Salvo el África subsahariana, América Latina es la región del mundo con mayor desigualdad en el ingreso; esta se ha ido reduciendo desde comienzos de siglo pero sigue siendo la peor (CEPAL 2012)(1). Dicha desigualdad implica la concentración del ingreso (salarios, dividendos, rentas, intereses, pensiones, transferencias) en un porcentaje pequeño de personas u hogares, mientras que la mayoría recibe un ingreso proporcionalmente mucho menor. Aunque relacionada, no hay que confundirla con la desigualdad de la riqueza referida a la distribución del capital (propiedad inmobiliaria y mobiliaria, inversiones en acciones y bonos, ahorros, fondos de retiro, depósitos bancarios) entre la población, substrayendo las obligaciones. Este artículo resume las teorías económicas sobre la distribución del ingreso, mide el grado de desigualdad entre los 18 países latinoamericanos que tienen información, muestra su reducción en el último decenio y el aumento en 2012-13, identifica las causas de la desigualdad, y discute las políticas públicas para enfrentar el problema.
Teorías
En la teoría económica clásica (con su extremo en laissez-faire: “dejar hacer, dejar pasar, el mundo camina por sí solo”), la distribución del ingreso es producto de las fuerzas de mercado a las cuales hay que dejarlas solas. En la neoclásica, la desigualdad resulta de la diversa productividad de grupos de trabajadores: altamente pagados los profesionales y mal pagados trabajadores sin cualificación. Pensar en que puede alcanzarse una distribución del ingreso óptima implica “un juicio de valor”. Los neo-liberales argumentan que la concentración del ingreso es saludable porque permite la acumulación de capital, aumenta la inversión, crea más empleo y genera crecimiento; además, el “goteo” (trickle down) sube el ingreso de los grupos medio y pobre, así que trabaja en pro del bienestar social general. Si el Estado se entromete y reduce la desigualdad, se rompe ese círculo “virtuoso”: surgen desincentivos para la inversión y creación de empleo y se desacelera el crecimiento.
Los supuestos clásicos y neoclásicos mantuvieron la abstención del Estado que provocó y agravó la Gran Depresión, con la subsiguiente intervención estatal en la mayoría del mundo influenciado por el keynesianismo. Este duró hasta los gobiernos de Margaret Thatcher en el Reino Unido (1979-90) y Ronald Reagan en EEUU (1981-89), que auspiciaron el regreso al neoliberalismo. La Gran Recesión trajo la crítica a las políticas del Banco Mundial y el FMI, el “rescate” por el Estado, una mayor regulación, etc. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía por su obra sobre desigualdad distributiva, argumentó que esta engendra excesivo poder económico-político en los más afluentes (beneficiados por recortes de impuestos y menos regulación, a la par que la clase media y baja es golpeada por la rebaja del gasto social); además, la globalización ha contribuido a una mayor desigualdad y debilitado al crecimiento. Si la distribución se torna muy desigual, una masa importante de la población reduce su consumo porque no tiene recursos, mengua la demanda y afecta al empleo y el crecimiento, un “círculo vicioso” que aumenta la desigualdad. Una economía de mercado necesita de la regulación y supervisión del gobierno, en vez de un Estado “subsidiario” al mercado, como clama el neoliberalismo. Los países que han implementado políticas sociales públicas apropiadas, han creado empleo y crecimiento, a la par que reducido la desigualdad (Stiglitz 2012; Krugman 2014). La ODCE (2014) acaba de reafirmar que una reducción de la desigualdad en el ingreso fomenta el crecimiento.
La teoría marxista sostiene que el capitalismo produce una creciente desigualdad en el ingreso, debido a que las empresas sustituyen a los trabajadores por máquinas (automatización) para reducir costos, con un aumento de la productividad por trabajador y de las ganancias capitalistas, pero con consiguiente alza del desempleo, mientras que los salarios se mantienen bajos por la excesiva mano de obra. El resultado final es la concentración del capital en cada vez menos manos y la expansión de la miseria, lo cual eventualmente conduce a la revolución del proletariado. En la primera etapa del socialismo se aplicaría la fórmula “de cada uno según su habilidad y a cada cual de acuerdo con su trabajo” por lo que se mantendrían las diferencias del salario monetario, aunque habría un “salario social” en expansión (beneficios otorgados por un Estado que iría desapareciendo con el tiempo). En la etapa superior del comunismo, se aplicaría la formula “de cada uno según su habilidad y a cada cual según sus necesidades”, pero esta sólo se aplicó por un breve período en la URSS (Comunismo de Guerra) y en la China de Mao (El Gran Salto Adelante) con resultados adversos.
