészáros: Socialismo or
barbarism, Monthly Review Press, 2001, p. 80.
[11] Que en los
tratamientos comunes ha llevado a la afirmación de la desaparición de la
división social del trabajo, negando su papel determinante en el desarrollo
alcanzado por las fuerzas productivas.
[12] C. Marx: Manuscritos económico-filosóficos del 44.
T.III, Collected
Works, ed. Cit.
[13] Concepto
desarrollado en el grupo GALFISA del Instituto de Filosofía cubano, coherente
con el enfoque de metabolismo social que, desde Hegel, está presente en la obra
de Marx y Engels y en las mejores prácticas de transformación socialista, y ha
sido hilo conductor de la obra teórica de István Mészáros acerca de este
complejo proceso.
[14] C., Marx, F.,
Engels: “La Ideología Alemana”, Collected
Works, vol. 5, Ed. cit, p. 32.
[15] V. I., Lenin: “Cuadernos filosóficos”, t. 29, Obras completas, 5ta edición, Editorial Progreso, Moscú. 1986.
[16] Ver: Gründrisse,
t. 28, Collected Works, ed. cit., p.
25.
[17] Ver: Gründrisse,
t. 28, Collected Works, ed. cit, pp.
36- 37
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