Economistas y ciudadanía cuestionan la construcción de hoteles en la isla durante los últimos años, sin resolver problemas del sector turístico ni de la economía nacional.
La cifra de turistas que visitaron Cuba en 2022 representó solo el 37,8 por ciento de los recibidos en 2019, indicó el informe de balance anual y de perspectivas para el 2023 del Ministerio del Turismo, presentado ante el Consejo de Ministros.
El documento señala que durante el 2022 se registraron un millón 614087 visitantes extranjeros, cifra 4,5 veces superior a la del año anterior; el plan se cumplió en un 64,6 por ciento y no se lograron los resultados de antes de la pandemia de la covid.
También se reconocen deficiencias como el valor de los ingresos, que alcanzó el 74 por ciento del plan (el 36,2 por ciento de los ingresos obtenidos en 2019), “afectaciones a la calidad, fundamentalmente por la falta de alimentos, bebidas e insumos; deficiente servicio, insuficientes actividades de ocio y entretenimiento en los polos turísticos, falta de mantenimiento en las instalaciones e inestable servicio de internet”.
De igual modo, se citan las “dificultades para el reaprovisionamiento de combustible, tanto a la aviación, como para autos de renta y garantía a los circuitos” y la alta rotación del personal, que incide en la profesionalidad y la calidad en los servicios.
Ante esas dificultades, que se arrastran desde varios años antes de la pandemia, cabría preguntarse si es real la planificación para 2023 del arribo de 3,5 millones de visitantes.
Las cifras incluidas en el documento lucen desfavorables si se compara con las de otros países de la región, donde la cantidad de visitantes foráneos crece exponencialmente. República Dominicana y Cancún, por citar algunos ejemplos, no solo logran superar los valores previos a la pandemia, sino que durante varios meses rompieron récords históricos de arribo de visitantes.
Aclaración necesaria
Pero la pregunta fundamental es cómo se relacionan esas cifras y honestas descripciones de la realidad cubana con la construcción de hoteles de los últimos años, así como con el plan de los que quedan por construir. No se intenta aquí comparar la cantidad de recursos invertidos en la construcción de hoteles con los destinados a obras sociales como escuelas, hospitales, reparación de calles, entre otras. Son dos asuntos bien diferentes.
En Cuba, las escuelas y hospitales –por mencionar algunos ejemplos– no son un negocio, y lo que se dedica a ellos representa un gasto social del presupuesto del Estado, así como la reparación de calles y otras obras correspondientes a infraestructura. En general, muy necesarios para el país, pero que no generan ingresos.
Precisamente, para poder construir y reparar escuelas, hospitales y otras instalaciones sociales se necesita obtener una mayor cantidad de utilidades e impuestos, sobre todo de la esfera productiva y de servicios, para que ese gasto social y en infraestructura sea sustentable.
Y es ahí donde entra la ampliación de la capacidad hotelera como idea concebida para incrementar los ingresos externos por servicios turísticos del país, y que la utilidad del sector pueda ser destinada a obra social y otros.
Entonces, las preguntas a hacerse pudieran ser: ¿Ha sido justificada la construcción de tantos hoteles en los últimos tiempos, desde el punto de vista económico? ¿Cabe esperar un rendimiento adecuado a esas inversiones, que justifique el esfuerzo en esa dirección?
Si los planes de recuperación de las inversiones se cumplen, se probaría que la decisión tomada años atrás habría sido la correcta, incrementando los ingresos futuros de la nación. Si, por el contrario, las inversiones no se recuperan en un tiempo prudencial o dan pérdidas, los recursos invertidos estarían mal utilizados y se demostraría que mejor debieron orientarse hacia otras esferas de la economía.
Pero, de entrada, para responder esas preguntas hay que enfrentar serias dificultades. En teoría, los bienes son del pueblo y este debiera tener mejor control sobre el destino de sus recursos, la eficiencia en su uso, pero la información es bien escasa.
¿Inversiones convenientes?
Por un lado, muchos economistas mencionamos la baja ocupación hotelera en Cuba (por debajo del 20 por ciento), observada en los últimos tiempos, como elemento fundamental que demuestra una lenta recuperación de la inversión y plantea serias dudas sobre la conveniencia de seguir construyendo tantas nuevas instalaciones.