En Cuba, una facción en el debate ideológico de 1964-66 aspiró a saltar la etapa socialista y entrar en la comunista. Posteriormente Fidel lo intentó en el ciclo “idealista” de 1966-70, con medidas como el igualitarismo salarial, la reducción de incentivos materiales e incremento de los morales (creación del “hombre nuevo”), la expansión del racionamiento y de los servicios sociales gratuitos, y el trabajo voluntario. Se congelaron los salarios altos y se subieron los bajos con la meta de igualar el salario (“ya sea un ingeniero o un cortador de caña”), así la diferencia entre el salario más bajo y el más alto se redujo de 3.6 por 1 a 2.6 por 1, el inferior en la región. Esta política fue perjudicial porque melló los incentivos y el esfuerzo laboral: si mi ingreso es bajo, parecido al de los otros trabajadores y no está atado a la productividad sino a escalas salariales y normas de producción impuestas centralmente por el Estado (supuestamente conectadas con el cumplimiento de las normas, pero creando enormes distorsiones en la práctica) no vale la pena esforzarse. Además, el salario promedio era suficiente para comprar todos los bienes racionados y disponibles trabajando sólo dos semanas. Todo esto provocó el ausentismo de un quinto de la fuerza de trabajo, lo cual junto con el fracaso de la zafra de los 10 millones de toneladas, indujo una recesión. En 1971-85, se criticó el igualitarismo salarial y se defendió la necesaria diferencia en el salario de acuerdo con la fórmula socialista de distribución del ingreso. Otro intento de igualitarismo, pero no tan fuerte, sucedió durante el Proceso de Rectificación (1986-90) que terminó con resultados económicos también adversos, agravados después por la desaparición de la URSS. En el medio de la crisis comenzaron reformas modestas y se fueron expandiendo las desigualdades en el ingreso que continúan hoy con las reformas estructurales en curso (Mesa-Lago 2002, 2012; véase la entrevista a Mayra Espina).
Medición, Comparaciones y Tendencias
Las mediciones normalmente se basan en encuestas de hogares tomadas en países latinoamericanos. Las comparaciones entre países son afectadas de manera significativa por varios problemas que subsisten a pesar de los esfuerzos de la CEPAL para aliviarlos: 1) la diversa veracidad de las encuestas; 2) su actualidad, porque hay países con encuestas en 2013 pero en otros datan de 2006-2010; 3) la ausencia total de encuestas en un par de países; y 4) evidencia científica de que algunas cifras oficiales subestiman la realidad.
Las encuestas ofrecen datos para 18 de los 20 países latinoamericanos entre 1990 y 2013; las cifras más recientes de Guatemala, Nicaragua y Honduras son respectivamente de 2006, 2009 y 2010; no hay información de Haití que probablemente es el más desigual, ni de Cuba que nunca ha publicado estadísticas de distribución del ingreso(2). La desigualdad puede medirse por hogares y para toda la población, la primera es normalmente más baja que la segunda porque dentro de un hogar puede haber personas con diverso ingreso con un efecto compensatorio (el Cuadro se refiere a toda la población).
La medición de la desigualdad más usada es el coeficiente de concentración Gini; un valor de 1 es desigualdad absoluta (una persona tiene todo el ingreso y el resto cero) mientras que un valor de 0 es igualdad absoluta (todos reciben el mismo ingreso). De hecho, los países se colocan entre los dos extremos, como coeficiente de 1. El Gini promedio en América Latina descendió de 0.542 a 0.486 entre en 2002 y 2013 (CEPAL 2014b). El primer segmento del Cuadro 1 muestra el rango del Gini en la región: 1) los países de menor desigualdad (0.383 a 0.468) eran Uruguay, Venezuela, Perú, El Salvador y Ecuador; 2) le seguía un grupo intermedio (0.472 a 0.512) Bolivia, Argentina, Nicaragua, México, Chile y Costa Rica; y 3) los más desiguales (0.522 a 0.585) eran Paraguay, Panamá, Colombia, R. Dominicana, Brasil, Honduras y Guatemala.
