Publicado:
28/4/2018
por
Lisandra Fariñas
(Especial
para Temas)
¿Qué es la
corrupción?, ¿cuáles son las causas que la provocan?, ¿resulta una expresión de
la llamada “crisis de valores”? A desentrañar este asunto convocó Temas en su
espacio Último Jueves y para ello contó con la presencia en el panel de Narciso
Cobo Roura, profesor de Derecho de la Universidad de La Habana, presidente
emérito de la Asociación de Derecho Econónomico y vicepresidente de la Corte
Cubana Comercial Internacional; Lázaro Barredo, periodista; y Oscar Luis Hung
Pentón, economista, diputado a la Asamblea Nacional y presidente de la
Asocaición Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC).
Rafael
Hernández, director de la revista y moderador del panel primeramente invitó a
los panelistas a esclarecer el tema: ¿acaso todo lo que se califica comúnmente
como corrupción realmente lo es?, ¿cómo se define?
El profesor
Cobo empezó por precisar qué no es corrupción, pues se trata de un fenómeno
sobredimensionado. Como ejemplo citó el hecho de que un empleado de un
establecimiento cualquiera se resista a dar el vuelto o el chofer de una guagua
se quede con la recaudación, o lo que sucede con el extravío de bultos
postales. En todos esos casos se cometen faltas, delitos, pero no corrupción.
No toda apropiación ilegal es una conducta corrupta y corruptora, señalaba. Y
explicó que el elemento diferenciador es la presencia de una autoridad.
Precisó que
cuando se paga para que el servidor sirva, para que haga lo que está obligado a
hacer por su cargo, estamos en presencia de la corrupción. Cuando se habla de
autoridad, pensamos en los empleados públicos, funcionarios, directivos; pero
el fenómeno no es exclusivo de lo público, alertaba, eso es algo que hay que
tener en cuenta y más en la transformación del escenario socioeconómico
nacional.
Para Lázaro
Barredo la corrupción es una serpiente de siete cabezas, de innumerables
causas, y que en nuestro país es recurrente, pero a pesar de ello no se han
tomado las medidas legales y económicas necesarias para ponerle coto. La
corrupción tiene que ver con el lujo y la ostentación, se manifiesta mediante
corruptores y corruptos, porque no solo ocupa a quienes manejan recursos, sino
muchas veces el que propicia la corrupción es quien demanda el servicio. En ese
sentido, apuntó al sistema de trámites que existe en el país como una
vulnerabilidad.
Barredo
catalogó a la corrupción como multifacética, con múltiples aristas y no solo se
presenta por la vía institucional. Consideró que no se han creado los mecanismo
suficientes para atajar las causas del problema y puso como ejemplo la
existencia de nuevas formas de propiedad y de gestión en el área de los
servicios, sin que exista un mercado mayorista, mientras refirió que el mercado
negro es una expresión de los resquicios que han dado la posibilidad de que
exista la corrupción y no se han podido eliminar.
La corrupción
es un flagelo que afecta la sociedad y lacera la buena gestión pública del
país, señalaba en su intervención Oscar Hung. Es una cuestión cultural que se
acrecienta en circunstancias de crisis económicas, pero no es causada por el
bloqueo, aclaró, pues lamentablemente este hecho sirve de parapeto a quienes
actúan de mala fe.
Adentrándose
en el tema, observó los factores morales, económicos y hasta de compromiso
político que intervienen en el asunto, y reflexionó sobre el impacto del
contexto económico nacional y del escenario internacional, como aspectos que
pueden propiciar estos hechos. Entre estos mencionó la falta de control por
parte de todos a quienes les compete, incluidos los colectivos laborales y las
organizaciones políticas. Llamó la atención sobre aristas del fenómeno
relacionadas con la seguridad nacional, poniendo como ejemplo la manera en que
se ha manipulado con marcados fines políticos en todo el continente, para
desestabilizar o derrocar a los gobiernos de izquierda y progresistas.
El
moderador volvió con una carga de preguntas al panel. ¿Es el nepotismo una
forma de corrupción? ¿El abuso de poder, el tráfico de influencias, aceptar
favores, recibir beneficios directos o indirectos derivados de una posición de
autoridad? ¿Hacer uso de los recursos de propiedad social para beneficio
personal, aunque no exista apropiación o traspaso de dinero? ¿Si se afirma que
ha tenido continuidad desde hace décadas, ha respondido a las mismas causas? ¿Podría
caracterizarse una cierta cultura de la corrupción, que la convierte en un
hecho cotidiano y aceptado, en determinados espacios? ¿Cuáles son sus
principales causas?