Por el otro lado, los representantes del sector mencionan que los hoteles en el mundo se construyen sin basamento en la demanda actual de visitantes, sino la esperada en un horizonte temporal, sea de cinco o de 10 años. Ello agrega una pregunta: ¿Qué fundamentos se tuvieron en cuenta para prever una demanda de visitantes de tal nivel, que justificasen los hoteles recientemente construidos y en construcción?
Pero para una evaluación más integral, no solo es necesario analizar la ocupación hotelera actual y la esperada. Actualmente se puede obtener información pública de la marcha del sector, como la cantidad de visitantes por año, área geográfica de procedencia, promedio de noches pernoctadas por cada huésped, promedio de gastos diarios de una persona.
Sin embargo, es difícil conocer y evaluar la información financiera del turismo en Cuba, sus resultados económicos como las utilidades por cada inversión y la global del sector (la fuente real de los recursos para el país); el costo por peso de ingreso, en moneda total, pero más importante aún, el costo en MLC por ingreso en MLC; el tiempo de recuperación de cada inversión, planificada y real, además de otros datos financieros.
De enero a diciembre de 2021, las actividades inmobiliarias y de alquiler recibieron inversiones por 20 millones 735 100 CUP, pero en el 2022, estas ascendieron a 23 millones 359 600 CUP.
Tal información permitiría evaluar si en realidad resulta conveniente invertir tantos recursos en el mismo sector; si este es realmente tan eficiente y aportador de divisas netas, como para que se le haya destinado alrededor de un tercio de las inversiones del país. Es decir, el 35,1 por ciento en el año 2021 y el 32 por ciento en 2022.
De enero a diciembre de 2021, las actividades inmobiliarias y de alquiler recibieron inversiones por 20 millones 735100 CUP, pero en el 2022, estas ascendieron a 23 millones 359 600 CUP o 12 veces más recursos que la agricultura, la ganadería y la silvicultura. A estas últimas se les destinó un millón 885100 CUP en 2022, indican datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI).
Comencemos por la cantidad de visitantes esperados. A veces da la impresión de que los planificadores simplemente ven el pasado y sacan progresiones geométricas, sin profundizar en más elementos; como si el pasado fuese garantía de su repetición en el futuro.
Contexto histórico reciente
En los años 90, Cuba partía casi de cero en su participación en el turismo internacional. Era lógico que sus crecimientos en varios años fuesen superiores a la media mundial. Pero hay un gran trecho de ahí a suponer que sería fácil saltar de dos a cinco millones de visitantes, y después, a 10 millones por año. Sin embargo, a representantes del sector se les escuchaban ese tipo de previsiones numéricas, bastante alejadas de la realidad hasta ahora.
La visita a Cuba de Barack Obama, siendo presidente de Estados Unidos, al restablecerse las relaciones diplomáticas entre ambos países, también trajo muchas esperanzas, cuando muchos turistas se alojaron en casas privadas.
Y aunque no es nada negativo que encontraran esos alojamientos (porque no se suspendieron sus vuelos a Cuba por falta de capacidad hotelera ni las inversiones en las casas las tuvo que hacer el Estado), es cierto que las perspectivas de atraer ese mercado potencial estadounidense podría haber influido en la modificación de los planes de inversiones del sector. Sin embargo, ese fue el principal motivo de la decisión tomada entonces.
Tal parece que se tenía una esperanza absoluta de que las elecciones no las ganaría Donald Trump o que el Congreso eliminaría las leyes del bloqueo contra Cuba, para permitir el turismo hacia la nación caribeña y el hospedaje en hoteles de Gaviota, pertenecientes a GAESA (grupo empresarial del Ministerio de las Fuerzas Armadas), elementos muy arriesgados para tomar una decisión económica de tanta importancia.
Constantemente se repite que la existencia de las leyes del bloqueo de Estados Unidos daña la economía del país. De modo paradójico, a veces parece que los propios decisores se olvidan del efecto de esas leyes en los sectores económicos. El turismo no es el único ejemplo.
Algo más difícil de pronosticar sería lo de la covid. Aunque con un impacto mucho menor, movimientos bruscos e inesperados del turismo internacional ya había experimentado el mundo, cuando el derribo de las Torres Gemelas, en Nueva York. Lo que quiere decir que, si la pandemia fue una total sorpresa, no debieran ser tan sorpresivos los pasos a seguir ante sucesos inesperados que golpeasen el turismo internacional.
