La caída de la economía en 0,9% durante 2016 produjo un fuerte impacto negativo ya que la economía se había mantenido creciendo ininterrumpidamente desde 1994. Esto fue el resultado de un conjunto de factores, pero el fundamental fue la reducción de alrededor de 40% de las entregas de petróleo de Venezuela. Esta coyuntura obligó a la compra de unos cien millones de dólares de combustible, a pesar de lo cual no se logró compensar el descenso de las entregas venezolanas. Adicionalmente, se produjo una reducción de 16,3% en la exportación de bienes y servicios y, en octubre, el país fue azotado por el huracán Matthew, que produjo afectaciones en más de 46 706 viviendas y pérdidas estimadas en 2 430,8 millones de pesos.
Para 2017 se había previsto alcanzar un crecimiento de 2% en el PIB, sustentado en un fuerte impulso del gasto público, que incluyó un aumento de 26% de las erogaciones para sustituir importaciones y 49% de incremento de los gastos en inversiones, lo cual llevó a elevar el déficit fiscal a 12% del PIB.[1]
Durante el primer semestre del año se logró un crecimiento de 1,1% en el PIB, en lo cual incidió el incremento del turismo —con un aumento de 22,5% en los visitantes al cierre de junio—; a lo que se añadió el incremento de las producciones agrícolas no cañeras, las construcciones, así como el transporte y las comunicaciones.
Sin embargo, ya al cierre del primer semestre, se reportaba una reducción de 13% en los embarques de petróleo y derivados provenientes de Venezuela, en relación con igual de período del año precedente. Por otra parte, se informaba un descenso de los ingresos externos previstos de 417 millones de dólares, incluyendo el incumplimiento del plan de exportación de azúcar.
Los modestos resultados alcanzados, suponían un esfuerzo adicional en el resto del período para lograr 2% de incremento en el PIB. Sin embargo, nuevos obstáculos se enfrentaron a partir del mes de julio.
El más importante de todos fue el huracán Irma, que azotó Cuba en los primeros días de septiembre. En su cruce por doce provincias, el meteoro cobró la vida de diez personas, afectó 179 534 viviendas; dañó unas 2 900 instalaciones educacionales y de salud, y produjo pérdidas estimadas en 13 185 000 pesos; el mayor impacto causado por este tipo de evento en la historia reciente del país.
Estas pérdidas de activos tendrán que ser amortizadas durante varios años y, aun cuando los recursos adicionalmente invertidos en la recuperación se suman al nuevo valor creado en el último trimestre, las pérdidas corrientes incidirán de forma negativa en la actividad económica del país.
De tal modo, el país logra un incremento del PIB de 1,6% en 2017, apoyado en el crecimiento del turismo —su aporte aumentó a 4,4%, con un incremento el número de visitantes de aproximadamente 16,5%—; de la agricultura —3%, fundamentalmente en viandas y hortalizas, pero con caídas en leche y huevos—; del servicio de transporte y las comunicaciones —igualmente 3%, con notables carencias en las cargas transportadas por ferrocarril—; y del sector de la construcción, que aumentó 2,8%. Por otra parte, el plan de inversiones alcanzó a cumplirse al 90,8% solamente, aunque se observó un incremento en el financiamiento comprometido por la inversión extranjera directa (IED), que se estima acumuló unos 700 millones de dólares este año, con lo que se llegó a los 2 000 millones desde la emisión de la Ley 118 en 2014.
Los sectores reseñados oficialmente como los de mejor desempeño, representan solo 26% del PIB, por lo que el incremento de ramas de los servicios como el comercio, y de otros sociales básicos, debe haber incidido también positivamente en alguna medida para lograr globalmente el 1,6% ya apuntado, pero para ello debe contarse mayor información que la disponible en estos momentos.[2]
Finalmente, en 2017 se registran como elementos negativos para la economía cubana una política de mayor agresividad hacia nuestro país, puesta en práctica por la Administración Trump a partir del 16 de junio, cuyos primeros impactos comienzan ya a apreciarse, que se suman a un bloqueo que ya acumula daños para Cuba superiores a 130 mil millones de dólares.
También se mantuvo un nivel de impago de la deuda de corto plazo, lo que ha provocado crecientes dificultades para el flujo de importaciones del país, aun cuando se cumplen los compromisos de pago de la deuda externa renegociada.
II
Las perspectivas para 2018 suponen alcanzar un crecimiento de 2% en el PIB, manteniendo un fuerte gasto público, lo que representa un déficit fiscal de 11,4%. Los crecimientos sectoriales más significativos deben ser de 12% en las construcciones; 6,7% en el comercio y 4,2% en el turismo, donde se espera recibir unos cinco millones de visitantes. Deben crecer igualmente las exportaciones y las importaciones, y mantenerse un balance comercial positivo mínimo de 54,8 millones de dólares. El plan de inversiones debe elevarse a 10 800 millones de pesos y de ellos se estima la IED en unos 600 millones de dólares. Finalmente, el salario medio se espera crezca 2,2%, mientras que la productividad debe aumentar 2,8%.
2018 se mantendrá como un año de fuertes presiones financieras y —tal y como se anunció— los esfuerzos se concentrarán en las prioridades de las prioridades, tratando de no afectar los servicios básicos de la población.
Foto de portada: FernandoMedina/Cubahora
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