“De plagiarios no está tierra alguna exenta”
José Martí
En contexto
A partir de hechos ocurridos y reportados en
medio de la pandemia COVID-19, considere necesario y oportuno hacer público el Capítulo
V del libro inédito La especulación a bordo…, de mi autoría, y el cual reflejo
a continuación.
Quienes mueven los soterrados tentáculos del
mercado negro no quie
ren “perder prenda”-dinero- por ninguna razón, y han
emprendido una “jugada”, “movida”, en extremo peligrosa, pues puede traer
consecuencias imprevisibles en el ámbito higiénico-sanitario, y especialmente
para la salud humana.
Esto último, lo comprobé una tarde de asueto,
mientras departía con mi familia, durante un evento cultural internacional,
efectuado en la Fortaleza de la Cabaña, al este de la capital. Allí tuve acceso
a una historia inusitada sobre el plagio en la sombra. En plena faena, un
hombre, relativamente joven, se dedicaba a recoger potes plásticos, dejados al
azar por los muchos consumidores de helado de la marca Nestlé, y el mismo me
contó que el destino de esos envases era para gente que tenía su “negocio” en
esa actividad, y de la adquisición de estos dependía cómo “se moviera la cosa”,
pues a ello estaba sujeta la demanda que le hicieran los emprendedores
subterráneos.
Desde el Periodo Especial, cuando los cigarros
“tupamaros” se fabricaban clandestinamente y eran introducidos en la red
comercial –gastronómica, el plagio de mercancías y productos había tomado una
mayor connotación, indiscutiblemente.
En el último lustro de los años 90, “un alto
por ciento de los productos vendidos en las calles y algunos lugares de libre
mercado en la Ciudad de La Habana, son adulterados por individuos
inescrupulosos que buscan ganancias a costa de la salud de sus clientes “ 1 , según reseñó un periódico nacional
al abordar el tema.
De acuerdo a la publicación, exámenes
periciales aplicados por especialistas de Salud Pública a casi mil 500
mercancías adulteradas, tras ser decomisadas por la Policía Nacional
Revolucionaria, demostró que frascos de champú, desodorante, pasta dental y
otros productos de aseo personal, contenían un elevado grado de sustancias
extrañas.
En octubre de 2014, nuevamente, un medio
nacional de prensa escrita, al abordar el tema de la producción agrícola,
advierte a los lectores sobre el plagio: “Y a propósito del puré y la pasta de
tomate. Revise cuando lo recibe. Asegúrese de su originalidad. Las
adulteraciones están muy sofisticadas. Hasta con latas presurizadas lo estafan.
En vez de tomate en puré o pasta, le pueden estar timando con argomasa de
calabaza, colorantes, sal, “cuadritos” saborizantes, y aspirinas como “ácido
cítrico” para conservar”. 2
Ese maldito viajero persiste en seguir a bordo
de la nave de la actualización económico-social cubana, pero quiere hacerlo en
primera clase, sin reparar en los nocivos efectos que tan negativa práctica
tiene sobre las finanzas públicas y la salud ciudadana, así como en el bolsillo
de las personas naturales.
A ciencia cierta, nadie se atrevería a dar un
dato más o menos exacto acerca de los plagios y adulteraciones que se producen,
actualmente, hacia el interior de la Isla, con un perjuicio indiscutible en la
calidad de vida de los individuos y en la credibilidad de las instituciones
públicas, privadas y aquellas sujetas a otros modelos de gestión emergentes.
Pero el asunto va más allá de un simple
‘’bautizo’’, pues en julio de 2013, el trago mortal llegó de manos de la
especulación, ya que en el Consejo Popular Balcón Raimo, del municipio
capitalino de La Lisa, se produjo una intoxicación por ingestión de alcohol
metílico o metanol, que costó la vida a 11 personas y más de 80 presentaron
diversas afectaciones, incluso, algunas evaluadas de graves.
Individuos de esos que, eufemísticamente, han
sido catalogados, durante años, como personas inescrupulosas, sustrajeron dicho alcohol del Instituto de
Farmacia y Alimento, con ánimo de lucro, y lo ofertaron a una ciudadana, como
parte de esa enmarañada y extendida cadena que es el mercado negro, y que en nuestras condiciones
le están pasando hace varias décadas una factura indeseada a la nación en
varios órdenes.
Cervezas- embotelladas o no-, que no responden
a las marcas y los parámetros de calidad establecidos por estas; perfumes, que
no hay que ser un buen catador, para percatarse de que no son auténticos, y un
largo etcétera, se inscriben dentro de la amplia gama de productos plagiados,
que se fabrican y circulan en los circuitos propios del mercado negro.
En la ‘’viña del Señor’’- digo en el feudo de
los plagiarios- hay de todo como en botica. Ya es tal la llamada ‘’dudosa
procedencia’’ de productos y mercancías, que no pocos consumidores se abstienen
de adquirirlos, lo cual resulta inquietante.