Ante la brusca caída de los ingresos de Cuba, la falta de liquidez para enfrentar obligaciones, incluso para la compra de alimentos, no se ha explicado debidamente por qué continuaron las construcciones de hoteles, en un momento de tensiones económicas de todo tipo.
¿Contratos de construcción poco previsores, con multas establecidas contra el país si se decidiese parar las construcciones contratadas? ¿Incluso para aquellos hoteles que comenzaron a construirse cuando ya se enfrentaba los efectos de la covid?
Pero, aunque la pandemia no hubiese aparecido, afectando al turismo a nivel mundial y a la isla en particular, la construcción de tantos hoteles en Cuba hace tiempo es cuestionada. Y no solo por la baja ocupación de las instalaciones existentes, sino por los otros problemas que acarrea el sector y que le han hecho perder dinamismo.
O sea, suponer que la disponibilidad hotelera es lo fundamental para lograr una mayor captación de visitantes puede ser una apuesta bien arriesgada.
Comparaciones y apuestas arriesgadas
En marketing, o en temas de evaluación de proyectos de inversión, siempre se plantea como algo esencial el conocimiento de la competencia: quiénes son; qué cuota de mercado pudiera ocupar uno mismo. Existe el término benchmarking, que viene siendo el estudio sobre cómo la competencia hace las cosas, sus procedimientos, estrategias y mejores prácticas, para aprender de los mejores en cada aspecto y procurar ser el mejor.
Si vemos cómo los países de la región desarrollan la actividad turística, y por variadas razones no podemos copiar las mejores prácticas o hacerlo mejor que otros, y aun así desarrollamos un amplio programa de construcción de hoteles, pensando que por sí solos se llenarán, porque todo el mundo está ansioso de conocer nuestras playas y ciudades, eso pudiera catalogarse de temeridad inversionista, si es que no nos esforzamos en buscarle una peor explicación.
Por supuesto, con los vecinos no se puede competir en la captación del principal emisor de turistas hacia la región, los ciudadanos norteamericanos. El bloqueo de Estados Unidos nos lo impide, siendo ese país el principal mercado por cercanía, por el tamaño territorial y la capacidad adquisitiva de los turistas de esa nación. ¿Pero es lo único negativo, en la comparación emprendida?
Debe recordarse cómo, durante los años 90, el turismo internacional que arribaba a República Dominicana y a Cuba estaba más o menos en el mismo nivel. Sin embargo, año tras año se observa cómo el turismo de aquel país crece con mayor intensidad que en la isla. Y cuando se compara la ocupación hotelera, vemos que en República Dominicana se ha llegado hasta 80 por ciento, mientras ese indicador es de solo 15,6 por ciento en Cuba.
No se puede comparar el turismo en Cuba, por ejemplo, con el de Cancún (México), donde existe turismo de sol y playa, lugares históricos de una cultura precolombina, diferentes parques temáticos, además del tamaño relativo entre ambas naciones. ¿Y con los demás países del área?
En su momento, autoridades cubanas optaron por contratar reconocidas cadenas hoteleras internacionales, como Meliá y otros, para que administrasen los principales hoteles del país. Eso traería experiencia al país, know-how, mejor control de los procesos y –sobre todo– la marca comercial de esas cadenas, lo que ayudaría a la hora de promover y captar el turismo externo.
Las cadenas internacionales no suelen ser dueñas de los hoteles, ni siquiera codueñas de los construidos bajo propiedad de empresas mixtas. Sin embargo, lo hoteles administrados por cadenas extranjeras, año tras año, enfrentan los mismos problemas del resto administrado totalmente por Cuba.
Administradores ante dificultades harto conocidas
Todos enfrentan los problemas –mencionados y conocidos– de suministro de alimentos y bebidas, falta de reparaciones, estado de las instalaciones y sus muebles, rotación de personal, entre otros. ¿Para qué, entonces, se contratan empresas extranjeras, si su administración no va a resolver esos problemas?
Es cierto que su marca ayuda a promover y comercializar el destino Cuba, pero a esas cadenas hay que pagarles después importantes cantidades de dinero, en comisiones fijas por administración, y en porcentajes sobre la utilidad del negocio.