Cuadro 1. Evolución de la Desigualdad en la Distribución del Ingreso en América Latina: 1989-2013
a) Ordenados por la cifra de 2013 o la más reciente disponible; no hay data de Cuba y Haití. b) Los valores de 2011-12 no son comparables con años previos. c) 2010. d) 2009. e) 2006. f) El 10% más rico dividido por el 10% más pobre en 2013 o 2012.
Fuente: Elaboración del autor basada en CEPAL, 2012, 2013, 2014a, 2014b.
Otra forma de estimar la desigualdad es comparando los quintiles (20%) más rico y más pobre. En 2012, el 20% de los hogares más ricos en América Latina captaba el 47% de los ingresos totales mientras que el 20% de los hogares más pobres recibía sólo el 5% (CEPAL 2014a). El segundo segmento del Cuadro 1 exhibe un rango de desigualdad en la población por deciles: el 10% más rico captaba entre 7 y 28 veces lo que recibía el 10% más pobre. Con este método, los dos países más iguales y los cuatro más desiguales se ordenaban igual que con el Gini, había otros con igual o similar ordenamiento pero con cambios notables en otros: Bolivia desciende del 6 al 11 lugar, Perú del 3 al 6 y Nicaragua del 8 al 10, mientras que Paraguay asciende del 15 al 5(3).
La comparación del Gini entre 1989-93 y 2013, indica que en la gran mayoría de los países la desigualdad alcanzó su cénit ya sea en 1998-99 o en 2001-03, con una tendencia creciente por al menos dos decenios. En el nuevo siglo hubo un crecimiento adecuado en la región acompañado de una mejora distributiva: entre 2001-03 y 2011-12 todos los países lograron una reducción en el Gini, salvo Costa Rica que aparentemente empeoró(4). El Gini se redujo en alrededor de un 1% anual en 10 países y no aumentó con la crisis financiera global de 2008-09 (CEPAL 2012). Sin embargo, entre 2011 y 2013 acaecieron aumentos del Gini en todos los países con información disponible salvo en Perú, Chile, Panamá, Colombia y Brasil, donde continuó el descenso (ver Cuadro 1). En 2014 ocurrió una desaceleración económica lo cual probablemente impulsó el crecimiento del Gini y a una reversión en los logros alcanzados en mejorar la distribución.
Se aduce que la desigualdad regional, medida por el Gini, subestima la situación real por tres razones: 1) se basa en encuestas de ingresos salariales y no en encuestas de gastos; 2) los ingresos excluyen el 1% más rico y, al agregarlo basado en declaraciones de impuestos, aumenta la desigualdad; y 3) igual efecto genera el no tener en cuenta la diferencia en las canastas de consumo de los ricos y los pobres. Estos ajustes incrementan el valor del Gini pero exhiben la misma tendencia analizada antes (World Bank 2014).
Mientras en América Latina hubo un mejoramiento en la distribución hasta 2012-13, sucedió lo opuesto en muchos países desarrollados. Durante los últimos 50 años, en la ODCE (que comprende 34 naciones desarrolladas con cuatro grupos diversos), la desigualdad creció siete veces y el promedio del ingreso del 10% más rico de la población es ahora nueve veces el promedio del 10% más pobre(5). En los últimos 30 años, la desigualdad del ingreso ha crecido también en los EEUU: el 1% de los ciudadanos controla el 40% de la riqueza del país, y la desigualdad es muy superior al promedio de la ODCE (2014). Por otra parte, los países escandinavos y Suiza han logrado combinar el crecimiento con un Estado de Bienestar con mayor equidad social.
Causas
Aunque hay diferencias entre los países, el factor que más contribuye a la distribución del ingreso en la región es la desigualdad originada en el mercado de trabajo, por la disparidad del ingreso laboral de los ocupados. Además el trabajo informal, aunque diverso, tiende a recibir un bajo ingreso y a estar desprotegido de la seguridad social. Otra causa es la desigualdad educativa (a menor educación mayor ingreso y viceversa); en los países menos desarrollados la mitad de los ocupados con más de 25 años sólo ha estudiado 6 años; es frecuente que el grupo de mayor ingreso envíe sus hijos a escuelas privadas de mejor calidad y los más pobres van a escuelas públicas de muy bajo nivel.
