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lunes, 5 de abril de 2021

Inflación: Los retos de no caminar en círculos

 Por Sayli Sosa Barceló

 ECONOMÍA

 05 Abril 2021

Mantener una dinámica inflacionaria favorable depende de múltiples factores, entre ellos evitar los errores del pasado.

A mediados de diciembre de 2020, mientras se dirigía a la Asamblea Nacional del Poder Popular para ofrecer detalles sobre la Tarea Ordenamiento, Marino Murillo Jorge, Jefe de la Comisión de Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, dijo que uno de los efectos indeseados del ajuste sería el aumento de la inflación. “El problema está en qué nivel de inflación generará en la economía, porque siempre que hay crecimiento de precios, hay devaluación. Por eso la clave será cómo controlar un proceso inflacionario indeseado en magnitudes superiores al estimado por la Tarea Ordenamiento”, insistía.

Esos números, es decir, la inflación estimada en el diseño, no son públicos, por tanto, no es posible conocer si, a tres meses del Día Cero, el indeseado proceso inflacionario va de acuerdo con lo “planificado” o se ha ido por encima, como pareciera ser, a juzgar por algunas señales de la economía doméstica.

No obstante, tal y como explicara a esta reportera Ricardo Torres Pérez, Doctor en Ciencias Económicas e Investigador del Centro de Investigaciones de la Economía Cubana, no se puede hablar de tasa inflacionaria en función del precio de un par de productos, pues se trata de un entramado mucho más complejo. El experto apunta al menos tres elementos que incidirían en una tasa inflacionaria elevada en el actual contexto: devaluación, reforma salarial y eliminación de subsidios.

Antes de cualquier juicio de valor, es justo decir que la inflación no solo es un efecto indeseado, sino inevitable. Luego de una devaluación del  2.300 por ciento en el sistema empresarial (habida cuenta de la tasa de cambio de 1.00 USD x 24.00 CUP que sustituyó a la muy ventajosa de 1.00 USD x 1.00CUP), sumado a una reforma salarial general, no había cómo impedir que los precios subieran. Ni siquiera una política de formación de precios centralizada para productos de interés nacional ni las facultades de las instancias provinciales y municipales para topar los precios máximos obrarían el milagro. De hecho, esos instrumentos no están para paralizar la inflación, sino para controlar la subida.

El tercer elemento que tributa a un incremento de los precios es la eliminación parcial de los subsidios en servicios básicos como la electricidad y el agua, o los insumos. A partir de ahí, todas las cadenas de valor modificaron el costo real de lo demandado por la población.

Lo experimentamos aquí con muchos de los precios minoristas, elevados cuatro o cinco veces con respecto al importe anterior al Ordenamiento, un traspaso directo e inmediato de la inflación mayorista. Si bien se insistió en que el ajuste no nos pondría en una peor situación en cuanto al poder adquisitivo, la realidad del último trimestre desdijo algunos enunciados. Los procesos de revisión sucedidos después confirmaron, de cierta manera, que los cálculos no fueron exactos y que, posiblemente, la inflación se moviera fuera de los límites estimados. Si, por el contrario, la revisión busca aminorar el impacto cargándole la diferencia al estado, pues ese déficit presupuestario también genera inflación.

• El incremento de los precios ya se venía experimentando antes de la Tarea Ordenamiento  

Y, aunque es cierto que no se puede tener una idea clara del asunto solo por el comportamiento de unos pocos productos, sí hay señales inequívocas en el mercado formal e informal, en medio de un profundo desabastecimiento que lo empeora todo (o lo provoca). Otra de esas señales, además de la elevación de los precios en el sector estatal —en renglones donde se sacó de la ecuación el subsidio—, es la lógica impuesta por la dolarización indirecta de la economía doméstica que, ante la ausencia de convertibilidad de la divisa (no hay disponibilidad para la compra de dólares en los bancos o casas de cambio), impacta en los precios elevándolos al doble (como mínimo) en el caso de los artículos deficitarios y de mayor demanda (comida, aseo).

Para comprar en las tiendas recaudadoras en MLC, si no se reciben remesas, hay que adquirir la divisa no a 24, sino a 50 (cota máxima, hasta el momento, a la que se ha elevado el dólar en “la calle”). Por tanto, la devaluación real es más profunda y, también mayor la inflación. Acaso la expresión más concreta de esto que digo es que, apenas en diciembre, el dólar se compraba ilegalmente a 34.00-38.00, y hoy no baja de 48.00-50.00. Parecería que cualquier estimación debería realizarse sobre esa base, aun cuando el diseño de la medida no contemplara el mercado de divisas “por la izquierda”.