Si la comercialización es deficiente y los hoteles no tienen suficientes utilidades, las cadenas puede que no ganen mucho en los porcentajes variables, pero siempre cobrarán una comisión fija por su gestión, profundizando las pérdidas, o la baja rentabilidad, de los dueños de los hoteles.
La explicación hay que buscarla, una vez más, en el funcionamiento de las empresas en Cuba, en las trabas que enfrentan. No debe importar si los hoteles pertenecen a algún grupo cien por ciento de capital cubano o a una empresa mixta, o si son administrados por cadenas hoteleras internacionales.
Si un determinado hotel es propiedad cien por ciento de Cuba, ese administrador extranjero no cuenta con derecho de importación para el hotel. Debe adquirir los alimentos, bebidas, insumos, y otros productos a través de alguna empresa estatal importadora. Como esta intermediaria puede acumular deudas vencidas y tener otros problemas de gestión, pues se paraliza y entorpece la compra de las mercancías necesarias para el funcionamiento de los hoteles.
Si el país accedió a que un hotel tuviese administración extranjera, cediendo parte de sus ingresos, lo lógico es que ese administrador lo sea de verdad. No solo debería administrar procesos, sino también las finanzas del hotel, la logística de compras, entre otras responsabilidades.
¿Cómo se le puede exigir unos resultados a un administrador si no se le brindan todas las herramientas para una adecuada, total y exitosa administración? Los administradores extranjeros siempre podrán decir que los problemas no son de ellos, algo cierto en gran parte, y nunca se podrá salir del círculo vicioso, ni delimitar qué otros problemas pudiesen estar detrás de los desfavorables resultados.
El problema de las divisas
En un hotel propiedad de alguna empresa mixta sí existe la posibilidad de obtener licencia de importación, tener cuentas bancarias independientes y pagar directamente las obligaciones contraídas, sin intermediarios.
Aquí aparece el segundo obstáculo a vencer: las empresas no cuentan con saldos en divisas, sino con capacidades de liquidez externa, como sustituta de las divisas reales. Incluso con esas capacidades suficientes, los pagos hacia el exterior no se efectúan correctamente por la banca cubana, por falta de recursos.
Los efectos de la pandemia, de la guerra en Europa, así como del recrudecimiento del bloqueo han profundizado este problema, extendido demasiado en el tiempo, y no podrá eliminarse mientras no se entienda que los recursos de terceros, sea de empresas (mixtas, estatales o mipymes) o de personas, no pueden tomarse a la ligera.
Y si algunos entienden que es imprescindible continuar con esta práctica, pues también deben entender que entra en contradicción absoluta con los planes de expansión de la capacidad hotelera del país, porque construir hoteles y luego no tener la capacidad de abastecerlos de alimentos, bebidas, insumos (toallas, cloro para las piscinas y otros) equivale a condenarlos al fracaso.
Lo mismo sucede con el arreglo de roturas, renovaciones de mobiliarios, inversiones pequeñas, sin mencionar las reparaciones capitales. El administrador, muchas veces de reconocidas cadenas internacionales, no tiene potestad para decidir sobre estos asuntos, dentro del marco de recursos aprobados cada año, porque el país decide detener las inversiones de forma general.
Por tanto, es muy difícil que los hoteles en Cuba puedan competir con los situados en otros países de la región, por muy buenas playas que se tenga, seguridad en las calles y población afectuosa y capacitada.
Si se habla de ingresos netos y recuperación de inversiones, conviene recordar al economista español Carlos Solchaga. En las conclusiones de su visita a Cuba, en 1993, comentó: “Si bien es cierto que existe un auténtico potencial exportador en el sector turístico, no debería sobrevalorarse la capacidad de generación neta de divisas de esta actividad, a la vista del alto contenido de importaciones a la que le fuerza la ineficiencia generalizada del resto de la economía”.
Como era de esperar en Cuba, los administradores tampoco pueden decidir sobre el pago de la empleomanía. Esto influye en la rotación de los trabajadores de las instalaciones hoteleras y en la calidad del servicio, en su más amplio sentido, porque si esos trabajadores sustraen productos del hotel, para de alguna forma mejorar su nivel de vida y la de sus familiares, se afecta la calidad.