Un tercer factor es la ausencia de protección del grupo de bajo ingreso por la seguridad social: sin acceso a pensiones ni a atención de salud (lo que provoca un alto “gasto de bolsillo”). Además hay la “brecha de equidad” al nacimiento: la riqueza heredada hace que las personas nazcan con una importante ventaja (oportunidades tempranas en la vida, mejor educación, capital para invertir) sobre aquellas cuyos ascendientes carecen de bienes valiosos y por ello arrancan con una desventaja. Otras causas son: un sistema tributario regresivo que carga impuestos de forma desproporcionada al grupo de ingreso bajo (por ej., con impuestos al consumo), el bajo y estancado salario mínimo, la discriminación por género y etnia, y la disminución de la sindicalización que ha reducido el poder negociador de los trabajadores frente a los empleadores (en la mayoría de las Américas, pero no en la mayoría de Europa Occidental).
Por último, el cambio tecnológico y las asimetrías en la globalización han contribuido a la desigualdad mundial y dentro de los países (los beneficios del crecimiento no han sido distribuidos equitativamente). El desarrollo colosal de China y otras naciones con bajo costo de la mano de obra ha insertado a miles de millones de trabajadores en la economía global, reforzando la competencia y reduciendo el valor del trabajo no cualificado y los precios, pero aumentando el valor del trabajo cualificado, con lo que se ha expandido la brecha.
La pobreza también se redujo en la región, de un promedio de 43.8% de la población en 2002 a 28.1% en 2012-13 (CEPAL 2014b). Ello se debió ?como la reducción de la desigualdad? a una combinación de factores internos, como mejores políticas macroeconómicas y estabilidad, y factores externos, tales como bajas tasas de interés, altos precios de las materias primas, infusión de capitales e importaciones de China (World Bank 2014). Pero también a políticas públicas focalizadas, especialmente proporcionando “ingresos no laborales” a los pobres.
Las estadísticas de pobreza se basan en encuestas de hogares y están afectadas por problemas similares a los ya referidos en la medición de la desigualdad del ingreso. Los países menos desarrollados (salvo México) tienen una pobreza mayor y los mas desarrollados una pobreza menor , pero hay países que con baja desigualdad tienen alta pobreza y viceversa. El Cuadro 2 muestra que, entre los 18 países (tampoco hay estadísticas de pobreza de Cuba(6) y Haití), El Salvador se ordena en el lugar 4 en desigualdad menor pero en lugar 15 en pobreza mayor, Venezuela en 2 y 9 respectivamente, Ecuador 5 y 10, Bolivia 6 y 11, y Nicaragua 8 y 17. Por el contrario, Argentina se coloca en lugar 7 en desigualdad y 1 en pobreza, Chile 10 y 3 respectivamente, Costa Rica 11 y 4, y Brasil 16 y 5. Uruguay se sitúa en 1 y 2 con una tendencia muy larga de reducir ambos indicadores; los países menos desarrollados, salvo los dos indicados, tienen ordenamientos similares (R. Dominicana, Paraguay, Guatemala y Honduras).
Cuadro 2. Ordenamiento de Pobreza y Desigualdad del Ingreso en América Latina, 2012-2013
a 2011. b 2006. c 2009. d 2010.
Fuente: Elaboración del autor basado en CEPAL 2014b y Cuadro 1.
Todos los países con cifras en 2012 y 2013 exhiben una caída en la pobreza, salvo en Venezuela que aumentó 7 puntos porcentuales (de 25.4% a 32.1%) y en Ecuador donde creció 1 punto (de 32.4% a 33.5%) (CEPAL, 2014b). En 2014 se hizo una encuesta por las tres universidades más prestigiosas de Venezuela, siguiendo la misma metodología aplicada en 1998, que estimó la incidencia de pobreza en los hogares en un 48.4% comparada con un 27.3% oficialmente reportado en 2013 (Universidad Católica Andrés Bello y otras 2015).
