Cuando Ernesto Rojas González puso por primera vez un pie en la Tenería de Caibarién tenía apenas 18 años, y llegó allí motivado por la aureola de buenos curtidores de piel que tenía la vetusta industria fundada en 1860.
Tres décadas después, él sigue en ese lugar, cual testigo excepcional de los buenos y malos momentos por los que ha transitado la entidad, experiencia reforzada ahora por el hecho de ser desde hace algunos años el jefe de Producción del centro.
«Aquí hemos pasado por todo. Tuvimos momentos en que, a pesar del atraso tecnológico, llegamos a procesar unos 500 000 metros cuadrados al año. Luego, cuando se planteó la modernización de la tenería a partir de la entrada de nuevas máquinas, todos nos esperanzamos en que las cosas comenzarían a cambiar para bien de la industria y de los trabajadores.
«Sin embargo, si bien creció la producción de pieles, que llegó a 800 000 metros cuadrados, y mejoraron las condiciones de vida y de trabajo de los obreros, también es cierto que en ese proceso inversionista hubo muchísimos problemas desde el inicio, por los cuales hemos pagado un alto precio.
«Si le digo que aquí hay equipos que costaron miles y miles de dólares y nunca llegaron a trabajar, usted no lo va a creer», nos dice con dolor Rojas González, quien pone el ejemplo de la máquina de calzar y descalzar los rollos de cuchillas, un ingenio de tecnología italiana que por diversas razones no consiguió usarse.
A la explicación del Jefe de Producción, se une la de Noelis Bello García, especialista principal de Mantenimiento, quien señala que tampoco han funcionado como debían una máquina importada en 2013 encargada de ordenar la ejecución de la pintura a las pieles, que funcionó muy poco tiempo, pues presentó problemas en el sistema de control del economizador.
En ese caso, falló la asesoría técnica del servicio de posventa, reconoce la especialista, quien añade que el asunto es un reflejo de lo mal que se preparó, contrató y ejecutó esa inversión.
«Se nos dio la situación de otros equipos que tampoco funcionaron como debían, tal es el caso de la máquina de lijado que interviene en el acabado y la calidad de la piel, la cual tuvo dificultades durante la puesta en marcha al botar mucho polvo, situación que nunca llegó a resolverse por falta de seguimiento a la inversión, de asesoría y otros problemas», explica.
EN LA PIEL
Miguel Sariol Espinosa, actual director de la Tenería de Caibarién, es un granmense traído allí para tratar de poner orden y responsabilidad en un asunto que tiene varias torceduras.
Resulta una gran verdad que aquella inversión llevada a cabo a inicios de la actual década no dio los resultados esperados por problemas de mala preparación, de contratación y de seguimiento a una obra que hubiera podido significar para el país grandes ahorros de recursos y altos ingresos por concepto de sustitución de importaciones y de exportación, reconoce el directivo.
Como consecuencia, la industria comenzó a deprimirse, provocando el éxodo de trabajadores porque, al no tener resultados económicos favorables, bajaron los salarios y las personas comenzaron a irse para la pesca, el turismo y otros sectores que pagaban más, señala Sariol.
«Hoy, aunque se ha crecido en fuerza de trabajo, la situación aún es muy compleja, las condiciones de trabajo no son las mejores, se producen muchas roturas, escasean los productos químicos que deben ser comprados en el exterior y traídos desde La Habana; porque esta entidad es una unidad empresarial de base, y su dirección radica en la capital, a pesar de ser la mayor tenería de Cuba, que aporta más del 85 % de las pieles que se producen en el país», reconoce el director.
A ellos, se unen dificultades con la alimentación de los trabajadores, en la adquisición de los medios de protección y otros asuntos que requieren de mucha voluntad y de recursos para resolverlos, expresa Sariol Espinosa.
Para los próximos años está en plan una nueva inversión en la planta de tratamiento de residuales y en perspectiva se trabaja en la documentación para lograr un crédito que permita la reconversión tecnológica de la industria, explica el directivo, quien está consciente de que el momento que vive la economía del país no admite nuevos tropiezos en materia inversionista.
El desarrollo de ese proceso permitiría, entre otras tareas, un mayor aprovechamiento de la materia prima que reciben, una buena parte de la cual hoy se pierde por falta de tecnología, como es el caso del conglomerado, producto empleado en la fabricación del cartón y las suelas internas del zapato; además de otros desechos que servirían para elaborar la cola de pegar, producto que hoy Cuba tiene que importar.
ALGO MÁS QUE MATAR Y SALAR
La Tenería Patricio Lumumba de Caibarién recibe cueros de todas las provincias del país, excepto de la Isla de la Juventud, para poder satisfacer la alta demanda de pieles de la industria nacional.
Para ello, existen saladeros en las tres regiones de la nación y varias unidades empresariales de base, dos en Oriente, una en el centro y otra en occidente, donde se procesan todos los cueros que les aportan los mataderos, refiere el Director de la importante industria caibarienense.
En la actualidad, las principales tenerías de Cuba están ubicadas en Villa Clara y Camagüey, aunque existen otras más pequeñas en algunos lugares. En su totalidad, y por problemas de capacidad productiva, no están en condiciones de procesar todos los cueros entregados, lo cual obliga a exportar determinadas cantidades de piel salada, explica Miguel Sariol.
Para nuestro país resulta más rentable procesar todas las pieles aquí, y en caso de ser posible exportarlas nosotros ya procesadas, afirma el Director, quien añade que ahí radica la importancia de mejorar las industrias con que contamos, las cuales pueden convertirse en una notable fuente de ingreso para la economía, atendiendo a la calidad de las pieles creadas aquí.
Respecto al índice de rechazo de los cueros recibidos por la industria, provenientes de los saladeros, Sariol Espinosa señala que resulta mínimo, criterio compartido por los directivos de la Empresa Cárnica de Villa Clara, quienes, no obstante, reconocen que en determinadas ocasiones dejan de entregarse pieles por diversidad de criterios técnicos.
Un ejemplo de lo anterior es que el matadero Lorenzo González, de Sagua la Grande, dejó de entregar hasta el mes de abril un total de 932 unidades, lo que representa el 15 % del total, producto de esa disparidad de criterios a la hora de entregar y recibir los cueros, lo que al final representa pérdidas para la economía.
Sobre el tema, el Director de la tenería señala que no hay justificación para ello, porque esa industria está en condiciones de procesar los cueros que les entreguen, sean pequeños, medianos o grandes, los que una vez trabajados pueden satisfacer parte de la demanda de la industria de calzado, la Empresa de Talabartería Thaba, la industria deportiva, el Ministerio de Salud Pública, calzado ortopédico, y un mínimo de pieles que se le venden al fondo de bienes culturales.
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