Cobo Roura
insistió en que debe entenderse como un fenómeno multicausal. Aclaró que el
nepotismo, aun cuando tenga su fisonomía propia, cae dentro de lo que se
considera corrupción. Añadió que no se puede hablar solo de dádivas o
beneficios en el sentido estrictamente material, sino otros medios de
compensación, como, por ejemplo, los favores sexuales.
Llamó la
atención sobre el hecho de que, en el caso cubano, se insiste en la crisis
económica y la escasez que la ha acompañado como causa. Pero no se toma en
cuenta lo sistémico de la escasez a lo largo de muchos años, y sin embargo, la
expresión de la corrupción no ha sido la misma en todos esos períodos, por lo
que no son fenómenos concomitantes.
El profesor
reflexionó sobre los mecanismos reguladores, entre los cuales se encuentran los
de distribución. La corrupción puede advertirnos sobre la disfuncionalidad de
estos mecanismos reguladores, observó. Cuando una norma es ineficaz
inmediatamente aparecen hechos que lo revelan, y debemos preguntarnos por qué.
Cuando existen servicios que no se realizan, y a pesar de eso se obliga a un
pago por ello, incurriendo en un hecho de corrupción, se debe buscar
primeramente en los mecanismos reguladores establecidos para encontrar la
falla.
Asimismo,
Cobo Roura se detuvo en la forma en que se toman las decisiones. No se trata de
quién decide, sino cómo lo hace. En una economía como la cubana, con altos
niveles de centralización, se genera una cultura de no autonomía, no
autodeterminación y poca competencia administrativa. Los cambios en esta
cultura no se dan fácilmente, se requiere un aprendizaje y que las normas sean
claras y efectivamente conduzcan a una conducta diferente, mucho más en el
entorno cambiante de nuestra economía y sociedad, donde cada vez hay más
actores y los riesgos de tráfico de influencias y otros tipos de corrupción
están latentes en todos los espacios.
A la hora
de la toma de decisiones —consideraba el experto—, la autoridad puede decidir
de manera reglada o discrecional. La reglada es aquella que solo aplica los
requisitos establecidos, normados, sin que intervenga la discrecionalidad
administrativa. Cuando, por el contrario, se impone la subjetividad en la toma
de la decisión, estamos frente a un factor mayor de riesgo. Esa pregunta
debería estar presente en los aspectos cotidianos de la vida de cada uno, y en
otros asuntos de mayor envergadura: ¿son decisiones regladas o de carácter
discrecional?
Como
ejemplos, puso las múltiples autorizaciones que deben darse a diario; o las
decisiones sobre quién accede a un puesto laboral determinado, mejor
remunerado, con mejores condiciones que otro. Esas deberían ser decisiones
regladas, enfatizó, donde solo se tuvieran en cuenta las cualidades para
desempeñar la función, y no una donde mediara la subjetividad de quien decide,
porque la subjetividad es caldo de cultivo para la corrupción.
El país
tiene muchas leyes y mucha dispersión, comentó por su parte Lázaro Barredo, por
lo que debería haber una ley anticorrupción que junte todas las disposiciones
sobre el tema. Puso algunos ejemplos de casos en años anteriores, especialmente
uno publicado por la prensa nacional, en el que se desenmascaraba una red de
directivos municipales de todo el país, y hasta a una empresa completa en la
capital cubana, que malversaron más de nueve millones de pesos —la heladería
Ward, en 1978. De esa experiencia se desprenden algunas de las causas que dan
origen a la corrupción: el descontrol o la superficialidad en los controles, la
vulnerabilidad en el personal que debe dedicarse a esas labores, en particular,
los inspectores, fácilmente corruptibles; la falta del control popular y, al
mismo tiempo, la insuficiente autoridad de los gobiernos locales.
Barredo
refirió que es preciso que los funcionarios públicos, desde el más simple hasta
el más encumbrado, hagan declaración jurada de sus ingresos, porque es común
ver a alguien que supuestamente vive de un salario y cuyos niveles de vida
están por encima.
Otro punto
neurálgico para el periodista es la transparencia en la información y la
necesidad de que haya un flujo permanente de sobre el tema, a fin de que las
personas que denuncian los problemas se vena menos expuestas y sean víctimas de
represalias.
La batalla
contra la corrupción, insistió Barredo, no la gana el Estado, el Partido, la
Fiscalía o la policía, si no se convierte en una lucha de toda la sociedad.