Políticas
El 76% de la merma en la desigualdad en América Latina se atribuye a una menor disparidad del ingreso laboral de los ocupados, especialmente entre los más y menos cualificados afectados por la globalización. Los salarios constituyen una parte fundamental de los ingresos, por ello la reducción en su disparidad (por ej., un salario mayor en el sector de servicios) mejora notablemente la distribución. La clase media en expansión ahora abarca entre un 40% y 70% de la población latinoamericana y tiene un efecto positivo en la distribución. La expansión del empleo formal en algunos países, así como la incorporación al empleo y redes mínimas de protección social de grupos étnicos importantes, antes preteridos, han tenido efectos positivos (Bolivia, Ecuador, Perú).
Cruciales son las políticas sociales impulsadas por el Estado: 1) mejor acceso a la educación especialmente en la primaria y secundaria, y merma en las desigualdades educativas; 2) programas para reducir la pobreza que dan recursos a los más necesitados; 3) por ejemplo, provisión de un “ingreso no laboral”, como las transferencias en efectivo condicionadas (Brasil Bolsa de Familia, Chile Solidario, Ecuador Bono de Desarrollo Humano, El Salvador Comunidades Solidarias Rurales, México Oportunidades, Panamá Red de Oportunidades, Paraguay Abrazo, Perú Juntos, etc.); 4) introducción, extensión o mejora de la pensión asistencial focalizada en los pobres (Argentina, Bolivia ?Renta Dignidad, muy magra pero universal?, Brasil, Chile, Costa Rica, El Salvador, México, Panamá, Perú y Uruguay); 5) aumento del salario mínimo; 6) expansión del acceso a la salud pública, que reduce el gasto de bolsillo, y mejora de su calidad; y 7) otorgamiento y/o aumento de las pensiones contributivas bajas con aporte fiscal (Argentina, Chile, Uruguay). Para más detalles, véase en esta compilación los artículos de Martínez/Sánchez-Ancochea y de Barrientos.
Es importante también mejorar la estructura impositiva con una reforma tributaria que incluya el impuesto progresivo a la renta (cuya tasa aumenta según el ingreso), así como un impuesto progresivo a la herencia, además de usar parte de dichos recursos para financiar políticas sociales(7). Otro elemento positivo ha sido la participación mayor de la mujer y los jóvenes en el mercado de trabajo. Por último, la recepción de remesas externas por grupos de bajo ingreso ha mejorado la distribución en algunos países como El Salvador (CEPAL 2012, 2013; Muñoz 13; ODCE 2014).
En los EEUU, Barack Obama (2015) acaba de presentar un plan para reducir la desigualdad en el ingreso: aumento del salario mínimo, educación superior gratis en universidades comunitarias, subsidios fiscales para acceso a guarderías infantiles, salario igual a la mujer por el trabajo igual al del hombre, abono de 7 días por enfermedad del trabajador, reducción de impuesto a la clase media y baja, recalificación de trabajadores en ocupaciones nuevas, y aumento de impuestos al 1% más rico de la población y a las corporaciones con gran inversión foránea para financiar estas políticas. En enero, Obama sometió su proyecto de presupuesto al Congreso proponiendo medidas concretas para reducir la desigualdad, pero el control de ambas cámaras por los republicanos será un obstáculo muy fuerte.
Conclusión
América Latina logró avances importantes en disminuir la desigualdad del ingreso hasta al menos el año 2012. Debido a la desaceleración económica de China, la crisis persistente en Europa, los problemas en Rusia, la caída en precios de materia prima y el potencial aumento de las tasas de interés, combinados con políticas económicas inadecuadas en varios países, cambia el panorama en 2014-15. La desaceleración en América Latina, particularmente en 2014(8), combinada con serios problemas económicos en países como Argentina (-0.2% de crecimiento), Brasil (0.2%) y Venezuela (-3%) pueden afectar los avances (CEPAL 2014c; World Bank 2014). Ya en 2012-2013 ocurrió un incremento de la desigualdad en Brasil, Costa Rica, Ecuador, México, R. Dominicana y Venezuela. Es fundamental proteger los avances hechos en mejorar la distribución del ingreso y la vida de millones de latinoamericanos aplicando políticas económico-sociales adecuadas, pues se ha demostrado que una menor desigualdad en la distribución fomenta el crecimiento económico y el bienestar social. En este sentido es crucial la sostenibilidad financiera a largo plazo de programas sociales redistributivos; no basta con introducir los programas, hay que proveer fuentes para sostenerlos en el largo plazo.