Los productos, que ya de por sí no siempre adquieren a tiempo las empresas importadoras y desaparecen después de adquiridos, en algunos casos, son sustituidos por otros de inferior calidad, para pasarles a los turistas “gato por liebre”.
A veces, uno se pregunta si esos administradores extranjeros son tan despistados, que no se dan cuenta de lo que sucede en sus instalaciones o se hacen de la vista gorda, para no desincentivar aún más a su fuerza laboral, aun a costa de que los turistas se den cuenta del engaño y de la escasez y merme la valoración de la marca comercial extranjera con la cual se comercializa la instalación, algo que afecta su prestigio internacional.
Si se habla de suministros a los hoteles, tampoco se pueden olvidar los efectos de la unificación monetaria y la compra de frutas, vegetales y otros productos locales a los productores nacionales. Para el sector del turismo ya hubo que sustituir el tipo de cambio oficial de 1 USD igual a 24 CUP, porque lo que se ofertaba era absorbido rápidamente por visitantes, que encontraba más baratos los productos y servicios en los hoteles que lo que ofertaba el sector privado, y así entonces se le aprobó trabajar con el tipo de cambio de 120 por 1 USD.
Sin embargo, un productor recibe una cantidad en CUP y el hotel valora el producto a 1 USD por 120 CUP. Después, si necesita adquirir insumos al tipo de cambio del mercado extraoficial, el productor puede no estar interesado en la venta al hotel. Por el contrario, si el productor fijase su precio considerando el tipo de cambio del mercado no oficial, probablemente al hotel el producto nacional le saliese más caro que el importado.
Experiencias de turistas
Muchas veces, los turistas comienzan a enfrentar problemas desde que arriban a Cuba por una terminal aeroportuaria. Se ha hecho una encomiable labor para que los tiempos de espera en inmigración se acorten y las maletas comiencen a circular pronto por las esteras de entrega, así como para agilizar los trámites aduanales.
El impacto negativo de la realidad económica que vive el país se escapa de las manos de las entidades turísticas, pero atenta contra los planes de incrementar el turismo hacia Cuba.
Pero, por las razones conocidas, en muchas ocasiones los aeropuertos presentan problemas de aire acondicionado, baños sin funcionar o en condiciones desastrosas, escaleras eléctricas y esteras rotas, maletas que demoran en ser entregadas o las de un mismo vuelo se despachan por esteras diferentes, creando confusión. A ello se suma la alimentación escasa en las instalaciones aeroportuarias y tiendas duty free desabastecidas.
No se afirma que no funcione nada, sino se recalca que lo anterior comienza a ser comparado por los turistas, no solo contra los aeropuertos de sus países, sino con los de otros países de la región que compiten con Cuba en la captación de visitantes.
Si después, esos turistas van hacia un polo de playa y no salen del hotel, ya se conoce los problemas que enfrentarán. Pero gran parte de los nuevos hoteles están en las ciudades, donde los turistas necesitan moverse.
Los problemas con la renta de autos son múltiples y no solo tienen que ver con la escasez de combustible, sin hablar del transporte público, casi inexistente. La carencia de combustible no solo afecta a los carros en alquiler, sino también el cumplimiento de horarios y responsabilidades de las actividades extrahoteleras, como también a la transportación de los suministros hacia los hoteles.
Los turistas también necesitarán comprar. Por ejemplo, agua, para poder enfrentar los intensos calores y caminar por las calles. O adquirir comida, si se alojan en casas particulares. Aquí repercuten la escasa producción nacional, sea de empresas estatales o mixtas, así como del funcionamiento de las tiendas en MLC.
El impacto negativo de la realidad económica que vive el país se escapa de las manos de las entidades turísticas, pero atenta contra los planes de incrementar el turismo hacia Cuba.
Por otra parte, es de imaginar que no todos los turistas se contentan con playas y visitas a lugares de interés. La red extrahotelera resulta muy importante para competir con la región. Y no solo se habla de restaurantes y cafeterías, cabarets y centros nocturnos, museos y paisajes.
Hace años se mencionan planes de construcción de campos de golf y parques acuáticos. Todo ha quedado en planes y promesas. Muchos países de la región no solo han desarrollado esas instalaciones, sino también parques temáticos de variada índole.