Acerca de
la percepción del riesgo reflexionó Oscar Hung. Comentó que, así como en 2017
la mayoría de la gente no tenía percepción sobre la situación crítica existente
con la sequía, también falta percepción del riesgo sobre la corrupción, que es
multicausal y que tiene que recibir una atención multifactorial, señalaba. Por
otro lado, cuando no se utilizan adecuadamente y con todo rigor los mecanismos
de control, hay falta de prevención y no se involucra a todo el que tiene que
ser partícipe, lo único que alcanza a hacerse es una autopsia del fenómeno.
Apuntó la
gran vulnerabilidad que representa la falta de una contabilidad segura, fiable,
transparente, que sirva para la toma de decisiones. En ello inciden los bajos
salarios del sector público, la desprofesionalización; así como la pasividad,
la inacción, que conducen a una muy peligrosa sensación de impunidad.
Con algunos
de estos puntos coincidió la encuesta lanzada por Temas a través de las redes
sociales y entre el público presente en el debate. Esta reveló como principales
causas de corrupción, según los que la respondieron, los bajos salarios, el
descontrol administrativo y la pérdida de valores; y en menor medida el poder
arbitrario de la burocracia y la falta de transparencia informativa.
Para el
debate pidieron la palabra diez asistentes sentados en el público. La primera
fue una profesora universitaria que llamó la atención sobre la indefensión de
la ciudadanía frente a estos hechos. Mencionó a Vivienda y Planificación Física
como dos organismos que ponen a las personas, cotidianamente, ante actos de
corrupción y muchas veces no hay manera de defenderse contra ellos, pues
involucran a funcionarios a todos los niveles. Sobre la base de su indagación
personal, señaló que los mecanismos de atención a la población tampoco
solucionan el problema, pues en lugar de viabilizar las quejas de la población
se convierten en un muro que protege a quienes trabajan mal o actúan de forma
corrupta.
Con ese
criterio coincidieron otros participantes, quienes además señalaron que en
ocasiones las quejas o denuncias terminan en el mismo lugar que las originó y
por tanto no hay una respuesta, mucho menos una solución.
Una
profesora de Ética insistió en que, cuando la responsabilidad se diluye, nadie
es culpable y por tanto se sienten libres para actuar sin consecuencias.
Sobre ese
aspecto, un joven asistente se refirió a la interiorización de una cultura de
la corrupción y la impunidad. Si crecemos en un ambiente de violaciones, como
la del bodeguero que roba y no sucede nada, esa falta de moral hace que cada
vez nos parezca más común y menos censurable la actuación de estas personas,
por lo que el robo deja de llamarse robo y pasa a ser “la lucha”, y la
corrupción deja de tener ese matiz para asumirse como algo normal, lo cual es
muy peligroso.
Otro
asistente concordaba e iba mucho más lejos, al hablar de paradigmas culturales
que se van sembrando, como cuando se entroniza como imagen del éxito al
individuo que lucra a través de la corrupción, un factor que perpetúa el
fenómeno, unido a un ambiente que lo propicia.
La ineficiencia
del sistema para manejar las empresas públicas, las fallas del modelo
económico, la existencia de algunas leyes que muchas veces, por lo absurdas,
parecen diseñadas para ser burladas y la pérdida de valores, fueron anotadas
también como causas del auge de la corrupción en los días que corren; así como
la falta de transparencia en la comunicación de hechos de cara al gran público,
además del poco empoderamiento de la ciudadanía para enfrentarlo.
Quien
enfrenta al corrupto sufre represalias y como los mecanismos no están a favor
de la persona y a distintos niveles hay comprometimiento de las figuras que
deben responder y proteger al ciudadano, pues se ignora a quien reclama,
alertaba un asiduo asistente a los debates de Último Jueves.
En la ronda
final del panel, Lázaro Barredo resumía que enfrentar este flagelo precisa de
modificaciones al Código Penal vigente, pero también conlleva una mayor
protección a los derechos de la ciudadanía, hoy en estado de vulnerabilidad en
muchos sentidos. Insistió en la profundización de la institucionalidad y en el
fortalecimiento de la autoridad de los gobiernos locales para que puedan
ejercer un verdadero control sobre los bienes de todos. En ese sentido, también
refirió que la Asamblea Nacional tiene que ejercer aún más control y más
fiscalización en todo el país, procesos en los cuales la prensa no puede estar
ajena.
La sociedad
cubana y el mundo alrededor han cambiado mucho, y se requieren nuevas
concepciones sobre el control social, no solo sobre la corrupción, pues las
existentes corresponden a momentos anteriores, ya sobrepasados, comentó el
moderador Rafael Hernández, mientras agradecía a los más de cien asistentes al
debate, a pesar de la lluvia de este último jueves de abril.
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