Notas:
- La distribución del gasto es menos desigual que la del ingreso debido al papel del Estado en el gasto social.
- Solo hay estimados gruesos del coeficiente Gini cubano hechos por economistas extranjeros que muestran que aumentó 64% entre 1989 y 1999, de 0.250 a 0.407; aun así el último sería el más bajo de la región (ver Cuadro 1). Pero este cálculo se basó solo en el ingreso en pesos nacionales (CUP) y excluyó el ingreso en pesos convertibles (CUC), por lo que de incluirse este sería mayor. La desigualdad aumentó en el siglo XXI (Mesa-Lago, 2012).
- Otros índices de desigualdad son los de Atkinson y Theil, pero decidí no incluirlos para no complicar el artículo; los resultados de estos dos son relativamente similares a los del Gini (CEPAL 2013).
- Las cifras de 2011-13 no son comparables con las de años previos, pero la desigualdad venía creciendo desde los años 90, retrocediendo en los notables avances hechos, así Costa Rica cayó del país menos desigual al onceno.
- El promedio de la ODCE era 0.316 a fines de la década de 2000, menor al Gini de Uruguay (0.397), el más bajo en la región, y muy inferior al promedio de América Latina (0.520). Entre los 34 países, Chile fue el único que redujo la desigualdad pero, aun así, era el más alto en ODCE (2014).
- De acuerdo con encuestas realizadas en Cuba, la población urbana en “riesgo de pobreza” aumentó de 6.6% en 1988 a 20% en 1999; no hay cifras posteriores, pero múltiples indicadores muestran un incremento en el siglo XXI (Mesa-Lago 2012; véase entrevista a Mayra Espina).
- Chile acaba de pasar una reforma tributaria que debe reducir la desigualdad a la par que estudia reformas educativas y de pensiones para mermar la desigualdad y la pobreza.
- Por primera vez en los últimos diez años, América Latina creció a un ritmo inferior al de OCDE; en 2014 y 2015 apunta en la misma dirección. Los organismos financieros internacionales proyectan que la región crecerá un 2.2%, inferior al 4-5% del decenio anterior (González 2015).
Bibliografía
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Panorama Social de América Latina 2011, 2012, 2013, 2014 (Santiago de Chile: 2012, 2013, 2014a, 2014b).
______, Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2014 (Santiago de Chile, diciembre 2014c).
González, Alicia, “El Eterno Lastre de la Desigualdad”, El País, 1 febrero, 2015.
Krugman, Paul, “Liberty, equality and efficiency”, The New York Times, 9 marzo, 2014
Mesa-Lago, Carmelo, Buscando un Modelo Económico en América Latina ¿Mercado, Socialista o Mixto. Chile, Cuba y Costa Rica (Caracas: Nueva Sociedad, 2002).
______, Cuba en la Era de Raúl Castro: Reformas Económico-Sociales y sus Efectos (Madrid: Editorial Colibrí, 2012.
Muñoz, Heraldo, “Lecciones de la Región más Desigual del Mundo”, Nueva York, Presentación a la Sesión sobre Desigualdad en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 10 julio 2013.
Obama, Barack, State of the Union Address, US Congress, Washington DC, 20 enero 2015.
Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (ODCE), Inequality and Growth (Paris: 2014).
Stiglitz, Joseph, The Price of Inequality: How Today’s Divided Society Endangers our Future
(New York: Norton & Company, 2012).
Universidad Católica Andrés Bello, Universidad Central de Venezuela, Universidad Simón Bolívar y Laboratorio en Ciencias Sociales, Análisis de Condiciones de Vida de la Población Venezolana 2014 (Caracas: 2015).
World Bank, Inequality in a Lower Growth Latin America (Washington DC: LAC, 2014). La versión en castellano, Desigualdad en una América Latina con Menor Crecimiento, aún no estaba disponible cuando se terminó este artículo pero hay resumen en el Internet.
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