No es siquiera un asunto cubano, el mismo tiene
una larga data, pues se remonta a situaciones existentes en los negocios
después de 1880. Todo lo que los consumidores vestían, comían, bebían o
disfrutaban, estaba sujeto a cierto grado de falsificación. En su mayor parte,
esta falsificación perjudicaba solamente al bolsillo de los consumidores, pero
cuando se trataba de alimentos o medicamentos constituía una amenaza a la salud
y la vida del consumidor.
En las últimas dos décadas del siglo
diecinueve, las falsificaciones llegaban hasta tal grado en los Estados Unidos,
que algunos hechos deplorables respecto a la fabricación de alimentos,
generaron un sentimiento público irresistible que forzó al Congreso, en 1906, a
sancionar dos leyes, teniendo ambas por objeto proteger a los consumidores.
Estas fueron conocidas por la ‘’Ley de Alimentos y Medicamentos Puros’’ y la
‘’Ley Federal de Inspección de Carnes’’.
La primera ley nombrada, prohibía la entrada al
comercio entre los Estados de todo artículo alimenticio o medicamento mal
rotulado, falsificado o impuro.
Llegó a ocurrir que los productores, que no
eran personalmente deshonestos y criminales, no se sentían culpables, pues los
desastres resultantes de su conducta estaban tan lejos de su conocimiento
personal, que los hacía reaccionar de esta manera.
El plagio
no es solo siquiera una resultante de la escasez y otras penurias
propias del subdesarrollo, y los titulares periodísticos provenientes de países
del llamado primer mundo y de economías emergentes así lo confirman:
‘’Medicamentos falsos, una amenaza global’’’; ‘’Piden prisión para productor
francés de prótesis adulteradas’’; ‘’Bebidas alcohólicas adulteradas cobran
víctimas en la India’’ e ‘’Incautan en África 110 millones de dólares en
medicamentos falsos’’.
Estamos en presencia no solo de un asunto de larga data, sino también de un
impacto económico-social incuestionable. Baste decir que el volumen global de
la falsificación alcanzó la cifra de 1,5 billones de euros, en 2014. En
economías como la europea y norteamericana, ‘’las industrias intensivas en
marcas está en torno a un 37%’’, del Producto Interno Bruto (PIB), según
Etienne Sanz de Acedo, director general de la Asociación Internacional de
Marcas (INTA, por sus siglas en inglés). De ahí que como éste ha dicho ‘’es
esencial que los países tomen cartas en este asunto y sus gobernantes y
tribunales apliquen escrupulosamente la normativa vigente’’.
Resulta
oportuno y necesario que las entidades fiscalizadoras cubanas y los
expertos de las Oficinas de Metrología y Normalización, tomen carta en este
asunto, que rebasa la comisión de un simple plagio o fraude.
En el caso de la Isla, no se trata de realizar
una cruzada contra los comisores de estas falsificaciones. Más que esto último
se requiere de un control, con énfasis en el carácter popular, para que estas
redes subterráneas no lleguen a estructurarse, como ha sucedido con otros
rasgos del mercado negro, y no sigan creciendo como mala hierba a la sombra de
las reformas económico-sociales en curso.
Notas
1 Juventud Rebelde, La Habana, 12 de enero de
1997, p.2
2 Juventud Rebelde, La Habana, 19 de octubre de
2014, p.4
* Periodista de investigación, especializado en temas económicos. Investiga hace más de treinta años sobre mercado negro, entre cuyos rasgos figura la corrupción. Coautor del libro Yo soy Fidel. Pensamiento económico-social, publicado por la Editorial Ciencias Sociales. El texto también se editó en Italia. Posee varios premios en concursos periodísticos provinciales y nacionales, entre ellos galardones anuales de periodismo económico, y de los premios especiales de ensayo sobre pensamiento económico de Ernesto Che Guevara, convocado por la ANEC, y acerca del aniversario 50 de la Planificación en Cuba, concedido por la ANEC, el ministerio correspondiente y la facultad de Economía de la Universidad de La Habana. Septiembre 2017: Mención en el Concurso de ensayo breve, en la categoría de ciencias sociales, convocado por la Revista Espacio Laical, perteneciente al Proyecto del Centro Cultural Padre Félix Varela. Febrero 2020: Mención en Edición XVII del Premio de Ensayo Pensar a Contracorriente. Ganador de Premio por la Obra de la Vida ´´Guido García Inclán´´, conferido por la Delegación Provincial de la UPEC de La Habana. Trabajos suyos sobre economía cubana y economía sumergida han sido publicados en medios de prensa provinciales, nacionales e internacionales. Columnista habitual de temas económicos en espacios informativos radiales y digitales. Preside la Sección de Base de la ANEC y la filial científica de Periodismo Económico de La Habana. Se desempeña como director de Comunicación e Información en el Consejo Ejecutivo Provincial de la ANEC de La Habana.
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