Leyendo los
más recientes textos de varios colegas y revisando propuestas anteriores sobre
el tema de la unificación de las tasas de cambio en Cuba me parece entender dos
cosas:
- La
existencia de un acuerdo amplio acerca de que la unificación de las tasas
debería considerarse como una acción prioritaria de política económica que
tendría que aplicarse cuanto antes.
- La
necesidad -no solamente la conveniencia- de que tal acción fuese precedida
por la creación de una serie de condiciones.
Conviene
anotar que el acuerdo sobre el primer punto no es absoluto pues colegas como
Torras y Ferran no comparten la propuesta de adoptar una tasa única. Esa es,
obviamente, una perspectiva respetable que ambos autores han fundamentado de
manera precisa, aunque otros podamos discrepar.
También
parecen existir diferencias respecto al segundo punto, pues tanto los plazos
como el contenido específico del proceso de creación de condiciones son
abordados de maneras diversas por distintos autores.
Considero
que también existen diferencias -no siempre explícitas- en el modo en que
varios colegas entendemos cómo debería ser el proceso de planificación de la
economía -sobre todo en cuanto a la función de los precios- lo cual incide en
la manera en que se adoptan premisas que son diferentes respecto al proceso de
creación de condiciones y también acerca de cómo debería funcionar en el largo
plazo el nuevo régimen cambiario que se adoptase como parte del proceso de
unificación de las tasas de cambio.
La gran
incógnita continúa siendo la perspectiva oficial detallada sobre el asunto.
Sabemos que se aspira a una unificación de las tasas de cambio, pero eso es
casi todo lo que conocemos. El hecho de que 200 especialistas hayan estado
trabajando en el asunto por encargo oficial, pero que paralelamente se haya
decidido no divulgar el contenido de ese trabajo, pudiera estar relacionado con
una posible noción de que la unificación de las tasas de cambio es el tipo de
acción de política económica que pudiera ser efectiva si esta se anunciase de
manera súbita. No puedo afirmar tajantemente que tal noción exista, pero
tampoco parece existir evidencia para descartarla.
Según el
amplio consenso que entiendo que existe entre los especialistas que, de manera
abierta, se han pronunciado recientemente sobre el tema, deberían crearse
condiciones para poder implementar una unificación de tasas de cambio que
pudiera tener -como balance final- un efecto positivo en la economía, la
sociedad y la política de Cuba. Es decir, que aun asumiendo que algunas
condiciones pudieran tener un grado de simultaneidad con el momento de la
unificación, varias condiciones importantes deberían anteceder a la unificación
cambiaria.
Si lo
anterior es correcto, entonces no parece plausible pensar que la unificación de
las tasas de cambio se produzca en un plazo cercano. La razón es evidente: no
es observable en estos momentos ningún proceso importante para el
establecimiento de las condiciones básicas que harían efectivo el paso a una
unificación cambiaria. Se habla mucho sobre las aspiraciones que se tienen
respecto a una serie de modificaciones en el modelo económico y ciertamente
existen acciones previstas del proceso de reforma (“actualización del modelo”)
que formarían parte de la creación de esas condiciones, pero hasta ahora los
cambios han sido superficiales, en el mejor de los casos.
Ni lo que se
ha hecho hasta el momento en cuanto a la reforma del sistema de planificación
-incluyendo una posible reforma de la empresa estatal, del funcionamiento de
los precios, y de la integración del sector no estatal-, ni lo que se ha hecho
en cuanto a salarios o a la inversión extranjera, pudieran ser considerados
como componentes materializados del proceso de creación de condiciones para que
funcione una tasa unificada con un peso devaluado.
Sobre este
punto reitero lo que he expresado anteriormente en cuanto a que se necesita
hacer una discusión más “fina”. La ausencia de datos dificulta, pero no
imposibilita hacer propuestas que tuviesen mayor precisión relativa, pues no se
trata de alcanzar una precisión absoluta. Esa exactitud no la van a tener en un
tema como este ni aquellos que tengan los datos “buenos”. Se trata de un
proceso demasiado complejo como para poder ser pronosticado con precisión. Hay
que usar enfoques y métodos flexibles de evaluación. Este es un tema sobre el
que conviene intercambiar criterios en algún momento.
El
ordenamiento -secuencialidad y simultaneidad- debe ser expuesto de manera más
concreta. Algunos colegas han presentado ideas muy buenas en ese sentido, pero
mi exhortación es a que avancemos todavía más en ese terreno.
En mi
modesta opinión, probablemente el asunto más importante que debería ser
discutido es el relativo a la manera en que las diversas propuestas de
unificación cambiaria y de devaluación pudieran conectar con el enfoque de
planificación de la economía nacional.
Anteriormente
hemos sostenido discusiones sobre el posible impacto de la tasa de cambio sobre
los precios (el llamado efecto de traspaso) y esa se mantiene como un área de
desacuerdos.
No obstante,
más allá de un posible impacto inicial de una devaluación (o de la ausencia de
impacto) habría que considerar que el régimen cambiario que vaya a establecerse
debe tener correspondencia con el sistema de planificación que opere en el
país. Llamo la atención acerca de que sobre ese particular no se ha dicho
oficialmente ni una palabra, de manera pública.
Generalmente
se asume que el sistema de planificación establece el marco más general en el
que debe funcionar el régimen cambiario, pero sobre esa relación muy poco hemos
debatido.
Parece
considerarse oficialmente que el futuro sistema de planificación centralizado
sería más flexible, una especie de “descentralización dentro de la
centralización”. Siguiendo esa lógica, pudiera ser hasta posible un escenario
donde se abandone el régimen cambiario de tipo fijo que ha predominado por casi
seis décadas en el país, pero esa no es una relación que pueda ser abordada
mediante generalidades. Es una discusión que exige tener en cuenta los aspectos
específicos.
Desde esa
perspectiva, pudiera ser conveniente tratar de identificar, como parte de la
creación de condiciones para la unificación de las tasas de cambio, el sistema
de planificación que habría que utilizar para que la unificación cambiaria
fuese efectiva en el largo plazo.
Un buen
lugar para comenzar la discusión pudiera ser tratar de responder tres
preguntas:
- ¿Debería
continuar teniendo el enfoque de “balances materiales” la importancia que
tiene actualmente en la planificación económica en Cuba?
- ¿Es
compatible con un sistema empresarial estatal eficiente la práctica de
determinar una tasa de acumulación que no tiene una correspondencia
“fuerte” con la tasa de rentabilidad empresarial?
- ¿Puede
ser efectivo un régimen cambiario que opere en un marco de planificación
donde los precios desempeñan principalmente una función pasiva asentada en
la premisa de que es posible mantener metas de largo plazo respecto a
precios que sean bajos y estables en una economía abierta?
Naturalmente,
la estabilidad de precios es muy importante. También lo es concebir el mercado
y el plan sin caer en “fundamentalismos”.
Es el tipo
de respuestas que inevitablemente se asocia a consideraciones teóricas, pero es
probable que ese plano no pueda ofrecer, por sí mismo, las respuestas que se
necesitan. Invitaría, por tanto, a hacer un debate que incorpore cuestiones
prácticas del problema.
Es probable
que la unificación de las tasas de cambio en Cuba continúe presentándose como
una urgencia “rara” mientras no logre avanzarse en aquello que parece ser una
urgencia precursora: ¿qué tipo de sistema de planificación descentralizado
puede ofrecer las condiciones que favorezcan el funcionamiento de una tasa de
cambio única en Cuba en un contexto de devaluación del peso cubano?
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