De ello dan cuenta los grupos de compraventa en las redes sociales en Internet y el mercado negro. Allí un litro de aceite comestible “cotiza” entre 200.00 y 300.00 pesos; una colonia Bonabel en 375.00; desodorantes en 100.00 y 150.00; el arroz a 35.00 pesos por libra; el queso a 80.00-100.00 pesos; la carne de cerdo rebasó el límite (mental) de los 100.00 pesos; y no hablaremos del mercado inmobiliario. Las cuentas se están sacando en función del dólar y no del peso cubano. Cabría preguntarse si esta realidad estaba en los cálculos.

Precios en Revolico

Más allá del debate de si son precios abusivos y especulativos —que lo son, no hay dudas, sobre todo cuando se trata de reventa—, tendríamos que considerar, también, que existen circunstancias en las que no habría otro “remedio”. Digamos que, en el entorno del cuentapropismo, sin mercado mayorista y con uno minorista medianamente abastecido, pero solo en MLC (o en pesos cubanos con precios equivalentes), inevitablemente los precios de los bienes o servicios derivados de las compras en esas tiendas tendrán que reflejar el tipo de cambio al que se adquiere la divisa.

• El periódico Escambray se acercó al tema de la venta ilegal de dólares.

Quizás todavía no estamos “chocando” de a lleno con esa circunstancia porque una parte del sector no estatal está en pausa, debido a la situación sanitaria, entre ellos cafeterías o restaurantes; mas, las contradicciones ante las tablillas de precios se viven a diario. Y no es como que podamos prescindir de estos actores: estamos hablando de un sector que, en el nivel de país, vende unos 19 000 millones al año, una cifra para nada despreciable.

Todo esto, unido a la falta de ofertas en el mercado en CUP, tal y como lo había explicado el propio Murillo Jorge, es un elemento objetivo que produce inflación y nos pone ante un entorno económico en extremo complejo, caracterizado por un exceso de liquidez en algunos segmentos de la población, mientras otros continúan viviendo al día. Así, está quien puede pagar un litro de aceite en 300.00 pesos (seis veces su valor real), y quienes deberán elegir entre comer con grasa y costear la electricidad.

En este sentido, no se puede desconocer el tremendo impacto en las finanzas del país del bloqueo estadounidense o de la redirección de recursos hacia el enfrentamiento a la COVID-19, justo cuando las principales fuentes de ingreso de divisas del país (turismo, cooperación médica en el extranjero, remesas, exportaciones) se han visto afectadas por ambas causas, indistintamente. A lo que sería obligatorio añadir las deudas de productividad y eficiencia de los sectores de la economía cubana, justo uno de los escenarios al que apunta la Tarea Ordenamiento.

Los expertos, entre ellos Torres Pérez, coinciden en que mantener una dinámica inflacionaria favorable depende, ente varios factores, del incremento de las producciones, y estas, a su vez, descansan en la gestión del sector empresarial, en lo fundamental. Para destrabar los frenos que hasta ahora han impedido el salto cualitativo y cuantitativo de no pocas empresas se había aprobado un  que, en primer lugar, flexibilizan la autonomía, otorgando mayores potestades a la hora de generar y repartir utilidades, capacidad de exportación y de acceso a la divisa, entre otras. De momento, está faltando un análisis de los resultados de la puesta en práctica, aunque cierto es que no ha transcurrido suficiente tiempo para hacer mediciones.

Pero además, son necesarias otras decisiones, algunas calificadas como dolorosas o de choque, por cuanto podrían colisionar contra la voluntad manifiesta de no dejar a nadie desamparado, ya que pasan por no seguir financiando las pérdidas ni pagando sin resultados, en fin, limitar la masa monetaria excesiva.

Los expertos hablan, asimismo, de dejar que los mercados logren cierto equilibrio, controlando por algún tiempo solo los precios esenciales y combinando medidas desde la oferta, para incrementarla saludablemente y, desde la demanda, para que no crezca en demasía. Es evidente que no son decisiones fáciles ni tendrían resultados en el corto plazo. Mas, después de haber vivido un período de similares desafíos en los 90, la pregunta es si tenemos otra alternativa. 

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