La redistribución de la riqueza es un presupuesto bastante razonable para una gran mayoría de personas, aunque si se piensa bien, antes de que se redistribuya nada hay que producirlo. La redistribución de la riqueza nos remite, más que a un dilema económico, a un problema moral y de sistema. Por eso vamos a examinarlo con detalle en las líneas que siguen a continuación, para terminar lanzando una serie de preguntas a cuyas respuestas estáis todos, por supuesto, invitados.
No es la redistribución, es la producción
Supongamos que una persona contribuye a la producción con una jornada de trabajo diaria de 12 horas. Parece evidente que a la hora de realizar la redistribución de la riqueza, a esta persona le debería corresponder 3 veces más riqueza que a otra persona que solo contribuye a la producción con una jornada de trabajo de 4 horas.
El salario como forma de participación en la riqueza
Aquellas personas que no pueden trabajar porque o bien no encuentran empleo o bien les es negado, no tienen posibilidad alguna de participar en la distribución de la riqueza desde la producción. De la misma manera, aquellas personas que realizan horas extraordinarias más allá de su jornada completa tienen la posibilidad de participar en mayor grado en la riqueza producida de manera global -siempre y cuando las cobren, por supuesto-.
Esto en cuanto a la redistribución de la riqueza por la parte de los salarios y considerando que una hora de trabajo de un panadero tiene un valor económico equivalente a la hora de trabajo de un comercial, un mecánico o un dentista.
Los beneficios como forma de participación en la riqueza
Pero nos falta la otra parte de la ecuación, esto es, los beneficios. Porque la riqueza se cuantifica mediante la suma del valor de los salarios y de los beneficios. Y la hora de trabajo de un directivo o del propietario de una empresa adopta la forma de “beneficio” y no de “salario”.
Si nos acordamos, anteriormente hemos asumido que la hora de trabajo de un panadero es equivalente a la de un dentista. Para mantener la coherencia deberíamos asumir también que el valor económico de la hora de trabajo de un empresario es igualmente equivalente.
Pero si no lo hacemos, porque parece bastante probable que mucha gente, paradójicamente, no estaría dispuesta a aceptarlo, entonces tampoco debería aceptarse como válida la hipótesis de que el valor del trabajo de un panadero es equivalente al de un dentista.
Hipótesis sobre la desigualdad de riqueza
Supongamos pues que la diferencia en la participación en la riqueza no proviene tanto de la diferencia de dedicación horaria sino de la diferencia de calidad de idénticas dedicaciones horarias.
Y entonces, en un sistema económico conformado, por ejemplo, por 10 empresarios y 1.000 trabajadores, en el que el 50% de la riqueza producida fuera a parar a los empresarios en forma de beneficios, y el otro 50% terminara en forma de salarios, 10 empresarios tendrían la misma riqueza que 1.000 asalariados. Lo que en términos estadísticos significaría que una sola persona poseería la misma riqueza que otras 100.
Conclusiones
Siguiendo la línea de las últimas hipótesis asumidas, la distribución de inicio de la riqueza contiene niveles de desigualdad que implican mecanismos posteriores de corrección, de difícil resolución. Por lo tanto,
¿Se acepta que existan determinados niveles de desigualdad de riqueza por cuestiones de innatismo, la mayor o la menor capacidad innata de unas personas y otras?
¿Se acepta que se perpetúe la desigualdad de riqueza transferida por herencia familiar?
¿Se acepta que haya sido superada ya la discriminación por sexo, raza, edad…?
¿Se acepta que la redistribución de la riqueza es necesaria, es decir, inevitable?
¿Se acepta que individualmente se pueda trabajar más para participar en mayor proporción en la riqueza, mientras haya otras personas que quieren pero no pueden trabajar?
¿Se acepta que quien tenga menor capacidad productiva reclame ser valorado con equivalencia a quien tiene mayor capacidad?
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