Análisis e interrogantes de economistas
Si la ocupación hotelera es baja, por ende, demora la recuperación de la inversión, a la larga no tan rentable y eficiente en el uso de los recursos. Cabe también preguntarse: ¿Cómo se paga la construcción de esos hoteles? ¿Quién(es) asume(n) el riesgo de la inversión?
Cuando gran parte de los hoteles se construían por empresas mixtas, con un socio cubano de alguna cadena hotelera del Ministerio del Turismo, donde Cuba aportaba mayormente terreno, mientras el socio extranjero aportaba el capital, podría haber relativamente menos preocupaciones sobre el retorno de la inversión, habida cuenta que los recursos líquidos no eran invertidos por la parte cubana.
Pero, en los últimos tiempos, la mayor parte de los hoteles han sido construidos para Gaviota, sin la aparente participación extranjera en el capital de la empresa dueña del hotel.
Es cierto que, si no existe socio extranjero, no hay que compartir utilidades; como también que el GAE encontró una empresa constructora extranjera, con gran experiencia y prerrogativas no dadas antes a otras (incluso hasta de contratación de mano de obra extranjera), que ha erigido varios hoteles, con una rapidez casi desconocida en nuestros lares y con calidad contrastada.
Se dice que también con menores costos de construcción, aunque eso habría que comprobarlo, habida cuenta que esa empresa extranjera se apoya en constructora militar, lo que permite pagar en moneda nacional gran parte de los gastos.
Sin embargo, una empresa mixta de la construcción o temporal, para construir hoteles del resto de las cadenas del Ministerio del Turismo, tendría que pagarlo todo en divisas. Presumiblemente, lo segundo saldría más caro, pero los métodos de comparación serían muy diferentes o muy difíciles de contrastar.
Pero como mismo no hay que compartir utilidades, se enfrenta el riesgo de la inversión, si no resulta muy eficiente. Además, se necesita extraer recursos de otras actividades económicas, en momentos difíciles para la economía del país.
Los economistas nos preguntamos: ¿Se habrán obtenido préstamos externos para la construcción de estos hoteles, sin poder declarar abiertamente de quién, para que el bloqueo de Estados Unidos no entorpeciera esta captación de pasivos?
O, ¿realmente son hoteles de propiedad mixta, pero por la misma razón no se declara quiénes son los socios extranjeros? ¿Se construyen por el momento solo con fondos de Cuba para abaratar los costos constructivos, pero con la idea de vender una participación del capital del hotel a algún socio extranjero, con una importante plusvalía ulterior?
Preguntas sin respuestas, en momentos cuando gran parte de la ciudadanía se cuestiona estas inversiones, en medio de la agravada crisis de la economía nacional.
Muchos hoteles se encuentran cerrados o con varias zonas desactivadas, no siempre por falta de demanda de clientes, sino por roturas, baja disponibilidad de habitaciones, necesidad de mejoras. Sin embargo, se prefiere construir nuevos en lugar de reparar los existentes.
La decisión de no reparar puede ser correcta en algunos casos, dado el estado de deterioro de alguna que otra instalación o por su concepción antigua. ¿Pero siempre ha sido esta la causa? Como los bienes son del pueblo, bien valdría la pena informarle por qué determinadas instalaciones se dejan destruir, sin repararlas, y se invierten recursos en nuevos hoteles.
Con los problemas actuales, propios del sector del turismo y también los globales de la economía, ¿podemos confiar en que han sido acertados los planes de construcción de tantos hoteles? ¿No estamos, una vez más, ante inversiones destinadas a dar un salto en la economía, pero que en realidad resultan ruinosas para el país? (2023)
Muy esclarecedor el artículo de Everleny, el más completo q he leído sobre el tema y el mejor de todos los que he leído de este economista, uno de los tantos ignorados por el gobierno en su soberbia prepotencia.
ResponderEliminarEste material despeja algunas cuestiones q para mí eran desconocidas, y me hace entender que el sector del turismo, al igual que el resto de la economía, padece de males crónicos en su modelo de gestión, algo inconcebible, tratándose de un sector al que se le han dedicado tantos recursos financieros en detrimento de otros no menos importantes. Leyendo artículos como estos, a veces me da la impresión de que la dejadez y el desinterés gubernamental son del todo intencionales, de otra manera no se entiende la inacción ante tantos problemas con soluciones tan obvias. En fin, el mar.